Todo
marchaba bien en el mundo hasta que una mentira lo arruinó todo. Satanás el
padre de la mentira confundió la primera familia creada por Dios y con eso
enveneno toda la humanidad. En forma de Serpiente el diablo sedujo, fascino y
enveneno a la mujer clavando su ponzoña venenosa a través de mentira.
Todo
el mundo miente. Esa frase, que popularizó el personaje televisivo "Doctor
House", es absolutamente cierta. Queramos o no, todos mentimos, a veces sin darnos cuenta. Es como un
mecanismo de auto-defensa que el pecado heredado de Adán y Eva o nuestra
naturaleza pecaminosa nos arrastra a hacer.
Se ha
puesto a pensar ¿Qué pasaría si no pudiésemos mentir? Seguramente viste en
películas o escuchaste hablar del famoso suero de la verdad. Lo cierto es que no se trata de un invento ficticio, sino que es un
compuesto que se utiliza actualmente, con resultados cuestionables. El
suero de la verdad, conocido científicamente como Tiopentato de sodio, era
utilizado como un anestésico a principios de siglo, eso hasta que se
descubrió que también tenía otro uso: Hacer que las personas dieran respuestas
ciertas, sin lugar a mentiras o inhibiciones, pero aun este suero no soluciona
el problema del pecado de mentir. A decir verdad la mentira es un veneno de
serpiente que infecto a la humanidad desde los primeros días de la
creación.
Dios puso a Adán y Eva, los primeros seres humanos, en
un bello jardín donde había de todo. Ellos podían hacer lo que
quisieran, con una sola excepción. Dios les prohibió comer del fruto
del árbol del conocimiento del bien y del mal porque quería proteger su
inocencia. Todo marchó de maravilla, hasta que un día llegó la serpiente -
convertida en vocero de Satanás, el tentador.
Veamos en Génesis 3:1-5 la conversación que surgió del
encuentro entre la mujer y la serpiente:
1 La serpiente era más astuta que todos los animales del
campo que Dios el Señor había hecho, así que le preguntó a la mujer:
-¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del
jardín? 2 -Podemos comer del fruto de
todos los árboles -respondió la mujer-. 3 Pero, en cuanto al fruto del árbol que está en medio
del jardín, Dios nos ha dicho: "No coman de ese árbol, ni
lo toquen; de lo contrario, morirán." 4 Pero la serpiente le dijo a la mujer: -¡No es cierto, no
van a morir! 5 Dios sabe muy bien
que, cuando coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser
como Dios, conocedores del bien y del mal.
Observa lo que la serpiente le pregunta a Eva: "¿Es verdad
que Dios les dijo?" Después de escuchar su respuesta, le
dice: "No es cierto". En otras palabras, "No es
verdad". Satanás logra contaminar el paraíso en el que viven Adán y
Eva con una sola cosa: la mentira.
Solemos pensar en el diablo como un personaje malévolo,
vestido de rojo, con cola y trinchera. Pero él es experto en
disfraces y su arma no es la trinchera. Él no se la pasa espantando a
las personas que salen de noche o jalando los pies de los que
están dormidos. Su arma es la mentira. Si él logra trastornar
la verdad y hacernos creer la falsedad, queda satisfecho.
Las mentiras del enemigo son como un gran virus que ha infectado
a toda la humanidad. Sus mentiras nos hacen creer que obedecer a Dios es aburrido,
que el pecado es lo único que nos puede traer la felicidad y que el egoísmo es
el amor más grande. Nos hace creer que seremos más felices si tenemos más
cosas. Las consecuencias de esta infección se ven por todos lados - crimen, corrupción,
adulterio, borrachera, deshonestidad y muchas cosas más.
¿Habrá algún antídoto? La única manera de curar el virus de
la mentira es con el suero de la verdad. Pero no estamos hablando de cualquier
verdad. Tiene que ser la verdad de Dios. De hecho, Dios es un Dios de verdad,
no de mentira. Es también el Dios de la verdad, que rechaza toda mentira.
Saúl, el primer rey de Israel, no llegó a comprender esto. Dios le concedió el trono sobre su pueblo, pero Saúl no honró a Dios. No
obedeció lo que Él le dijo. En cierta ocasión, Dios le mandó destruir por
completo a un pueblo muy malvado, un pueblo que vivía de atacar a otros pueblos
y despojar les de sus bienes.
Pero Saúl no siguió las instrucciones de Dios. En lugar de destruirlo
por completo como una abominación, prefirió guardar para su propio uso algo el
ganado de este pueblo. Cuando el profeta Samuel lo confrontó con su pecado,
Saúl tuvo el descaro de decir que se había guardado el ganado como una ofrenda
para el Señor.
