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domingo, 21 de octubre de 2012

UNA MENTE ENFOCADA SE DESPRENDE DE LO MATERIAL


Lucas capítulo 9: 1 - 6 dice la Palabra:

"Habiendo reunido a sus doce discípulos les dio poder y autoridad." "Y les dijo a los discípulos: no toméis nada para el camino; ni bordón ni alforja, ni pan ni dinero, ni llevéis dos túnicas. Y en cualquier casa donde entréis quedad allí y de allí salid. Y donde quiera que no os recibieren salid de aquella ciudad y sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos. Y saliendo pasaban por todas las aldeas anunciando el Evangelio y sanando por todas partes."

 El Señor Jesús les dio a sus discípulos poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar enfermedades, y los envió a predicar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos. Bien importante esta dotación de poder.

Pero yo quiero hablar de otras cosas más importantes todavía. Yo quiero hablar hoy acerca de una actitud. Una disposición mental, espiritual que nosotros necesitamos cultivar y que el Señor quiere que nosotros cultivemos y adoptemos para poder ser siervos efectivos del Reino de Dios. El Señor quiere que tú y yo adoptemos una mentalidad, una forma de ver el mundo, la vida que es extremadamente importante para poder llevar a cabo las tareas, las labores que Él quiere que nosotros llevemos a cabo. Y de eso se trata este pasaje.

Normalmente uno tomaría este pasaje y lo enfocaría desde la perspectiva del poder y la autoridad que recibieron los discípulos, y ciertamente eso es tremenda mente importante. Porque nosotros que creemos en el Espíritu Santo y su vigencia para nuestros tiempos, sabemos que cuando nosotros entramos al Evangelio y somos llenos del Espíritu Santo y cultivamos los dones del Espíritu, recibimos poder, recibimos autoridad. La vida cristiana es una vida de poder y de autoridad.

Nosotros no somos llamados al Evangelio para seguir ahí soportando y aguantando, y apretando los dientes mientras recibimos golpes del diablo y de la vida. Hay muchos enfoques del Evangelio, que reflejan esa capacidad de los hijos de Dios para resistir, aceptar lo que Dios nos envía y simplemente vivir la vida obedientemente, mansamente, con las enfermedades, los sufrimientos de la vida y como que enfocan que en eso consiste verdaderamente el poder de la vida cristiana. Poder para resistir y aguantar.

Pero lo que yo veo en la Palabra es que Dios nos llama a una vida de poder para vencer y para avanzar, para conquistar y para sobreabundar. El apóstol Pablo dice que antes en todas estas cosas somos más que vencedores.  Eso es tan cierto y es muy importante que nosotros entendamos esto: cuando Cristo nos llama al Evangelio, nos llama para vivir una vida de victoria sobre las circunstancias, las carencias, las enfermedades, las necesidades, las ataduras de la mente, de las emociones, el pasado que nos quiere asediar y todas estas cosas. Cuando tú entres al Evangelio entra con la expectativa de ser bendecido y prosperado.

Pero hay algo que el Señor quiere que tú pongas como el fundamento de esa vida de poder y de autoridad. Hay una condición, hay una infraestructura que está debajo de ese poder que Él quiere darte. Y eso es verdaderamente lo que yo veo en ese pasaje. Los tres pasajes, las tres versiones en los Evangelios donde está este primer envío de los discípulos. Porque según la Escritura, es el momento en que el Señor le dice a los discípulos: ahora es tiempo de que pongan en práctica lo que ustedes han sido enseñados, lo que han recibido de Mí, las instrucciones. Y ahora Yo los voy a mandar para que ustedes aprendan  cómo se hace el ministerio, cómo se lleva a cabo el trabajo de la evangelización de las naciones.

Y Él los manda a una prueba de fuego, a un experimento para que ellos puedan aprender algunas cosas. Él los envía a que pongan en práctica los valores del Evangelio, lo que han recibido. Y dice que los capacitó, les dio poder, autoridad para sanar enfermos, para liberar cautivos y para proclamar el Reino de Dios. Hay una tarea grande que el Señor quiere para nosotros. Y yo sé que el Señor quiere poder y autoridad para nuestras vidas. Pero hay una pre condición  hay una actitud que Él quiere cultivar en nosotros y que yo quiero marcarles en este día, con lo que verdaderamente este pasaje nos quiere enseñar.

