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sábado, 23 de febrero de 2013

La razón por la que Jesús no ha venido


¿Alguna vez te has hecho la pregunta, por qué no ha regresado Jesús todavía? Después de todo, si Jesús volviera, podría arreglar todos los problemas del mundo. Ya no habría gobiernos corruptos, aprovechándose de sus ciudadanos; ya no habría crimen, ya no habría guerra, ya no habría terremotos y otros desastres naturales.

Entonces, ¿por qué no regresa Jesús para arreglar todas estas cosas? Quizás se ha olvidado de nosotros. Quizás está tan cómodo allá en el cielo, que no tiene muchas ganas de dejar su lugar allá y regresar a este mundo tan cruel que ya le rechazó una vez. O quizás está ocupado en otras cosas.

Pero si examinamos la Biblia, vemos que no es ninguna de estas cosas la que mantiene a Jesús en el cielo. Hay una razón mucho más importante, algo que debe transformar nuestra vida si lo consideramos. Jesús está esperando algo. Veamos qué es.

Lectura: 2 Pedro 3:9

  “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al
arrepentimiento”.

Pero entonces, ¿por qué no regresa ya, para juzgar y establecer la justicia? La respuesta se encuentra en este versículo que leímos. Cristo no ha regresado porque está esperando a que más personas se arrepientan. Y esto nos lleva a dos conclusiones:

I. El pronto regreso de Cristo nos anima a llevar su mensaje de salvación a los que aún no lo han recibido.

Si Dios ha estructurado su plan para el mundo alrededor de la respuesta que hace la gente a su evangelio, entonces es obvio que es algo muy importante para El. Si nos consideramos hijos suyos, entonces lo que a El le interesa nos debe de interesar a nosotros.

Es un mal hijo el que no se interesa por los negocios de su padre. Es un cristiano inútil el que no se preocupa por lo que su Padre celestial desea ver en este mundo. Lo que nuestro Padre celestial desea es que más personas se comprometan con El, le entreguen su corazón, y se dediquen a servirle.

Debe ser nuestro afán también ver que suceda lo mismo. Quizás no podemos evangelizar a todo el mundo; pero sí podemos compartir el evangelio con algunos. Podemos empezar con nuestros amigos y familiares. Podemos utilizar este mismo medio. Todos tenemos un círculo de influencia que podemos tocar.

Pero quizás tu que estas leyendo este mensaje aún no te has entregado a Cristo. También hay una palabra para ti.
El pronto regreso de Cristo te llama a recibir su salvación antes de que sea muy tarde.

No dejes que te engañen. Muchos te dirán que Cristo no volverá, que no habrá ningún juicio, que no importa cómo vives ahora. Eso es una mentira. Vamos hacia un enfrentamiento con el Dios que nos ha creado - y tenemos que decidir ahora si será un encuentro con un amigo que nos acogerá o con un enemigo que nos destruirá en su ira.

Dios se dilata porque quiere que tú recibas la salvación. El
desea que aceptes a Cristo antes de que sea muy tarde. El pagó el precio supremo de enviar a su único Hijo a dar su vida en sacrificio por ti. Quiere perdonarte. Ahora te está dando la oportunidad de arrepentirte.

Hay un antiguo himno que dice una gran verdad, dice:

¿Te sientes casi resuelto ya? ¿Te falta poco para creer? El "casi" nunca te servirá en la presencia del justo Juez.
¡Ay del que muere casi creyendo! ¡Completamente perdido está!

Dios no quiere castigarte. El no desea que pases a la eternidad separado de El, ni que vivas tu vida ahora sin conocer su presencia y su amor. El está esperando para que vengas a El arrepentido, con un corazón de fe.

Pero un día se acabará la oportunidad. Si no quieres aceptar su oferta de perdón, un día se terminará el plazo - y El se encontrará obligado a condenarte. No es su deseo. 

El versículo 9 dice que el Señor no quiere que nadie perezca sino que todos se arrepientan.

