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martes, 27 de agosto de 2013

COMO ACTUAR EN UNA SITUACIÓN DIFICL

Hace muchos años atrás me encontré en una situación difícil y peligrosa, un tanque de gas propano se comenzó a incendiar mientras yo dormía.  Me recuerdo que Yo estaba solo en la casa y entre sueño escuchaba algunas personas gritando -!se esta incendiando la casa y hay alguien adentro durmiendo!- cuando yo desperté en medio del bullicio me pasaron muchas cosas por la mente, pero actué fría y pacientemente. Tome una toalla la empape de agua, me la envolví en la mano derecha y con mucho cuidado pero rápidamente metí la mano en el fuego y cerré  el tanque de gas e inmediatamente el fuego se extinguió. 

La mejor decisión que se puede tomar en momentos difíciles se debe hacer fría y pacientemente. Cuando nosotros como creyentes en Dios estamos pasando por el fuego de las pruebas y las aflicciones la mejor decisión es cerrar las brechas espirituales a través de la oración y la intercesión. Hay momentos donde lo único que podemos hacer es clamar a la ayuda divina de nuestro Señor.

Cuando nos enfrentamos a una situación difícil debemos de actuar con sabiduría y paciencia al momento de tomar una reacción. Hay muchas  personas que cuando se enteran de que algo malo está pasando a su alrededor, reaccionan como lo hace el avestruz. Esta ave cuando esta en peligro entierra la cabeza en la arena, fingiendo que no pasa nada. Otras personas reaccionan como las gallinas descabezadas, corriendo de un lado para otro sin propósito ni meta. Otras personas reaccionan como perros callejeros, mordiendo a cualquiera que se les acerque. Se ponen de mal humor, pero no buscan ninguna solución verdadera al problema. 

Hoy quiero en este mensaje hablar y considerar la vida de un héroe de la Biblia que nos muestra y nos enseña un buen ejemplo de cómo reaccionar frente a una mala situación, me refiero a Nehemías.

Este hombre de Dios vivió aproximadamente 450 años antes del nacimiento de Jesucristo. Dice la biblia que algunos 150 años antes, un rey llamado Nabucodonosor había llegado a la tierra de Nehemías, la tierra de Judá, y la había conquistado. Destruyó la ciudad capital de Jerusalén y llevó a mucha de la gente cautivos a vivir en otro lugar.

Unos 80 años antes de la vida de Nehemías, algunos de los judíos habían recibido permiso para regresar a la tierra, pero eran muy pocos. La gente que había regresado a la tierra vivía bajo condiciones miserables, apenas logrando sobrevivir con lo que cosechaban de las tierras.

Nehemías no vivía allí. Su familia no había regresado a la tierra, y él seguía viviendo en el lugar adonde habían sido llevados los judíos. Le había ido muy bien. Tenía una buena posición; era el copero del rey. Esto significa que le tocaba probar todo lo que el rey bebía para comprobar que no tuviera veneno.

Como copero, era uno de los confidentes del rey. Tenía el quinto salario más alto de todo el reino. Los coperos tenían que ser apuestos y bien educados también. Así que Nehemías era un hombre con buenos ingresos, de buena apariencia y buena educación. ¡Todo le iba bien!

Pero un día, llegaron unas visitas de Jerusalén, la tierra de sus antepasados. Entre ellos estaba el hermano de Nehemías, y traía muy malas noticias. El muro de Jerusalén, que servía como defensa de la ciudad contra los ladrones y maleantes, seguía en ruinas. Ciento cincuenta años después de la conquista, la pared seguía derrumbada.

Al escuchar esto, Nehemías podría haber dicho: "¡Pobre gente! Qué lástima. Pero bueno, aquí estoy yo, lejos de todo eso, y no puedo hacer nada al respecto. ¡Que Dios los ilumine!" Pero él no pensó así. El amaba a su pueblo, y amaba a Dios. Quería ver que se cumplieran los propósitos de Dios en la tierra, y él sabía que Dios tenía propósitos para su pueblo en Jerusalén.

