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domingo, 3 de marzo de 2013

EL PRINCIPIO DE LA SIEMBRA Y LA COSECHA

Un padre llevó a su hijo de cuatro años a McDonalds para comer hamburguesas. El niño vio las semillas de Ajonjolí que adornaban el pan, y le preguntó a su papá: ¿Qué son estas cositas? Su papá le respondió que eran semillitas, y que se las podía comer, que no eran dañinas.


El niño se quedó pensativo por varios momentos. Luego, le dijo a su papá: "Papi, si nos llevamos estas semillas a la casa y las sembramos en el jardín, ¡siempre tendremos hamburguesas para comer!"



Ojalá funcionara así, ¿verdad? El niño comprendía bien que las semillas pueden crecer y dar fruto, pero no sabía que las semillas que él veía en su hamburguesa no eran precisamente
semillas de hamburguesa. Desgraciadamente, tales semillas no existen.


Jesús contó una historia acerca de sembrar y cosechar. Es una historia muy conocida. Es muy posible que ya la hayas escuchado, incluso más de una vez. Al meditar sobre esta parábola, me di cuenta de que tiene lecciones muy importantes para nosotros. Por esto, quiero invitarte a prestarle atención y abrir tus oídos a lo que el Señor te quiere decir. Leamos Mateo 13:1-9:

"Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó unto al mar.Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa.

Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar.

Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron.

Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.

Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron.
Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. El que tiene oídos para oír, oiga".


La historia que Jesús nos cuenta se trata de un sembrador. ¡Este sembrador es muy extraño! No sé si será por descuido o por alguna otra razón, pero este sembrador es muy extravagante con la semilla. El puede ver que hay lugares donde no se dará una buena cosecha. Por ejemplo, en la vereda que corre a la orilla del campo, la tierra pisoteada no permitirá que brote la semilla.

Sin embargo, este sembrador siembra la semilla por todas partes, echándola indiscriminadamente. Y entonces, la semilla cae en cuatro clases diferentes de suelo. La primera queda al lado del camino, donde la tierra es dura. La semilla no tiene ni siquiera la oportunidad de brotar; antes de que nazca, las aves llegan y se la comen.

La semilla cae en una segunda clase de suelo: la tierra pedregosa. Esta tierra se calienta rápidamente con el sol, y la semilla brota pronto. Sin embargo, no puede echar raíces a la tierra. Las piedras estorban las raíces, y al poco rato, la pequeña planta se marchita. No llega a dar fruto.

La tercera clase de suelo tiene espinos. Si has sembrado un jardín, sabes que la mala hierba siempre crece más rápidamente que las plantas sembradas. Y así sucede aquí; los espinos crecen, y ahogan los brotes de las semillas recién sembradas. Aunque crecen durante algún tiempo, a la larga, se ahogan.

La cuarta clase de tierra es la buena. Esta tierra es  rica,fecunda y suave. Cuando cae la semilla en esta tierra, brota y crece. Con el tiempo, da su fruto; una cosecha abundante de treinta, sesenta y hasta cien veces más de lo que se había sembrado. Esta es la tierra fértil.

Al contar esta parábola, Jesús no nos quería dar una lección acerca de la agricultura. Más bien, la lección es espiritual. Leamos la interpretación que Jesús nos da, en los versículos 18 al 23:

"Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador: Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. 


Este es el que fue sembrado junto al camino. Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza. 

El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa. 

Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.

Esta parábola se trata de las diferentes formas de responder al mensaje del reino. La palabra acerca del reino es el evangelio; es el mensaje de salvación, que nos dice que podemos entrar al reino de Dios arrepintiéndonos de nuestros pecados y reconociendo a Jesús como Señor y Salvador.

Cuando se proclama este mensaje, las personas responden de cuatro formas diferentes. Algunos escuchan el mensaje, pero no les interesa para nada. No tiene sentido para ellos. Entonces viene el enemigo, y como los pájaros, se lleva la semilla del evangelio que se había sembrado.

Otros escuchan el mensaje, y de inmediato tienen una reacción positiva. ¡Muestran mucho entusiasmo! Sin embargo, su reacción es sólo emocional. No tienen raíz. No tienen compromiso. Cuando llega el momento de pagar un precio por seguir a Cristo, se apartan de El.

El tercer grupo son los que oyen el mensaje, y responden positivamente. Sin embargo, no le dan prioridad al reino de Dios. Cristo es importante para ellos, pero al final otras cosas se vuelven más importantes. Se preocupan por otras cosas, y se dejan engañar por el atractivo de las riquezas.

Es interesante que la palabra que se traduce "engaño" - el engaño de las riquezas - también se puede traducir "deleite". Ambas cosas son ciertas. Las riquezas ofrecen cierto deleite. No hay que fingir que no es agradable tener dinero y poder comprar cosas. Sin embargo, las riquezas también son engañosas. Parecen ser capaces de traer la felicidad, pero nunca te podrán traer la paz y la alegría verdadera.

