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miércoles, 20 de agosto de 2014

JESÚS SE HIZO MALDICIÓN PARA BENDECIRNOS

Por nuestras propias fuerzas, difícilmente habríamos sido aceptados delante de Dios. El pecado separa al hombre de su Creador. Eso era lo que ocurría con usted y conmigo. Pero adicional a eso es necesario que recordemos que alguien sin Dios en su vida, es blanco de las maldiciones. Es la consecuencia previsible de la pecaminosidad.
Las Escrituras nos enseñan que gracias al sacrificio del Señor Jesús en la cruz, todos los factores de maldición que pesaban en contra nuestra, desaparecieron. "Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido." (Isaías 53:4)
Fue por nosotros que Él murió, pero también, como consecuencia de su sacrificio, no hay razón para que permanezcamos atados. Somos libres porque el Señor Jesús nos hizo libres. La Biblia dice: "Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados." (Isaías 53:5)
Alguien con quien compartí hace algunos días acerca de Jesús el Señor, me expresaba su preocupación porque estaba en un estado de postración económica y espiritual sin precedentes en su historia personal. "Estoy desesperado. No se qué hacer", me dijo.
Analizamos su situación a la luz de la Biblia. Coincidimos en que, tal como lo dice la Escritura, no hay razón para permanecer en tal estado. Fue el amado Hijo de Dios "...quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados." (1 Pedro 2:24).
Tome nota: ni enfermedad física ni estancamiento espiritual deben primar en nuestra existencia. Fuimos llamados a ser libres. Ahora, si usted siendo cristiano ha abierto puertas para la maldición, es hora de que corte con todas esas situaciones negativas para su existencia, que traen desgracia y dolor.
Pida las bendiciones para su vida
Eliminada la distancia que nos separaba de Dios, como consecuencia de la muerte sacrificial del Señor Jesús, usted puede pedir a Dios en oración que derrame bendiciones sobre su existencia; no así si persiste en pecar.
El texto Escritural señala: "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios." (Romanos 5:1, 2. Efesios 1:5, 6)
No está bien que usted siga caminando en derrota. Sin duda esa no es la voluntad del Señor para su vida, sino por el contrario, que sea bendecido rica y abundantemente con toda bendición. Tenga presente que "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él." (2 Corintios 5:21)
Millares de personas conocen esta situación, saben que estan viviendo una vida pecaminosa, pero persisten en su camino errado. Conoci a un joven que reconocía que sus prácticas homosexuales eran contrarias a la voluntad de Dios, y  que –en su corazón—no quería romper con tal comportamiento. Fue criado y bautizado en una iglesia cristiana, sin embargo está enamorado del pecado que comete y por tanto, enfrenta las maldiciones que se derivan de su comportamiento.
Tengamos presente siempre que la paga del pecado es muerte, que comienza con tremendas maldiciones por la pecaminosidad en la que quisiéramos permanecer: "He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá." (Ezequiel 18:4)
Renuncie ahora mismo, en el nombre glorioso de Jesucristo, al pecado. No permita que siga gobernando su vida. Es imperativo que le vuelva la espalda porque de lo contrario estaría poniendo en juego y en burla la gracia de Dios. Si renuncia a todo cuanto le separa del Señor, sin duda podrá comprobar de nuevo cuáles son las bendiciones que derrama el Padre celestial a quienes somos fieles.
Ese convencimiento es fundamental. Debe primar y anidarse en nuestro corazón. Cristo trajo Salvación a nuestras vidas. Es la piedra angular de todas nuestras creencias. Salvación se traduce del verbo Griego Sözö. Pero va más allá de lo que conocemos primariamente como ser salvados del pecado y de la muerte. Significa también obtener sanidad física, liberación de demonios, preservación y protección del mal, y, por supuesto, resurrección.
El propósito original de nuestro amado Padre celestial estaba encaminado a que gozáramos de una vida plena, exenta de todo mal. Por tal motivo, las Maldiciones no son su plan para usted o para mí. Y Él quiere vernos libres en Jesús.

