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lunes, 15 de julio de 2013

COMO ALCANZAR LA META

No sé cuántos de ustedes conocen la fábula de la liebre y la tortuga, en la que se cuenta que: Una Tortuga y una liebre se enfrentaron en una carrera de campeonato. La liebre como era más veloz acordó con la tortuga salir un día más tarde para darle así la oportunidad de que esta avanzara.  La meta estaba a tres días de caminos por lo que la tortuga poniendo todo su esfuerzo comenzó a correr y a avanzar.
                                                                        


Al día siguiente la liebre salió a toda velocidad, como había acordado. Cuando había recorrido un trayecto de aproximadamente dos horas,  le paso por el lado a la tortuga a toda velocidad, haciéndole gestos de burla por su lentitud y alardeando de su gran velocidad y destreza. No habían pasado cinco minutos cuando ya la liebre había desaparecido de su vista.

Cuando la liebre había avanzado un trayecto de dos día de camino, se encontró con otras liebres  y se detuvo a conversar y a burlase de la lentitud de la tortuga por la gran distancia de ventaja que le llevaba.



Las liebres comenzaron a saltar por los árboles, a jugar y a divertirse. Estaban tan entretenidas que se quedaron dormidas del cansancio. La liebre olvido por completo que estaba en una competencia. Cuando la liebre se espanta y se recuerda que la tortuga podía haber avanzado en su descuido, solo faltaban Diez minutos para terminar la carrera, entonces sale apresurada a tratar de alcanzar la meta, pero ya la tortuga que se había esforzado por avanzar y no había descansado durante todo el camino,  estaba cruzando la línea de los vencedores.



La liebre muy decepcionada y frustrada luego de haber perdido la carrera, se acerca a la tortuga y le pregunta ¿Qué fue lo que hiciste para lograr vencerme? La tortuga le contesto –Me despoje de mi caparazón y de todo lo que me pesaba y nunca me detuve hasta llegar a la meta.-

Este relato me trae a la mente  la gran similitud que tiene con la carrera que recorremos a través de la vida como creyentes para poder alcanzar la salvación del alma. El apóstol Pablo compara la vida en Cristo con una gran carrera. 

Todos nosotros sabemos que la vida en Cristo no es sencilla, el vivir en El, el aceptarlo a Él, el hacer solo su voluntad y su propósito no es fácil. Es por esto que necesitamos del Espíritu Santo para ser fortalecidos y del poder de Dios para lograr los propósitos que Él tiene para nosotros, para que así los podamos alcanzar.

La Palabra nos habla en Hebreos 12:1-2: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.”

En este pasaje somos llamados primeramente a despojarnos de todo peso, es decir de todas aquellas cosas que nos impiden avanzar en Cristo y a correr con paciencia la carrera que está establecida para nosotros. Dice,  poniendo los ojos en Jesús el autor y consumador de la fe.

Este pasaje presenta nuestro andar cristiano y nuestra vida cristiana, como una carrera que necesitamos correr y nos da tres indicaciones de como poder ser vencedores y llegar a la meta: Despojándonos de todo peso, con paciencia  y sobre todo poniendo nuestros ojos en Jesús, quién es el autor y consumador de nuestra Fe.

La Tortuga de nuestro relato se despojó de todo lo que le pesaba, se despojó de su coraza que aunque la protegía, le impedía poder avanzar con ligereza y con toda su paciencia  puso sus ojos en la meta, no importándole lo rápido que fuera la liebre, su único objetivo era llegar a la meta.

Hay muchas cosas en la vida que aunque nos hacen sentir protegidos y nos dan una aparente seguridad de vida, se convierten en grandes corazas que nos impiden poder avanzar con rapidez a las metas de nuestras vidas.

Hay muchos que al igual que la liebre se confían en sus facultades, en sus posesiones y en los éxitos que han obtenido, se han enfocado en sus logros y se han entretenido en las cosas materiales  olvidando por completo las cosas espirituales, dirigiéndose así a toda velocidad al camino del fracaso y de la pérdida de su alma.

 El Apóstol Pablo  haciendo referencia a estas cosas nos dice lo siguiente:

“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro así aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no  pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.”  Filipenses 3:12-14.

Pablo no se contaba así mismo por haber ganado el premio, sino que desestimaba aquellas cosas que quedaron atrás prosiguiendo a la meta al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Había una meta a la cual llegar, un premio qué recibir. El no consideraba este premio como ya recibido, sino que enfocaba su vida en recibir este premio. El era una persona con objetivos y con la meta de alcanzar el supremo llamamiento de Dios.  Él decía en su carta a los Corintios 9:24-27:

 “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.”

Este hombre de Dios corría la carrera buscando una corona incorruptible no terrenal. Tenía su objetivo establecido y su meta era recibir esa corona de las manos del Señor, no permitiría que nada ni nadie  interfiriera en su objetivo. El no corría con inseguridad, Él sabía cuál era su meta y estaba seguro del premio que le esperaba.

Así como los atletas se disciplinan teniendo en mente su meta de ganar las carreras, así también Dios espera de nosotros que disciplinemos nuestros cuerpos, poniendo atención no sea que mientras le predicamos a otro,  no vayamos a ser nosotros mismo  descalificados. No olvidemos que nosotros también corremos la misma carrera,  y que  el mismo premio nos espera también.

Peleemos la buena batalla de la fe, echemos mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuimos llamados. La carrera se convierte en batalla y la batalla se convierte en guerra. El atleta es también un soldado y el soldado es también un guerrero. Y un buen soldado tiene que aprender a resistir duramente.


En conclusión tenemos que ser perseverantes hasta el final como hizo la tortuga y no detenernos no importa cuales sean las circunstancias que se nos presenten, nuestra única meta es alcanzar el reino de Dios el cual cada día se hace más violento y solo los valientes y perseverantes lo arrebataran. No te detengas en el camino como hizo la Liebre avanza con paciencia a la meta y recibirás como recompensa la corona incorruptible de la salvación y la vida eterna.

Pastor: Pablo Ramos

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