Este pasaje nos muestra que hay una actitud fundamental que debemos cultivar a fin de poder llegar a ser verdaderos siervos de Jesucristo. ¿Dónde encuentro yo ese sustrato, esa base que tiene que tener el poder de Dios en nuestras vidas para que el poder de Dios se pueda manifestar legítimamente, auténtica mente de manera que el diablo no lo pueda resistir ni pueda subvertirlo, ni Dañarlo  ni afearlo. ¿Qué se necesita para que tú y yo podamos verdaderamente usar el poder y la autoridad de Dios como Dios quiere que lo usemos, a la manera del Reino?.

Está en el versículo 3, donde el Señor les dijo a los discípulos: "No tomen nada para el camino. Ni bordón ni alforja, ni pan ni dinero, ni lleven dos túnicas." Ahí está lo que el Señor quería que estos hombres y mujeres adoptaran como su modo de operar. Para recibir poder y autoridad, para poder anunciar el Evangelio auténtica mente  para poder hacer el trabajo del Reino de Dios en una forma sostenida sin que el enemigo pueda venir y dañar lo que nosotros estamos haciendo. Sin que él pueda venir y entonces distorsionar la manifestación del poder y la autoridad que hemos recibido, se requiere algo.

Y antes de yo decirles qué es, si usted ya no lo ha descubierto, déjeme decirle algo. A través de la historia la Iglesia de Jesucristo ha recibido poder muchas veces. Ha recibido dominio sobre las naciones muchas veces, y cada vez se ha corrompido y le ha entregado su autoridad a Satanás. El diablo la ha podido engañar y ha subvertido esa autoridad que ha recibido. Cuando la Iglesia se ha movido en el poder y en la Gracia de Dios, ha habido bendición.

Cada vez que la Iglesia obra en una forma legítima y usa los valores del Reino de Dios recibe poder, autoridad y gracia. Pero el problema está en que cada vez que la Iglesia recibe ese poder con el poder vienen propiedades, riquezas, influencia, las masas vienen. Viene la gente poderosa del mundo. Acuden los profesionales, acuden los reyes y las autoridades, vienen, entran a la Iglesia porque Dios le da ese poder a la Iglesia. Pero si la Iglesia no está preparada en su configuración interior y en sus actitudes, y en sus valores, esa misma autoridad y ese mismo poder, y esa misma influencia y prosperidad se convierten en una maldición para la Iglesia. Y entonces la Iglesia pierde su sabor. Como la sal entonces dice el Señor que ya no sirve para nada excepto para ser botada si pierde su sabor.

¿Cómo ha sido eso?. Por ejemplo los historiadores claramente reconocen, más o menos en el siglo IV de la época después de Jesucristo. Constantino, el gran emperador se convirtió, y la Iglesia cristiana pasó de ser una Iglesia perseguida, aunque creciente a ser la religión oficial de Roma. Constantino se convirtió al Señor y con él se convirtió toda su corte, todos sus soldados, la gente importante del tiempo se convirtieron. Y la Iglesia pasó a tener autoridad. Pero con esa autoridad, con esa prosperidad vino también la corrupción.

Vino la pérdida de la legitimidad y de los valores del Reino de Dios. Y entonces la Iglesia comenzó a corromperse. Vino la gente poderosa, vino la gente culta, y la Iglesia para poder darle lugar a esa gente comenzó a cambiar los valores del Reino de Dios. Y esa Iglesia se convirtió en una Iglesia muy influyente pero una Iglesia corrupta que no reflejaba los valores del Reino.
El Evangelio siempre se ha nutrido de gente nueva que viene y renueva a los que se han corrompido. Pero yo creo que el problema está en que no ha habido una formación adecuada del liderazgo de la Iglesia que esté capacitado para resistir ese proceso de seducción que se desata cuando el mundo llega a nosotros como producto del poder que Cristo nos da.

