Cuando muchas personas leen la
frase "el reino de
los cielos", piensan inmediatamente en el cielo. Por supuesto, Dios reina en el cielo. Si Jesucristo es
nuestro Señor, iremos a estar allí con El
cuando muramos. Pero el reino de Dios no
sólo es el cielo. El reino de Dios también es una realidad presente en el que podemos vivir tú y yo hoy.
Es interesante que los fariseos le
preguntaran a Jesús cuándo iba a venir el reino de Dios. Ellos también tenían este concepto de que el reino de Dios es algo futuro, algo que
todavía no existe sobre la tierra. Miren
lo que El les responde, en Lucas 17:21:
"No van a decir: "¡Mírenlo acá! ¡Mírenlo allá!" Dense cuenta de que el reino de Dios está entre
ustedes."
Quiero comenzar este tema haciendo referencia a una historia que leí hace unos días. Esta cuenta que un hombre y su esposa visitaban la feria cada año, y cada año, se repetía la misma conversación.
Quiero comenzar este tema haciendo referencia a una historia que leí hace unos días. Esta cuenta que un hombre y su esposa visitaban la feria cada año, y cada año, se repetía la misma conversación.
El hombre le decía a su mujer: "¡Quiero subirme a la avioneta
que da paseos!” Su mujer siempre le
respondía: "Sí, pero cuesta diez dólares, y diez dólares son diez dólares". Allí siempre quedaba el asunto; el
hombre se quedaba con las ganas, y la
mujer se quedaba con los diez dólares.
Llegó el día en que volvieron a tener la misma conversación, pero esta vez, cuando la mujer pronunció su refrán de "diez dólares son diez dólares", el piloto lo escuchó. Se acercó a la pareja y les dijo: "¿Qué tal si hacemos un trato? Yo los llevaré a pasear solo si se quedan callados durante todo el recorrido sin decir nada, no me tendrán que pagar, Pero si dicen aunque sea una sola palabra, me pagaran los diez dólares". Se pusieron de acuerdo, y se subieron al avión a pasear.
El piloto hizo hasta lo imposible para lograr que la pareja gritara de susto. Dio vueltas y maromas en el aire con la avioneta, subía y bajaba sin aviso. Sin embargo, la pareja permanecía en silencio. Por fin, el piloto aterrizó la nave. Lo primero que hizo fue felicitar al hombre por no decir nada durante tan espantoso vuelo. El señor le respondió: "Bueno, iba a decir algo cuando mi esposa se cayó del avión, pero ¡diez dólares son diez dólares!
Cuando leí este chiste, me costó encontrar la moraleja. Le podemos sacar esta enseñanza: no dejes que lo bueno te robe lo mejor. Qué lástima que, por sólo diez dólares, esta mujer le negara a su esposo el gusto que él tanto deseaba. Qué lástima que, por sólo diez dólares, el hombre se quedara callado cuando su esposa se cayó del avión. Ambos dejaron que lo bueno les robara lo mejor.
Jesús nos da una enseñanza al respecto. Es una enseñanza que muchas personas han olvidado, o que prefieren ignorar. Es una enseñanza que va totalmente en contra del deseo que muchos tenemos de encontrar una religión "light", con el mismo sabor pero menos calorías. Es una enseñanza que nos desafía, pero cuando la entendemos, llena toda nuestra vida con una luz de propósito y sentido. Encontramos esta enseñanza en Mateo 13:44:
"Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo."
Jesús nos cuenta una historia sencilla. Un hombre, quizás un jornalero contratado para labrar la tierra, encuentra un tesoro enterrado. Según las leyes del día, si él desenterraba el tesoro, se lo tendría que entregar a su patrón. Por eso, en lugar de sacarla, la vuelve a tapar con tierra y se queda
callado acerca de su descubrimiento.
No se lo cuenta a nadie, pero ¡casi no se puede callar! ¡Está tan emocionado por lo que ha descubierto! Rápidamente empieza a rematar todas sus pertenencias. Todo el mundo lo cree loco. ¿Por qué vende sus cosas ahora? ¿Tendrá alguna deuda? El no dice nada, porque no quiere que otra persona compre el terreno donde está el tesoro.
