Jesucristo dijo en
cierta ocasión que El edificaría su Iglesia,
y que ni siquiera las puertas del Hades prevalecerían contra
ella. El Hades es el dominio del enemigo, y las puertas son
defensivas. El cuadro mental que Jesús nos estaba pintando, en
otras palabras, es de un ataque frontal contra el imperio de satanás.
Cuando veo la situación actual de la Iglesia, me pregunto: ¿qué
pasó? No es que la Palabra de nuestro Señor haya fallado. El
nunca falla. Podemos mirar 2.000 años de historia y ver que la
Iglesia, de un grupo pequeño de doce hombres, ha llegado a
incluir cientos y miles de millones de personas al servicio del reino.
Sin embargo, en muchos lugares del mundo actual, la Iglesia sólo
parece sobrevivir, no triunfar. Parece que la Iglesia está a la
defensiva, tratando de protegerse contra los ataques de un mundo siempre más descarado en su negación de la verdad moral y espiritual y cada vez más alejado de los principios de la santidad.
Es más, en algunas partes la Iglesia casi ha dejado de existir.
En otras, doctrinas extrañas seducen a grandes grupos de
personas, dejándolas finalmente decepcionadas y desalentadas. En otros lugares, la Iglesia parece más un club social que un
centro de adoración del Dios vivo donde las personas pagan una cuota cada semana para presenciar un espectáculo sin unción y de donde en vez de salir restaurados salen más cargados.
¿Qué pasó? ¿Por qué no estamos viviendo en la victoria que
Cristo desea para nosotros como Iglesia? Vamos a regresar hoy
a la historia de otra conquista, la victoria de los israelitas
para conquistar la tierra prometida, para así buscar algunas ideas.
Josué:
Capitulo 5: 13-15y que ni siquiera las puertas del Hades prevalecerían contra
ella. El Hades es el dominio del enemigo, y las puertas son
defensivas. El cuadro mental que Jesús nos estaba pintando, en
otras palabras, es de un ataque frontal contra el imperio de satanás.
Cuando veo la situación actual de la Iglesia, me pregunto: ¿qué
pasó? No es que la Palabra de nuestro Señor haya fallado. El
nunca falla. Podemos mirar 2.000 años de historia y ver que la
Iglesia, de un grupo pequeño de doce hombres, ha llegado a
incluir cientos y miles de millones de personas al servicio del reino.
Sin embargo, en muchos lugares del mundo actual, la Iglesia sólo
parece sobrevivir, no triunfar. Parece que la Iglesia está a la
defensiva, tratando de protegerse contra los ataques de un mundo siempre más descarado en su negación de la verdad moral y espiritual y cada vez más alejado de los principios de la santidad.
Es más, en algunas partes la Iglesia casi ha dejado de existir.
En otras, doctrinas extrañas seducen a grandes grupos de
personas, dejándolas finalmente decepcionadas y desalentadas. En otros lugares, la Iglesia parece más un club social que un
centro de adoración del Dios vivo donde las personas pagan una cuota cada semana para presenciar un espectáculo sin unción y de donde en vez de salir restaurados salen más cargados.
¿Qué pasó? ¿Por qué no estamos viviendo en la victoria que
Cristo desea para nosotros como Iglesia? Vamos a regresar hoy
a la historia de otra conquista, la victoria de los israelitas
para conquistar la tierra prometida, para así buscar algunas ideas.
5:13 Estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón
que estaba delante de él, el cual tenía una espada
desenvainada en su mano. Y Josué, yendo hacia él, le dijo:
¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos?
5:14 El respondió: No; más como Príncipe del ejército de Jehová
he venido ahora. Entonces Josué, postrándose sobre su
rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a
su siervo?
5:15 Y el Príncipe del ejército de Jehová respondió a Josué:
Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás
es santo. Y Josué así lo hizo.
Los israelitas han cruzado milagrosamente el río Jordán, ahora enfrentan su primera batalla, y Dios tiene algunas lecciones muy importantes para ellos. Él ha registrado estas enseñanzas en su Palabra, para que nosotros también podamos aprender. Antes de la batalla, Josué se encuentra con una figura misteriosa. Se trata de un hombre armado con espada. Al acercarse, Josué como líder militar de Israel le llama a identificarse. ¿Eres de los nuestros, o eres del Ejército del enemigo? - le
pregunta Josué. En la respuesta de esta persona dos lecciones muy importantes de la que sacaremos algunas enseñanzas:
I. Dios nos llama a recordar quién es que manda.
El hombre le dice a Josué que él no está ni de su lado ni del
otro, sino que es el comandante del ejército del Señor. Ahora
Josué reconoce su autoridad, y este personaje le dice que se
quite las sandalias de los pies, pues está en tierra sagrada.
