Lucas
capítulo 9: 1 - 6 dice la Palabra:
"Habiendo
reunido a sus doce discípulos les dio poder y autoridad." "Y les dijo a los discípulos: no toméis nada para el camino;
ni bordón ni alforja, ni pan ni dinero, ni llevéis dos túnicas. Y en cualquier
casa donde entréis quedad allí y de allí salid. Y donde quiera que no os
recibieren salid de aquella ciudad y sacudid el polvo de vuestros pies en
testimonio contra ellos. Y saliendo pasaban por todas las aldeas anunciando el
Evangelio y sanando por todas partes."
El Señor Jesús les dio a sus discípulos poder
y autoridad sobre todos los demonios y para sanar enfermedades, y los envió a
predicar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos. Bien importante esta
dotación de poder.
Pero
yo quiero hablar de otras cosas más importantes todavía. Yo quiero hablar hoy acerca
de una actitud. Una disposición mental, espiritual que nosotros necesitamos
cultivar y que el Señor quiere que nosotros cultivemos y adoptemos para poder
ser siervos efectivos del Reino de Dios. El Señor quiere que tú y yo adoptemos
una mentalidad, una forma de ver el mundo, la vida que es extremadamente
importante para poder llevar a cabo las tareas, las labores que Él quiere que
nosotros llevemos a cabo. Y de eso se trata este pasaje.
Normalmente uno tomaría este pasaje y lo
enfocaría desde la perspectiva del poder y la autoridad que recibieron los
discípulos, y ciertamente eso es tremenda mente importante. Porque nosotros que
creemos en el Espíritu Santo y su vigencia para nuestros tiempos, sabemos que
cuando nosotros entramos al Evangelio y somos llenos del Espíritu Santo y
cultivamos los dones del Espíritu, recibimos poder, recibimos autoridad. La
vida cristiana es una vida de poder y de autoridad.
Nosotros no somos llamados al Evangelio para
seguir ahí soportando y aguantando, y apretando los dientes mientras recibimos
golpes del diablo y de la vida. Hay muchos enfoques del Evangelio, que reflejan
esa capacidad de los hijos de Dios para resistir, aceptar lo que Dios nos envía
y simplemente vivir la vida obedientemente, mansamente, con las enfermedades,
los sufrimientos de la vida y como que enfocan que en eso consiste
verdaderamente el poder de la vida cristiana. Poder para resistir y aguantar.
Pero lo que yo veo en la Palabra es que Dios
nos llama a una vida de poder para vencer y para avanzar, para conquistar y
para sobreabundar. El apóstol Pablo dice que antes en todas estas cosas somos
más que vencedores. Eso es tan cierto y
es muy importante que nosotros entendamos esto: cuando Cristo nos llama al
Evangelio, nos llama para vivir una vida de victoria sobre las circunstancias,
las carencias, las enfermedades, las necesidades, las ataduras de la mente, de
las emociones, el pasado que nos quiere asediar y todas estas cosas. Cuando tú
entres al Evangelio entra con la expectativa de ser bendecido y prosperado.
Pero hay algo que el Señor quiere que tú
pongas como el fundamento de esa vida de poder y de autoridad. Hay una
condición, hay una infraestructura que está debajo de ese poder que Él quiere
darte. Y eso es verdaderamente lo que yo veo en ese pasaje. Los tres pasajes,
las tres versiones en los Evangelios donde está este primer envío de los
discípulos. Porque según la Escritura, es el momento en que el Señor le dice a
los discípulos: ahora es tiempo de que pongan en práctica lo que ustedes han
sido enseñados, lo que han recibido de Mí, las instrucciones. Y ahora Yo los
voy a mandar para que ustedes aprendan cómo se hace el ministerio, cómo se lleva a
cabo el trabajo de la evangelización de las naciones.
Y Él los manda a una prueba de fuego, a un
experimento para que ellos puedan aprender algunas cosas. Él los envía a que
pongan en práctica los valores del Evangelio, lo que han recibido. Y dice que
los capacitó, les dio poder, autoridad para sanar enfermos, para liberar
cautivos y para proclamar el Reino de Dios. Hay una tarea grande que el Señor
quiere para nosotros. Y yo sé que el Señor quiere poder y autoridad para
nuestras vidas. Pero hay una pre condición hay una actitud que Él quiere
cultivar en nosotros y que yo quiero marcarles en este día, con lo que
verdaderamente este pasaje nos quiere enseñar.