Yo creo que lo que pasa es que no hemos sido preparados en nuestro interior primeramente. No hemos sido sellados con la actitud que conviene a un siervo de Dios con respecto a las cosas materiales y a las cosas de este mundo, y a los valores de este mundo, y a la seguridad que nosotros buscamos, y al apetito por las riquezas y las cosas del mundo.

Y entonces muchas veces usted ve que los siervos de Dios y las Iglesias están predicando el Evangelio pero desgraciadamente es un Evangelio corrupto que tiene sabor a carne y a mundo. Y por eso es que usted ve tanto de este Evangelio de prosperidad fácil, dame tu dinero y Dios te va a dar una casa grande, y te va a dar un carro y un trabajo. Hemos falseado la verdadera prosperidad del Reino de Dios y yo creo en un Dios que prospera y bendice. Cuando el Reino de Dios viene es para bendecirnos y prosperar nos  Pero lo importante es lo que está dentro de tu corazón.

Si tu corazón se apega a las cosas materiales. Si en tu corazón no ha habido una muerte a los afectos del mundo tú estás crudo todavía. Entonces cuando venga la bendición a tu vida y venga la prosperidad a tu vida, y vengan las propiedades a tu vida, y vengan las bendiciones materiales esas posesiones te van a poseer a ti en vez de tú poseer-las a ellas.

Yo creo que el Hijo de Dios tiene que pasar por un proceso. Que si viene la prosperidad a su vida, vienen los logros académicos o la influencia o el poder gubernamental o lo que sea, esa persona debe haber pasado por un proceso en que Dios haya matado en él o en ella el apego a esas cosas. Y entonces esa persona la usa y las disfruta pero como si no fueran de él, sabiendo que no le pertenecen y sabiendo que así como vinieron, así también se pueden ir. Uno las usa y las aprovecha pero livianamente sin posar su afecto sobre ellas.

Entonces si Dios te da una casa linda, tú la disfrutas. Pero si un día pasa algo y tú pierdes esa casa, tú sabes que Dios sigue sentado en Su trono amándote como te amó cuando te la dio. Y tú dices como Dios dio, Dios quitó, sea hecha la Voluntad del Señor.

Si Dios te da un trabajo extraordinario tú lo disfrutas, tú inviertes en él, inviertes tu creatividad en él. Aprovechas el beneficio que ese trabajo te da. Pero tú sabes que si un día el Señor te dice: ¿sabes qué?, ahora te necesito para que me sirvas a tiempo completo. Ese trabajo tú tienes la suficiente distancia de él emocionalmente que tú puedes decir: ok Señor, ¿cuándo me quieres?, listo. Y si tienes que dejarlo lo dejas, si tienes que reducir tu estilo de vida a lo básico lo haces, porque tu trabajo no te posee a ti, tú eres dueño de tu trabajo. Y si el Señor te lo pide tú se lo das.

Porque tú sabes que este mundo es pasajero y tú has pasado por un proceso donde tú estás viviendo aquí pero no eres de aquí, tú estás viviendo en el mundo pero no eres del mundo. El mundo no te controla, no te posee. Tú eres señor del mundo y te mueves en él, disfrutas de la creación, pero la creación no te gobierna a ti. Y eso es lo que el Señor quiere en nuestras vidas.

Dios quiere una postura donde las bendiciones vienen pero nosotros no nos apegamos a las posiciones y a las bendiciones que vienen de Dios. Y yo veo siempre en la Escritura que Dios quiere siempre llevarnos a ese punto de despojamiento y de despegue de las cosas materiales. Y eso es lo que yo veo. ¿Por qué el Señor les da autoridad?.

Mire, Dios le puede dar autoridad y poder a su Iglesia porque eso viene de Él y Él se lo cede y se lo transfiere a sus siervos, y Él lo hace por decreto casi por así decirlo. Los discípulos en un momento cuando el Espíritu se posó sobre ellos el día de pentecostés instantáneamente fueron cambiados. De ser gente cobarde y pequeñita, y asustada y huyendo de los que crucificaron al Señor, de momento se convirtieron en leones. Y el mismo Pedro que negó a Jesucristo tres veces ahora anuncia y le dice a todo el mundo: es mejor obedecer al Señor que obedecer a los hombres. Así que si no les gusta también es malo, yo voy a predicar el Evangelio de todas maneras.