Pero Dios es un caballero. El no obliga a nadie a recibir su salvación. Si tú quieres esperar mientras poco a poco tu corazón se va endureciendo, si tú insistes en postergar ese día del arrepentimiento mientras la arena baja en la ampolleta, si estás decidido que no te vas a decidir, entonces dejarás a Dios sin opción.

Dios no quiere condenarte; pero su justicia le obliga a hacerlo si no te arrepientes, porque Dios no puede actuar en contra de su carácter justo y santo.


Ahora la pregunta que te confronta es ésta: ¿aceptarás su
oferta? ¿Aprovecharás la oportunidad antes de que sea muy tarde?

No cometas el error que yo cometí. 
Hace tiempo pensé comprar un Radio para mi carro. Encontré un precio que me gustó, pero me dilaté en decidirme a pedirlo. Cuando finalmente me animé a comprarlo, me encontré con la sorpresa de que ya lo habían vendido y ya no había más del mismo modelo que yo buscaba. Era muy tarde.

Si tú esperas demasiado para arrepentirte y aceptar a Cristo,
llegará un día en que será muy tarde. Ya no habrá más oportunidad de arrepentimiento. Y te perderás mucho más que un Radio. Perderás la vida porque podría sorprenderte la muerte sin haber tomado tu decisión final.

Dios sólo te pide que reconozcas tu pecado, te arrepientas de él, y pongas tu confianza en Cristo, quien pagó el precio de tus pecados con su muerte en la cruz. Cuando hagas eso, recibirás la promesa de vida eterna, recibirás un propósito en la vida, y tendrás la bendición de conocer y tener como Padre al Creador de todo.

¿Qué esperas? ¡Acéptalo hoy! Dile ¡Yo reconozco que soy pecador y recibo a Jesus como mi salvador personal. Perdona todos mis pecados e inscribeme en el libro de la vida

martes, 19 de febrero de 2013

¿COMO CRECE UNA IGLESIA?


Bueno, consideremos primero un par de maneras en las que no crece una Iglesia. Una Iglesia no crece:

1.  Porque tenga un lindo edificio. Puede ser que algunas personas lleguen para admirar las instalaciones, pero no se quedarán mucho tiempo. Un edificio puede servir como instrumento de ministerio para una Iglesia, pero no producirá crecimiento por su propia cuenta.


2. Tampoco crece una Iglesia simplemente porque tiene un buen letrero.

Cuando Yo tuve la primera experiencia de levantar una  Iglesia,  en el Condado del Bronx, New York, recuerdo muy bien que me esforcé por conseguir un letrero bonito para poner al frente de la Iglesia. El rotulador se demoraba,  y  yo me comuniqué con él varias veces para animarle a terminar el trabajo. ¡Por fin se terminó el letrero, y lo colocamos frente a la Iglesia!


En los meses siguientes, ¡sólo una persona llegó a la Iglesia porque vio el letrero! Y para colmo, estaba buscando una iglesia católica para bautizar a su bebé. Es importante tener un letrero para identificar a la Iglesia, pero no es de esperar que la
gente llegue simplemente por ver el letrero.


3. No crece por un servicio avivado, por un sermón bien preparado.

4.  No crece porque tenga un pastor muy simpático y carismático.

Cómo, entonces, crece una Iglesia?

La respuesta es sencilla: una Iglesia crece cuando sus miembros  comparten a Cristo. Volvamos a los comienzos del ministerio de Jesús para ver cómo funcionó este principio entre sus primeros seguidores, en un proceso que llamaremos operación Andrés. El proceso que veremos sigue funcionando hasta el día de hoy. Abramos la Biblia en Juan 1, y leamos los versos 40-42.

1:40 Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que 
habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús.
1:41 Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos 
hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo).
1:42 Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón,
hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro).

Esta es la primera vez que Andrés y Simón Pedro conocieron a
Jesús. 

Se dio así: Andrés había sido seguidor de Juan el Bautista. Un día, él estaba con Juan cuando Jesús pasó. Juan lo reconoció y declaró: ¡Aquí tienen al Cordero de Dios! Andrés entonces siguió a Jesús, y conoció el lugar donde se hospedaba. Al día siguiente, fue a buscar a Pedro, y le dijo: ¡Hemos encontrado al
Mesías!