Cuando termina de juntar el dinero, va con una sonrisa que apenas puede ocultar para comprar el campo. ¡A él no le duele vender sus pertenencias! ¡No le duele entregar el dinero! Sabe que el tesoro que encontró oculto en el campo vale mucho más de lo que le va a costar. Con gozo entrega el precio del campo, porque el valor del tesoro es mucho más grande.
Así, nos dice Jesús, es el reino de Dios, el reino del cielo. Es un tesoro tan grande que vale la pena dar cualquier cosa a cambio de poseer lo Si entendemos lo precioso que es el reino de Dios, no nos dolerá pagar el precio por entrar en él. Al contrario; lo haremos con gozo.
En el futuro, habrá una consumación cuando el reino de Dios se establecerá plenamente. Después del juicio final, los redimidos viviremos en un cielo nuevo y una tierra nueva, donde morará la justicia. Es una gran esperanza. Pero cuando reconocemos a Jesucristo como Salvador y Señor de nuestras vidas, entramos en
ese momento al reino de Dios y empezamos a disfrutar de sus bendiciones.
En otras palabras, como seguidores de Jesucristo, entramos a vivir en el reino de Dios y recibimos bendiciones espirituales ahora. También tenemos la esperanza de participar en el reino, cuando se establezca completamente después del regreso de Cristo. Observa lo que dice el apóstol Pablo acerca de la realidad presente del reino de Dios en Romanos 14:17: "... el reino de Dios no es cuestión de comidas o bebidas sino de
justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo".
Vivir en el reino de Dios significa que cualquiera de nosotros, gracias a la presencia del Espíritu Santo, puede tener victoria sobre el pecado, puede vivir en paz y tener gozo en su corazón. Estos son nuestros derechos como ciudadanos del reino. En virtud de pertenecer al reino de Dios, tenemos estos privilegios.
La mejor parte de vivir en el reino de Dios es el Rey que tenemos. Es un Rey humilde, un Rey amoroso, un Rey que estuvo dispuesto a dar su vida por salvar a los suyos. No sé si el presidente de este país daría su vida por alguno de nosotros, pero ¡Jesucristo ya lo hizo! Cuando entramos a su reino, vivimos bajo el mando del mejor Rey de todos, un Rey que realmente nos ama y que busca lo mejor para nosotros.
¡Qué gran tesoro! Tener la seguridad de vivir para siempre en la presencia de Dios en un mundo nuevo, y tener su presencia con nosotros aquí y ahora. Tenemos la oportunidad de conocer al Rey. Lastimosamente, muchos creyentes no disfrutan de todas las bendiciones que tienen por derecho - estas bendiciones de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.
Hace poco, ayudaba a alguien a solicitar ciertos beneficios del gobierno. Esta persona me comentó: "Es una lástima que haya tantos servicios que ofrece el gobierno, pero mucha gente no las aprovecha porque no saben". Es aun más triste que haya tantas bendiciones que son nuestras como miembros del reino de Dios, pero no las aprovechemos - porque no sabemos, o porque nos distraemos. Tan fácilmente dejamos que lo bueno nos robe lo mejor.
Hay muchas cosas buenas en este mundo que nos pueden distraer de lo mejor, que es pertenecer al reino de Dios. Le doy gracias a Dios que, en el trayecto de mi vida, me ha regalado varios buenos amigos. Los buenos amigos son una gran bendición de Dios. Sin embargo, una amistad puede servir para alejarnos del reino de Dios, si dejamos que suceda. No dejes que lo bueno te robe lo mejor.
Le doy gracias a Dios por la familia en la que El me puso. Pero aun la familia se puede convertir en un estorbo, si se lo permitimos. Nunca debemos dejar de amar a nuestra familia. Dios nos lo manda. Pero podemos correr el riesgo de amar más a nuestra familia que a Cristo. No dejes que lo bueno te robe lo mejor.
Pertenecer al reino de Dios vale cualquier sacrificio. No es que tengamos que comprar la entrada. Nada de lo que hagamos nosotros nos hace merecedores de entrar. Cristo pagó el precio con su muerte en la cruz, y El merece toda la honra y toda la gloria. Sólo por fe en El podemos entrar.