Y se llena de coraje y de valor, y la Iglesia se convierte en una fuerza arrolladora, ¿por qué?. Porque Dios les transfirió poder a través del bautismo del Espíritu Santo. Pero hay algo que yo creo que Dios no lo hace de esa manera, Él escoge no hacerlo así, y es propiciar en nosotros la actitud de un siervo despegado de la materia y de las cosas del mundo. Y eso tiene que darlo a través de un proceso de formación en nosotros que con el paso del tiempo, nosotros cada día vamos despojándonos cada vez más y más de esa actitud que tiene el hombre típico, común y corriente,  mi vida es todo, los amigos, el dinero, el disfrute de las cosas materiales y sensuales, la ropa,  las cosas, sociales, el prestigio, el buen carro, la casa bien adornada, la ropa fina.

Tiene que llegar el día en que todas esas cosas pierdan su fascinación para ti. Las puedes usar, puedes disfrutar de ellas, pero sabes que eso no tiene vida, eso no eres tú, tú eres más que esas cosas. Y si no las tienes amén, puedes ser feliz. Si las tienes estás dispuesto a entregárselas al Señor cuando Él quiera. Y yo veo a través de la Escritura una y otra vez que Dios quiere pasarnos a través de procesos que vayan diluyendo y adelgazando esos hilos que el mundo tiene amarrados alrededor de nosotros, una y otra vez.

Para que un hombre o una mujer pueda ser usado con autoridad, necesita primero pasar por un proceso de crucifixión, de despojamiento del yo, del apetito a las cosas materiales, de poner sus tesoros donde tienen que ir, de amar más el Reino de Dios y la eternidad que las cosas del mundo y de la materia.

Piense por ejemplo en Abraham: Dios le dio a Abraham un hijo a los cien años. Después de Veinte y Cinco años de prometérselo. A los Setenta y Cinco años este hombre cree que se va a ir a la tumba sin heredero, y su esposa por igual. Y les dice te voy a dar un hijo, y lo pone a cocerse 25 años a fuego lento antes de dárselos. Y después que se los da, cuando este hijo es un adolescente, que ha aprendido a amarlo bien con el amor de un viejo, le dice: ahora dame tu hijo y mátamelo, y sacrifícamelo. ¿Usted se imagina la atrocidad, qué pasó en el corazón y la mente de Abraham cuando él tenía que llevar a su hijo a ese monte para sacrificarlo y matarlo?

Pero Abraham dijo: bueno Señor, si eso es lo que Tú quieres, no lo puedo entender pero si eso es lo que Tú me pides yo te lo voy a dar. El Señor quería llevar a Abraham hasta ese punto de estar dispuesto a darle lo que él más amaba. Toda su vida estaba cifrada en ese hijo, su afecto, su descendencia, las promesas que el Señor le había dado a Abraham, todo eso estaba cifrado en ese joven y Dios le permitió pasar por ese proceso. Hasta que en el mismo momento de meter el cuchillo a su hijo, Dios envía a su ángel y le dice a Abraham: detente. Como estuviste dispuesto a darme tu hijo, tu único hijo, Yo te daré una descendencia que si se pueden contar las arenas del mar y de la playa se podrá contar tu descendencia.

Y Yo te voy a dar influencia, y vas a ser de bendición a las naciones. El que te maldiga Yo lo voy a maldecir, el que te bendiga Yo lo voy a bendecir. Y las naciones se gozarán en llamarse descendientes tuyas como nosotros aquí hoy, qué bueno que somos descendientes del padre de la fe, Abraham, a través del cual vino Jesucristo. Pero todo comenzó con un momento de muerte donde Abraham tuvo que darle lo que él más apreciaba a Dios, en su corazón, en su mente, porque es allí donde se tiene que dar ese proceso. No necesariamente en la materia.

Es que en nosotros tiene que haber ese despegue, desde adentro. Y yo veo eso en toda la Escritura.  Miremos la parábola del Joven rico, un hombre de dinero y de influencia social. Algunos creen que era miembro del sanedrín religioso. La gente lo veía como una persona de prestigio. Y ese joven hombre en la plenitud de su hombría se acerca a Jesús con una necesidad imperiosa, lleno de ansiedad. Dice que vino corriendo y se tiró a los pies de Jesucristo y dijo: Señor, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?  No sabía qué debía hacer, estaba abrumado por la incertidumbre acerca del futuro.

