Un famoso evangelista contaba la historia de un niño que asistía con sus padres a cierta Iglesia. Con el tiempo la familia se mudó a otra parte de la ciudad. Aunque habían muchas Iglesias en su área, el niño siguió asistiendo a la misma escuela dominical - aunque tuvo que caminar muy lejos. Una amiga le preguntó por qué persistía en asistir a una Iglesia que le quedaba tan lejos, si habían Iglesias muy buenas que le quedaban mucho más cerca. El le contestó: "Esas Iglesias pueden ser buenas para otros, pero no para mí". Su amiga le preguntó: "¿Por qué no?" Esta fue su respuesta: "Es que allí aman a uno de verdad."
Jesús dijo, en Juan 13:35: "De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros." Según Jesús, la marca inconfundible de un grupo de sus seguidores es que se muestran un amor notable, un amor humanamente inexplicable, que nace del amor que viene de El. ¿Se dirá esto de nosotros?
Dios nos llama a vivir como una familia de amor. Creo que todos queremos ser parte de esa clase de Iglesia, ¿no es cierto? Escuchemos la voz de Dios, llamándonos a esto, en nuestra lectura de hoy: 1 Tesalonicenses 4:9-12:
4:9 En cuanto al amor fraternal, no necesitan que les escribamos, porque Dios mismo les ha enseñado a amarse unos a otros. 4:10 En efecto, ustedes aman a todos los hermanos que viven en Macedonia. No obstante, hermanos, les animamos a amarse aún más, 4:11 a procurar vivir en paz con todos, a ocuparse de sus propias responsabilidades y a trabajar con sus propias manos. Así les he mandado, 4:12 para que por su modo de vivir se ganen el respeto de los que no son creyentes, y no tengan que depender de nadie.
El idioma griego que se usó para escribir el Nuevo Testamento tiene varias palabras para el amor. Aquí se usa la palabra "filialidad", que describe el amor familiar o de hermandad. Es la clase de amor que existe entre los miembros de una familia. Este sencillo detalle confirma algo más que nos dice el versículo, y es que el amor fraternal viene de Dios.
¿Qué es lo que une a un equipo deportivo? Es su amor por el juego y su deseo de ganar. ¿Qué une a una familia? Es la sangre, la herencia que comparten. ¿Qué nos une a nosotros como seguidores de Cristo? Es el amor de Dios. Dios nos ha demostrado su amor. Mandó a Jesucristo a ofrecerse en rescate por nuestro pecado. Nos llamó a formar parte de su familia.
El apóstol Juan escribe: "¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!" (1 Juan 3:1) Es el inmenso amor que tú y yo hemos llegado a experimentar en nuestras propias vidas, por medio de Jesucristo, que nos une. Como dice Pablo, "Dios mismo les ha enseñado a amarse unos a otros."
A veces, queremos sentir el amor de Dios como algo muy privado y personal. Es verdad que Dios nos ama y nos conoce individualmente, y podemos tener intimidad con El. Pero la Biblia constantemente presenta el amor de Dios como la base del amor que debemos mostrarnos unos a otros. Por lo tanto, si queremos sentir el amor de Dios y guardarlo sólo para nosotros mismos, algo no está bien. Más bien, el amor fraternal se extiende constantemente. Pablo dice: "Ustedes aman a todos los hermanos que viven en Macedonia". Macedonia era la provincia donde quedaba Tesalónica. En otras palabras, el amor que ellos se tenían no se limitaba a los de su Iglesia o de su ciudad. Se extendía a los hermanos de todas las ciudades vecinas también.
Pablo no nos explica cómo se demostraba este amor. Puede ser que se reunieran con otros hermanos para alabar juntos al Señor. Quizás se visitaban unos a otros. Puede ser que hayan enviado contribuciones para ayudar a los necesitados de otras Iglesias. No sabemos exactamente cómo se expresaba su amor, pero lo seguro es que no se limitaba sólo a los de su Iglesia.
