¿Alguna vez has comprado un producto pirata?
Muchas personas compran discos o vídeos pirateados, cosa que, como
creyentes, no debemos hacer. Pero existen muchos otros productos
piratas.
En días pasados hizo titulares el problema de las bolsas de
aire piratas para automóvil.
Al parecer, hay compañías que producen bolsas de
aire de repuesto que no tienen la calidad del equipo
original.
Cuando sucede un accidente, estas bolsas no
proporcionan la protección que deberían. Ponen en peligro la vida
de los pasajeros. En el pasado hemos oído también de
pasta dental pirata, que contenía anticongelante; formula
pirata para bebés, que contenía sustancias químicas industriales; y
muchos otros productos peligrosos.
¿Cuál es el problema con un producto pirata? El
problema consiste en que el producto parece ser legítimo,
pero no funciona de la forma debida, y puede causar
enfermedad o hasta llevar a la muerte. ¿Me creerías si te dijera que
existe también una fe pirata? Esta fe es muy peligrosa, porque
también puede causar efectos muy dañinos en la vida de quien la
tiene.
Al igual que los productos piratas, la persona que
tiene fe pirata puede pensar que lo que tiene es el
artículo genuino. Sólo será en el momento de crisis que se revelarán
sus defectos.Por eso, es bueno examinar nuestros corazones para
ver qué clase de fe tenemos, en realidad.
Hoy conoceremos más de la historia de un hombre
que tuvo fe falsificada, fe pirata. Veremos en qué se
equivocó, para distinguir si la fe que tenemos en nuestro corazón
es fe verdadera, o fe pirata. Abran sus Biblias conmigo
en Hechos 8, y leamos los versos 9 al 25:
8:9 Pero había un hombre llamado Simón, que antes
ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la
gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande.
8:10 A éste oían atentamente todos, desde el más
pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de
Dios.
8:11 Y le estaban atentos, porque con sus artes
mágicas les había engañado mucho tiempo.
8:12 Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba
el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se
bautizaban hombres y mujeres.
8:13 También creyó Simón mismo, y habiéndose
bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes
milagros que se hacían, estaba atónito.
8:14 Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén
oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios,
enviaron allá a Pedro y a Juan;
8:15 los cuales, habiendo venido, oraron por ellos
para que recibiesen el Espíritu Santo;
8:16 porque aún no había descendido sobre ninguno
de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre
de Jesús.
8:17 Entonces les imponían las manos, y recibían
el Espíritu Santo.
8:18 Cuando vio Simón que por la imposición de las
manos de los
apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció
dinero,
8:19 diciendo: Dad me también a mí este poder, para
que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo.
8:20 Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca
contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con
dinero.
8:21 No tienes tú parte ni suerte en este asunto,
porque tu corazón no es recto delante de Dios.
8:22 Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y
ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu
corazón;
8:23 porque en hiel de amargura y en prisión de
maldad veo que estás.
8:24 Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad
vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho
venga sobre mí.
8:25 Y ellos, habiendo testificado y hablado la
palabra de Dios,se volvieron a Jerusalén, y en muchas poblaciones
de los samaritanos anunciaron el evangelio.
Vimos que la experiencia de los
samaritanos fue inusual,ya que hubo un lapso entre su conversión a Cristo
y la venida del Espíritu Santo. Hoy vamos a considerar la
experiencia de Simón, quien presenció estas maravillas y llegó a
tener una
clase de fe - pero resultó ser una fe falsificada.
Simón era un hechicero, un hombre que recibía mucho reconocimiento - y seguramente mucho dinero
también - por sus artes mágicas. Se movía en el poder del ocultismo.
Sin embargo, cuando llegó Felipe predicando a Jesucristo, Simón
se dio cuenta de que aquí había un poder más grande que el poder
que él conocía.
Junto con muchos de los habitantes de su ciudad,
Simón hizo una profesión de fe y se bautizó. Al parecer, no había
nada aparentemente extraño en su conversión. No había
ninguna razón por la que Felipe se negara a bautizar a Simón.
Por fuera, todo se veía bien. La fe pirata da una buena apariencia.
Es más, no tenemos ninguna razón para pensar que
Simón mismo estuviera tratando de engañar a Felipe o a los
demás. Lucas, inspirado por el Espíritu Santo, lo describe así
en el verso 13:"Simón mismo creyó". Su fe parecía ser
verdadera, y parece ser que él mismo pensaba que su fe era verdadera.
Pero este mismo versículo nos da la primera pista
para entender el problema de la fe falsificada de Simón. Nos
dice que Simón seguía a Felipe por todas partes, "asombrado
de los grandes milagros y señales que veía". Lo que a Simón
le llamaba la atención eran los milagros que Felipe hacía.
Quizás él quería aprender a hacer tales milagros. O simplemente se
deslumbró con estas muestras de poder.
En todo caso, el punto es que la fe falsificada de
Simón se fijaba en lo equivocado. En lugar de fijarse en
Jesucristo y someterse en obediencia a El, Simón se fijaba en
los milagros. Su corazón no había sido transformado; su vida no
había tomado un giro diferente. Simplemente se había distraído
con las señales que Felipe hacía. Estas señales tenían el
propósito de mostrar el poder de Jesucristo, pero Felipe se
fijó en las señales en lugar de fijarse en el Señor.
Algo parecido sucedió con ciertos seguidores del
Señor Jesucristo. Al principio de su ministerio, Juan
nos relata algo interesante que sucedió. Leamos Juan 2:23-25:
2:23 Estando en Jerusalén en la fiesta de la
pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía.
