En la matemática divina de Dios las cosas son diferentes a
la científica. Se nos enseño que uno más uno son dos. En
Cristo es diferente, esto referente al matrimonio entre dos personas creyentes
o aun no creyentes.
El mandato es que el hombre debe dejar a su padre y a su
madre y unirse en el vínculo del matrimonio a su mujer y los
dos serán uno.
Estas palabras a las que me voy a referir en el día de hoy, no
atentan en nada con la unidad familiar, más bien tratan de arrojar luz a una de la verdadera razón por la cual muchos
matrimonios terminan en fracaso y luego en divorcio. Me refiero a los triángulos
o terceros elementos dentro del seno del hogar.
La influencia de una tercera persona en un matrimonio ha
demostrado a través de los años que es perjudicial para la salud del
matrimonio. Muchos hogares han pasado a ser estadísticas de divorcios por esta
mala práctica.
Madres, y a veces
padres, que no quieren dejar ir a sus
hijos y ellos mismos se convierten en los primeros detonantes de la gran
explosión del divorcio de los hogares de sus hijos.
Esto es una ley divina, tanto el hombre como la mujer en
algún momento dejaran de ser hijos para convertirse en esposos y luego en
padres, pero hay padres que se le hace difícil aceptar esta realidad de la vida
y quieren seguir amarrados a sus hijos convirtiendo sus relaciones
matrimoniales en triángulos amorosos donde los hijos no saben si amar y obedecer le a sus esposos y esposas o a sus padres.
Ha de saberse que cualquier tercer elemento que invada la
vida privada de un hogar atenta de manera directa contra la integridad y hasta
la felicidad de una pareja matrimonial.
Hay un viejo dicho por ahí que enuncia “que el que se casa,
es porque casa quiere” lo que implica
que tanto el hombre como la mujer deben romper con el ombligo paterno y materno
para si unirse en pacto perpetuo a sus esposos o esposas, es decir hasta que la
muerte los separe.
La palabra “Casados” es un término compuesto por dos
monosílabos:
1.
Casa
2.
dos.
Queriendo significar que en un hogar solo deben haber dos
personas: Un hombre y Una Mujer o sea “Casa para dos”.
No un hombre una mujer y su suegra o su cuñado, no dos
hombres o dos mujeres.
Una tercera persona dentro de un hogar rompe el formato del
vínculo matrimonial y además el orden de Dios, trayendo como consecuencia
problemas en las parejas.
El 75 por ciento de
los divorcios en los Estados Unidos de Norte América se deben a la existencia
de una tercera persona dentro del vínculo amoroso de las parejas.
Un tercer elemento puede ser: Una infidelidad de algunas de
las dos partes, una visita inoportuna que tomo la decisión de permanecer largo
tiempo en el hogar, la suegra o el suegro de una de las parte que forman la
pareja, es decir que muchas veces hasta las ocupaciones y el trabajo se han
convertido en el tercer elemento que aniquila el matrimonio.
Dice la biblia en el versículo con que iniciamos:
“Así que
no son ya más Dos, sino una sola Carne.
Tres elementos o más dentro del hogar que no sean los hijos,
destruyen la unidad del matrimonio a la postre.
Dios espera que nosotros sus hijos aprendamos a respetar la
unidad del matrimonio. Es por eso que se le llama vínculo, es decir algo que no
puede ser dividido ni disuelto. “Por lo tanto (Dice el Señor) lo que Dios junto
no lo separe el hombre”.
Siete consejos prácticos para cuidar la integridad del
hogar:
1.
Dale a Jesucristo el control de tu hogar.
2.
Trata de pasar tiempo de calidad a solas con tu
pareja y con tus hijos. Dedica un día de la semana para compartir con ellos.
3.
Cuídate de mantener la privacidad e intimidad
con tu pareja por encima de todo compromiso.
4.
Evita a toda costa tener huésped por largo
tiempo en el seno familiar, sin dejar de ser hospedador.
5.
Dale a tu pareja el lugar que se merece, no la
desautorice delante de tus padres ni de tus amigos.
6.
No permita que tus compromisos y ocupaciones te
roben el tiempo de compartir con tu familia.
7.
Elimina todo lo que se pueda convertir en un
triangulo entre tú y tu pareja.
Que Dios ilumine y cubra con la sangre del Cordero tu
familia para que el espíritu de divorcio no la toque. En el nombre de Jesús Amen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario