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domingo, 22 de noviembre de 2015

SEAMOS UNA IGLESIA DIFERENTE

Se cuenta la historia de una grandiosa Iglesia que lucía las siguientes palabras labradas en mármol sobre la entrada: LA PUERTA DEL CIELO. Un pequeño letrero escrito sobre un pedazo de cartón decía: "Favor de usar la otra entrada". Nos reímos frente a la aparente contradicción, pero me pregunto si habrá muchas Iglesias parecidas a ésta.

La Iglesia debe ser como la puerta del cielo. Entrar a la Iglesia debe ser entrar a un lugar donde se respira la presencia de Dios, donde encontramos amor y compañerismo. La Iglesia de Jesucristo fue formada para ser un grupo diferente. Dios nos está llamando a presentar un contraste notable con la cultura que nos rodea.


Cuando cumplimos ese propósito, nos convertimos realmente en una puerta al cielo. Llevamos a las personas a la presencia de Dios. En cambio, cuando nos parecemos al mundo que nos rodea, colgamos un pequeño letrero que dice: "Favor de usar la otra entrada. Por aquí no puedes llegar al cielo", decimos; "tendrás que buscar otra puerta".


Existe un animal llamado el camaleón que es experto en esconderse. Se parece a lo que le rodea; sobre una hoja verde, se pone verde. Sobre una rama café, se pone café. Así mismo hay muchos creyentes que se parecen al camaleón. Se acomodan a lo que les rodea. Pero Cristo nos llama a ser sal y luz. La sal cambia el sabor de la comida. La luz cambia el aspecto del lugar donde está.


Jesús nos ha rescatado con su muerte en la cruz para ser un pueblo diferente, un pueblo radical. Vamos a ver hoy tres maneras en las que Dios nos está llamando a ser diferentes, a vivir como Iglesia de una manera distinta al mundo que nos rodea. Abramos la Biblia en 1 Tesalonicenses 5: 12 al 15.


12 Hermanos, les pedimos que sean considerados con los que trabajan arduamente entre ustedes, y los guían y amonestan en el Señor. 13 Ténganlos en alta estima, y ámenlos por el trabajo que hacen. Vivan en paz unos con otros. 14 Hermanos, también les rogamos que amonesten a los holgazanes, estimulen a los desanimados, ayuden a los débiles y sean pacientes con todos. 15 Asegúrense de que nadie pague mal por mal; más bien, esfuércense siempre por hacer el bien, no sólo entre ustedes sino a todos.


La primera manera en la que Dios nos llama a ser diferentes es en la manera en que tratamos al liderazgo. Dios ha puesto líderes en su Iglesia: pastores, maestros, evangelistas y otros. Si no somos sabios, podemos tratar a los líderes del pueblo de Dios de la misma manera en que el mundo trata a sus líderes.


En el mundo vemos dos extremos: la adulación de los líderes, y el rechazo de su autoridad. Muchas veces vemos esto en las elecciones. Si la situación del país no marcha bien, muchas personas eligen a su candidato pensando que les devolverá, por arte de magia, la prosperidad y el bienestar. Lo elogian como si fuera el Mesías. Lo adulan como si fuera un dios.


Después de algunos meses, sin embargo, ¿qué sucede? Las cosas no han mejorado mucho, y ahora ese mismo candidato que caminaba sobre tierra santa se ha convertido en el hazmerreír de todos. La misma gente que antes lo alababa ahora lo critica como si fuera lo peor.


Por otra parte, muchas personas toman los errores de los gobernantes como pretexto para rechazar cualquier autoridad. ¿Por qué debo respetar las leyes, si la policía es corrupta? ¿Por qué pagar mis impuestos, si el gobierno los malgasta? En el mundo vemos estos extremos de adulación, por una parte, y de desconfianza total, por otra parte.


¿Cómo debe ser en la Iglesia? No debe ser así, y sin embargo, a veces lo es. Algunas personas parecen creer que el pastor es capaz de caminar sobre el agua, hasta que hace algo que no les parece bien; luego se convierte en la peor clase de criminal - en su opinión, al menos.

Pero Dios nos llama a ser un pueblo diferente. Nos llama a ser considerados y a animar. "Sean considerados con los que trabajan arduamente entre ustedes", dice Pablo. En otras palabras, estímenlos. Valoren su esfuerzo. Muéstrenles aprecio y cariño. La verdad es que los líderes de la Iglesia necesitan ánimo y apoyo.


A veces vemos a los líderes de la Iglesia como si no fueran de carne y hueso. Nos imaginamos que simplemente sirven al Señor, como robots espiritualmente programados. Pero la verdad es que los que servimos al Señor tenemos las mismas necesidades de apoyo, de oración y de ánimo que cualquier otra persona.


Para mí en lo personal, me da mucho ánimo cuando alguien se me acerca y me expresa lo que el Señor le ha dicho por medio de un sermón. Yo sé que lo mismo dirían los maestros de escuela Bíblicas,  los que ministran en la alabanza y todos los demás que sirven como líderes en la Iglesia.