2:24 Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque
conocía a todos,
2:25 y no tenía necesidad de que nadie le diese
testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre. Muchos creyeron en Jesús. Grandes multitudes
empezaron a seguirlo. Pero ¿qué clase de fe tenían?
Jesús mismo no se confió de ellos, porque conocía
su corazón. El sabía que la fe que habían llegado a tener no era
una fe verdadera o duradera. Sólo se habían deslumbrado
por las señales que El hacía, pero no habían hecho un compromiso
verdadero con El. Más tarde, muchas de estas personas dejarían
de seguir a Jesús.
Al igual que ellos, Simón experimentó el poder de
Dios. Ellos habían visto los milagros de Jesús, y Simón vio
los milagros que Felipe hizo en el nombre de Jesús. Fue bautizado.
Al parecer, los apóstoles también le impusieron las manos a
él. Pero su corazón no estaba bien. Su vista estaba en el
lugar equivocado.Se fijaba solamente en lo exterior, en las señales.
En algunos países latinoamericanos, hay más ex
evangélicos -personas que antes pertenecían a una Iglesia
evangélica, pero que ya no se congregan - que evangélicos
practicantes. ¿Por qué sucederá esto? No quiero decir que sea la única
razón, pero me pregunto si habrá personas que cometen el mismo
error que cometió Simón - se fijan en las señales, en lugar
de fijarse en el Señor.
Pero el problema de Simón fue más allá. Cuando él
vio que los apóstoles les imponían las manos a los nuevos
creyentes y así recibían al Espíritu Santo, ¡Simón también quiso
conseguir ese poder! El estaba acostumbrado a moverse en un
mundo de poderes que se manejaban de formas humanas. Por esto, les
ofreció dinero para comprar el poder que ellos tenían.
Pero por supuesto, el poder del Espíritu Santo no
está a la venta. No hay nada que podamos dar para comprar el
favor de Dios. Es algo que sólo se recibe por fe. Pero
cuando tenemos una fe pirata o falsificada, esa fe se esfuerza por lo
egoísta. Simón deseaba mantener su posición en la sociedad
y aumentar su riqueza personal, en lugar de someterse
humildemente a Jesucristo.
Pedro diagnosticó correctamente el estado de su
corazón. Estaba todavía inclinado hacia la amargura y la
esclavitud del pecado. No había sido liberado en realidad. Con su reacción,
Simón demostró que no había llegado a conocer de verdad
a Jesús. En lugar de expresar su arrepentimiento, simplemente
le pidió a Pedro que orara por él. Le preocupaba más librarse
del castigo que pedir perdón por deshonrar el nombre de Dios.
Lo que voy a decir ahora lo quiero decir con mucho
cuidado,
porque no quiero que nadie me malentienda. Una de
las raíces de la fe pirata o fraudulenta nace de enfocarse en
las cosas que recibimos por medio de la fe, en lugar de
enfocarnos en la Persona de Jesucristo. Puede ser que tú hayas
llegado a buscar a Cristo para que te ayudara con un problema, y eso
no está mal.
Cuando Jesús andaba en la tierra, muchas personas
lo buscaron pidiendo ayuda, y El jamás se negó a ayudar a
nadie.
Pero lo que puede suceder es que, después de
recibir la ayuda de Jesús, sigas pensando en El sólo como si fuera
alguien que estuviera allí para ayudarte cuando tú lo
quisieras. Esta actitud se resumen perfectamente en la antigua calco manía que dice: "Dios es mi copiloto". En otras
palabras, yo tengo el volante en mis manos; pero si algo va mal, allí
está Dios a la orden.
¡Jesús es más que un copiloto! Jesús es el Señor.
El es el Rey legítimo sobre toda la tierra. El merece que tú te
sometas por completo a El, que vivas completamente para El. El
te llama a bajarte del trono de tu corazón y dejar que El
tome su lugar en él. Job expresó esta clase de fe en el Señor
cuando dijo: "Aunque él me matare, en él esperaré"
(Job 13:15).
Si vienes a Cristo buscando ayuda, está bien.
Muchos lo han hecho. Pero cuando hayas visto su poder, tienes
que tomar el paso siguiente y entregarle a El tu vida. Esto es
lo que no sucedió en la vida de Simón. El creyó en Cristo, a
su manera; pero sólo como una forma de alcanzar lo que él,
Simón, quería. No se humilló ante Jesucristo, deseando más que
cualquier otra cosa su gloria. Terminó con una fe falsificada.
¿Por qué es tan importante este punto? Simplemente
porque Jesucristo es tan glorioso. ¿Qué otro Rey existe
que se haya entregado hasta la muerte para rescatar a sus
súbditos? ¿Qué otro Señor ha vencido a la muerte? ¿Qué otro Jefe
te dice que vengas a él, si estás cansado y trabajado, y él te
dará descanso?
Lo más triste de la fe falsificada es que te
separa de Jesucristo. Te quedas pensando que estás bien con
El, pero sigues siendo cautivo del pecado. Sigues siendo
prisionero de tu propio mundo, en lugar de levantar la mirada hacia
Jesucristo, el único que atravesó el cielo y la tierra para
ofrecerte su vida.
Mira a Jesús. En la cruz El venció al enemigo y
compró tu perdón. En la cruz El rompió el velo que te
mantenía alejado de la presencia de Dios. En la cruz El cargó todo el
peso de tu culpabilidad y pagó el precio por ti. Ven a El. No
te conformes con una fe falsificada. Entrégate de lleno a
Jesucristo.
Dile que no te importa lo que El te dé o no te dé, no
te importa lo que pueda pasar, que crees en El porque El es la
Verdad
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