Este pasaje nos muestra que hay una actitud
fundamental que debemos cultivar a fin de poder llegar a ser verdaderos siervos
de Jesucristo. ¿Dónde encuentro yo ese sustrato, esa base que tiene que tener
el poder de Dios en nuestras vidas para que el poder de Dios se pueda
manifestar legítimamente, auténtica mente de manera que el diablo no lo pueda
resistir ni pueda subvertirlo, ni Dañarlo ni afearlo. ¿Qué se necesita para
que tú y yo podamos verdaderamente usar el poder y la autoridad de Dios como
Dios quiere que lo usemos, a la manera del Reino?.
Está en el versículo 3, donde el Señor les
dijo a los discípulos: "No tomen nada para el camino. Ni bordón ni
alforja, ni pan ni dinero, ni lleven dos túnicas." Ahí está lo que el
Señor quería que estos hombres y mujeres adoptaran como su modo de operar. Para
recibir poder y autoridad, para poder anunciar el Evangelio auténtica mente
para poder hacer el trabajo del Reino de Dios en una forma sostenida sin que el
enemigo pueda venir y dañar lo que nosotros estamos haciendo. Sin que él pueda
venir y entonces distorsionar la manifestación del poder y la autoridad que
hemos recibido, se requiere algo.
Y antes de yo decirles qué es, si usted ya no
lo ha descubierto, déjeme decirle algo. A través de la historia la Iglesia de
Jesucristo ha recibido poder muchas veces. Ha recibido dominio sobre las
naciones muchas veces, y cada vez se ha corrompido y le ha entregado su
autoridad a Satanás. El diablo la ha podido engañar y ha subvertido esa
autoridad que ha recibido. Cuando la Iglesia se ha movido en el poder y en la
Gracia de Dios, ha habido bendición.
Cada vez que la Iglesia obra en una forma
legítima y usa los valores del Reino de Dios recibe poder, autoridad y gracia.
Pero el problema está en que cada vez que la Iglesia recibe ese poder con el
poder vienen propiedades, riquezas, influencia, las masas vienen. Viene la
gente poderosa del mundo. Acuden los profesionales, acuden los reyes y las
autoridades, vienen, entran a la Iglesia porque Dios le da ese poder a la
Iglesia. Pero si la Iglesia no está preparada en su configuración interior y en
sus actitudes, y en sus valores, esa misma autoridad y ese mismo poder, y esa
misma influencia y prosperidad se convierten en una maldición para la Iglesia.
Y entonces la Iglesia pierde su sabor. Como la sal entonces dice el Señor que
ya no sirve para nada excepto para ser botada si pierde su sabor.
¿Cómo ha sido eso?. Por ejemplo los
historiadores claramente reconocen, más o menos en el siglo IV de la época
después de Jesucristo. Constantino, el gran emperador se convirtió, y la
Iglesia cristiana pasó de ser una Iglesia perseguida, aunque creciente a ser la
religión oficial de Roma. Constantino se convirtió al Señor y con él se
convirtió toda su corte, todos sus soldados, la gente importante del tiempo se
convirtieron. Y la Iglesia pasó a tener autoridad. Pero con esa autoridad, con
esa prosperidad vino también la corrupción.
Vino la pérdida de la legitimidad y de los
valores del Reino de Dios. Y entonces la Iglesia comenzó a corromperse. Vino la
gente poderosa, vino la gente culta, y la Iglesia para poder darle lugar a esa
gente comenzó a cambiar los valores del Reino de Dios. Y esa Iglesia se
convirtió en una Iglesia muy influyente pero una Iglesia corrupta que no
reflejaba los valores del Reino.
El Evangelio siempre se ha nutrido de gente
nueva que viene y renueva a los que se han corrompido. Pero yo creo que el
problema está en que no ha habido una formación adecuada del liderazgo de la
Iglesia que esté capacitado para resistir ese proceso de seducción que se
desata cuando el mundo llega a nosotros como producto del poder que Cristo nos
da.
Yo creo que lo que pasa es que no hemos sido preparados en nuestro interior
primeramente. No hemos sido sellados con la actitud que conviene a un siervo de
Dios con respecto a las cosas materiales y a las cosas de este mundo, y a los
valores de este mundo, y a la seguridad que nosotros buscamos, y al apetito por
las riquezas y las cosas del mundo.