El se acordó de las promesas de Dios. El estaba lejos de la tierra y del templo donde se adoraba a Dios. Posiblemente nunca los había conocido, porque su familia tenía mucho tiempo de vivir lejos de allí. Sin embargo, él conocía lo que Dios le había prometido a su pueblo. Sabía que Dios les había prometido que los restauraría, aunque los tuviera que castigar. Su destrucción 150 años antes había sido un fuerte castigo, pero Dios también había prometido que los restauraría.

¿Cómo sabía Nehemías lo que Dios había prometido? No lo había escuchado en el templo, porque el templo de Jerusalén estaba muy lejos. Los profetas que Dios había usado para dar estos mensajes estaban muertos. Nehemías conocía las promesas de Dios porque él conocía la Palabra de Dios. Aunque estaba lejos de la tierra y del templo, él conocía los libros de la Biblia que existían en su tiempo y sabía lo que Dios había prometido.

Acordándose de las promesas de Dios, Nehemías respondió de la manera en la que debemos responder nosotros también cuando enfrentamos alguna mala situación. Nehemías respondió orando.

Quiero que leamos su oración, en el libro de Nehemías 1:5-11:


"Y dije: Te ruego, oh Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos;  esté ahora atento tu oído y abiertos tus ojos para oír la oración de tu siervo, que hago ahora delante de ti día y 
noche, por los hijos de Israel tus siervos; y confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado. En extremo nos hemos corrompido contra ti, y no hemos guardado los mandamientos, estatutos y preceptos que diste a Moisés tu siervo.  Acuérdate ahora de la palabra que diste a Moisés tu siervo, 
diciendo: Si vosotros pecareis, yo os dispersaré por los pueblos; pero si os volviereis a mí, y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, aunque vuestra dispersión fuere hasta el extremo de los cielos, de allí os recogeré, y os traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre.  Ellos, pues, son tus siervos y tu pueblo, los cuales redimiste con tu gran poder, y con tu mano poderosa. Te ruego, oh Jehová, esté ahora atento tu oído a la oración de tu siervo, y a la oración de tus siervos, quienes desean reverenciar tu nombre; concede ahora buen éxito a tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón. Porque yo servía de Copero al rey".

Observemos y analicemos lo que Nehemías dijo en su oración. Primeramente, recordó el carácter de Dios. Dios es fiel, y por eso podemos contar con El cuando oramos. En segundo lugar, confesó el pecado de su pueblo. El mismo se incluyó. No habló de las maldades de otros, sino reconoció que él y su pueblo le habían fallado a su Dios.

Si nosotros queremos acercarnos a Dios, sólo lo podemos hacer por medio de la confesión y el arrepentimiento. En tercer lugar, citó lo que Dios había prometido. De su conocimiento de la Biblia, mencionó las palabras que Dios había dicho por medio de Moisés, registradas en Levítico.

Finalmente, le suplicó al Señor que obrara. Pero no sólo le pidió a Dios que resolviera el problema, sino que también le pidió que lo ayudara a hacer lo que a él le tocaba hacer. El se dio cuenta de que no se lo podía dejar todo a Dios, sino que él también tendría que tomar cartas en el asunto. Le pidió a Dios éxito y favor ante el rey para ayudar también a sus compañeros judíos.

Nehemías nos demuestra cómo responder ante la crisis. Nuestra primera respuesta siempre debe ser la oración. Después habrá otras cosas que hacer. Como se relata en el resto del libro,
Nehemías no se quedó con los brazos cruzados. Pero su primera reacción fue orar, y esto dio dirección a todo lo demás que hizo. Cuando enfrentes cualquier clase de crisis, sigue el ejemplo de Nehemías y ora, antes de hacer cualquier otra cosa. Dios responde a la oración de fe.

