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domingo, 1 de noviembre de 2015

LA MUERTE Y EL CREYENTE

En esta ocasión quiero hablar de un tema que muchas personas rechazan, ignoran, evaden y hasta temen hablar de el me refiero a la muerte.   Todos hablan de la vida y de los principios pero nadie piensa en el final del ciclo de los seres vivos que es la muerte.  Vamos a tratar el tema desde el punto de vista bíblico con la finalidad de conocer la promesa de los creyentes en Cristo de poder vencer la muerte a través de la resurrección.Un día, un hombre llamado Jairo se acercó a Jesús para pedirle ayuda (Lucas 8:40-56). Su hija estaba muy enferma, y este hombre quería que Jesús la sanara. Jesús le dijo: "Iré a sanarla". En el camino a la casa de Jairo, sin embargo, se encontraron con unos siervos del hombre que venían a su encuentro. "Ya no molestes al maestro", dijo uno de ellos. “Tu hija ha muerto".


La respuesta de Jesús fue ésta: "No temas. Sólo ten fe." Cuando llegaron a la casa de Jairo, encontraron a mucha gente lamentándose por la muerte de la niña. Entonces Jesús dijo algo realmente sorprendente: "¿Por qué lloran? La niña no está muerta, sino dormida." La gente se rió de El. Ellos sabían que la niña estaba muerta. Pero estas palabras de Jesús encierran una gran verdad. El entró a ver a la niña, acompañado por los padres de la niña y tres de sus discípulos. Tomándola por la mano, le dijo: "Niña, levántate". La niña abrió los ojos, se incorporó y se levantó. ¿En realidad, había estado simplemente dormida?

Más bien, Jesús la resucitó. El dijo que la niña sólo estaba dormida porque sabía que se iba a despertar. La Biblia te dice que tú un día también despertarás. El mismo Jesús que trajo vida a esa niña también resucitará a todos los que creen en El - aunque con una diferencia. Esa niña resucitó, pero un día volvió a morir. Cuando nosotros resucitemos, en cambio, ya no volveremos a morir. Sin embargo, hay mucha confusión acerca de este tema. Encontramos algunas respuestas en el pasaje de hoy, en 1 Tesalonicenses 4:13-18:

4:13 Hermanos, no queremos que ignoren lo que va a pasar con los que ya han muerto, para que no se entristezcan como esos otros que no tienen esperanza. 4:14 ¿Acaso no creemos que Jesús murió y resucitó? Así también Dios resucitará con Jesús a los que han muerto en unión con él. 4:15 Conforme a lo dicho por el Señor, afirmamos que nosotros, los que estemos vivos y hayamos quedado hasta la venida del Señor, de ninguna manera nos adelantaremos a los que hayan  muerto. 4:16 El Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero. 4:17 Luego los que estemos vivos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados junto con ellos en las nubes para encontrarnos con el Señor en el aire. Y así estaremos con el Señor para siempre. 4:18 Por lo tanto, anímense unos a otros con estas palabras.

El apóstol Pablo escribe aquí a los tesalonicenses, que hacía poco habían creído en Jesús. Ellos no habían tenido mucho tiempo con Pablo antes de que él tuviera que dejarlos, así que se habían quedado con algunos puntos de confusión. Ellos entendían que Jesús va a regresar para llevarnos a estar con El. Pero no entendieron lo que iba a suceder con los muertos. Seguramente algunas personas habían muerto en la congregación después de la partida de Pablo, y ellos querían saber que sería de aquellas personas. ¿Se quedarían atrás cuando Jesús regresara?

Pablo les responde: "No, de ningún modo". En seguida nos da la enseñanza que comúnmente se conoce como el rapto de la Iglesia. Las personas debaten si el rapto sucederá antes o después de la gran tribulación que vendrá sobre la tierra, pero todos podemos estar de acuerdo en que sí va a suceder. Jesús regresará en las nubes, y El recogerá a todos los creyentes - vivos y muertos - para estar con El para siempre. Esta es la promesa de la resurrección.

La promesa de la resurrección nos hace ver la muerte de una manera diferente. Alguien comentó alguna vez que las únicas cosas seguras en esta vida son la muerte y los impuestos. Aunque de alguna manera te logres librar de pagar impuestos, nadie se escapa de la muerte. Es la realidad ineludible a la que todos avanzamos. Cada día que vives, te acercas un día más a la muerte.

Nuestra reacción natural ante la muerte es querer ignorarla. Pero para el creyente, la muerte es un enemigo vencido. No tenemos que temer la muerte, ni vivir tratando de ignorarla. Es por esto que dice Pablo: "No queremos que ignoren lo que va a pasar con los que ya han muerto, para que no se entristezcan como esos otros que no tienen esperanza."

Estas palabras no significan que no lamentamos la muerte de un ser querido. Cuando Jesús estuvo frente a la tumba de su amigo Lázaro, la Biblia nos dice que El lloró. Jesús sabía que lo iba a resucitar, pero frente a la muerte de su amigo, derramó lágrimas. Nosotros también nos lamentamos y lloramos cuando perdemos a un ser querido. Su muerte nos duele.