Y entonces muchas veces usted ve que los
siervos de Dios y las Iglesias están predicando el Evangelio pero
desgraciadamente es un Evangelio corrupto que tiene sabor a carne y a mundo. Y
por eso es que usted ve tanto de este Evangelio de prosperidad fácil, dame tu
dinero y Dios te va a dar una casa grande, y te va a dar un carro y un trabajo.
Hemos falseado la verdadera prosperidad del Reino de Dios y yo creo en un Dios que
prospera y bendice. Cuando el Reino de Dios viene es para bendecirnos y prosperar nos Pero lo importante es lo que está dentro de tu corazón.
Si tu corazón se apega a las cosas
materiales. Si en tu corazón no ha habido una muerte a los afectos del mundo tú
estás crudo todavía. Entonces cuando venga la bendición a tu vida y venga la
prosperidad a tu vida, y vengan las propiedades a tu vida, y vengan las
bendiciones materiales esas posesiones te van a poseer a ti en vez de tú poseer-las a ellas.
Yo creo que el Hijo de Dios tiene que pasar
por un proceso. Que si viene la prosperidad a su vida, vienen los logros
académicos o la influencia o el poder gubernamental o lo que sea, esa persona
debe haber pasado por un proceso en que Dios haya matado en él o en ella el
apego a esas cosas. Y entonces esa persona la usa y las disfruta pero como si
no fueran de él, sabiendo que no le pertenecen y sabiendo que así como
vinieron, así también se pueden ir. Uno las usa y las aprovecha pero
livianamente sin posar su afecto sobre ellas.
Entonces si Dios te da una casa linda, tú la
disfrutas. Pero si un día pasa algo y tú pierdes esa casa, tú sabes que Dios
sigue sentado en Su trono amándote como te amó cuando te la dio. Y tú dices
como Dios dio, Dios quitó, sea hecha la Voluntad del Señor.
Si Dios te da un trabajo extraordinario tú lo
disfrutas, tú inviertes en él, inviertes tu creatividad en él. Aprovechas el
beneficio que ese trabajo te da. Pero tú sabes que si un día el Señor te dice:
¿sabes qué?, ahora te necesito para que me sirvas a tiempo completo. Ese
trabajo tú tienes la suficiente distancia de él emocionalmente que tú puedes
decir: ok Señor, ¿cuándo me quieres?, listo. Y si tienes que dejarlo lo dejas,
si tienes que reducir tu estilo de vida a lo básico lo haces, porque tu trabajo
no te posee a ti, tú eres dueño de tu trabajo. Y si el Señor te lo pide tú se
lo das.
Porque tú sabes que este mundo es pasajero y
tú has pasado por un proceso donde tú estás viviendo aquí pero no eres de aquí,
tú estás viviendo en el mundo pero no eres del mundo. El mundo no te controla,
no te posee. Tú eres señor del mundo y te mueves en él, disfrutas de la
creación, pero la creación no te gobierna a ti. Y eso es lo que el Señor quiere
en nuestras vidas.
Dios quiere una postura donde las bendiciones
vienen pero nosotros no nos apegamos a las posiciones y a las bendiciones que
vienen de Dios. Y yo veo siempre en la Escritura que Dios quiere siempre
llevarnos a ese punto de despojamiento y de despegue de las cosas materiales. Y
eso es lo que yo veo. ¿Por qué el Señor les da autoridad?.
Mire, Dios le puede dar autoridad y poder a
su Iglesia porque eso viene de Él y Él se lo cede y se lo transfiere a sus
siervos, y Él lo hace por decreto casi por así decirlo. Los discípulos en un
momento cuando el Espíritu se posó sobre ellos el día de pentecostés
instantáneamente fueron cambiados. De ser gente cobarde y pequeñita, y asustada
y huyendo de los que crucificaron al Señor, de momento se convirtieron en
leones. Y el mismo Pedro que negó a Jesucristo tres veces ahora anuncia y le
dice a todo el mundo: es mejor obedecer al Señor que obedecer a los hombres.
Así que si no les gusta también es malo, yo voy a predicar el Evangelio de
todas maneras.