La llegada del Mesías era un tema candente entre los judíos. Todo el mundo estaba a la expectativa de la llegada del Salvador prometido, aunque tenían conceptos diferentes de lo que El vendría a lograr. Andrés no entendía mucho acerca de Jesús. ¡Tenía apenas un día de haberlo conocido! Sin embargo, él fue a buscar a Pedro para contarle acerca de Jesús y llevarlo a El.

El ejemplo de Andrés nos enseña algo muy importante: Cuando
conoces a Jesús, debes compartirlo con otros. Nosotros compartimos muchas cosas con los demás. Si descubrimos un buen restaurante, se lo recomendamos a nuestros amigos. Si encontramos una tienda con buenos precios, se lo contamos a todo el mundo. ¿Por qué, entonces, no compartimos a Cristo con los demás?

Una de las razones más comunes que se escucha es ésta: "Tengo
que aprender más. Todavía no sé lo suficiente". A veces sentimos que no vamos a poder contestar las preguntas que las personas nos hacen, o que nos vamos a quedar en ridículo si no podemos convencerles.

Me llama la atención el hecho de que Andrés fue al día siguiente
para buscar a Pedro. El podría haber dicho: "Necesito seguir a Jesús durante algunos meses, por lo menos, antes de hablarle  a otra persona acerca de El. Todavía no sé lo suficiente". Pero ¡ésta no fue su reacción! En lugar de fijarse en lo que no sabía, él compartió con Pedro lo que sí sabía - y lo llevó a Jesús.

Creo sinceramente que el enemigo hace todo lo posible para mantener callados a los nuevos creyentes y aun a los viejos. Es que, cuando tú llegas a conocer a Cristo, tienes una gran red de conexiones y relaciones con personas que no lo conocen. El enemigo sabe que, si tú te pones a hablarles de Cristo, él puede perder a varios - y no solo a ti.

Es por eso que él ha inventado varias mentiras para mantenerte
callado acerca de tu fe. Por ejemplo: "El evangelismo sólo es para los pastores. Si no has estudiado en el seminario, no puedes evangelizar." ¡Mentira! O qué tal éste: "Tienes que esperar hasta que seas maduro y tengas una vida perfecta para
hablar de Cristo. "

Andrés fue al día siguiente para compartir con Pedro lo que había descubierto. No es necesario esperar. No tienes que conocer todas las respuestas. No tienes que ser un creyente maduro para compartir a Cristo con tus amigos. Si tú le has llegado a conocer, ¡comparte lo que ya sabes!

Compartir a Cristo no es sólo un deber.   Cuando compartimos a
Cristo, suceden cosas extraordinarias. Andrés llevó a Pedro a conocer a Jesús, y escuchó algo extraño. Cuando Jesús vio a Pedro, le dijo: "Tú eres Simón, hijo de Juan. Serás llamado Cefas (es decir, Pedro). "La primera cosa que hizo Jesús cuando Pedro lo conoció fue cambiarle el nombre.  El se había llamado Simón, un nombre que significa "el que oye". Ahora, su nombre sería Cefas, en arameo, o Pedro, en griego, un nombre que significa Roca.

Pedro era un hombre impulsivo, propenso a dejarse llevar por la ira y por la decepción. Trató de disuadir a Jesús de ser crucificado y negó conocer a Jesús. Era un hombre inestable, pero Jesús lo convirtió en una columna de la Iglesia. No sucedió
de forma inmediata; su carácter cambió progresivamente. Pero
Jesús lo vio, no como era, sino como llegaría a ser.

¿Crees que Jesús ya no obra de la misma manera en la vida de las personas? ¡Claro que sí! Cuando compartes a Jesús, El hace cosas extraordinarias en la vida de otros. A veces nosotros nos encargamos de decidir a quién puede Jesús cambiar. Decimos: "No voy a hablarle a él de Jesús, porque es un borracho. No le va a interesar. Tampoco le voy a hablar a ella, porque es una chismosa." Por fin, decidimos compartir a Jesús sólo con la gente que ya le conoce. Pero ¡El mismo dijo que no son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos!