El Señor lo mira, y como el Señor tiene unos ojos de taladro, enseguida fue al centro de su corazón, donde Él sabía de qué pie cojeaba este joven. Y le tendió una trampa. Y le dijo: bueno, no hay problema, qué bueno que estás interesado en las cosas del Reino. Mira lo único que tienes que hacer es: Guarda los mandamientos, pórtate bien, y estudia la Biblia y ve a la Iglesia. Y le dice: pero Señor si eso yo lo he hecho desde que era chiquito. Es más: yo soy pastor, soy predicador, soy miembro del Concilio de Iglesias de la Asamblea de Dios. Eso yo lo he guardado desde mi juventud dice él, y no me ha dado satisfacción.

Porque es lo que yo les digo hermanos: usted puede ir todos los domingos a la Iglesia. Saltar, dar dinero. Pero es lo que se da en la mente, en el corazón, en las emociones, en la voluntad, eso es lo que cuenta. Para el Señor no es tanto el hacer como el ser. El ser nace del ser. Lo que tú obras nace de lo que tú eres y de las obras que Dios ha hecho dentro de ti. El trabajo más difícil de la vida cristiana es lo que se da dentro de mí. Lo que nadie ve. La formación de mis estructuras de mi cerebro, mi mente, mi voluntad, mis emociones. Eso es.

Porque de ahí es que nace todo lo demás, esa es la fuerza motriz del ser humano. Si tus emociones están bien, si tu espíritu está bien, si tu mentalidad está alineada con el Reino de Dios lo que salga de ti va a ser bueno. Dice el Señor que esta lleno el corazón habla la boca. Y dice de lo que está en el corazón es que nacen todas las cosas. Los homicidios, los crímenes, la opresión, el robo, todo nace de lo que está dentro del ser humano. Por lo tanto lo primero que Dios quiere trabajar con nosotros es nuestro ser interior. Nuestros afectos, prioridades, apetitos, a qué le damos importancia, qué es lo prioritario en nuestra vida.

Entonces cuando el Señor le dice al joven este y el joven le contesta: yo hago todo eso. Todos los domingos voy a la Iglesia, yo dirijo la alabanza en la Iglesia. Yo predico de vez en cuando, yo soy miembro de la junta de diáconos. Y el Señor le dice: ah bueno, gracias por informarme. Entonces una sola cosa te falta, ¿sabes qué?, no hay problema, como ya tienes todo eso hecho, solo una pequeña asignación te voy a dar. Toma todo lo que tienes, todo tu dinero, y todas tus posesiones, las casas que tienes, los carros, véndelo todo. Haz una gran subasta o véndeselo al banco, lo que sea, y todo el dinero regálaselo a los pobres. Y entonces ven y sígueme, y hallarás la paz y la respuesta que tú necesitas.

Le dio exactamente en el centro de su corazón. Lo alcanzó en su mente, donde estaba su tesoro. Él le dirigió ese cohete, ese misil directamente ahí, a la esencia misma de sus apetitos y lo que él más valoraba, su dinero. Y esta es la cosa hermanos, que hasta que Dios no llega a instalarse en lo que nosotros más amamos no podemos verdaderamente decir que somos discípulos de Jesucristo.

Dice la Palabra que este joven al ser confrontado con esa asignación que Dios le daba, dice que se volvió a su casa cabizbajo y triste porque no tenía el valor para hacer lo que Cristo le decía que hiciera. El Señor mientras lo veía regresar a su realidad decía: ah, qué difícil es para un rico entrar en el Reino de los Cielos.

Usted puede ser rico en energía de cualquier tipo. Buen humor, un humor de esos picante que a la gente le encanta cuando están en las fiestas pero no es lo que a Dios le place, y usted no quiere entonces Dios dice: ok, no hay problema. ¿Dónde está nuestra riqueza? Eso es lo que leímos, donde está tu tesoro ahí está tu corazón. Y el Señor quiere ir a tu tesoro y que le firmes un vale donde diga: eso me pertenece a Mí. Y entonces cuando usted hace eso, le entrega a Dios lo que más ama, el Señor dice: ahora tú y Yo podemos trabajar, ahora Yo te puedo usar. Ahora el diablo no va a poder hacer estrago en tu ministerio y en tu vida. Yo creo que esa es la manera legítima de emprender un ministerio y un servicio al Señor. O en cualquier aspecto en nuestra vida.