Es así que tiene que ser el amor fraternal. El amor fraternal se extiende constantemente. En lugar de limitarse, de tratarse de un círculo cerrado, el amor se expresa en círculos cada vez más grandes. Como una piedra tirada a una plácida laguna que produce ondas cada vez más amplias, el amor fraternal que Dios pone en nosotros debe ir cada vez más lejos.
Por supuesto, es imposible conocer profundamente a un gran número de personas. No podemos tener amistades cercanas con todo el mundo. Pero existe en nosotros una tendencia a encerrarnos. Queremos tener nuestro circulito de amistades y de parientes con quienes nos sentimos cómodos, para llenar nuestras necesidades de cariño y de cuidado.
Dios nos está llamando a ver siempre hacia afuera, a ver si hay necesidades que podemos llenar. Jesús vio a una viuda que dio una pequeña moneda, y dijo que había dado más que todos los demás, con sus regalos extravagantes. No pienses que no puedes hacer nada. Una palabra de ánimo, una oración, una ofrenda - todo esto puede ser usado por Dios para traer bendición.
El amor fraternal, entonces, viene de Dios, y se extiende constantemente. Pero hay algo más que debemos comprender acerca del amor fraternal. Es que el amor fraternal se tiene que cuidar. Pablo dice: "Les animamos a amarse aun más". No debemos pensar que ya amamos lo suficiente. Siempre tendremos la deuda pendiente de amar a los demás. Debemos buscar la manera de crecer constantemente en esto.
¿Cómo lo hacemos? El verso siguiente nos da algunas pistas. En primer lugar, nos dice: "a procurar vivir en paz con todos". Una manera de cuidar el amor es ponernos en paz con las personas. Si alguien nos ofende, busquemos arreglar el asunto con un espíritu humilde, estando siempre dispuestos a perdonar. Si hemos ofendido a alguien, no nos dejemos llevar por el orgullo. Vayamos a pedirle perdón ya.
La siguiente cosa que nos dice la Palabra es ésta: "a ocuparse de sus propias responsabilidades y a trabajar con sus propias manos". Otra manera de cuidar el amor es, sencillamente, no meternos en lo que no nos interesa. Cuando siempre estamos especulando acerca de los demás, empezamos a matar el amor. ¿Por qué hará eso? ¿Por qué me miró así? ¿Qué habrá querido decir con eso?
Claro, si vemos a un hermano cometer un pecado, debemos ir a confrontarlo en amor. No es fácil, pero es importante. Pero si no tenemos conocimiento directo de algo, es mucho mejor no perder el tiempo en especulaciones. ¡Hay temas mucho mejores para la conversación que el chisme! En lugar de perder el tiempo observando y criticando a los demás, debemos dedicarnos a ser productivos. A trabajar con las manos, a hacer algo; de este modo, tendremos qué compartir con los demás. Podremos apoyar la obra del Señor, y sostener de manera digna a nuestra familia.
Muchos de ustedes trabajan muy duro. Ese trabajo es digno. Es algo bueno. Cuando trabajas con tus manos para sostener a tu familia, para compartir con los demás y para apoyar la obra de Dios, haces algo muy bueno. El mundo exalta al hombre rico que no tiene que trabajar, y se la pasa de vacación en vacación. En cambio, Dios honra al hombre trabajador, porque nuestro Dios también trabaja.
La última cosa que podemos ver en estos versículos es que el amor fraternal se deja ver. El último versículo nos dice así: "para que por su modo de vivir se ganen el respeto de los que no son creyentes". Cuando mostramos el verdadero amor de Dios, nos ganamos el respeto de los de afuera. Cuando alguien visita una Iglesia donde se respira el amor, esto llama la atención. En cambio, cuando lo que se encuentra es frialdad y distancia, el evangelio queda desacreditado.
¿Cómo podemos nosotros crecer para ser una familia de amor? Debemos reconocer que nunca vamos a dejar de crecer en esto. Tiene que ser un ejercicio constante. Veamos las necesidades de otros, y busquemos la manera de llenarlas. Por lo menos, podemos orar - aunque no podamos hacer nada más.
