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lunes, 21 de julio de 2014

EL OCULTISMO VS LAS PROFECÍAS (Parte 2)

Leer 1ra. parte aquí: http://pastorpabloramosd.blogspot.com/2014/07/el-ocultismo-vs-las-profecias-parte-1.html

El profeta Isaías ejerció un prolífico ministerio por espacio de 60 años durante el reinado de cuatro monarcas. Su desenvolvimiento en Israel (740-680 a.C.) estuvo signado por pruebas inequívocas de que Dios respaldaba su ministerio.
Todo lo que anunció en profecía, aun cuando en su momento parecía inverosímil, se cumplió.
Una profecía de inmediato cumplimiento
Recordemos que las profecías tienen cumplimiento a corto, mediano y largo plazo, tal como se evidenció en el desenvolvimiento ministerial de Isaías. Cuando reinaba Ezequías en el año 710 a.C., Asiría sitió a Jerusalén. "El rey de Asiría envió al copero mayor con su gran ejército desde Laquis a Jerusalén contra el rey Ezequías, y acampó junto al acueducto del estanque de arriba, en el camino del lavadero" (Isaías 36:2).
Senaquerib no se iba por las ramas. Estaba convencido de que su fuerza militar y trayectoria de estadista, serían fundamentales al momento de lograr la rendición de aquél reino al que tenía rodeado. Con habilidad, ejerció presión sobre ellos, sembrando temor (2 Reyes 18:13-37).
¿Qué hizo el rey Ezequías? Siguió tres pasos, de acuerdo con las Escrituras, que son los mismos que usted y yo debemos seguir cuando nos encontramos en una crisis y que encontramos descritos en el capítulo 19 del segundo libro de Reyes, capítulo 19.
a.- Fue a la Casa del Señor.
b.- Llevó la situación delante del Señor a través del profeta Isaías (vv.2-5). Como respuesta, Isaías le anunció la victoria (vv.6, 7).
"Y aconteció que aquella misma noche salió el ángel de Jehová, y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo eran cuerpos de muertos"(2 Reyes 19:35). Cuando Senaquerib regresó a la capital donde residía y, mientras adoraba a su dios pagano Nisroc, sus hijos lo asesinaron (vv.36, 37).
Como se puede apreciar, el cumplimiento de la promesa fue asombroso. Rebasó todas las expectativas. En el tiempo oportuno de Dios se materializó la profecía. Fue un anuncio de corto plazo.
Una profecía a mediano plazo – Cien años después
Pero los anuncios de Isaías también tuvieron cumplimiento a mediano plazo, como ocurrió con la profecía sobre la cautividad del pueblo a manos de Babilonia. En aquél momento parecía algo fuera de toda posibilidad, pero remuérdelo: el Señor mira más allá de lo que usted y yo podemos apreciar.
"Entonces dijo Isaías a Ezequías: Oye palabra de Jehová de los Ejércitos; He aquí vienen días en que será llevado a Babilonia todo lo que hay en tu casa, y lo que tus padres han atesorado hasta hoy; ninguna cosa quedará, dice Jehová" (Isaías 39:5).
Tal como lo advirtió el siervo de Dios y contra todo pronóstico, cien años después fueron llevados en cautividad los Israelitas (Léase 2 Crónicas 36:17-21).
La caída de Babilonia – Profecía a largo plazo
Isaías como instrumento de Dios, profetizó a largo plazo. Y lo hizo para dirigirse a un imperio que todos consideraban difícil de derrotar. Leemos en las Escrituras cual fue el anuncio: "Profecía sobre Babilonia, revelada a Isaías hijo de Amoz: Aullad, porque está cerca el día de Jehová; vendrá como asolamiento de todopoderoso. Toda mano se debilitara, y desfallecerá todo corazón de hombre, y se llenará de temor, angustia y dolores se apoderarán de ellos; tendrán dolores como mujer de parto; se asombrará cada cual al mirar a su compañero; sus rostros, rostros de llamas" (Isaías 13:1, 6-8).
En su momento parecía imposible porque era un territorio sólido a nivel político, económico, militar y culturalmente. Sus murallas tenían 45 metros de alto; 15 metros de ancho y numerosas torres de atalaya. El río Éufrates corría por en medio de la ciudad. Pues bien, una noche y mientras el rey y la ciudad celebraban una fiesta ruidosa, los Medos y Persas desviaron el río y cuando el cauce se secó, entraron y tomaron la capital babilonia (Daniel 5:25-30).
Una profecía para 200 años después
Isaías profetizó también que cierto rey llamado Ciro permitiría la reconstrucción de Jerusalén y el regreso de los exilados, como en efecto se cumplió doscientos años después (Isaías 44:28-45:1). El anuncio tuvo asombroso cumplimiento (Esdras 1:1-11).