De inmediato, surge en nuestras mentes la pregunta: ¿quién es
este personaje? ¿Será un ángel de alto rango? Si pensamos así,
nos quedamos con un problema: bíblicamente, los ángeles no
consagran la tierra que pisan. Cuando se aparece un ángel a una
persona, no le dice que se quite los zapatos.
La única persona frente a la cual tenemos que quitarnos los
zapatos es Dios. Esto sucedió, por ejemplo, cuando el Señor se
le apareció a Moisés en la zarza ardiente. Le dijo que se
quitara las sandalias, porque estaba en tierra santa.
¿Quién, entonces, podría ser esta persona, comandante del
ejército del Señor y santo como el Señor? Sólo puede ser una
persona: Cristo, el Hijo de Dios, antes de su encarnación. Antes
de la batalla, Cristo, el comandante de los ejércitos del Señor,
vino para hacerle recordar a Josué quién manda.
Dios nos está llamando a nosotros también a recordar lo mismo.
Si queremos vivir en la victoria que Cristo tiene para nosotros,
tenemos que seguir sus instrucciones. Tenemos que recordar que no se trata de que Dios bendiga nuestros planes, sino que
nosotros nos unamos al plan de Dios.
Todos queremos ver que la Iglesia crezca y prospere, pero -
¿estamos siguiendo las instrucciones que Jesús nos ha dejado?
¿Estamos haciendo lo que Él nos dijo? ¿Estamos recordando que Él es quien manda? Sólo vamos a poder conquistar con el poder
espiritual que viene de la oración, del ayuno, del tiempo que pasamos en el estudio de la Palabra de Dios.
Dios nos ha dado las armas, pero muchas veces las hemos dejado
en el armario y hemos salido a pelear en nuestras propias
fuerzas. Antes de que Josué y los israelitas pudieran avanzar a
la victoria, era necesario que recordaran quién mandaba.
Sigamos leyendo ahora en Josué 6:1-5.
6:1 Ahora, Jericó estaba cerrada, bien cerrada, a causa de los
hijos de Israel; nadie entraba ni salía.
6:2 Mas Jehová dijo a Josué: Mira, yo he entregado en tu mano a
Jericó y a su rey, con sus varones de guerra.
6:3 Rodearéis, pues, la ciudad todos los hombres de guerra,
yendo alrededor de la ciudad una vez; y esto haréis durante
seis días.
6:4 Y siete sacerdotes llevarán siete bocinas de cuernos de
carnero delante del arca; y al séptimo día daréis siete
vueltas a la ciudad, y los sacerdotes tocarán las bocinas.
6:5 Y cuando toquen prolongadamente el cuerno de carnero, así que oigáis el sonido de la bocina, todo el pueblo gritará a
gran voz, y el muro de la ciudad caerá; entonces subirá el
pueblo, cada uno derecho hacia adelante.
Dios le da a Josué instrucciones inusuales para conseguir la
victoria sobre Jericó. Le dice que los israelitas debían marchar
alrededor de la ciudad siete días consecutivos, y el séptimo día
debían marchar siete veces. Los sacerdotes debían llevar el arca
del pacto delante del pueblo, y delante del arca debían ir siete
sacerdotes tocando trompetas.
Las trompetas eran un llamado a la guerra. Se tocaban para
convocar las tropas y llamar a los soldados a la batalla. Al
tocar la trompeta, entonces, alguien iba a pelear. Es más, el
arca del pacto era el lugar donde Dios se manifestaba. Su
presencia al frente de los israelitas indicaba que Dios iba
delante de ellos, y que El pelearía por ellos. El les daría la
victoria.
II. Dios nos llama a recordar quién nos dará la victoria
Veamos en el verso 6:20 qué sucedió cuando el pueblo siguió las
instrucciones de Dios: "Entonces los sacerdotes tocaron las
trompetas, y la gente gritó a voz en cuello, ante lo cual las
murallas de Jericó se derrumbaron. El pueblo avanzó, sin ceder
ni un centímetro, y tomó la ciudad."
Dios iba delante de ellos, y cuando marcharon en obediencia al
mandamiento de Dios, Él les dio la victoria. Cuando tú vives por
Cristo como soldado de la fe, Él te da a ti la victoria también.
No tienes que desconfiar de la presencia y la ayuda de Dios.
Cuando tú sales en la mañana para ir al trabajo, recuerda que
Dios va delante de ti. Cuando tú sales a compartir a Cristo con
tus vecinos, recuerda que Él va delante de ti. Cuando tú sirves
dentro de la Iglesia, recuerda que Cristo va delante de ti - y
que Él te dará la victoria.
Son dos ideas muy sencillas, pero las olvidamos tan fácilmente:
Dios nos llama a recordar quién manda, y quién nos dará la
victoria. ¿Estás luchando para ganar la victoria en la guerra
espiritual? ¿Estás viviendo en victoria sobre el pecado? ¿Estás
ganando almas para el Señor?
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