Por nuestras propias
fuerzas, difícilmente habríamos sido aceptados delante de Dios. El pecado
separa al hombre de su Creador. Eso era lo que ocurría con usted y conmigo.
Pero adicional a eso es necesario que recordemos que alguien sin Dios en su
vida, es blanco de las maldiciones. Es la consecuencia previsible de la
pecaminosidad.
Las Escrituras nos enseñan
que gracias al sacrificio del Señor Jesús en la cruz, todos los factores de
maldición que pesaban en contra nuestra, desaparecieron. "Ciertamente
llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le
tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido." (Isaías 53:4)
Fue por nosotros que Él
murió, pero también, como consecuencia de su sacrificio, no hay razón para que
permanezcamos atados. Somos libres porque el Señor Jesús nos hizo libres. La
Biblia dice: "Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por
nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos
nosotros curados." (Isaías 53:5)
Alguien con quien compartí
hace algunos días acerca de Jesús el Señor, me expresaba su preocupación porque
estaba en un estado de postración económica y espiritual sin precedentes en su
historia personal. "Estoy desesperado. No se qué hacer", me
dijo.
Analizamos su situación a
la luz de la Biblia. Coincidimos en que, tal como lo dice la Escritura, no hay
razón para permanecer en tal estado. Fue el amado Hijo de Dios "...quien
llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que
nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya
herida fuisteis sanados." (1 Pedro 2:24).
Tome nota: ni enfermedad
física ni estancamiento espiritual deben primar en nuestra existencia. Fuimos
llamados a ser libres. Ahora, si usted siendo cristiano ha abierto puertas para
la maldición, es hora de que corte con todas esas situaciones negativas para su
existencia, que traen desgracia y dolor.
Pida las bendiciones para
su vida
Eliminada la distancia que
nos separaba de Dios, como consecuencia de la muerte sacrificial del Señor
Jesús, usted puede pedir a Dios en oración que derrame bendiciones sobre su
existencia; no así si persiste en pecar.
El texto Escritural
señala: "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios
por medio de nuestro Señor Jesucristo por quien también tenemos entrada por la
fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de
la gloria de Dios." (Romanos 5:1, 2. Efesios 1:5, 6)
No está bien que usted
siga caminando en derrota. Sin duda esa no es la voluntad del Señor para su
vida, sino por el contrario, que sea bendecido rica y abundantemente con toda
bendición. Tenga presente que "Al que no conoció pecado, por
nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en
él." (2 Corintios 5:21)
Millares de
personas conocen esta situación, saben que estan viviendo una vida pecaminosa, pero persisten en su camino errado. Conoci a un joven que
reconocía que sus prácticas homosexuales eran contrarias a la voluntad de Dios,
y que –en su corazón—no quería romper con tal comportamiento. Fue
criado y bautizado en una iglesia cristiana, sin embargo está enamorado del
pecado que comete y por tanto, enfrenta las maldiciones que se derivan de su
comportamiento.
Tengamos presente siempre
que la paga del pecado es muerte, que comienza con tremendas maldiciones por la
pecaminosidad en la que quisiéramos permanecer: "He aquí que todas
las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el
alma que pecare, esa morirá." (Ezequiel 18:4)
Renuncie ahora mismo, en
el nombre glorioso de Jesucristo, al pecado. No permita que siga gobernando su
vida. Es imperativo que le vuelva la espalda porque de lo contrario estaría poniendo
en juego y en burla la gracia de Dios. Si renuncia a todo cuanto le separa del
Señor, sin duda podrá comprobar de nuevo cuáles son las bendiciones que derrama
el Padre celestial a quienes somos fieles.
Ese convencimiento es
fundamental. Debe primar y anidarse en nuestro corazón. Cristo trajo Salvación
a nuestras vidas. Es la piedra angular de todas nuestras creencias. Salvación
se traduce del verbo Griego Sözö. Pero va más allá de lo que conocemos
primariamente como ser salvados del pecado y de la muerte. Significa también
obtener sanidad física, liberación de demonios, preservación y protección del
mal, y, por supuesto, resurrección.
El propósito original de
nuestro amado Padre celestial estaba encaminado a que gozáramos de una vida
plena, exenta de todo mal. Por tal motivo, las Maldiciones no son su plan para
usted o para mí. Y Él quiere vernos libres en Jesús.