Tomemos un momento ahora para ubicar la historia de Nehemías en la historia de la Biblia, la historia de la obra de Dios. Desde el principio, cuando Adán y Eva pecaron y se alejaron de Dios, El había prometido mandar un Salvador. Más tarde, escogió un pueblo - el pueblo de Israel - para traer al mundo el Salvador de todos.

En los días de Nehemías, ese plan de Dios parecía estar en peligro. La gente vivía en pobreza y estaba perdiendo su identidad. Si no se reconstruía el muro de la ciudad, sería muy fácil que el pueblo de Dios se olvidara de su propósito y empezara a buscar a otros dioses. Se podría perder todo lo que Dios había hecho hasta ese punto para preparar a su pueblo para traer al Salvador al mundo.

Fue por eso que levantó a Nehemías para traer restauración al pueblo, reedificando los muros. Sólo así podría cumplirse su propósito de traer al mundo el Salvador de todos, Jesucristo, el Hijo de Dios. El ya llegó para salvarnos. Unos 450 años después de la vida de Nehemías, El nació en un pueblito no muy lejos de esos muros.

Vivió una vida perfecta, y murió para pagar por nuestros pecados - muy cerca de esos mismos muros. Resucitó y ahora vive. Cuando confiamos en El, lava nuestros pecados y nos lleva a Dios.

Como Nehemías, debemos confesar nuestro pecado y orar con fe a Dios. Si lo hacemos, confiando en Jesucristo, nuestra vida será levantada - como fueron levantados esos muros.

sábado, 3 de agosto de 2013

COMO CAMBIAR EL MUNDO CON NUESTRA VIDA

Cuando Jesús buscó una comparación para identificar la vida de sus discípulos, habló de que debemos ser sal y luz para esta tierra. Como millares de luciérnagas alumbrando la noche oscura. 

Cuenta una anécdota que un abuelo y su nieto se fueron de vacaciones para una cabaña en el bosque. Cuando llegaron a la cabaña ya era de noche. Para evitar que se metieran muchos insectos, dejaron las luces apagadas hasta cerrar la puerta,  A pesar de su cuidado, sin embargo, algunas luciérnagas se metieron a la cabaña con ellos. El niño exclamó: "Es inútil abuelo. ¡Los zancudos nos están persiguiendo con linternas!" Pobre niño. No sabía lo que era una luciérnaga. 

En realidad, esos insectos que abundan en estas fechas son muy interesantes. Dios los ha diseñado con mucha sabiduría para producir luz mediante una reacción química. No son zancudos y no pican, pero si traen un foco interno que alumbra en la oscuridad. Traen su luz interior, así mismo Dios quiere que todos los que formamos parte del reino de la luz brillemos con la luz que por naturaleza divina a través de Jesús cada creyente posee. Los creyentes somos llamados a alumbrar este mundo oscuro. 

Una cualidad tanto de la luz como de la sal es que son notables por su presencia o por su ausencia. Por ejemplo, cuando probamos una comida desabrida, decimos: ¡Le falta sal! La sal es notable por su ausencia. Entramos a una habitación oscura, y de inmediato decimos: ¡Prende la luz! No preguntamos: ¿Qué le faltará a este cuarto? ¿Por qué estará tan oscuro? No, sabemos de inmediato que la oscuridad significa que hay una falta de luz.

¿Qué significa esto? Significa que la primera forma en la que podemos cambiar el mundo como seguidores de Cristo es simplemente por lo que somos, por nuestra presencia en el mundo, por medio de nuestro diario vivir. En otras palabras, como la sal y la luz son notables simplemente por su presencia o su ausencia, también nosotros como creyentes debemos serlo. 

Nuestra primera responsabilidad es simplemente brillar, donde Dios nos haya puesto, y alumbrarles el camino a otros para que puedan encontrar a nuestro Señor también.