Seamos prontos para perdonar, y no guardemos rencor. Si existe algún problema con otro hermano, acerquémonos para arreglar el asunto. No nos fijemos en cosas que no nos interesan, sino más bien seamos productivos y trabajadores. Sobre todo, meditemos en el amor que Dios nos ha mostrado, y seamos imitadores de El. De esta manera, podemos crecer para ser realmente una familia de amor.
Jesús dijo, en Juan 13:35: "De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros." Según Jesús, la marca inconfundible de un grupo de sus seguidores es que se muestran un amor notable, un amor humanamente inexplicable, que nace del amor que viene de El. ¿Se dirá esto de nosotros?
Dios nos llama a vivir como una familia de amor. Creo que todos queremos ser parte de esa clase de Iglesia, ¿no es cierto? Escuchemos la voz de Dios, llamándonos a esto, en nuestra lectura de hoy: 1 Tesalonicenses 4:9-12:
4:9 En cuanto al amor fraternal, no necesitan que les escribamos, porque Dios mismo les ha enseñado a amarse unos a otros. 4:10 En efecto, ustedes aman a todos los hermanos que viven en Macedonia. No obstante, hermanos, les animamos a amarse aún más, 4:11 a procurar vivir en paz con todos, a ocuparse de sus propias responsabilidades y a trabajar con sus propias manos. Así les he mandado, 4:12 para que por su modo de vivir se ganen el respeto de los que no son creyentes, y no tengan que depender de nadie.
El idioma griego que se usó para escribir el Nuevo Testamento tiene varias palabras para el amor. Aquí se usa la palabra "filialidad", que describe el amor familiar o de hermandad. Es la clase de amor que existe entre los miembros de una familia. Este sencillo detalle confirma algo más que nos dice el versículo, y es que el amor fraternal viene de Dios.
¿Qué es lo que une a un equipo deportivo? Es su amor por el juego y su deseo de ganar. ¿Qué une a una familia? Es la sangre, la herencia que comparten. ¿Qué nos une a nosotros como seguidores de Cristo? Es el amor de Dios. Dios nos ha demostrado su amor. Mandó a Jesucristo a ofrecerse en rescate por nuestro pecado. Nos llamó a formar parte de su familia.
El apóstol Juan escribe: "¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!" (1 Juan 3:1) Es el inmenso amor que tú y yo hemos llegado a experimentar en nuestras propias vidas, por medio de Jesucristo, que nos une. Como dice Pablo, "Dios mismo les ha enseñado a amarse unos a otros."
A veces, queremos sentir el amor de Dios como algo muy privado y personal. Es verdad que Dios nos ama y nos conoce individualmente, y podemos tener intimidad con El. Pero la Biblia constantemente presenta el amor de Dios como la base del amor que debemos mostrarnos unos a otros. Por lo tanto, si queremos sentir el amor de Dios y guardarlo sólo para nosotros mismos, algo no está bien. Más bien, el amor fraternal se extiende constantemente. Pablo dice: "Ustedes aman a todos los hermanos que viven en Macedonia". Macedonia era la provincia donde quedaba Tesalónica. En otras palabras, el amor que ellos se tenían no se limitaba a los de su Iglesia o de su ciudad. Se extendía a los hermanos de todas las ciudades vecinas también.
Pablo no nos explica cómo se demostraba este amor. Puede ser que se reunieran con otros hermanos para alabar juntos al Señor. Quizás se visitaban unos a otros. Puede ser que hayan enviado contribuciones para ayudar a los necesitados de otras Iglesias. No sabemos exactamente cómo se expresaba su amor, pero lo seguro es que no se limitaba sólo a los de su Iglesia.
Es así que tiene que ser el amor fraternal. El amor fraternal se extiende constantemente. En lugar de limitarse, de tratarse de un círculo cerrado, el amor se expresa en círculos cada vez más grandes. Como una piedra tirada a una plácida laguna que produce ondas cada vez más amplias, el amor fraternal que Dios pone en nosotros debe ir cada vez más lejos.
