¿Cuándo se
terminó la obra de Jesús?
¿Cuánto terminó El su trabajo?
¿Crees que fue en la cruz?
Quizás
cuando Jesús murió en la cruz, pagando la pena de nuestros pecados y
liberándonos del poder de Satanás, su trabajo terminó, y ahora está
descansando. No es así.
Aunque la obra de Jesús en la cruz es algo que
se hizo una vez por todas, y que jamás se tendrá que repetir, El
no dejó de trabajar después de morir en la cruz. Escucha
las primeras palabras del libro de Hechos: "Estimado
Teófilo, en mi primer libro me referí a todo lo que Jesús comenzó a
hacer y enseñar hasta el día en que fue llevado al cielo".
Lucas, el escritor del libro de Hechos, nos dice
que Jesús apenas había comenzado su obra cuando fue
llevado al cielo. ¡Eso significa algo muy importante! Significa que
Jesús sigue obrando. El está trabajando hasta el día de hoy.
¿Está trabajando en tu vida? ¡Estoy seguro que sí!
Dios bendice la vida de cada persona que vive en
este planeta. Como dijo Jesús, El hace caer su lluvia sobre
justos e injustos. Aun los que niegan la existencia de Dios
disfrutan de sus bendiciones. Sin embargo, la obra de Dios tiene
un enfoque, un punto central. La obra de Dios está enfocada en
la Iglesia de Jesucristo.
En este tiempo vamos a regresar a
los comienzos de la Iglesia relatados en el libro de Hechos.
Veremos cómo empezó la Iglesia, para qué existe y cómo debe ser. Queda claro que Cristo amó a la
Iglesia, pues El se dio a sí mismo por ella. Mi deseo es que tú y
yo podamos aprender a amarla también.
Tomamos la historia al final del tiempo que pasó
Jesús en la tierra. ¿Alguien recuerda cuántos días pasaron
entre su resurrección y su regreso al cielo? ¿Durante
cuántos días se apareció a sus discípulos, mostrándoles que
realmente había resucitado? Así es, cuarenta días pasaron entre
su resurrección y su asunción.
En cierta ocasión, Jesús les dijo a sus
discípulos que se acercaba el cumplimiento de una antigua promesa.
Los profetas del Antiguo Testamento anunciaron que, en los
últimos días, el Espíritu Santo sería derramado sobre toda clase
de personas. Un ejemplo se encuentra en Joel 2:28-29:
"Y después de esto derramaré mi Espíritu
sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas;
vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes
verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las
siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días".
Jesús les dice a sus discípulos que esta profecía
estaba a punto de cumplirse; dentro de pocos días, el Espíritu
Santo sería derramado sobre ellos, y les traería poder.
Ellos en seguida le hicieron una pregunta que
nos puede parecer extraña, pero para ellos era muy natural. Le
preguntaron si, en ese momento, iba a restaurar a Israel como
reino. Ellos seguían pensando en las cosas como habían sido durante
la era del Antiguo Testamento, cuando el pueblo de Dios era
la nación de Israel, su canal de revelación al mundo.
No habían llegado a comprender aún que, con la
venida de Jesús, el reino de Dios se estaba ampliando. No
comprendían que el reino de Dios ahora se extendería a personas de
toda lengua, raza y nación, y que se establecería en los
corazones, no con fronteras políticas.
Con el tiempo, lo comprenderían. Jesús no perdió
tiempo tratando de explicarles lo que ya les había dicho varias
veces antes. Sólo les dio sus instrucciones: debían esperar
la venida del Espíritu Santo, y entonces recibirían poder para
testificar de
Jesús empezando allí mismo en Jerusalén,
llegando a Judea y Samaria y terminando en los últimos rincones de
la tierra.
Abramos la Biblia para leer el relato de estos
eventos en Hechos 1:1-11:
"En el primer tratado, oh Teófilo, hablé
acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba,
después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los
apóstoles que había escogido; a quienes también, después de haber
padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndose les durante cuarenta días y hablándoles acerca del
reino de Dios.
Y estando juntos, les mandó que no se fueran
de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la
cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua,
mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro
de no muchos días.
Entonces los que se habían reunido le
preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel
en este tiempo? Y les dijo: No os toca a vosotros saber los
tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido
sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la
tierra. Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo
ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.
Y estando ellos con los ojos puestos en el
cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a
ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones
galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que
ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le
habéis visto ir al cielo".
Jesús se fue al cielo. Los ángeles les dijeron a
los discípulos que El regresaría de la misma forma en que lo
habían visto irse. Es decir, Jesús volverá visiblemente, en las
nubes. En el plan de Dios para la historia humana, este es el
próximo evento crítico. Mientras tanto, Jesús sigue obrando
para establecer su reino.
Una cualidad esencial de un reino es el poder.
Ningún país durará mucho si no tiene ejército, o al menos
acuerdos de defensa con otro país más poderoso. Sin poder
militar, pronto será conquistado. El poder del reino de Dios es
un poder diferente. El reino de Dios no avanza a filo de
espada o de bomba nuclear, una realidad que los creyentes a
veces han olvidado.
El poder del reino de Dios viene de su Espíritu
Santo, el Espíritu que los discípulos pronto recibirían.