Podemos hacer muchas cosas importantes como cristianos: Por ejemplo es importante mandar misioneros, trabajar para lograr la justicia social y levantar instituciones e Iglesias, pero todos estos proyectos se debilitarán si no se construyen sobre la base de una Iglesia de personas y creyentes que brillan para Cristo en su diario caminar. 

De esto nos habla el Apóstol Pablo en  su carta a los Colosenses 4:5-6:

¨Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo. Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno¨.

Estos versículos nos hablan de dos maneras en las que nuestras vidas deben brillar para Cristo y alumbrar el camino para que otros lo encuentren. La primera manera es en nuestra forma de vivir, y la segunda es en nuestra forma de hablar. Consideremos estas cosas más a fondo.

El versículo 5 nos dice que seamos sabios en nuestro comportamiento con los que todavía no son creyentes. A ti como creyente la gente te está observando. Tu comportamiento importa. Lo que tú haces tiene un impacto, directo e indirecto, sobre muchas vidas. Quizás no te des cuenta. A lo mejor piensas que tu vida no tiene un impacto grande, porque no sales en la televisión o la radio o quizás porque no eres famoso.

Sin embargo, hay mucha gente que te está observando. En el trabajo, donde vives, en la tienda - están observando tu forma de vivir. No digo esto para que te sientas cohibido o acomplejado. No debes tratar de portarte de una forma artificial, simplemente porque otros te miran. Más bien, es a vivir la vida como un verdadero imitador y seguidor de Cristo, sin tener vergüenza de serlo, de seguro que con tu testimonio  podrás impactar a los demás.

En el tiempo de los colosenses, cuando fueron escrito estos versículos  había muchas calumnias y rumores falsos que circulaban acerca de los cristianos. Por ejemplo, algunos los acusaban de ser caníbales. Como los creyentes decían que la cena del Señor representaba la carne y sangre de Cristo, los de afuera los acusaban de comer carne humana y beber sangre. ¡Claro está que no era cierto! Pero observen cómo ellos debían de combatir esas calumnias. No era con enojo ni poniéndose a la defensiva, sino más bien mostrando con su estilo de vida lo que significa ser un verdadero seguidor de Cristo. De esa forma, podrían taparles la boca a los calumniadores.

Hoy en día, también circulan muchos conceptos falsos acerca de lo que significa seguir seriamente a Cristo. Por ejemplo, a veces la gente dice así: "Esos evangélicos no pueden hacer nada que el pastor no les permita. No pueden ir al baile, porque el pastor se lo prohíbe. No pueden tomar licor, porque el pastor no se lo permite." ¡Cómo si yo fuera un agente de la policía celestial! Pero estas son las ideas que circulan en el mundo. Cuando uno escucha tales cosas, es fácil desanimarse. Es fácil decir: "¿Por qué no tratan de comprender?" Es fácil ponerse a la defensiva, y decir: "Bueno, si eso es lo que quieren pensar, ¡allá ellos!"

El Apóstol Pablo nos dice cómo debemos responder: simplemente mostrando la verdad con nuestra vida. Dejando brillar la luz que está en nosotros, siendo honestos, amables, trabajadores, generosos y gozosos. En otras palabras, la vida diaria que llevamos con Cristo en oración y en su Palabra se dejará ver en nuestro caminar. Tu vida podrá ser la única Biblia que muchos leen.

El verso 5 también nos dice que aprovechemos cada momento oportuno. Si no aprovechamos los momentos oportunos, se van - y ya no vuelven. Esa es una cualidad del tiempo. No se puede guardar, no se puede almacenar, ni se puede rescatar el tiempo ya perdido. Sólo se pueden aprovechar los momentos que tenemos ahora para impactar las vidas de otros.

Hoy, ahora - en este momento que estás en la tienda, que estás en el trabajo, que estás conviviendo con tu familia - puedes afectar una vida para bien o para mal. La acción más pequeña puede repercutir, como una piedra tirada a una laguna, y ondear en una vida tras otra. Una palabra afectuosa, una muestra de honestidad, una expresión de confianza en Dios puede hacer la diferencia para que podamos cambiar este mundo.