Por supuesto, es imposible conocer profundamente a un gran número de personas. No podemos tener amistades cercanas con todo el mundo. Pero existe en nosotros una tendencia a encerrarnos. Queremos tener nuestro circulito de amistades y de parientes con quienes nos sentimos cómodos, para llenar nuestras necesidades de cariño y de cuidado.
Dios nos está llamando a ver siempre hacia afuera, a ver si hay necesidades que podemos llenar. Jesús vio a una viuda que dio una pequeña moneda, y dijo que había dado más que todos los demás, con sus regalos extravagantes. No pienses que no puedes hacer nada. Una palabra de ánimo, una oración, una ofrenda - todo esto puede ser usado por Dios para traer bendición.
El amor fraternal, entonces, viene de Dios, y se extiende constantemente. Pero hay algo más que debemos comprender acerca del amor fraternal. Es que el amor fraternal se tiene que cuidar. Pablo dice: "Les animamos a amarse aun más". No debemos pensar que ya amamos lo suficiente. Siempre tendremos la deuda pendiente de amar a los demás. Debemos buscar la manera de crecer constantemente en esto.
¿Cómo lo hacemos? El verso siguiente nos da algunas pistas. En primer lugar, nos dice: "a procurar vivir en paz con todos". Una manera de cuidar el amor es ponernos en paz con las personas. Si alguien nos ofende, busquemos arreglar el asunto con un espíritu humilde, estando siempre dispuestos a perdonar. Si hemos ofendido a alguien, no nos dejemos llevar por el orgullo. Vayamos a pedirle perdón ya.
La siguiente cosa que nos dice la Palabra es ésta: "a ocuparse de sus propias responsabilidades y a trabajar con sus propias manos". Otra manera de cuidar el amor es, sencillamente, no meternos en lo que no nos interesa. Cuando siempre estamos especulando acerca de los demás, empezamos a matar el amor. ¿Por qué hará eso? ¿Por qué me miró así? ¿Qué habrá querido decir con eso?
Claro, si vemos a un hermano cometer un pecado, debemos ir a confrontarlo en amor. No es fácil, pero es importante. Pero si no tenemos conocimiento directo de algo, es mucho mejor no perder el tiempo en especulaciones. ¡Hay temas mucho mejores para la conversación que el chisme! En lugar de perder el tiempo observando y criticando a los demás, debemos dedicarnos a ser productivos. A trabajar con las manos, a hacer algo; de este modo, tendremos qué compartir con los demás. Podremos apoyar la obra del Señor, y sostener de manera digna a nuestra familia.
Muchos de ustedes trabajan muy duro. Ese trabajo es digno. Es algo bueno. Cuando trabajas con tus manos para sostener a tu familia, para compartir con los demás y para apoyar la obra de Dios, haces algo muy bueno. El mundo exalta al hombre rico que no tiene que trabajar, y se la pasa de vacación en vacación. En cambio, Dios honra al hombre trabajador, porque nuestro Dios también trabaja.
La última cosa que podemos ver en estos versículos es que el amor fraternal se deja ver. El último versículo nos dice así: "para que por su modo de vivir se ganen el respeto de los que no son creyentes". Cuando mostramos el verdadero amor de Dios, nos ganamos el respeto de los de afuera. Cuando alguien visita una Iglesia donde se respira el amor, esto llama la atención. En cambio, cuando lo que se encuentra es frialdad y distancia, el evangelio queda desacreditado.
¿Cómo podemos nosotros crecer para ser una familia de amor? Debemos reconocer que nunca vamos a dejar de crecer en esto. Tiene que ser un ejercicio constante. Veamos las necesidades de otros, y busquemos la manera de llenarlas. Por lo menos, podemos orar - aunque no podamos hacer nada más.
Seamos prontos para perdonar, y no guardemos rencor. Si existe algún problema con otro hermano, acerquémonos para arreglar el asunto. No nos fijemos en cosas que no nos interesan, sino más bien seamos productivos y trabajadores. Sobre todo, meditemos en el amor que Dios nos ha mostrado, y seamos imitadores de El. De esta manera, podemos crecer para ser realmente una familia de amor.
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