¡Qué triste! Hablamos como si no conociéramos el poder de Jesús para transformar las vidas. Tú y yo no sabemos cuáles son los planes que tiene Jesús para la vida de nuestros amigos  y familiares. Estoy seguro que Andrés no se imaginaba que su  hermano voluble e impulsivo se convertiría en un predicador  y
líder usado por el Señor.

Tampoco tú y yo nos podemos imaginar qué es lo que el Señor hará. Sólo podemos compartir lo que sabemos de El y dejar que El obre. No te encargues de decidir quién recibirá el mensaje y quién no. ¡Simplemente compártelo! Algunos no te oirán; otros sí. Es probable que sea la gente menos esperada la que se convierta y se acerque a Jesús. A ti sólo te toca compartir de El.

Hoy recomendamos dar inicio a la operación Andrés. Nuestra meta, como la de Andrés, será llevar a nuestros amigos y conocidos a Jesús. La idea es muy sencilla.


Plan

· Crear una tarjeta con espacio para siete nombres. En esta tarjeta escribirán los nombres de siete personas que ustedes conocen que necesitan a Jesús.
Su compromiso será de orar por estas siete personas durante un minuto cada día, los siete días a la semana.  Siete personas, siete minutos, siete días. 
Busquen formas de relacionarse con las personas en su lista. Pídanles motivos especiales de oración. Si tienen alguna necesidad en la que les pueda ayudar, háganlo.


·  Dentro de un par de meses, les invitaremos a celebrar en  casa una "cena del amigo" a la que invitarán a las personas que aparecen en su lista. En esta cena, les compartirán el evangelio. No se preocupen; cuando se acerque la fecha, les ayudaremos con esto. Es muy probable que aun antes de la cena varios de los amigos de sus listas ya se hayan convertido.


·  Finalmente, tendremos un evento especial al que también podrán invitar a sus siete amigos. Mi oración para este enfoque es que tomemos el ejemplo de Andrés y llevemos a nuestros amigos y familiares a Jesús.


¿Estás dispuesto para ser parte de Operación Andrés?

lunes, 11 de febrero de 2013

RECORDANDO NUESTRA VICTORIA


Jesucristo dijo en cierta ocasión que El edificaría su Iglesia,
y que ni siquiera las puertas del Hades prevalecerían contra
ella. El Hades es el dominio del enemigo, y las puertas son
defensivas. El cuadro mental que Jesús nos estaba pintando, en
otras palabras, es de un ataque frontal contra el imperio de satanás.

Cuando veo la situación actual de la Iglesia, me pregunto: ¿qué
pasó? No es que la Palabra de nuestro Señor haya fallado. El
nunca falla. Podemos mirar 2.000 años de historia y ver que la
Iglesia, de un grupo pequeño de doce hombres, ha llegado a
incluir cientos y miles de millones de personas al servicio del reino.

Sin embargo, en muchos lugares del mundo actual, la Iglesia sólo
parece sobrevivir, no triunfar. Parece que la Iglesia está a la
defensiva, tratando de protegerse contra los ataques de un mundo siempre más descarado en su negación de la verdad moral y espiritual y cada vez más alejado de los principios de la santidad.

Es más, en algunas partes la Iglesia casi ha dejado de existir.
En otras, doctrinas extrañas seducen a grandes grupos de
personas, dejándolas finalmente decepcionadas y desalentadas. En otros lugares, la Iglesia parece más un club social que un
centro de adoración del Dios vivo donde las personas pagan una cuota cada semana para presenciar un espectáculo sin unción y de donde en vez de salir restaurados salen más cargados.