Aprendemos entonces: 1.- Que las profecías hablaban en nombre de Dios. Los siervos del Señor lo hacían con un propósito específico y no se dejaban mover por las emociones. 2.- Los profetas hacían anuncios a corto, mediano y largo plazo y, 3.- Las profecías han tenido un propósito dentro del plan divino. El hombre parece no aprender de los errores del pasado. Cuando volvemos sobre las páginas de la Biblia, encontramos que Dios fue claro al advertir a través de las profecías sobre la venida del Hijo de Dios (Hebreos 1:1, 2), y pese a ello, pasaron por alto los anuncios. La incredulidad les tornó insensibles de corazón y cuando Jesús emprendió su ministerio terrenal, no pudieron reconocerlo.
Dios prometió el Mesías desde la antigüedad.

Desde los tiempos de Abraham, Isaac y Jacob, Dios anunció que enviaría al Mesías. En períodos posteriores, Él reveló a los profetas que Israel llegaría a ser la principal nación del mundo durante el reinado de Cristo, el Ungido.
Ahora, la pregunta apenas natural es, ¿por qué no aceptaron al Mesías cuando llegó? Porque vivían los preceptos y mandatos de Dios a su manera, conforme a su leal entender, y habían caído en el ritualismo y la religiosidad.

En las Escrituras leemos acerca del Hijo de Dios que "En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron" (1 Juan 1:10, 11).
Estaban frente a la Salvación misma, pero se perdieron eternamente porque no pudieron entender que Él cumplía los planes divinos. Su miopía espiritual los llevó a la muerte eterna.

En la antigüedad tenían dos imágenes del Mesías
Conforme pasaban los siglos y esperaban al Mesías, las enseñanzas bíblicas y las advertencias y anuncios de los profetas fueron permeadas por ideas humanas y tradiciones que les llevaron a alejarse de Dios. Es así como se formaron dos imágenes diametralmente opuestas una de la otra, en torno a quién iba a ser el Ungido de Dios.

Creían que sería un enviado de Dios humilde.
Al leer al profeta Isaías, descubrimos que a un segmento del pueblo judío le asistía el convencimiento de que tendrían a un Mesías humilde, tal como lo aprendían al leer el capítulo 53 del libro de Isaías:
"Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Más él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados" (Isaías 53:3-5).
Para aprender mucho más, es importante que se tome el tiempo necesario para estudiar otros textos como los que hallamos en Salmo 22:6; Juan 1:10, 11; Mateo 8:77; Romanos 4:25.

Creían que sería un enviado de Dios conquistador
La tradición religiosa y la mal interpretación que hacían de algunos textos, les llevaba a creer que tendrían frente a sus ojos a un rey conquistador, con poderes ilimitados, que regresaría súbitamente a la tierra y culminaría la guerra que se libraría contra el pueblo escogido, librándonos de la opresión extranjera.

Uno de los textos en los que se fundamentaban era el capítulo 9 de Isaías versículos 6 y 7:
"Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro, y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino disponiéndolo y conformándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto".

También se remitían a otros textos proféticos como el que hallamos en Daniel: "Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmayará y consumirá a todos reinos, pero él permanecerá para siempre" (Daniel 2:44).

