2 Crónicas 7:14
“Si se humillare mi pueblo,
sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se
convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y
perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”.
La verdad de las cosas es que estamos
viviendo unos tiempos bien difíciles. Como Iglesia llamada a hacer la voluntad de
Dios, nos hemos quedado rezagados, en una actitud muy pasiva frente a las
cosas que están ocurriendo hoy día en todo el mundo.
Estamos como adormecidos, como un paciente
que está en coma y que necesita ser resucitado, ciertamente es necesario que el
espíritu de vida sea soplado sobre el pueblo escogido por Dios para llevar la
luz de su palabra a la humanidad.
Necesitamos un avivamiento que nos despierte del sueño profundo.
El pueblo de Dios en su gran mayoría, está
dormitando en sus casa y en los bancos de la iglesias en una posición cómoda
sobre todo porque sabemos y estamos confiados de nuestra salvación, mientras en
el mundo exterior satanás se lleva cada segundo millares de almas al infierno.
Si prestamos atención a las noticias y los
programas informativos que a diario son presentados por los diversos medios de
comunicación, notaremos lo terrible que se ha tornado la situación de la
humanidad. Todo lo que se ve y se oye es sobre el crecimiento de la
criminalidad, como lo establece la palabra “padres contra hijos”, “hijos contra
padres”, mortandad, suicidios, depravación, violaciones, en fin
todas las cosas que la Biblia anuncia que habían de acontecer en los tiempos
postreros.
Todo esto acontece frente a la mirada
impotente de un pueblo que ha sido llamado a establecer la diferencia, me
refiero al pueblo de Dios. La Iglesia.
Hoy te invito estimado lector a que le demos
un vistazo a manera de análisis al versículo 14 del libro de 2 Crónicas 7.
I.-
Comenzaremos observando que aunque la situación es general, es decir
involucra a toda la humanidad, el llamado principal a buscar una solución es
para su pueblo. Dice “Si mi pueblo se
humillare”. Dios tiene su confianza
puesta en un pueblo que él ha seleccionado y separado como pueblo santo, con
sacerdocio real, con la capacidad de ser intermediario entre la situación de la
humanidad y del creador, refiriéndose por supuesto a su Iglesia.
Dios nos está diciendo que Tú y Yo somos su
pueblo y que debemos volvernos a él para que a través de nuestra humillación él
pueda solucionar los problemas de la tierra, sanarla y perdonar sus pecados. A
esto le podemos llamar avivamiento, resurrección.
En el contexto de este versículo Dios le está
dando a su Iglesia la clave para conmover su corazón a misericordia, para traer
sanidad y perdón a una tierra que se ha pervertido y que se ha olvidado de su
creador. En esta clave Dios establece cuatro requisitos o condiciones
necesarias para el poder obrar a favor de su pueblo y de la tierra, son estos:
Humillación, oración, búsqueda de su rostro y conversión.
1.
La humillación es la forma más perfecta de atraer la atención de
Dios. Su palabra dice “que a un corazón contristo y humillado jamás desprecia
Dios. Para humillarse es necesario orar.
2.
Humillarse es reconocer nuestro estado de bajeza y de pecado y
asumir la responsabilidad del pecado de una tierra que ha negado a su creador,
pidiendo así perdón por los pecados de nuestra Nación. Esto es identificarnos
con el pecado corporativo de las personas que guiados por su incredulidad no
reconocen a su Dios y no le temen, por lo que diariamente alimentan la cubierta
de tiniebla y de pecado de nuestra tierra.
3.
Solo el que reconoce que ha pecado se humilla. Para lograr la
humillación es necesario tener el Espíritu Santo activado en nuestras vidas.
Es por eso que el llamado es dado a su
pueblo. “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y
oraren”.
II.-
La oración es la segunda condición que se debe dar para provocar la
visitación permanente del espíritu vivificador de nuestro Dios. El poder del
pueblo Cristiano está en esta herramienta poderosa. Es a través de la oración
que estamos en contacto permanente con nuestro creador, que aprendemos a
escuchar su voz, que él conoce nuestras necesidades.
La oración es como el suero que restablece
las fuerzas del creyente. Cuando una persona se está muriendo lo primero que se
le da es respiración de boca a boca o artificial, el soplo de una persona viva
revitaliza al moribundo, luego se le pone el suero para hidratar su cuerpo y
este retome sus signos vitales.
La oración revitaliza la vida espiritual del
creyente y de la Iglesia. Un pueblo que no ora es un pueblo deshidratado
espiritualmente. Un pueblo que no ora es pueblo devilucho, la falta de oración
baja la defensa espiritual del creyente y un cuerpo con baja defensa esta
propenso a recibir ataques de virus y bacterias dañinas a su salud. Así mismo
una Iglesia, un creyente que no ora su defensa espiritual se cae y los ataques
del maligno los penetran con facilidad.
III.- Sigue diciendo nuestro versículo “Y
buscaren mi rostro.”
No sé si usted ha notado que cuando alguien
está haciendo algo que no le agrada a otra persona se le hace difícil mirarle a
la cara. Una forma de descubrir si una persona es sincera es mirarle fijamente
a los ojos, a través de los ojos podemos darnos cuenta si alguien nos miente o
nos engaña, a esto le podemos llamar buscar su rostro.
Buscar el rostro de Dios es buscar su
presencia, permitir que el descubra en nuestra mirada nuestra necesidad de por
él. Dejar que el vea en nuestro interior el anhelo por sentir su gloria. Buscar
su rostro es mirar las cosas celestiales, porque allí el habita, es vivir de
acuerdo a su perfecta voluntad.
IV.- Por
ultimo dice “Y se convirtieren e sus malos caminos.”
Notemos que no dice y se a repitieren de sus
malos caminos, sino que habla de conversión. Hay una diferencia en estos dos
términos. Arrepentirse habla de cambio de palabra y convertirse habla de cambio
de actitud.
Tenemos que cambiar nuestras vidas de manera
radical y genuina mente un cambio tan grande que cuando las demás personas nos
vean, no vean nuestra imagen sino la imagen de Cristo reflejada a través de
nosotros.
Tú y Yo tenemos que ser el ejemplo para el
mundo de que somos parte de un pueblo verdaderamente escogido para mostrar las
virtudes de aquel nos llamó y nos santifico y nos hizo aceptos de su gracia. Ya
es hora de que nosotros comencemos a hacer la voluntad de Dios y logremos que
los que están a nuestro alrededor también despierten del sueño y del letargo
espiritual que los mantiene en coma espiritual. Necesitamos un avivamiento.
Basta ya de seguir escuchando las mentiras de
satanás, basta ya de sufrimientos, enfermedades y problemas unámonos en
espíritu para provocar el despertar del pueblo de Dios, humillé-monos, oremos,
busquemos su rostro, convirtámonos de
nuestros malos caminos para que Dios nos visite de manera permanente.
Y concluye el versículo “Y entonces yo oiré
desde los cielos, y perdonare sus pecados, y sanare su tierra.” Esto es
avivamiento y continua diciendo “Ahora estarán abiertos mis ojos, y atentos mis
oídos a la oración en este lugar.”
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