Dios
quiere guardar su ser integral.
Cuando vamos a las
Escrituras hallamos que el propósito de Dios es guardar la integralidad de nuestro
ser. La Biblia dice que: "Y el mismo Dios de paz os santifique por
completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado
irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo." (1
Tesalonicenses 5:23)
La Palabra es clara y
contundente. En Dios somos santificados, no por áreas o a poquitos, sino en la
totalidad de lo que somos usted y yo. Y si Él mora y guarda nuestra existencia,
cuidará de que nuestro cuerpo, alma y espíritu permanezcan limpios hasta que
Jesús el Señor regrese por su pueblo.
Muchas personas me
escriben para explicarme lo difícil que les resulta vencer la tentación. ¿Es
imposible? En absoluto. Basta con una sincera dependencia de Dios, luchando en
Sus fuerzas y no en las nuestras, para alcanzar la victoria sobre la pecaminosidad
que amenaza con arrastrarnos.
Somos salvos por el Hijo,
y esa Salvación lo abarca todo, téngalo siempre presente.
Libres
de las Maldiciones.
El ser humano tiene la
posibilidad de elegir: ser libre de las Maldiciones o permanecer en ellas. Dios
no presiona a nadie. Recuerde lo que dijo Moisés a los israelitas a las puertas
de tomar la tierra prometida: "A los cielos y a la tierra llamo por
testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la
bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu
descendencia..." (Deuteronomio 30:19)
Muchas de las cosas que
nos ocurren son el fruto de nuestras acciones, alejados de Dios. Es una actitud
voluntaria, no ejercida bajo coacción. Nadie nos obliga a pecar, abrir las
puertas al ocultismo ni adorar ídolos. Cada quien toma la decisión.
Sobre esa base, renuncie
ahora mismo a todo cuanto le haya vinculado al mundo de maldad, trayendo
maldiciones sobre su vida.
Hoy es el día de tomar la
determinación de recibir las Bendiciones del Dios altísimo, andando en Su
presencia con temor y reverencia. La elección es suya y nada más que suya.
Recuerde además que en el
proceso de renuncia, es fundamental que usted crea y confiese
que en el Señor Jesús usted recibió la Salvación y Liberación.
1.-
Confesión de ser Salvos.- Es
fundamental que haga tal confesión en su corazón pero también con sus labios
como lo recomienda el apóstol Pablo: "...que si confesares con tu
boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los
muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la
boca se confiesa para salvación" (Romanos 10:9, 10).
Creer es el eje esencial
en este paso. Que haya una fe genuina, por encima de las presiones que ejerce
la sociedad alrededor nuestro para sembrarnos dudas.
2.-
Arrepiéntase de sus pecados.- ¿Quiere
ser libre de las Maldiciones? Arrepiéntase de sus pecados y rebeliones. El
énfasis a esta actitud lo impartió el Señor Jesús cuando dijo: "El
tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentios, y creed
en el evangelio." (Marcos 1:15)
No podríamos recibir las
Bendiciones que tanto anhelamos si en nuestro corazón no hay un sincero
arrepentimiento y la firme decisión de no incurrir en lo que veníamos haciendo,
contrario a la voluntad de Dios.
3.-
Perdone a los demás.- Resulta
curioso que deseamos el perdón de Dios, pero nos resulta difícil perdonar. Esa
es una actitud que no corresponde a los cristianos.
El Señor Jesús hizo la
siguiente recomendación: "Y cuando estéis orando, perdonad, si
tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los
cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas." (Marcos 11:25)
Si queremos ser libres de
las Maldiciones es esencial que desarrollemos la capacidad de perdonar y, si se
torna difícil, pidamos al Señor Jesús que obre en nuestro corazón, trayendo
perdón.
4.-
Renuncie a todo contacto con el ocultismo.- Como creyente en el Señor Jesús es imperativo que renuncie a todo
contacto con el ocultismo.
El apóstol Pablo escribió:
"No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué
compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con
las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con
el incrédulo? Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el
Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré..." (2 Corintios 6:14,
15, 17)
No está bien que sigamos
comulgando con la mundanalidad y lo que nos ofrece. No es eso lo que Dios
espera de nosotros.
Es hora de tomar la
decisión de renunciar a la maldad y lo oculto, rendirnos a Dios y pedir sus
Bendiciones para nuestra existencia y las de nuestra descendencia.
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