Incluso algunos rabinos llegaron a pensar, un siglo antes, que habría dos Mesías. No podían concebir nada diferente de un libertador espiritual y un libertador político.
Era evidente que entendían las Escrituras a su conveniencia y no concebían que fueran pecadores. Por el contrario, se creían demasiado justos y cayeron en la religiosidad (Marcos 7:1-15). Pasaron por alto más de 300 profecías que hablaban sobre el Mesías y las características que rodearían su ministerio.
Estaban atrapados en el vaivén de las convicciones fruto de tradiciones humanas y no podían, como ocurren ahora, las señales de los tiempos.
Aunque profesaban encontrarse a la expectativa de que arribara el Mesías y aun cuando tenían dos imágenes distintas, la de un Mesías Libertador y la de un Mesías Guerrero, cuando el Señor Jesús inició su ministerio terrenal no pudieron reconocerlo. Los judíos, que se movían entre dos extremos: la pecaminosidad y la religiosidad, sencillamente no estaban apercibidos. Por esa razón no pudieron identificar en qué momento se encontraban frente al redentor, pese a las señales, prodigios y milagros que hacia.
Orígenes
El Señor Jesús cuestionó al pueblo de Israel por la dureza de su corazón. Aunque todo testimoniaba que Él estaba cumpliendo una misión suprema del Padre, se mostraban reacios e incrédulos.
Ante una de las múltiples preguntas que le hicieron para tentarle, Jesús dejó en claro el asunto. "Él les contestó: al atardecer, ustedes dicen que hará buen tiempo porque el cielo está rojizo, y por la mañana, que habrá tempestad porque el cielo está nublado y amenazante. Ustedes saben discernir el aspecto del cielo, pero no las señales de los tiempos" (Mateo 6:2, 3).
Puso de relieve la ceguera espiritual que les asistía. Lo hizo aludiendo a una práctica común en Palestina, como era observar el estado del tiempo. Surge aquí una pregunta: ¿estamos conscientes de que, tal como lo evidencian las señales, nos encontramos en el final de los tiempos?
Basta que lea un diario o aprecie las noticias de televisión. Se sorprenderá del nivel de degradación humana así las catástrofes que abundan por doquier, sin que la ciencia pueda hacer nada para evitarlo.
Tenían claridad sobre el linaje del Señor Jesús
Para los israelitas el lugar de nacimiento del Mesías no era desconocido. Con bastantes siglos de antelación se hizo el anuncio. Como antesala, Dios profetizó a Abraham que en él serían benditas todas las naciones (Génesis 12:2, 3).
Jacob poco tiempo antes de morir fue claro al decir: "El cetro no se apartará de Judá, ni de entre sus pies el bastón de mando, hasta que llegue el verdadero rey, quien merece la obediencia de los pueblos" (Génesis 49:10. Nueva Versión Internacional).
Muchos años después el profeta Natán dijo a David que Dios levantaría de él una descendencia que le edificaría Casa, que confirmaría su reinado eternamente y que Él le sería por Hijo (1 Crónicas 17:7; 11-13). Fue sin duda una figura clara, una ventana en el tiempo, sobre el reinado del Mesías.
Tenían claridad sobre el lugar de nacimiento del Señor Jesús
El profeta Miqueas, setecientos años antes de la era de Cristo, reveló el lugar de nacimiento del Hijo de Dios: "Pero de ti, Belén Efrata, pequeña entre los clanes de Judá, saldrá el que gobernará a Israel; sus orígenes se remontarán hasta la antigüedad, hasta tiempos inmemoriales" (Miqueas 5:2. Nueva Versión Internacional).
Resulta sorprendente la ubicación geográfica que definió Miqueas, un profeta contemporáneo de Isaías, como también el que dejó claro que el Ungido de Jehová vendría desde la eternidad misma. Le invito para que revise el texto nuevamente y compruebe esta enseñanza.
Cuando se produjo el nacimiento del Mesías, Herodes preguntó a los teólogos del momento sobre el sitio específico: "Belén de Judea—le respondieron--, porque esto es lo que ha escrito el profeta…" (Mateo 2:5).
Aunque todo se cumplió fielmente, los judíos permanecieron firmes en su tozudez. No podían aceptar la Salvación, aunque estaba frente a sus ojos.
Tenían claridad sobre el ministerio del Señor Jesús
Las Escrituras dejaron claro cuál sería el ministerio del Señor Jesús. Respecto a su poder ilimitado, el profeta describió: "Se abrirán entonces los ojos de los ciegos y se destaparan los oídos de los sordos; saltará el cojo como el ciervo, y gritará de alegría la lengua del mudo" (Isaías 35: 5, 6).
El Señor Jesús, que existía desde la eternidad, citó al profeta Isaías cuando discípulos de Juan le preguntaron si era o no el Mesías. 
"--¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?—. Les respondió Jesús:--Vayan y cuéntenle a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los que tenían lepra son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncian las buenas nuevas" (Mateo 11:4, 5. Nueva Versión Internacional).
¿Acaso el poder único e irrepetible que se manifestaba en el Señor Jesús no era prueba irrefutable de su divinidad? Al parecer los judíos no podían entenderlo.
Tenían claridad sobre los padecimientos del Señor Jesús