¿Qué pasó? ¿Por qué no estamos viviendo en la victoria que
Cristo desea para nosotros como Iglesia? Vamos a regresar hoy
a la historia de otra conquista, la victoria de los israelitas
para conquistar la tierra prometida, para así buscar algunas ideas.
Josué: Capitulo 5: 13-15

5:13 Estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón
que estaba delante de él, el cual tenía una espada
desenvainada en su mano. Y Josué, yendo hacia él, le dijo:
¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos?
5:14 El respondió: No; más como Príncipe del ejército de Jehová
he venido ahora. Entonces Josué, postrándose sobre su
rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a
su siervo?
5:15 Y el Príncipe del ejército de Jehová respondió a Josué:
Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás
es santo. Y Josué así lo hizo.

Los israelitas han cruzado milagrosamente el río Jordán, ahora enfrentan su primera batalla, y Dios tiene algunas lecciones muy importantes para ellos. Él ha registrado estas enseñanzas en su Palabra, para que nosotros también podamos aprender. Antes de la batalla, Josué se encuentra con una figura misteriosa. Se trata de un hombre armado con espada. Al acercarse, Josué como líder militar de Israel le llama a identificarse. ¿Eres de los nuestros, o eres del Ejército del enemigo? - le
pregunta Josué. En la respuesta de esta persona dos lecciones  muy importantes de la que sacaremos algunas enseñanzas:

I. Dios nos llama a recordar quién es que manda.

El hombre le dice a Josué que él no está ni de su lado ni del
otro, sino que es el comandante del ejército del Señor. Ahora
Josué reconoce su autoridad, y este personaje le dice que se
quite las sandalias de los pies, pues está en tierra sagrada.

De inmediato, surge en nuestras mentes la pregunta: ¿quién es
este personaje? ¿Será un ángel de alto rango? Si pensamos así,
nos quedamos con un problema: bíblicamente, los ángeles no
consagran la tierra que pisan. Cuando se aparece un ángel a una
persona, no le dice que se quite los zapatos.

La única persona frente a la cual tenemos que quitarnos los
zapatos es Dios. Esto sucedió, por ejemplo, cuando el Señor se
le apareció a Moisés en la zarza ardiente. Le dijo que se
quitara las sandalias, porque estaba en tierra santa.

¿Quién, entonces, podría ser esta persona, comandante del
ejército del Señor y santo como el Señor? Sólo puede ser una
persona: Cristo, el Hijo de Dios, antes de su encarnación. Antes
de la batalla, Cristo, el comandante de los ejércitos del Señor,
vino para hacerle recordar a Josué quién manda.

Dios nos está llamando a nosotros también a recordar lo mismo.
Si queremos vivir en la victoria que Cristo tiene para nosotros,
tenemos que seguir sus instrucciones. Tenemos que recordar que no se trata de que Dios bendiga nuestros planes, sino que
nosotros nos unamos al plan de Dios.

Todos queremos ver que la Iglesia crezca y prospere, pero -
¿estamos siguiendo las instrucciones que Jesús nos ha dejado?
¿Estamos haciendo lo que Él nos dijo? ¿Estamos recordando que Él es quien manda? Sólo vamos a poder conquistar con el poder
espiritual que viene de la oración, del ayuno, del tiempo que pasamos en el estudio de la Palabra de Dios.

Dios nos ha dado las armas, pero muchas veces las hemos dejado
en el armario y hemos salido a pelear en nuestras propias
fuerzas. Antes de que Josué y los israelitas pudieran avanzar a
la victoria, era necesario que recordaran quién mandaba.
Sigamos leyendo ahora en Josué 6:1-5.

6:1 Ahora, Jericó estaba cerrada, bien cerrada, a causa de los
hijos de Israel; nadie entraba ni salía.
6:2 Mas Jehová dijo a Josué: Mira, yo he entregado en tu mano a
Jericó y a su rey, con sus varones de guerra.
6:3 Rodearéis, pues, la ciudad todos los hombres de guerra,
yendo alrededor de la ciudad una vez; y esto haréis durante
seis días.
6:4 Y siete sacerdotes llevarán siete bocinas de cuernos de
carnero delante del arca; y al séptimo día daréis siete
vueltas a la ciudad, y los sacerdotes tocarán las bocinas.
6:5 Y cuando toquen prolongadamente el cuerno de carnero, así que oigáis el sonido de la bocina, todo el pueblo gritará a
gran voz, y el muro de la ciudad caerá; entonces subirá el
pueblo, cada uno derecho hacia adelante.