Pero no lo hacemos con la desesperación de los que no tienen esperanza. Si conocemos a Cristo, la muerte de otro creyente es un hasta luego, no un adiós. Cada vez que nos tocaba visitar a nuestros familiares que viven a distancia - abuelos, tíos, primos -  o que alguien querido se va de viaje, la despedida son dolorosas. Aveces lloramos - no porque nunca los volveremos a ver, sino porque pasaremos algún tiempo de separación.

Así también es el dolor del creyente que pierde a un ser querido. Claro que le duele, y es normal llorar por la separación. Pero es el dolor de la separación temporal, no la desesperación de una pérdida permanente. El apóstol Pablo usa una palabra aquí para indicar esto, una palabra que se pierde en algunas traducciones.

En los versos 13 al 15, cuando habla de los muertos, usa una palabra en griego que se refiere a los dormidos. Ellos duermen, porque un día despertarán. Algunos se preguntan si Dios necesitará los mismos elementos del cadáver de persona para crear su nuevo cuerpo. ¿Qué será de los que mueren en accidentes aéreos y sus cuerpos no son encontrados, por ejemplo? Dios no necesita los elementos de nuestros cuerpos para crear el cuerpo resucitado. El Dios que fue capaz de crear a Adán con la tierra también podrá crear nuevos cuerpos para nosotros. La esperanza que tenemos es que, cuando Jesús regrese, volveremos a ver a nuestros seres queridos en cuerpos nuevos, pero reconocibles. Así como los discípulos reconocieron a Jesús después de su resurrección, también nosotros nos reconoceremos.

No seremos simplemente espíritus flotando en el aire; tendremos cuerpos renovados y perfectos. ¿No será glorioso ese día? Pero alguien podría objetar: "Eso suena maravilloso, pero ¿cómo sé que es verdad?" Aquí descubrimos también que la promesa de la resurrección queda garantizada por la resurrección de Jesús. El verso 14 dice: "¿Acaso no creemos que Jesús murió y resucitó? Así también Dios resucitará con Jesús a los que han muerto en unión con él". Nuestra resurrección está ligada con la resurrección de Jesús. Por fe en El, fuimos incluidos en su resurrección. Nuestra fe nos conecta con Jesús; cuando El se levantó, nosotros también nos levantamos.

Es interesante que el apóstol Pablo describe a los muertos en Cristo como dormidos, porque sabemos que ellos resucitarán. Pero Jesús realmente murió. El sufrió la separación espiritual de su Padre, cuando colgaba en la cruz cargado con nuestros pecados. El sufrió la muerte verdadera, la muerte espiritual, para que tú y yo pudiéramos ser librados de esa muerte.

Por esto, la muerte para nosotros es sólo algo temporal. Pero es solamente por la muerte y resurrección de Jesús que podemos tener esta esperanza. Y El mismo volverá, visiblemente, anunciado por un ángel. Entonces los que han muerto en Cristo resucitarán primero, y luego los que estén vivos aún serán transformados.

Se cuenta la historia de un hombre que se presentó ante un rey con un gran descubrimiento. "En este frasco, Su Majestad", le dijo al rey, "tengo un líquido que lo disuelve todo. ¡No hay nada que este líquido no pueda disolver!" El rey lo miró con desdén, y luego le dijo: "¿Me cree usted un idiota? ¡Lárguese de aquí con su falso invento!"  ¿Cómo sabía el rey que lo que decía aquel hombre no era cierto? ¿Te lo imaginas? Es que, si fuera cierto, el líquido también habría disuelto el frasco. ¡En ese detalle se demostraba la falsedad de lo que alegaba el hombre!

Alguien podría decirle a Jesús: "Si tú dices que me puedes resucitar, ¡pruébalo!" Pero Jesús ya lo hizo. El mismo resucitó. Es más, fue visto por muchas personas después de resucitar. La mayoría de ellos dieron sus vidas por la fe que habían llegado a tener en la resurrección - indicando claramente que no fue ningún invento o mentira, porque nadie daría su vida por algo que sabían era mentira.

La promesa de la resurrección queda garantizada por la resurrección de Jesús. Y la promesa de la resurrección es motivo de gran esperanza. Dice Pablo: "Por lo tanto, anímense unos a otros con estas palabras". Tenemos un mensaje para animar a todo creyente: la muerte no es el fin. ¡La vida ha ganado! Por la fe en Cristo, hemos recibido una vida eterna, una vida que jamás se acabará.

En esta vida, enfrentamos muchos problemas. Aun en medio de los problemas, Dios está con nosotros para ayudarnos. Pero nuestra esperanza no es solamente para este mundo. Tenemos una esperanza que va más allá de la muerte, una esperanza segura de la vida eterna. Los años pasan, y la muerte se acerca - pero para el creyente, la muerte es simplemente la entrada a una vida sin fin.

¿Tienes esa esperanza? ¿Le has entregado tu vida a Jesucristo? ¿Vives con la seguridad de un destino eterno? Si no tienes esa seguridad, no esperes más. Entrégale hoy tu vida a Jesús. Recibe su perdón, y recibe también la seguridad de que, cuando te mueras, será sólo dormir - porque un día despertarás.

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