Los judíos querían pasar por alto el hecho de que, aunque el Mesías cumpliría exitosamente un plan divino, debería enfrentar el sufrimiento por el pecado del mundo. Isaías profetizó: "Muchos se asombrarán de él, pues tenía desfigurado el semblante; ¡nada de humano tenía su aspecto!" (Isaías 52:14. Nueva Versión Internacional).
Un poco más adelante escribió: 
"No había en él belleza ni majestad alguna; su aspecto no era atractivo y nada en su apariencia lo hacía atractivo. Despreciado y rechazado por los hombres, varón de dolores, hecho para el sufrimiento. Todos evitaban mirarlo: fue despreciado y no lo estimamos. Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores" (Isaías 53:2-4 a. Nueva Versión Internacional).
En su ceguera espiritual, hombres y mujeres no concebían que un siervo enviado por el Dios del universo, sufriera. Y menos, que en Él recayeran los pecados del mundo. ¡Sencillamente no podían comprenderlo!
Los cristianos hacemos bien en estar atentos a las Escrituras para comprobar cuando nos dicen que estamos en los tiempos finales y que pronto Jesús, como Rey y Señor, regresará por su pueblo.
Como hemos tenido oportunidad de estudiarlo con detenimiento, el profeta Isaías hizo sorprendentes anuncios 700 años antes de que tuvieran cumplimiento. Muchas de sus predicciones estuvieron estrechamente ligadas al ministerio, acoso y muerte del Mesías. Igual ocurrió con David, Daniel y Zacarías, entre otros, quienes bajo la inspiración del Espíritu Santo atravesaron el puente que se tendió en el tiempo con el fin de que conocieran lo que habría de acontecer.
Se profetizó que el Mesías sería vendido.
Quinientos años antes de Cristo, el profeta Zacarías hizo sorprendentes anuncios respecto al precio que pondrían por la vida del Hijo de Dios: 
"Y les dije: Si os parece bien, dadme mi salario; y si no, dejadlo. Y pesaron por mi salario treinta piezas de plata. Y me dijo Jehová: Échalo al tesoro; ¡hermoso precio con que me han apreciado! Y tomé las treinta piezas de plata, y las eché en la casa de Jehová al tesoro. (Zacarías 11:12, 13).
Tal como lo expresó, los sacerdotes ofrecieron a Judas dinero a cambio de Jesús (Mateo 26:14, 15). No fue otra cosa que ponerle valor a Dios, y además, advirtió que el dinero sería regresado al templo, como en efecto ocurrió cuando Judas se arrepintió por su craso error (Mateo 27:5, 6).
¿Acaso coincidencia? Sin duda que no. Datos tan exactos no podían preverse.
 Se profetizó que el Mesías no sería escuchado.
Con suficiente antelación, Isaías profetizó que el anuncio del Mesías no sería atendido por el pueblo. 
"Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos." (Isaías 53:3).
Pese a que el anuncio de Cristo Jesús traería salvación a la humanidad, lo desecharon. En su orgullo y tradicionalismo religioso, creyeron más a sus costumbres que a las claras advertencias consignadas en la Palabra de Dios.
Se profetizó que el Mesías llevaría las culpas del mundo.
Todos sus pecados, de los cuales es imposible que usted haga la cuenta por el sinnúmero de ellos, fueron cargados sobre el Señor Jesús en la cruz. Era la forma de Dios reconciliarse con la humanidad, aquella que creó y amaba entrañablemente. Pero, a menos que se hiciera un sacrificio de una vez y para siempre, no se podría eliminar el abismo que separaba al hombre de Su Padre celestial.
La pesada carga que llevaría Cristo, fue descrita con sorprendente exactitud por Isaías: 
"Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada." (Isaías 53:4-7, 10).
Comprenderá usted que, a menos que se tratara de profecías de Dios para su tiempo, no se puede comprender que escritos de siete siglos antes de Jesucristo, fueran tan pormenorizados en sus descripciones.
Se profetizó que el Mesías sería crucificado.
Pero si su sorpresa llega al límite, mucho más cuando lea el Salmo 22 y los versículos 1, 7, 8, 14, 17 y 18. Hágalo con detenimiento. Allí descubrirá de qué manera y con exactitud, el rey David describió 1,000 años antes de que ocurriera, cada uno de los detalles de la crucifixión del Mesías.
Cabe anotar aquí que en el tiempo en que se escribió el texto, no se conocía el castigo de la crucifixión que sería adoptado por los romanos 200 años antes de Jesucristo.
Se profetizaron circunstancias específicas sobre la sepultura del Mesías.
Cuando volvemos sobre las páginas de la profecía, descubrimos algo todavía más sorprendente: "Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca." (Isaías 53:9).
Observe que el siervo de Dios describió que el Mesías sería crucificado y moriría con los impíos, como en efecto ocurrió (Mateo 27:38) y que estaría en una sepultura de ricos, tal como ocurrió cuando José de Arimatea ofreció para el Mesías una tumba cavada en la roca (Mateo 27:59, 60).

No podríamos concluir sin mencionar el hecho de que el propio Jesús anunció que Jerusalén sería destruida. Fue una profecía que les instaba a permanecer alerta (Lucas 19:43, 44). No le creyeron. Parecía algo inverosímil. Sin embargo ocurrió cuando en el año 70 d.C. el general Tito y sus legiones romanas y las destruyeron.

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