Dios quiere guardar su ser integral.
Cuando vamos a las Escrituras hallamos que el propósito de Dios es guardar la integralidad de nuestro ser. La Biblia dice que: "Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo." (1 Tesalonicenses 5:23)
La Palabra es clara y contundente. En Dios somos santificados, no por áreas o a poquitos, sino en la totalidad de lo que somos usted y yo. Y si Él mora y guarda nuestra existencia, cuidará de que nuestro cuerpo, alma y espíritu permanezcan limpios hasta que Jesús el Señor regrese por su pueblo.
Muchas personas me escriben para explicarme lo difícil que les resulta vencer la tentación. ¿Es imposible? En absoluto. Basta con una sincera dependencia de Dios, luchando en Sus fuerzas y no en las nuestras, para alcanzar la victoria sobre la pecaminosidad que amenaza con arrastrarnos.
Somos salvos por el Hijo, y esa Salvación lo abarca todo, téngalo siempre presente.
Libres de las Maldiciones.
El ser humano tiene la posibilidad de elegir: ser libre de las Maldiciones o permanecer en ellas. Dios no presiona a nadie. Recuerde lo que dijo Moisés a los israelitas a las puertas de tomar la tierra prometida: "A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia..." (Deuteronomio 30:19)
Muchas de las cosas que nos ocurren son el fruto de nuestras acciones, alejados de Dios. Es una actitud voluntaria, no ejercida bajo coacción. Nadie nos obliga a pecar, abrir las puertas al ocultismo ni adorar ídolos. Cada quien toma la decisión.
Sobre esa base, renuncie ahora mismo a todo cuanto le haya vinculado al mundo de maldad, trayendo maldiciones sobre su vida.
Hoy es el día de tomar la determinación de recibir las Bendiciones del Dios altísimo, andando en Su presencia con temor y reverencia. La elección es suya y nada más que suya.
Recuerde además que en el proceso de renuncia, es fundamental que usted crea y confiese que en el Señor Jesús usted recibió la Salvación y Liberación.
1.- Confesión de ser Salvos.- Es fundamental que haga tal confesión en su corazón pero también con sus labios como lo recomienda el apóstol Pablo: "...que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación" (Romanos 10:9, 10).
Creer es el eje esencial en este paso. Que haya una fe genuina, por encima de las presiones que ejerce la sociedad alrededor nuestro para sembrarnos dudas.
2.- Arrepiéntase de sus pecados.- ¿Quiere ser libre de las Maldiciones? Arrepiéntase de sus pecados y rebeliones. El énfasis a esta actitud lo impartió el Señor Jesús cuando dijo: "El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentios, y creed en el evangelio." (Marcos 1:15)
No podríamos recibir las Bendiciones que tanto anhelamos si en nuestro corazón no hay un sincero arrepentimiento y la firme decisión de no incurrir en lo que veníamos haciendo, contrario a la voluntad de Dios.
3.- Perdone a los demás.- Resulta curioso que deseamos el perdón de Dios, pero nos resulta difícil perdonar. Esa es una actitud que no corresponde a los cristianos.
El Señor Jesús hizo la siguiente recomendación: "Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas." (Marcos 11:25)
Si queremos ser libres de las Maldiciones es esencial que desarrollemos la capacidad de perdonar y, si se torna difícil, pidamos al Señor Jesús que obre en nuestro corazón, trayendo perdón.
4.- Renuncie a todo contacto con el ocultismo.- Como creyente en el Señor Jesús es imperativo que renuncie a todo contacto con el ocultismo.
El apóstol Pablo escribió: "No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré..." (2 Corintios 6:14, 15, 17)
No está bien que sigamos comulgando con la mundanalidad y lo que nos ofrece. No es eso lo que Dios espera de nosotros.
Es hora de tomar la decisión de renunciar a la maldad y lo oculto, rendirnos a Dios y pedir sus Bendiciones para nuestra existencia y las de nuestra descendencia.

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