Pero cuando vivimos en el reino, hay un precio que se tiene que pagar. El precio para uno puede ser un vicio que ama, pero que tiene que dejar por amor a Cristo. El precio para otro puede ser la burla de sus amigos y parientes. El precio para otro podría ser una relación amorosa que se tiene que negar, por amor al Señor.
No sé cuál será el precio para ti, pero te puedo asegurar que habrá un precio. Sin embargo, si comprendemos el inmenso valor del reino, estaremos dispuestos a pagar cualquier precio que sea necesario. ¿Has encontrado el tesoro? ¿Te has dado cuenta de lo que vale?
¿Estás dispuesto a pagar el precio? ¿Serás un seguidor de Jesús
- cueste lo que cueste?
Llegó el día en que volvieron a tener la misma conversación, pero esta vez, cuando la mujer pronunció su refrán de "diez dólares son diez dólares", el piloto lo escuchó. Se acercó a la pareja y les dijo: "¿Qué tal si hacemos un trato? Yo los llevaré a pasear solo si se quedan callados durante todo el recorrido sin decir nada, no me tendrán que pagar, Pero si dicen aunque sea una sola palabra, me pagaran los diez dólares". Se pusieron de acuerdo, y se subieron al avión a pasear.
El piloto hizo hasta lo imposible para lograr que la pareja gritara de susto. Dio vueltas y maromas en el aire con la avioneta, subía y bajaba sin aviso. Sin embargo, la pareja permanecía en silencio. Por fin, el piloto aterrizó la nave. Lo primero que hizo fue felicitar al hombre por no decir nada durante tan espantoso vuelo. El señor le respondió: "Bueno, iba a decir algo cuando mi esposa se cayó del avión, pero ¡diez dólares son diez dólares!
Cuando leí este chiste, me costó encontrar la moraleja. Le podemos sacar esta enseñanza: no dejes que lo bueno te robe lo mejor. Qué lástima que, por sólo diez dólares, esta mujer le negara a su esposo el gusto que él tanto deseaba. Qué lástima que, por sólo diez dólares, el hombre se quedara callado cuando su esposa se cayó del avión. Ambos dejaron que lo bueno les robara lo mejor.
Jesús nos da una enseñanza al respecto. Es una enseñanza que muchas personas han olvidado, o que prefieren ignorar. Es una enseñanza que va totalmente en contra del deseo que muchos tenemos de encontrar una religión "light", con el mismo sabor pero menos calorías. Es una enseñanza que nos desafía, pero cuando la entendemos, llena toda nuestra vida con una luz de propósito y sentido. Encontramos esta enseñanza en Mateo 13:44:
"Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo."
Jesús nos cuenta una historia sencilla. Un hombre, quizás un jornalero contratado para labrar la tierra, encuentra un tesoro enterrado. Según las leyes del día, si él desenterraba el tesoro, se lo tendría que entregar a su patrón. Por eso, en lugar de sacarla, la vuelve a tapar con tierra y se queda
callado acerca de su descubrimiento.
No se lo cuenta a nadie, pero ¡casi no se puede callar! ¡Está tan emocionado por lo que ha descubierto! Rápidamente empieza a rematar todas sus pertenencias. Todo el mundo lo cree loco. ¿Por qué vende sus cosas ahora? ¿Tendrá alguna deuda? El no dice nada, porque no quiere que otra persona compre el terreno donde está el tesoro.
Cuando termina de juntar el dinero, va con una sonrisa que apenas puede ocultar para comprar el campo. ¡A él no le duele vender sus pertenencias! ¡No le duele entregar el dinero! Sabe que el tesoro que encontró oculto en el campo vale mucho más de lo que le va a costar. Con gozo entrega el precio del campo, porque el valor del tesoro es mucho más grande.
Así, nos dice Jesús, es el reino de Dios, el reino del cielo. Es un tesoro tan grande que vale la pena dar cualquier cosa a cambio de poseer lo Si entendemos lo precioso que es el reino de Dios, no nos dolerá pagar el precio por entrar en él. Al contrario; lo haremos con gozo.