Tengamos consideración de los que sirven como líderes en la Iglesia. Busquemos la manera de animarlos, de agradecerles su trabajo y expresarles nuestra gratitud. Así podemos vivir en verdadera paz, viendo crecer y desarrollarse la Iglesia. Si Dios te ha bendecido a través de alguno de sus siervos, ¡exprésaselo! Dale las gracias. Dios nos llama a esto.

La segunda manera en la que Dios nos está llamando a ser un pueblo diferente es en la manera en que nos tratamos a los demás. Leamos de nuevo el verso 14. ¿Qué nos llaman estas frases a hacer? Podemos decirlo así: Dios nos llama a vivir en interdependencia. La cultura que nos rodea es una cultura de independencia personal.

El espíritu de la era actual se expresa en frases como éstas: "A mí, nadie me dice qué debo hacer." "No soy de nadie." "¿Qué le interesa lo que yo haga?" Hemos aprendido a decir: "Allá él. El sabe lo que hace. Mejor no me meto en lo que no me interesa." Por supuesto, debemos respetar los derechos de las personas, y no juzgar lo que no sabemos.


Pero como hermanos en Cristo, también debemos hablar cuando es necesario. Dios nos dice que amonestemos a los holgazanes. Parece ser que, en Tesalónica, había personas que tomaban la fe como pretexto para no trabajar. Decían: Si Cristo va a regresar pronto, ¿para qué me esfuerzo?


Pablo llama a los demás hermanos a regañarlos. Hermanos, cuando vemos a otro miembro de la Iglesia que está mal, ¿cómo reaccionamos? Muchas veces, nos quedamos con la boca callada - o aun peor, nos ponemos a comentar la situación con los demás. Pero no le decimos nada a él - cuando una palabra podría hacer la diferencia.


En ocasiones he sentido la necesidad de hablar con alguien para darle un consejo. Cuando lo he hecho, he visto muchas buenas reacciones. El temor nos hace querer callar, pero Dios nos puede usar para ayudar a las personas. Tú y yo podemos tener una buena influencia sobre nuestros hermanos, si estamos dispuestos a decir algo cuando la situación lo a merita. Si vemos a alguien que está desanimado, ¡démosle una palabra de aliento! Si alguien es débil en la fe, ¡acerquémonos para ayudarle a crecer! En todo esto, seamos pacientes.


Quizás hoy puedas darle una palabra de aliento a un hermano, y mañana él también te anime a ti. Nos necesitamos los unos a los otros. Pero si seguimos viviendo como la gente del mundo, diciendo: "él sabe lo que hace", nos vamos a debilitar. Seremos una Iglesia pobre y dividida.


En el versículo 15 encontramos la tercera manera en que debemos vivir como un grupo diferente. Nuestra cultura vive en venganzas y pleitos. Dios, en cambio, nos llama a vivir en perdón y en paz. Aun si un hermano de la Iglesia nos hace un daño, ¿qué dice la Palabra? "Que nadie pague mal por mal; más bien, esfuércense siempre por hacer el bien".


Las revistas de farándula nos cuenta quién se peleó con quién,cuál actriz le robó el novio a cuál cantante y qué venganza tomó la otra. ¡La gente imita a sus ídolos! Andan en chismes, comiéndose unos a otros; no se hablan, por alguna ofensa ya olvidada. Parece guerra.


¿De veras queremos vivir así? Dios nos está llamando a algo muy diferente. Nos está llamando a perdonar; y no sólo eso, nos llama a hacer el bien. No sólo nos llama a perdonar, sino a buscar activamente el bien y la prosperidad de los demás.


Seguramente han surgido y surgirán problemas entre miembros de la Iglesia. ¿Cómo responderemos? ¿Nos dividiremos en facciones, con bandos opuestos en diferentes partes del santuario? ¿Nos cubriremos con una capa de amabilidad, mientras debajo de la superficie hierven sentimientos de enojo y amargura?


Dios nos llama a algo mucho mejor, y El ya tomó la iniciativa. Mientras nosotros vivíamos en rebelión contra Dios, haciendo lo que El no quiere y ofendiéndolo a cada rato, El nos mostró su amor. Envió a su Hijo a morir en nuestro lugar, pagando nuestra culpa. El no ha dejado de hacernos el bien.


Si somos sus hijos, tenemos que imitar su ejemplo. ¿A quién puedes bendecir hoy? ¿A quién le puedes ayudar? Levanta la mirada, por un momento, de tus propios problemas y busca a esa persona a quien tú puedas ayudar.


Si cada uno de nosotros empieza a buscar formas de hacer el bien y de bendecir a los demás, aun a los que nos ofenden, seremos realmente un pueblo diferente. La gente verá algo distinto en nosotros. Podemos ser, como Iglesia, una verdadera puerta al cielo. ¿Estás dispuesto a trabajar para que esto suceda?

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