Dios le da a Josué instrucciones inusuales para conseguir la
victoria sobre Jericó. Le dice que los israelitas debían marchar
alrededor de la ciudad siete días consecutivos, y el séptimo día
debían marchar siete veces. Los sacerdotes debían llevar el arca
del pacto delante del pueblo, y delante del arca debían ir siete
sacerdotes tocando trompetas.

Las trompetas eran un llamado a la guerra. Se tocaban para
convocar las tropas y llamar a los soldados a la batalla. Al
tocar la trompeta, entonces, alguien iba a pelear. Es más, el
arca del pacto era el lugar donde Dios se manifestaba. Su
presencia al frente de los israelitas indicaba que Dios iba
delante de ellos, y que El pelearía por ellos. El les daría la
victoria.

II. Dios nos llama a recordar quién nos dará la victoria

Veamos en el verso 6:20 qué sucedió cuando el pueblo siguió las
instrucciones de Dios: "Entonces los sacerdotes tocaron las
trompetas, y la gente gritó a voz en cuello, ante lo cual las
murallas de Jericó se derrumbaron. El pueblo avanzó, sin ceder
ni un centímetro, y tomó la ciudad."

Dios iba delante de ellos, y cuando marcharon en obediencia al
mandamiento de Dios, Él les dio la victoria. Cuando tú vives por
Cristo como soldado de la fe, Él te da a ti la victoria también.
No tienes que desconfiar de la presencia y la ayuda de Dios.

Cuando tú sales en la mañana para ir al trabajo, recuerda que
Dios va delante de ti. Cuando tú sales a compartir a Cristo con
tus vecinos, recuerda que Él va delante de ti. Cuando tú sirves
dentro de la Iglesia, recuerda que Cristo va delante de ti - y
que Él te dará la victoria.

Son dos ideas muy sencillas, pero las olvidamos tan fácilmente:
Dios nos llama a recordar quién manda, y quién nos dará la
victoria. ¿Estás luchando para ganar la victoria en la guerra
espiritual? ¿Estás viviendo en victoria sobre el pecado? ¿Estás
ganando almas para el Señor?   

miércoles, 6 de febrero de 2013

LIBERTAD INESPERADA


Era una noche fresca de verano, tarde y oscura. Este hombre había salido del último turno del trabajo, y tenía prisa para llegar a su casa. Él iba manejando su carro deportivo con motor V8 - viejo pero veloz. Estaba parado en un semáforo, esperando la luz verde, cuando vio los faros de otro carro que se detuvo detrás de Él.

Cuando la luz se puso en verde, decidió mostrarle al chofer que venía atrás la potencia de su motor.

Empujo el acelerador, y dentro de pocos segundos la velocidad del carro había subido a sesenta millas por hora - en una zona
residencial.

Fue en ese momento que vio las luces azules que empezaron a brillar en el retrovisor.    Con un estado alterado de nervios, se orilló y espero a que el policía se acercara a su ventana.  El oficial le pidió los documentos,  y  le preguntó: ¿qué haces fuera de la casa a eta hora?  Él le dio las respuestas correspondientes, con una pequeña vibración en la voz,  y el oficial se fue a su patrulla.

Dentro de unos momentos regresó al carro. No se imaginan la sensación que sintió aquel hombre cuando el oficial le dijo: "Te puedes ir.  Ahhhhh.   Suspiro. En el futuro, maneja más despacio. ¡Qué alegría! ¡Qué alivio! Se fue contento a su casa.  Fue una libertad realmente inesperada.
Ese policía mostró misericordia. Esto es lo que significa la misericordia: merecer el castigo, pero no recibirlo. El merecía una multa, pero no la recibió. 

Hoy vamos a leer acerca de otra persona que recibió la libertad inesperada.

Lectura: Juan 8:1-11

“y Jesús se fue al monte de los Olivos. Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba. Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio.
Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. (Levítico 20:10 y Deuteronomio 22:22-24) Tú, pues, ¿qué dices? Más esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.
E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.
Enderezándose  Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”.