Ese mismo Espíritu sigue estando presente en cada creyente
y en la Iglesia. El es quien nos da poder para trabajar
y ver el reino de Dios expandirse en la tierra.
Pausemos por un momento para tratar de reunir
los hilos que hemos mencionado hasta aquí. Después de terminar
su obra de redención en la cruz, Jesús se demostró a sus
discípulos para que se dieran cuenta de que su resurrección es
una realidad. Antes de volver al cielo, les indicó que su obra
de establecer el reino de Dios continuaría por medio del
Espíritu Santo. El vendría para darles poder para testificar de El.
Después de esto, Jesús regresó al cielo, de donde pronto
volverá.
En los breves momentos que nos quedan, quisiera
considerar dos temas sobresalientes de esta pasaje. Se trata
del poder de la
Iglesia y la tarea de la Iglesia. El poder de la
Iglesia para hacer su obra de extender el reino de Dios viene
del Espíritu Santo.
Al decir esto, tenemos que entender bien cómo se
manifiesta el Espíritu Santo. Muchas veces creemos que el
Espíritu Santo se manifiesta donde hay mucho alboroto, gritos y
risas y otras cosas notables. Pero cuando la Biblia nos habla
de lo que produce el Espíritu Santo, menciona cosas como
el amor, el gozo, la paz, la paciencia y otras cualidades de
carácter.
El Espíritu Santo puede obrar en una iglesia
calmada y ordenada. El orden no interfiere con la obra del Espíritu
Santo; al contrario, Pablo nos dice que todo se haga
decentemente y con orden. Igualmente, una iglesia puede tener mucho
movimiento y manipulación de emociones, pero carecer por
completo de la obra del Espíritu Santo. Si ves una iglesia donde hay
gritos y desmayos, pero la vida de sus miembros es
caótica e inmoral, lo más seguro es que no es el Espíritu Santo el que
está obrando allí.
¿Cómo, entonces, podemos permitir que el
Espíritu Santo haga su obra y dé poder a la Iglesia? La Biblia nos dice
que no apaguemos al Espíritu, y veo dos maneras de
hacer esto. La primera forma es tolerar el pecado en nosotros
mismos. No es en vano que se le llama el Espíritu Santo, el
Espíritu de Santidad.
Cuando los miembros de una iglesia empiezan a
tolerar el pecado, el poder del Espíritu Santo empieza a menguar en
ellos.
Por supuesto, en cualquier iglesia habrá
visitantes que aún no conocen a Cristo. Habrá inmadurez. No debemos
caer en el legalismo de ver siempre los errores de los
demás. Más bien, cada uno de nosotros debe examinarse
regularmente y confesar su pecado, abandonando las cosas que no nos
agradan. De no hacerlo, empezaremos a perder el poder del Espíritu.
La segunda forma en que perdemos el poder del
Espíritu es cuando dejamos de confiar en El. En la vida de muchas
iglesias llega un momento en que todos miran a su alrededor, y
dicen: ¡Algo está mal! La iglesia no está creciendo. Estamos
estancados.
Cuando llega ese momento, una reacción común es
la de buscar más actividades para que la iglesia se motive. La
actividad no tiene nada de malo, y al contrario, puede ser señal de
una iglesia sana. Pero cuando programamos actividad tras
actividad, sin buscar primero a Dios en oración y dependencia
consciente sobre su poder, cambiamos el poder del Espíritu Santo
por el poder del ingenio humano. El ingenio humano jamás puede
substituir el poder de Dios.
Hermanos, Dios nos está llamando en este dia a volver a confiar en su poder para hacer su obra. Tenemos
una tarea que no podemos hacer. No podemos alcanzar para Cristo a
la gente que nos rodea. ¡No lo podemos hacer! Pero Dios lo
puede hacer,
usándonos a nosotros. Sólo será posible si
confiamos en el poder del Espíritu, dejamos que El nos guíe y quitamos
de nuestra vida cualquier estorbo a su poder.
La comisión que Jesús nos ha dado es demasiado
importante como para perder el poder. El nos ha mandado a ser
sus testigos, testigos de Jesús. Debemos ser sus testigos a
nuestros vecinos, a nuestros familiares, a nuestros amigos, y
hasta los confines de la tierra. Es que el mensaje de Jesús y su
salvación es tan precioso que todos lo deben escuchar.
¿Cuál es la mayor necesidad de cada persona? La
mayor necesidad de cada persona no es la comida, el trabajo o el
alojamiento. La mayor necesidad de cada persona es recibir el
perdón de sus pecados y conocer a Dios. ¡Nunca lo olvidemos!
Mientras ayudamos a la gente con ropa, con comida, con trabajo,
¡no se nos olvide hablarles de Cristo! El es su mayor necesidad.
Cristo no ha dejado de trabajar. El sigue
trabajando en este mundo y a través de su Iglesia.
¿Estás dispuesto
a entregarle tu vida a El, para que su Espíritu obre
plenamente en ti?
¿Quieres ver su poder obrar en tu vida y en tu
iglesia?
Oremos juntos para que esto suceda. Que Dios alumbre tu entendimiento para que resplandezca su luz en tu vida.
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