No es malo querer una vida digna para tu familia. No es malo querer darles a tus hijos algunas de las cosas que tú no tuviste en tu niñez. No es malo trabajar para tener una casa mejor, y pedirle a Dios que te ayude a lograr tus sueños. ¡No es malo! Pero no creas la mentira de que tus hijos serán felices si tan sólo les puedes dar los juguetes que tú no tuviste. No serán felices; serán malcriados. No pienses que el bienestar de tu familia depende de las posesiones que tienen. Es un engaño.

Las posesiones jamás podrán satisfacer las necesidades más profundas de nuestro corazón. No te dejes engañar ni te deslumbres por las posesiones. Sólo Cristo puede satisfacer tus anhelos más profundos. Sólo El te puede dar la paz, la alegría, el gozo y la esperanza que las posesiones prometen, pero no cumplen.

La última clase de respuesta que Jesús menciona es la mejor. Esta persona escucha la Palabra, la entiende y la recibe. Produce una cosecha abundante. ¿Qué clase de cosecha produce esta persona? Produce una cosecha de obediencia, y proclama el mensaje a otros.

Recuerda, la semilla representa la Palabra del reino. Si sembramos semillas de maíz o de trigo, ¿qué es lo que vamos a cosechar? ¡Más semillas de maíz o de trigo! El suelo fructífero, entonces, representa a la persona que recibe el mensaje del evangelio, lo acepta, y como resultado, lo comparte con muchos más. Da más semillas de la Palabra. Produce el fruto del evangelismo.

Esto significa que, si somos suelo fértil y fructífero, nuestra obediencia resultará en compartir el evangelio con otros. El
mensaje que nos trajo salvación a nosotros se reproducirá, y
sembraremos la misma semilla en las vidas de otros. El último mandamiento de Jesús antes de ir al cielo fue éste: "Vayan y hagan discípulos de todas las naciones" (Mateo 28:19). Un buen discípulo de Jesús se reproduce, haciendo más discípulos.

Esta enseñanza tiene dos aplicaciones muy importantes para nosotros. La primera es ésta: siembra la semilla, y no dejes que las diferentes reacciones te desanimen. Muchas veces, nosotros escogemos con quién vamos a compartir, buscando a la gente que nosotros pensamos que será receptiva. Luego, nos desanimamos cuando alguien no nos presta atención, o cuando aceptan el mensaje y luego se alejan.

La enseñanza de Jesús es ésta: cuando tú compartes el evangelio, algunos te ignorarán. Otros lo aceptarán, pero sólo por un rato. Otros te prestarán atención, pero se dejarán distraer. Sin embargo, habrá otros más que sí oyen, entienden, y se convierten en buenos discípulos.

Un misionero comparte su experiencia de enseñar a un grupo de creyentes a compartir su fe. Básicamente, les enseñó a dar su testimonio y usarlo como puente para compartir el evangelio. Entre el grupo había un campesino anciano, un hombre - en las palabras del misionero - viejo y no muy guapo. Cuando hablaba, era difícil entenderlo.

De todo el grupo que se entrenó, este hombre fue el más exitoso. Durante la semana después de recibir el entrenamiento para el evangelismo, guió a once personas a aceptar a Cristo. Al año, había empezado ciento diez células en diferentes lugares. ¡Fue terreno fértil! Pero no lo parecía.

Por esto, simplemente siembra el evangelio extravagantemente, como lo hizo el sembrador. No te pongas a analizar quién responderá y quién no. Simplemente comparte a Cristo. Comparte tu testimonio. Cuéntales cómo Cristo te ha cambiado. Habrá respuestas diferentes. Cristo ya nos lo dijo. A nosotros simplemente nos toca compartir.

La segunda aplicación es ésta: ¿qué clase de tierra eres? ¿Tienes un corazón duro, que simplemente no quiere recibir el mensaje? Ten cuidado, porque el enemigo vendrá y te quitará lo que has oído. ¿Tienes un corazón pedregoso, con una falta de compromiso? Ten cuidado. La emoción no te llevará muy lejos. Se necesita compromiso para seguir a Cristo.

¿Tienes un corazón lleno de espinos y distracciones? Ten cuidado. Si no te cuidas, será fácil que el dinero y las otras atracciones de este mundo te distraigan de lo más importante. Más bien, cultivemos juntos nuestros corazones mediante la oración, el arrepentimiento y la Palabra para poder dar el fruto que Dios busca.

No existen semillas de hamburguesa, pero sí existe una semilla para la salvación. Esta semilla es la palabra del reino, el evangelio que nos habla de Cristo y su amor. ¿Está creciendo este mensaje en tu corazón? ¿Lo estás compartiendo con otros? Seamos tierra fértil, dándole al Señor la cosecha que El busca de nosotros.

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