Quizás hayan notado en su Biblia que este pasaje aparece separado por rayas o alguna otra marcación. Algunas traducciones
de la Biblia indican de diferentes formas que esta historia no aparece en las copias más antiguas que tenemos del evangelio de Juan.
Es muy probable que Juan no escribiera esta historia, pero estoy igualmente seguro que esta historia refleja un episodio verídico en la vida de Jesús. Vamos a ver, entonces, qué nos enseña acerca de nuestro Señor y la relación que podemos tener con El.

En esta historia hay tres trampas, y tres personas atrapadas. La primera persona atrapada es la mujer. La Biblia nos dice que ella había sido sorprendida en adulterio. Estoy seguro de que, cuando llegaron los hombres para llevársela, ella se sorprendió; nadie espera que suceda tal cosa.

Pero surge un detalle interesante. El adulterio, a distinción de algunos otros pecados, es un delito que no se puede cometer a solas. Se necesitan dos participantes, y la ley del Antiguo Testamento ordenaba un castigo igual para ambos. Sin embargo, falta uno - el hombre.

¿Por qué no trajeron los fariseos al hombre? Quizás eran machistas.   En muchas culturas - no menos en la nuestra – se considera que la mujer debe mantenerse pura, mientras que el hombre puede tener sus aventuras. Sin embargo, Dios no lo ve así.

Pero si los fariseos realmente estuvieran tan interesados en aplicar la ley, ellos sabrían que había que traer al hombre también. La ley es muy clara en esto. Esto nos lleva a una conclusión alarmante: que los fariseos habían creado esta situación, con la colaboración del hombre, para atrapar a la mujer.

Esta mujer fue atrapada por los fariseos, como ave en una jaula, simplemente para realizar su plan contra Jesús. Pero también estaba en otra trampa, una trampa mucho peor: la trampa del pecado. Lo que permitió que ella fuera atrapada por los fariseos fue su carnalidad. Estaba doblemente atrapada.

Los fariseos atraparon a esta mujer para atrapar a Jesús. Ellos ya se habían declarado en su contra, y buscaban cualquier pretexto para acusarlo. Por fin encontraron un plan: con esta mujer como carnada, atraparían a Jesús. El plan fue simple: pedir su opinión sobre la situación.

La ley de Moisés mandaba la pena de muerte para la mujer. Sin embargo, si Jesús declaraba que ella debía morir, lo podrían acusar ante el gobierno civil como incitador de violencia.

 Ellos creían, entonces, que lo habían atrapado. Si respondía que la perdonaran, podían acusarlo ante la gente de deshonrar la ley; si respondía que la mataran, podían acusarlo ante las autoridades.

Pero Jesús les puso una trampa también a los fariseos, y con la trampa, se salió de la que ellos le habían puesto. Primero, empezó a escribir en el suelo. ¿Qué escribiría? ¡Cómo me gustaría saberlo! Hay muchas sugerencias, pero la realidad es que nadie sabe lo que El escribió.

Sin embargo, el acto de escribir nos hace recordar otro momento en el que un dedo escribió - esta vez, sobre tablas de piedra. Se trata de la ocasión en la que se dio la ley - la misma ley que los fariseos ahora querían usar para condenar a la mujer. En Éxodo 31:18, se dice de las tablas de la ley que eran "dos lajas escritas por el dedo mismo de Dios".

Ellos no se dieron cuenta de que, en ese momento, el mismo dedo que había escrito las leyes que pretendían interpretar ¡estaba escribiendo en el suelo! No pudieron reconocer la presencia de Dios mismo. Por fin, Jesús les puso la trampa: "Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra".

Es muy importante entender exactamente qué está pasando aquí. Jesús no les está diciendo que sólo una persona completamente perfecta podría acusar a esta mujer. Más bien, Él se refiere a las condiciones que la ley misma ponía para un apedreamiento. Bajo la ley del Antiguo Testamento, los testigos de un delito tenían que ser los primeros en lanzar las piedras, y no podían ser partícipes del pecado mismo.