Tengo un recuerdo muy hermoso de mi madre cuando yo era niño, que aún no conocía al Señor, una de nuestras vecinas llegó a la casa y pidió hablar con mi madre. Cuando ella salió a ver qué se le ofrecía, la mujer le dijo así: "Señora Rosa, yo la he observado desde hace algún tiempo, y veo que tiene mucha paz en su rostro. ¿Me podría decir qué tengo que hacer yo para tener esa paz también?" Mi madre le compartió el evangelio, y poco tiempo después, ella aceptó al Señor.

Nunca sabemos quién nos está mirando, pero tenemos que estar preparados para aprovechar cada oportunidad. Si vivimos para Cristo, nuestras acciones diarias - aun las más pequeñas - servirán para alumbrar a los demás. Compórtate con sabiduría frente a un mundo que necesita ver la luz de Cristo en ti. Alguien llamado Francisco de Asís dijo una vez estas palabras: "Predica el evangelio en todo momento sin necesidad de usar palabras." Queriendo decir que nuestra vida es y debe de ser la primera manera de predicar el evangelio.

Sin embargo, a veces es necesario usar palabras. El verso 6 nos habla de esto. Nuestra conversación, nuestra plática, debe ser amena y de buen gusto. Debemos hablar con gracia, buscando responder sabiamente a cada persona con la que hablamos.

En griego, el verso dice literalmente que nuestras palabras deben ser sazonadas con sal. La comida sin sal es insípida, y nuestras conversaciones también pueden ser insípidas y aburridas. Pero cuando hablamos de las cosas de Dios, no tiene que ser aburrido. Dios nos está llamando a buscar formas interesantes y llamativas de hablar de su Palabra.

A veces nos ponemos a la defensiva cuando hablamos con las
Personas de afuera. Pero debemos dejar de sentirnos atacados. Si ellos dicen algo negativo acerca de nuestra fe, tratemos de averiguar por qué. Quizás hayan tenido una mala experiencia. El simple hecho de estar dispuestos a escuchar es muy importante.

Cada persona necesita una respuesta personal. La última frase del verso 6 dice: "Así sabrán cómo responder a cada uno." Algunas personas necesitan una palabra de apoyo; otros necesitan respuestas a sus preguntas. Algunas personas tienen que ver que todos los creyentes no son iguales; y con algunos, en realidad, no debemos perder mucho tiempo. Es cuestión de sabiduría.

Pero la clave se encuentra en 1 Pedro 3:15:

"Estén siempre preparados para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes." 

Cuando alguien comenta sobre tu vida, ¿qué le dirás? ¿Le hablarás de Dios, o te quedarás con el crédito por las bendiciones que Dios te ha dado?

Dios nos está llamando a estar listos para presentar le el evangelio a cualquiera que muestre interés. Debemos saber cómo expresar breve-mente el mensaje de salvación. Es un mensaje sencillo; se puede expresar con diferentes ejemplos. Pero es importante conocer alguna manera en la que puedas comunicar el evangelio.

La pregunta es ¿Estamos brillando en medio de este mundo de tinieblas? o estamos viviendo como lumbreras con el foco quemado.

Hoy puedes pedirle a Dios que te ayude a brillar para Cristo. Puedes pedirle al Espíritu Santo que te dé sabiduría para hablar de las cosas de Dios en cada oportunidad que se presente. Aprovecha estos momentos para meditar en lo que quieras cambiar en tu vida, y pedirle al Señor que te ayude a hacerlo. Tu vida puede servir para alumbrarle el camino a otro con la luz de Cristo y con su palabra que es lámpara y lumbrera para nuestros caminos.

Dios te bendiga siempre!!!

Pastor: Pablo Ramos.