En el futuro, habrá una consumación cuando el reino de Dios se establecerá plenamente. Después del juicio final, los redimidos viviremos en un cielo nuevo y una tierra nueva, donde morará la justicia. Es una gran esperanza. Pero cuando reconocemos a Jesucristo como Salvador y Señor de nuestras vidas, entramos en
ese momento al reino de Dios y empezamos a disfrutar de sus bendiciones.
En otras palabras, como seguidores de Jesucristo, entramos a vivir en el reino de Dios y recibimos bendiciones espirituales ahora. También tenemos la esperanza de participar en el reino, cuando se establezca completamente después del regreso de Cristo. Observa lo que dice el apóstol Pablo acerca de la realidad presente del reino de Dios en Romanos 14:17: "... el reino de Dios no es cuestión de comidas o bebidas sino de
justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo".
Vivir en el reino de Dios significa que cualquiera de nosotros, gracias a la presencia del Espíritu Santo, puede tener victoria sobre el pecado, puede vivir en paz y tener gozo en su corazón. Estos son nuestros derechos como ciudadanos del reino. En virtud de pertenecer al reino de Dios, tenemos estos privilegios.
La mejor parte de vivir en el reino de Dios es el Rey que tenemos. Es un Rey humilde, un Rey amoroso, un Rey que estuvo dispuesto a dar su vida por salvar a los suyos. No sé si el presidente de este país daría su vida por alguno de nosotros, pero ¡Jesucristo ya lo hizo! Cuando entramos a su reino, vivimos bajo el mando del mejor Rey de todos, un Rey que realmente nos ama y que busca lo mejor para nosotros.
¡Qué gran tesoro! Tener la seguridad de vivir para siempre en la presencia de Dios en un mundo nuevo, y tener su presencia con nosotros aquí y ahora. Tenemos la oportunidad de conocer al Rey. Lastimosamente, muchos creyentes no disfrutan de todas las bendiciones que tienen por derecho - estas bendiciones de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.
Hace poco, ayudaba a alguien a solicitar ciertos beneficios del gobierno. Esta persona me comentó: "Es una lástima que haya tantos servicios que ofrece el gobierno, pero mucha gente no las aprovecha porque no saben". Es aun más triste que haya tantas bendiciones que son nuestras como miembros del reino de Dios, pero no las aprovechemos - porque no sabemos, o porque nos distraemos. Tan fácilmente dejamos que lo bueno nos robe lo mejor.
Hay muchas cosas buenas en este mundo que nos pueden distraer de lo mejor, que es pertenecer al reino de Dios. Le doy gracias a Dios que, en el trayecto de mi vida, me ha regalado varios buenos amigos. Los buenos amigos son una gran bendición de Dios. Sin embargo, una amistad puede servir para alejarnos del reino de Dios, si dejamos que suceda. No dejes que lo bueno te robe lo mejor.
Le doy gracias a Dios por la familia en la que El me puso. Pero aun la familia se puede convertir en un estorbo, si se lo permitimos. Nunca debemos dejar de amar a nuestra familia. Dios nos lo manda. Pero podemos correr el riesgo de amar más a nuestra familia que a Cristo. No dejes que lo bueno te robe lo mejor.
Pertenecer al reino de Dios vale cualquier sacrificio. No es que tengamos que comprar la entrada. Nada de lo que hagamos nosotros nos hace merecedores de entrar. Cristo pagó el precio con su muerte en la cruz, y El merece toda la honra y toda la gloria. Sólo por fe en El podemos entrar.
Pero cuando vivimos en el reino, hay un precio que se tiene que pagar. El precio para uno puede ser un vicio que ama, pero que tiene que dejar por amor a Cristo. El precio para otro puede ser la burla de sus amigos y parientes. El precio para otro podría ser una relación amorosa que se tiene que negar, por amor al Señor.
No sé cuál será el precio para ti, pero te puedo asegurar que habrá un precio. Sin embargo, si comprendemos el inmenso valor del reino, estaremos dispuestos a pagar cualquier precio que sea necesario. ¿Has encontrado el tesoro? ¿Te has dado cuenta de lo que vale?
¿Estás dispuesto a pagar el precio? ¿Serás un seguidor de Jesús
- cueste lo que cueste?