Jesús, en efecto, les dice: "Ustedes dicen ser testigos de su pecado. ¡Perfecto! El que no haya participado en este pecado, que sea el primero en lanzar la piedra." ¿Se dan cuenta de la sabiduría de Jesús? Usa la misma ley  que Él había escrito y que ellos pretendían abusar para radiografiarlos a ellos.

Habían aplicado una doble moral a la mujer: disculpando al hombre, y condenándole a ella. Jesús ahora les hace ver que ellos también habían participado en el pecado, todos a su manera. Algunos probablemente habían tenido aventuras; otros quizás sólo habían incitado al hombre que pecó con ella a hacerlo. Todos, sin embargo, eran culpables - y ninguno podía tirar la piedra.

Los fariseos, por su corazón duro, caen en su propia trampa - y se retiran. No han logrado atrapar a Jesús, ni han recibido beneficio alguno de su diálogo con El. Jesús se ha salido de la trampa también. Ahora, ¿qué pasa con la trampa de la mujer? Observen lo que sucede: Jesús le abre la trampa.

Le pregunta: "¿Dónde están? ¿Ya nadie te condena?" La mujer le dice: "Nadie, Señor". La mujer está libre de la trampa de los fariseos. Pero recuerden que ella también estaba en otra trampa - la trampa del pecado. Jesús ahora se prepara para librarla de esa trampa también.

Estas palabras son tan preciosas. Leámoslas bien. "Tampoco yo te condeno". Ahora vete, y no vuelvas a pecar." 

La Biblia nos dice que Jesús no vino a este mundo para condenar, sino para salvar. Un día El regresará para hacer justicia, pero su primera venida tuvo como propósito salvar.

Aquí vemos la forma en que esa salvación se realiza en la vida de una persona. Jesús primero la libera de la culpabilidad de su pecado. Le dice: "Tampoco yo te condeno". Cuando tú vienes a Jesús con fe, Él te libera de la condenación. No importa lo que hayas hecho, puedes ser libre.

Pero Él también te llama a una vida diferente. Por eso, le dice a la mujer: "Vete, y no vuelvas a pecar." Le dice que deje su vida de pecado, que empiece a vivir de una forma diferente. Aquí precisamente es donde hemos malentendido a Jesús. En el perdón que El libremente nos ofrece hay también un llamado a una vida diferente. Cuando tú vienes a Cristo, El no sólo te ofrece perdón; Él te llama a vivir, con su poder, una vida distinta.

Déjame preguntarte: ¿dónde te ves en esta historia? Quizás te   puedas identificar con los fariseos. Has tenido una actitud de condenación hacia otras personas. ¿Sabes? Esa actitud te dejará atrapado. Pablo dice esto en Romanos 2:1: "Por tanto, no tienes excusa tú, quienquiera que seas, cuando juzgas a los demás, pues al juzgar a otros te condenas a ti mismo, ya que practicas las mismas cosas."

El problema de los fariseos fue el no querer reconocer su propio pecado. La Biblia dice: "Quien encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja, halla perdón." (Proverbios 28:13)


Cristo te llama a reconocer tus pecados y dejarlos. ¿Por qué te crees mejor que los demás? Te quedarás atorado en tu propia trampa.


Quizás te identificas más con la mujer. Traes en el corazón algún pecado del que piensas: "Si esta gente supiera lo que he hecho, me botarían de aquí." ¿Sabes? Ningún pecado es demasiado grande para el Señor. Jesucristo quiere abrirte esa trampa y dejarte salir, para que puedas vivir en libertad.

El mismo dio su vida en la cruz para pagar por todos tus pecados. Ahora te llama a venir a Él, reconocer tus pecados, confiar en El para recibir el perdón y empezar una vida nueva y diferente. Si tú lo deseas, no esperes más. Ven hoy a Cristo, y recibe tu libertad.

Has esta Oración conmigo: "Jesús te acepto como mi único salvador, perdona todos mis pecados y libérame de toda culpa. Gracias por morir por mí.   Amen.