 Dios quiere formarte. Entonces, ¿por qué le dijo el Señor: no vayan? Si ustedes van a servirme en este viaje misionero, no lleven dos túnicas. No lleven dinero, lleven lo absolutamente necesario. No lleven comida ni dinero, ni alforja ni bordón para el camino ni nada. ¿Por qué dos túnicas? Porque dos túnicas reflejan como la seguridad que uno tiene.

Porque uno siempre está pensando en la conveniencia, en todas las cosas que pueden surgir. Y el Señor les dijo a los discípulos ¿saben qué?, yo quiero que ustedes se despojen de todos los andamios de seguridad que uno usa en la vida.

Y Yo quiero comenzar a forjar en ustedes un aprecio por la simple dependencia de mi provisión. Yo quiero que ustedes aprendan a confiar en mí, y a confiar que si Yo los mando a algo y ustedes dependen de Mí no les faltará nada en el camino. Así que no me lleven nada. Váyanse y confíen en mi provisión para el camino.

Y así es que nosotros tenemos que hacer. La vida es un camino. A ti te faltan todavía muchos años por vivir, y tú tienes que creer que Jehová es Tu proveedor. No te faltará nada para el camino. Y entonces tú tienes que vivir, no dependiendo de la cuenta del banco, de las amistades, de tu astucia, de tu preparación. Tú depende del Señor, tu confianza está en el Señor. Él es quien te va a proveer para el camino. Y yo te digo algo, si tú aprendes a vivir con una dependencia feroz y militante para con Dios, el Señor no te va a faltar ni un sólo segundo de tu vida. Cultiva esa dependencia del Señor.

Y cuando el Señor te diga: despójate. Porque Yo tengo otros intereses, y dame tu propiedad, y dame tus dones, y dame tu talento, lo que sea, entrégaselo al Señor, lo que sea, porque Dios es tu Proveedor. Y de donde eso vino vendrá más. Dios te puede proveer.

Dios quiere crear un pueblo usado por Él. Yo creo que Dios tiene cosas verdaderamente extraordinarias para ti y para mí en el futuro. Pero Él quiere forjar en nosotros una mentalidad de discípulo. Una mentalidad de una persona que ha muerto al yo, a la necesidad y que vive para el Reino de Dios. Mira, la misericordia de Dios, las provisiones de Dios no tienen fin, no tienen término.

Hazte un instrumento en las manos de Dios, pon tu afecto en el Reino y el Señor nunca se cansará de bendecirte.

 ¿Qué pasó con la historia de los discípulos al final de todo, cuando ellos fueron a su trabajo? Predicaron el Evangelio, hicieron como el Señor les dijo, no llevaron dinero, no llevaron nada. Mire lo que pasó: días después, en Lucas capítulo 22, versículo 35, vemos al Señor otra vez con sus discípulos, y dice aquí: "Y les dijo a ellos: cuando Yo los envié sin bolsa, sin alforja y sin calzado, ¿les faltó algo?” Mire la pregunta.

Cuando Yo los envié sin dinero, sin tarjeta de crédito, sin una computadora donde tú puedas transferir dinero o lo que fuera, cuando Yo los envié solamente dependiendo de Mi misericordia, Mi Gracia y Mi provisión a hacer el trabajo del Reino, ¿les faltó algo? ¿Fallé algo en mi promesa? Y ellos dijeron: nada, no nos faltó nada.

Hermanos, si el Señor te promete una vida bendecida, no dudes. Lánzate a vivir la vida y a trabajar para el Reino y ser un instrumento, un canal de la Gracia de Dios. Vende, regala, presta, invierte, despójate, da, a derecha y a izquierda, reparte a siete y a ocho porque el Señor no se cansará de bendecirte. Nuevas son sus misericordias cada mañana.

Dios te bendiga!!!

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