Y se llena de coraje y de valor, y la Iglesia
se convierte en una fuerza arrolladora, ¿por qué?. Porque Dios les transfirió
poder a través del bautismo del Espíritu Santo. Pero hay algo que yo creo que
Dios no lo hace de esa manera, Él escoge no hacerlo así, y es propiciar en
nosotros la actitud de un siervo despegado de la materia y de las cosas del
mundo. Y eso tiene que darlo a través de un proceso de formación en nosotros
que con el paso del tiempo, nosotros cada día vamos despojándonos cada vez más
y más de esa actitud que tiene el hombre típico, común y corriente, mi vida es todo, los amigos, el dinero, el
disfrute de las cosas materiales y sensuales, la ropa, las cosas, sociales, el prestigio, el buen
carro, la casa bien adornada, la ropa fina.
Tiene que llegar el día en que todas esas
cosas pierdan su fascinación para ti. Las puedes usar, puedes disfrutar de
ellas, pero sabes que eso no tiene vida, eso no eres tú, tú eres más que esas
cosas. Y si no las tienes amén, puedes ser feliz. Si las tienes estás dispuesto
a entregárselas al Señor cuando Él quiera. Y yo veo a través de la Escritura una
y otra vez que Dios quiere pasarnos a través de procesos que vayan diluyendo y
adelgazando esos hilos que el mundo tiene amarrados alrededor de nosotros, una
y otra vez.
Para que un hombre o una mujer pueda ser
usado con autoridad, necesita primero pasar por un proceso de crucifixión, de
despojamiento del yo, del apetito a las cosas materiales, de poner sus tesoros
donde tienen que ir, de amar más el Reino de Dios y la eternidad que las cosas
del mundo y de la materia.
Piense por ejemplo en Abraham: Dios le dio a
Abraham un hijo a los cien años. Después de Veinte y Cinco años de
prometérselo. A los Setenta y Cinco años este hombre cree que se va a ir a la
tumba sin heredero, y su esposa por igual. Y les dice te voy a dar un hijo, y
lo pone a cocerse 25 años a fuego lento antes de dárselos. Y después que se los
da, cuando este hijo es un adolescente, que ha aprendido a amarlo bien con el
amor de un viejo, le dice: ahora dame tu hijo y mátamelo, y sacrifícamelo.
¿Usted se imagina la atrocidad, qué pasó en el corazón y la mente de Abraham
cuando él tenía que llevar a su hijo a ese monte para sacrificarlo y matarlo?
Pero Abraham dijo: bueno Señor, si eso es lo
que Tú quieres, no lo puedo entender pero si eso es lo que Tú me pides yo te lo
voy a dar. El Señor quería llevar a Abraham hasta ese punto de estar dispuesto
a darle lo que él más amaba. Toda su vida estaba cifrada en ese hijo, su
afecto, su descendencia, las promesas que el Señor le había dado a Abraham,
todo eso estaba cifrado en ese joven y Dios le permitió pasar por ese proceso.
Hasta que en el mismo momento de meter el cuchillo a su hijo, Dios envía a su
ángel y le dice a Abraham: detente. Como estuviste dispuesto a darme tu hijo,
tu único hijo, Yo te daré una descendencia que si se pueden contar las arenas
del mar y de la playa se podrá contar tu descendencia.
Y Yo te voy a dar influencia, y vas a ser de
bendición a las naciones. El que te maldiga Yo lo voy a maldecir, el que te
bendiga Yo lo voy a bendecir. Y las naciones se gozarán en llamarse descendientes
tuyas como nosotros aquí hoy, qué bueno que somos descendientes del padre de la
fe, Abraham, a través del cual vino Jesucristo. Pero todo comenzó con un
momento de muerte donde Abraham tuvo que darle lo que él más apreciaba a Dios,
en su corazón, en su mente, porque es allí donde se tiene que dar ese proceso.
No necesariamente en la materia.
Es que en nosotros tiene que haber ese
despegue, desde adentro. Y yo veo eso en toda la Escritura. Miremos la parábola del Joven rico, un hombre de
dinero y de influencia social. Algunos creen que era miembro del sanedrín
religioso. La gente lo veía como una persona de prestigio. Y ese joven hombre
en la plenitud de su hombría se acerca a Jesús con una necesidad imperiosa,
lleno de ansiedad. Dice que vino corriendo y se tiró a los pies de Jesucristo y
dijo: Señor, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna? No sabía qué debía hacer, estaba abrumado por
la incertidumbre acerca del futuro.
