El mundo nos dice que nuestro cuerpos debemos usarlo para obtener el mayor placer posible y que nadie debe decirnos qué hacer o no hacer. Tambien nos dice que la mejor forma de demostrar que somos verdaderos hombres y mujeres y de obtener felicidad plena, es teniendo la mayor cantidad posible de conquistas y de relaciones sexuales; pero Dios nos dice algo muy diferente. Nos dice que la verdadera felicidad y el gozo vienen del dominio propio, no del desenfreno. Tambien nos dice que El tiene un plan para nuestra sexualidad que trae bendición. Dios dice en su Palabra que debemos vivir en pureza sexual. Ahora bien, cuando hablo de pureza sexual, ¿a qué me refiero? Déjame definir la frase.
La Biblia nos indica, primeramente, que las relaciones sexuales son para el matrimonio solamente. La pureza sexual significa abstenerse de tener relaciones sexuales hasta casarse. También significa no tener relaciones sexuales fuera del matrimonio, con una persona que no sea tu esposa o esposo.
La Biblia nos indica, primeramente, que las relaciones sexuales son para el matrimonio solamente. La pureza sexual significa abstenerse de tener relaciones sexuales hasta casarse. También significa no tener relaciones sexuales fuera del matrimonio, con una persona que no sea tu esposa o esposo.
Además de esto, Jesús nos enseñó que la pureza sexual no es sólo cuestión de lo que hacemos con nuestro cuerpo, sino con nuestra mente y pensamientos también. Así que la pureza sexual significa no introducir en tu mente ideas o imágenes de impureza sexual. Significa no usar pornografía, por ejemplo. Pero seguramente te preguntaras: ¿Por qué debo vivir en pureza sexual? vamos a la Biblia en 1 Tesalonicenses 4:1-8 para encontrar la respuesta:
1 Por lo demás, hermanos, les pedimos encarecidamente en el nombre del Señor Jesús que sigan progresando en el modo de vivir que agrada a Dios, tal como lo aprendieron de nosotros. De hecho, ya lo están practicando. 2 Ustedes saben cuáles son las instrucciones que les dimos de
1 Por lo demás, hermanos, les pedimos encarecidamente en el nombre del Señor Jesús que sigan progresando en el modo de vivir que agrada a Dios, tal como lo aprendieron de nosotros. De hecho, ya lo están practicando. 2 Ustedes saben cuáles son las instrucciones que les dimos de
parte del Señor Jesús.
3 La voluntad de Dios es que sean santificados; que se aparten
de la inmoralidad sexual;
4 que cada uno aprenda a controlar su propio cuerpo de una
manera santa y honrosa,
5 sin dejarse llevar por los malos deseos como hacen los
paganos, que no conocen a Dios;
6 y que nadie perjudique a su hermano ni se aproveche de él en
este asunto. El Señor castiga todo esto, como ya les hemos
dicho y advertido.
7 Dios no nos llamó a la impureza sino a la santidad;
8 por tanto, el que rechaza estas instrucciones no rechaza a
un hombre sino a Dios, quien les da a ustedes su Espíritu
Santo.
Vamos a dar por un momento un paso hacia atrás. En los primeros tres capítulos de esta carta que Pablo les escribió a los tesalonicenses, él les ha hablado de la salvación que ellos recibieron y del amor que les tiene. Ahora, en la segunda mitad de la carta, les habla del estilo de vida que deben llevar. Aquí hay una lección muy importante para nosotros. La fe que tenemos siempre debe llevar a un cambio en nuestra vida. Si tú has aceptado a Cristo como tu Señor y Salvador, tu vida tiene que ser diferente. Si tu vida no ha cambiado, entonces algo no está bien con tu fe. Debes examinar tu corazón, para ver si realmente conoces a Cristo o no.
Si lo conoces, si lo amas, si te has dado cuenta de que El murió por ti en la cruz y has recibido su perdón, vas a querer hacer lo que El te llama a hacer. En los primeros dos versículos que leímos, el apóstol Pablo lo repite dos veces: "les pedimos encarecidamente en el nombre del Señor Jesús... " Y luego, "... las instrucciones que les dimos de parte del Señor Jesús." Aquí no estamos hablando de las opiniones de un hombre. No se trata de un consejos que puedes aceptar o rechazar a tu antojo. Más bien, lo que vemos aquí son instrucciones que vienen con la autoridad del Señor Jesús. Puedes ignorarlas, si quieres; pero estarás ignorando a Jesús mismo.
Se cuenta la historia de un barco de guerra que navegaba en una densa neblina cuando aparecieron a lo lejos las luces intermitentes de otra nave. Al observar las luces, el capitán se dio cuenta de que iban en una trayectoria de colisión. Uno de los barcos tendría que cambiar de rumbo porque si no iban a chocar. Le ordenó al operador de radio que le mandara a la otra nave un mensaje, ordenándolos que cambiaran de rumbo.
Pronto, sin embargo, el operador de radio le reportó al capitán: "No quieren cambiar de rumbo, señor." El capitán se enfureció. ¿A quién se le ocurría desafiar a su barco de guerra? Le preguntó al operador: "¿Por qué no?" El operador le respondió: "Es que no es una nave, señor. Es un faro."
Imaginemos que aquel capitán en su orgullo hubiera insistido en seguir el mismo rumbo. ¿Quién saldría perdiendo? ¡Obviamente no sería el faro! Eso mismo hacemos nosotros cuando ignoramos estas instrucciones que vienen con la autoridad de nuestro Señor Jesús. Si seguimos nuestro rumbo, en lugar de cambiarlo, terminaremos naufragando.