Entonces Samuel
le pronunció estas palabras tan tajantes: "¿Qué le agrada más al Señor:
que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se obedezca lo que él dice?
El obedecer vale más que el sacrifico, y el prestar atención, más que la grasa
de carneros. La rebeldía es tan grave como la adivinación, y la arrogancia,
como el pecado de idolatría." (1 Samuel 15:22-23)
Saúl expresó un arrepentimiento aparente, pero sus acciones posteriores
mostraron que su arrepentimiento no fue sincero. Él se dejó convencer por las
mentiras del enemigo. Creyó que podía desafiar a Dios sin consecuencias. Pensó
que podía hacer lo que le parecía bien a él, en lugar de someterse a la
voluntad de Dios.
Por esto, le dijo Samuel: "Hoy mismo el Señor ha
arrancado de tus manos el reino de Israel, y se lo ha entregado a otro más digno
que tú. En verdad, el que es la Gloria de Israel no miente ni cambia de
parecer, pues no es hombre para que se arrepienta." (1 Samuel 15:28-29)
Dios es un Dios de verdad. El no cambia caprichosamente de idea. Lo que dice,
lo cumple.
Si queremos continuar en nuestra rebelión, esta realidad
parece dura. Nos atrae mucho más la idea de un dios que se parece a nosotros,
que es tolerante y deja pasar nuestras fechorías. Pero si queremos ser curados
de nuestra enfermedad causada por creer las mentiras del enemigo, tenemos que
enfrentar la realidad de quién es Dios. Tenemos que aprender a amar la verdad.
De hecho, es la verdad de Dios la que nos guía a su
presencia. En el gran salmo que escribió después de su pecado con Betsabé, el
rey David escribió lo siguiente: "Yo sé que tú amas la verdad en lo
íntimo; en lo secreto me has enseñado sabiduría." (Salmo 51:6) Si queremos
alcanzar el perdón de Dios y ser restaurados, tenemos que dejar que su verdad que
es Jesucristo, penetre hasta lo más íntimo de nuestro ser.
Se cuenta la historia de un pastor famoso que predicaba
cierto domingo durante el verano. El día era cálido, y la mayoría de la congregación
mostraba somnolencia y distracción. Por acá se veían bostezo; por allá, ojos
cerrados. De repente, decidió cambiar por completo el rumbo de su predicación y
contó una anécdota.
"El otro día", decía el predicador, "me
encontraba viajando por cierta carretera en el campo. Me detuve en la casa de
un campesino, y allí vi algo muy sorprendente. Una puerca tenía diez
puercos pequeños, y cada uno de ellos - incluyendo la puerca - tenía un gran cuerno
curvo en medio de la frente, entre las dos orejas."
Toda la congregación lo miraba con asombro. ¡Nadie estaba dormido!
Entonces comentó el pastor: "¡Qué extraño es esto! Hace unos momentos,
cuando les decía la verdad, todos se querían dormir. Pero ahora que les estoy
contando una mentira, ¡todos están muy despiertos!" ¿Por qué será que
nos atraen mucho más las mentiras del diablo que la verdad del evangelio? ¡El
diablo nos tiene bien infectados! Termina el Pastor.
Todos tenemos que aceptar la verdad en lo más íntimo de
nuestro ser, aunque nos duela, aunque nos cueste. Sólo con la verdad podemos
acercarnos a Dios, porque Él es un Dios de verdad y es el Dios de la verdad. Y
esto precisamente es lo que Jesucristo ha venido a traer al mundo.
Las sagradas escrituras dicen en el vs. 17 del evangelio de Juan
"Pues la ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la
verdad nos han llegado por medio de Jesucristo."
En Jesús encontramos la verdadera esperanza. En Jesús
encontramos nuestro verdadero propósito. En Jesús volvemos a vivir el plan
original de Dios, su plan perfecto, de amor y de vida. Por medio de Jesús
podemos ser librados de los efectos de las mentiras del enemigo para vivir en
la verdad.
Las palabras de Jesús son verdad y son el verdadero suero de
la verdad que nos hace libres. Jesús es el antídoto de la mordedura de la
mentira, tú puedes confiar ciegamente en lo que Él te dice. Las promesas de
Jesús son verdad. Lo que El promete, lo cumple.
En este Nuevo Año, Dios te invita a conocer la verdad. Nadie
más te puede dar vida. Nadie más te puede dar sentido. Jesucristo es la única
verdad viviente en este mundo moribundo de mentiras. ¿Conoces a Jesús? ¿Lo
estás siguiendo? ¿Les has entregado tu vida y tu corazón? Sino lo has hecho
este es un grandioso momento para escapar de la mentira y aceptar la verdad de Jesús.
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