El Señor lo mira, y como el Señor tiene unos
ojos de taladro, enseguida fue al centro de su corazón, donde Él sabía de qué
pie cojeaba este joven. Y le tendió una trampa. Y le dijo: bueno, no hay
problema, qué bueno que estás interesado en las cosas del Reino. Mira lo único
que tienes que hacer es: Guarda los mandamientos, pórtate bien, y estudia la
Biblia y ve a la Iglesia. Y le dice: pero Señor si eso yo lo he hecho desde que
era chiquito. Es más: yo soy pastor, soy predicador, soy miembro del Concilio
de Iglesias de la Asamblea de Dios. Eso yo lo he guardado desde mi juventud dice
él, y no me ha dado satisfacción.
Porque es lo que yo les digo hermanos: usted
puede ir todos los domingos a la Iglesia. Saltar, dar dinero. Pero es lo que se
da en la mente, en el corazón, en las emociones, en la voluntad, eso es lo que
cuenta. Para el Señor no es tanto el hacer como el ser. El ser nace del ser. Lo
que tú obras nace de lo que tú eres y de las obras que Dios ha hecho dentro de
ti. El trabajo más difícil de la vida cristiana es lo que se da dentro de mí.
Lo que nadie ve. La formación de mis estructuras de mi cerebro, mi mente, mi
voluntad, mis emociones. Eso es.
Porque de ahí es que nace todo lo demás, esa
es la fuerza motriz del ser humano. Si tus emociones están bien, si tu espíritu
está bien, si tu mentalidad está alineada con el Reino de Dios lo que salga de
ti va a ser bueno. Dice el Señor que esta lleno el corazón habla la boca. Y
dice de lo que está en el corazón es que nacen todas las cosas. Los homicidios,
los crímenes, la opresión, el robo, todo nace de lo que está dentro del ser
humano. Por lo tanto lo primero que Dios quiere trabajar con nosotros es
nuestro ser interior. Nuestros afectos, prioridades, apetitos, a qué le damos
importancia, qué es lo prioritario en nuestra vida.
Entonces cuando el Señor le dice al joven
este y el joven le contesta: yo hago todo eso. Todos los domingos voy a la
Iglesia, yo dirijo la alabanza en la Iglesia. Yo predico de vez en cuando, yo
soy miembro de la junta de diáconos. Y el Señor le dice: ah bueno, gracias por
informarme. Entonces una sola cosa te falta, ¿sabes qué?, no hay problema, como
ya tienes todo eso hecho, solo una pequeña asignación te voy a dar. Toma todo
lo que tienes, todo tu dinero, y todas tus posesiones, las casas que tienes,
los carros, véndelo todo. Haz una gran subasta o véndeselo al banco, lo que
sea, y todo el dinero regálaselo a los pobres. Y entonces ven y sígueme, y
hallarás la paz y la respuesta que tú necesitas.
Le dio exactamente en el centro de su
corazón. Lo alcanzó en su mente, donde estaba su tesoro. Él le dirigió ese
cohete, ese misil directamente ahí, a la esencia misma de sus apetitos y lo que
él más valoraba, su dinero. Y esta es la cosa hermanos, que hasta que Dios no
llega a instalarse en lo que nosotros más amamos no podemos verdaderamente
decir que somos discípulos de Jesucristo.
Dice la Palabra que este joven al ser
confrontado con esa asignación que Dios le daba, dice que se volvió a su casa
cabizbajo y triste porque no tenía el valor para hacer lo que Cristo le decía
que hiciera. El Señor mientras lo veía regresar a su realidad decía: ah, qué
difícil es para un rico entrar en el Reino de los Cielos.
Usted puede ser rico en energía de cualquier
tipo. Buen humor, un humor de esos picante que a la gente le encanta cuando
están en las fiestas pero no es lo que a Dios le place, y usted no quiere
entonces Dios dice: ok, no hay problema. ¿Dónde está nuestra riqueza? Eso es lo
que leímos, donde está tu tesoro ahí está tu corazón. Y el Señor quiere ir a tu
tesoro y que le firmes un vale donde diga: eso me pertenece a Mí. Y entonces
cuando usted hace eso, le entrega a Dios lo que más ama, el Señor dice: ahora
tú y Yo podemos trabajar, ahora Yo te puedo usar. Ahora el diablo no va a poder
hacer estrago en tu ministerio y en tu vida. Yo creo que esa es la manera legítima
de emprender un ministerio y un servicio al Señor. O en cualquier aspecto en
nuestra vida.