Comprendamos entonces que debemos vivir en pureza sexual, más que cualquier otra razón, porque Jesús nos lo manda. Entonces la pregunta es:
¿Cómo podemos vivir en pureza sexual? El mundo nos habla de pasiones irresistibles, de ser llevados por deseos incontrolables. ¡Eso no te suena a naufragio!
Revisemos de nuevo los versos 3 y 4. Dios quiere que vivamos en santidad, apartados de la inmoralidad sexual. Eso ya lo hemos establecido. ¿Cómo lo hacemos? Aprendiendo a controlar nuestro propio cuerpo, en honra y santidad. Tu cuerpo es como un Caballo el cual tu puedes domar y te llevará a buenos lugares o le puedes dar rienda suelta y te dejará tirado y adolorido en lugares bajos y en caminos sin retornos.
¿Cómo podemos vivir en pureza sexual? El mundo nos habla de pasiones irresistibles, de ser llevados por deseos incontrolables. ¡Eso no te suena a naufragio!
Revisemos de nuevo los versos 3 y 4. Dios quiere que vivamos en santidad, apartados de la inmoralidad sexual. Eso ya lo hemos establecido. ¿Cómo lo hacemos? Aprendiendo a controlar nuestro propio cuerpo, en honra y santidad. Tu cuerpo es como un Caballo el cual tu puedes domar y te llevará a buenos lugares o le puedes dar rienda suelta y te dejará tirado y adolorido en lugares bajos y en caminos sin retornos.
Hoy Dios te llama a aprender a controlar tu cuerpo. En el versículo 4 hay una cuestión de traducción que se refleja en diferentes versiones. En la traducción que leímos nosotros dice así: "que cada uno aprenda a controlar su propio cuerpo". En algunas traducciones, sin embargo, dice algo así como lo siguiente: "que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa".
El sentido literal de la palabra griega que se usa es vasija. A veces, la Biblia habla de la esposa como una vasija delicada, que se tiene que cuidar. Es por esto que algunas traducciones optan por este sentido; pero es más probable que Pablo se estuviera refiriendo directamente al cuerpo, y específicamente al miembro viril. En Tesalónica, donde vivían los tesalonicenses, la cultura era muy degenerada. La gente tenía falos - es decir, imágenes del miembro viril - como amuletos o talismanes en sus casas y negocios. Era una sociedad sin modestia, sin frenos - parecida en muchos aspectos al mundo en el que vivimos nosotros.
Frente a esto, ¿qué dice Dios? ¿Te dice que no trates de resistir la tentación? ¿Qué le des rienda suelta a tus deseos, para que no termines frustrado? No, más bien dice: aprende a controlar tu cuerpo. Aprende a dominar tus impulsos sexuales. Eso implica, sobre todo, aprender a verlos de una manera diferente. No creas la mentira de que la única manera de ser feliz es hacer todo lo que tu deseos te pide.
Es normal sentir atracción a personas del otro sexo, pero Dios te ha dado esos deseos para que busques una pareja, te cases y te unas sexualmente a esa persona. Dentro del matrimonio el sexo trae bendición y bienestar; pero fuera del matrimonio, trae malas consecuencias y muchos dolores de cabeza.
Esto nos lleva a la tercera pregunta: ¿Qué sucede si no vivo en pureza sexual? Los versos 5 al 8 nos dan la repuesta. En primer lugar, vivo como un pagano, como alguien que no conoce a Dios. En segundo lugar, perjudico a mi hermano. El pecado sexual siempre perjudica a alguien. Por ejemplo, cuando dos personas que no están casadas cometen fornicación, traicionan a su futura pareja, y trae consigo la consecuencia del pecado que es la separación de Dios, por rechazar sus instrucciones.
Cuando vivimos en impureza sexual nos alejamos de Dios. El pecado sexual, en realidad, se une a la idolatría para convertirse en substituto de la verdadera adoración. Por lo tanto, no es posible estar viviendo en inmoralidad sexual y a la vez tener comunión con Dios. Si piensas que lo estás haciendo bien, te estás engañando a ti mismo.
Cuando vivimos en impureza sexual nos alejamos de Dios. El pecado sexual, en realidad, se une a la idolatría para convertirse en substituto de la verdadera adoración. Por lo tanto, no es posible estar viviendo en inmoralidad sexual y a la vez tener comunión con Dios. Si piensas que lo estás haciendo bien, te estás engañando a ti mismo.
Todos, de alguna manera, hemos fallado en esta área. Si no lo hemos hecho con nuestro cuerpo, lo hemos hecho con la mente. Dios es misericordioso. El te perdona, si se lo pides. Pero no te engañes; si persistes en ignorar sus palabras, también sufrirás las consecuencias. ¿Estás dispuesto hoy a comprometerte a vivir en pureza sexual?
Si lo haces, te evitas muchos problemas. Te evitas el peligro de las enfermedades venéreas, de tener hijos sin padre, de perder tu hogar. Pero ésta no es la mayor razón. La mayor razón es porque Cristo, el que entregó su vida por ti en la cruz, te llama a hacerlo. ¿Lo harás? ¿Te comprometerás con El? ¿Dejarás que su Espíritu Santo te guíe a dominar tu cuerpo, en lugar de dejarte dominar? Es de alta estima y agrado para Dios quien hizo de nuestros cuerpos su habitación, que lo mantengamos limpio y puro.
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