Dios
quiere formarte. Entonces, ¿por qué le dijo el Señor: no vayan? Si ustedes van
a servirme en este viaje misionero, no lleven dos túnicas. No lleven dinero, lleven
lo absolutamente necesario. No lleven comida ni dinero, ni alforja ni bordón
para el camino ni nada. ¿Por qué dos túnicas? Porque dos túnicas reflejan como
la seguridad que uno tiene.
Porque uno siempre está pensando en la
conveniencia, en todas las cosas que pueden surgir. Y el Señor les dijo a los
discípulos ¿saben qué?, yo quiero que ustedes se despojen de todos los andamios
de seguridad que uno usa en la vida.
Y Yo quiero comenzar a forjar en ustedes un
aprecio por la simple dependencia de mi provisión. Yo quiero que ustedes
aprendan a confiar en mí, y a confiar que si Yo los mando a algo y ustedes
dependen de Mí no les faltará nada en el camino. Así que no me
lleven nada. Váyanse y confíen en mi provisión para el camino.
Y así es que nosotros tenemos que hacer. La
vida es un camino. A ti te faltan todavía muchos años por vivir, y tú tienes
que creer que Jehová es Tu proveedor. No te faltará nada para el camino. Y
entonces tú tienes que vivir, no dependiendo de la cuenta del banco, de las
amistades, de tu astucia, de tu preparación. Tú depende del Señor, tu confianza
está en el Señor. Él es quien te va a proveer para el camino. Y yo te digo
algo, si tú aprendes a vivir con una dependencia feroz y militante para con
Dios, el Señor no te va a faltar ni un sólo segundo de tu vida. Cultiva esa
dependencia del Señor.
Y cuando el Señor te diga: despójate. Porque
Yo tengo otros intereses, y dame tu propiedad, y dame tus dones, y dame tu
talento, lo que sea, entrégaselo al Señor, lo que sea, porque Dios es tu
Proveedor. Y de donde eso vino vendrá más. Dios te puede proveer.
Dios quiere crear un pueblo usado por Él. Yo
creo que Dios tiene cosas verdaderamente extraordinarias para ti y para mí en
el futuro. Pero Él quiere forjar en nosotros una mentalidad de discípulo. Una
mentalidad de una persona que ha muerto al yo, a la necesidad y que vive para
el Reino de Dios. Mira, la misericordia de Dios, las provisiones de Dios no
tienen fin, no tienen término.
Hazte un instrumento en las manos de Dios,
pon tu afecto en el Reino y el Señor nunca se cansará de bendecirte.
¿Qué
pasó con la historia de los discípulos al final de todo, cuando ellos fueron a
su trabajo? Predicaron el Evangelio, hicieron como el Señor les dijo, no
llevaron dinero, no llevaron nada. Mire lo que pasó: días después, en Lucas
capítulo 22, versículo 35, vemos al Señor otra vez con sus discípulos, y dice
aquí: "Y les dijo a ellos: cuando Yo los envié sin bolsa, sin alforja y
sin calzado, ¿les faltó algo?” Mire la pregunta.
Cuando Yo los envié sin dinero, sin tarjeta
de crédito, sin una computadora donde tú puedas transferir dinero o lo que
fuera, cuando Yo los envié solamente dependiendo de Mi misericordia, Mi Gracia
y Mi provisión a hacer el trabajo del Reino, ¿les faltó algo? ¿Fallé algo en mi
promesa? Y ellos dijeron: nada, no nos faltó nada.
Hermanos, si el Señor te promete una vida
bendecida, no dudes. Lánzate a vivir la vida y a trabajar para el Reino y ser
un instrumento, un canal de la Gracia de Dios. Vende, regala, presta, invierte,
despójate, da, a derecha y a izquierda, reparte a siete y a ocho porque el
Señor no se cansará de bendecirte. Nuevas son sus misericordias cada mañana.
Dios te bendiga!!!
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