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martes, 30 de diciembre de 2014

¿Y DONDE ESTAN LOS OTROS NUEVE?

Jesús había comenzado el largo viaje a Jerusalén. Sabía lo que le esperaba allí - la traición, el abandono por sus compañeros más cercanos, y al fin, una muerte cruel en la cruz. En el camino, pasó por la frontera entre las provincias de Samaria y Galilea. Era en Galilea que Jesús se había criado. Samaria era una provincia despreciada; los judíos consideraban que sus habitantes eran de baja calidad racial y religiosa.

A punto de entrar a un pueblo, un grupo de diez hombres salió a su encuentro. Eran diez leprosos; según las leyes, no se podían acercar a nadie. Debían guardar la distancia. De lejos, le gritaron a Jesús: "¡Jesús! ¡Maestro! ¡Ten compasión de nosotros!" Cuando los vio, Jesús les respondió: "Vayan a presentarse ante los sacerdotes."

Según la ley de Dios, cuando una persona era sanada de la lepra, debía presentarse ante los sacerdotes para que lo declararan limpio. Por lo tanto, si estos leprosos obedecían lo que Jesús les decía, con esa acción demostrarían su fe de que los iba a sanar. Los diez obedecieron y agarraron rumbo hacia Jerusalén, donde estaban los sacerdotes.

Mientras iban caminando, ¡se les desapareció la lepra! Quedaron totalmente limpios. Su piel volvió a quedar libre de toda mancha. Uno de ellos, al ver lo que le había sucedido, empezó a toda voz a alabar a Dios. "¡Gloria a Dios!" - gritaba, "¡Alabado sea el Señor!" Y regresó corriendo a Jesús y se echó a sus pies, dándole las gracias. Era un samaritano.

Jesús lo miró, y luego observó: "¿No fueron diez los que quedaron sanos? ¿Dónde están los otros nueve? ¿Sólo este extranjero regresó para dar gloria a Dios?" Luego, le dijo al hombre: "Levántate y vete. Tu fe te ha salvado." ¡Qué buena pregunta hizo nuestro Señor! ¿Dónde están los otros nueve? Diez fueron los sanados, pero sólo uno regresó para expresar su gratitud por lo que Jesús había hecho por él.

¿Qué dirá Jesús acerca de nosotros? ¿Qué pregunta hará de nosotros? Leamos la historia de los diez leprosos, y meditemos sobre nuestra respuesta a los milagros que Dios ha hecho en nosotros. Esta historia se encuentra en Lucas 17:11-19.
Lucas nos dice que Jesús iba siguiendo su viaje a Jerusalén. En esta sección del libro de Lucas, unos diez capítulos, Jesús va camino a Jerusalén. Para esto había venido al mundo: para dar su vida en la cruz en pago de los pecados de todos nosotros. Jesús podría haberse apurado para llegar, pues lo que haría en la cruz ya era un gran sacrificio. Pero Él se tomó el tiempo para mostrar compasión hacia estos diez hombres que encontró en el camino. Es muy bondadoso el corazón de nuestro Señor.

La obra de Dios siempre viene en respuesta a la fe, así que Jesús les puso una pequeña prueba de fe a ellos. En lugar de sanarlos de inmediato, les mandó ir a presentarse ante los sacerdotes. Podrían haber contestado: "¿Para qué? ¡No hemos sido sanados todavía!" Pero ellos confiaron en lo que Jesús les había dicho, y empezaron el viaje.

Cuando Dios obra en tu vida, Él también te pedirá fe. En otras palabras, Él te llamará a confiar en sus promesas. La manera de mostrar esa fe es en obediencia. En esa prueba de fe, Dios te está llamando a obedecer lo que El te ha mandado. Eso es todo. Si tú confías en su Palabra, quizás tengas dudas; quizás tengas temores; pero la medida de tu fe está en la obediencia.

Mientras iban por el camino, los diez leprosos quedaron sanados. En ese instante, su vida fue transformada. Habían tenido que vivir afuera del pueblo, comiendo lo que pudieran encontrar, con sólo la compañía de otros leprosos. ¡Ahora podrían regresar a sus casas, a sus familias, a la vida! ¡Qué gran bendición!

Como ellos, muchos hemos sido bendecidos grandemente por Dios. ¿Cuáles son algunas de las cosas que Dios ha hecho por ti? Considera las bendiciones que te ha dado: la vida misma, tu familia, el trabajo, los lugares que has podido conocer, los momentos de diversión y de alegría que has pasado y que pasarás en el futuro - todas estas cosas son bendiciones de Dios.

A veces nos fijamos tanto en las cosas que no tenemos, que se nos olvida lo que Dios nos ha dado. En lugar de estar agradecidos porque tenemos donde vivir, nos quejamos porque no es la casa de nuestros sueños. En lugar de estar agradecidos porque tenemos vida y salud, nos quejamos porque otros están más jóvenes o más atractivos que nosotros. Pero todos hemos sido bendecidos en esta vida que llevamos.

La bendición más grande que nos ha dado Dios es la bendición de la vida eterna por medio de la fe en Jesucristo. Como aquellos leprosos, tú y yo sufríamos de una enfermedad incurable. El pecado nos desfigura, nos separa de las relaciones sanas y abiertas con los demás y nos aleja de Dios. Nos condena a una muerte segura.

Pero Jesús vino a sanarnos de esta enfermedad. La medicina ya ha encontrado un tratamiento para la lepra, pero para el pecado, sólo hay una cura. Es la fe en Jesucristo. El llamó a los leprosos a mostrar su fe yendo a los sacerdotes. Así fueron sanados. El nos llama a nosotros a tener fe en El también, y así ser sanados. En el camino de la fe, encontramos el perdón.

Pero ¿cuántos volvemos a Cristo para darle las gracias? ¿Cuántos simplemente siguen su camino? Hay algo del leproso que regresó que me llama la atención. El verso 15 dice: "Uno de ellos, al verse ya sano, regresó alabando a Dios a grandes voces." A él no le importó quién lo escuchaba o quién lo veía. Estaba tan contento por haber sido sanado que no pudo contenerse. Empezó a gritar de alegría, dándole toda la gloria a Dios.

Si lo puedo expresar así, su gratitud fue extrema. El no vino a Cristo simplemente con un "Gracias, Señor" en voz baja. No se expresó de una manera tranquila y calmada. ¡Gritó! ¡No le importó que todo el mundo lo escuchara! La gratitud que llenó su corazón no se podía contener.

¿Cómo le expresas tu gratitud a Jesucristo? ¿Te quedas callado por temor a lo que otros podrán decir? Quizás no quieres causar un espectáculo. Sabes que no es de gente decente causar mucho alboroto. No quieres que los demás te miren de reojo. Prefieres guardar silencio.

¿De cuántos de nosotros dirá Jesús: dónde están? ¿Dónde están los que yo salvé? ¿Dónde están los que yo sané? Imagina, por un momento, que tú crías un hijo. Le das todo lo que necesita: alimento, educación, amor. Por fin, llega a ser adulto. Con la crianza que le has dado, se convierte en una persona de bien, un trabajador exitoso y bien pagado.

Pero ahora que no te necesita, nunca te visita. No te llama. No te pregunta si necesitas algo. Para él, es como si dejaras de existir. ¿Qué dirías de tu hijo? Es un malagradecido, ¿verdad? Yo estoy seguro que ninguno de nosotros queremos ser malagradecidos con nuestro Padre celestial. Le queremos mostrar nuestra gratitud por todo lo que El nos ha dado.

¿Cómo podemos mostrarle nuestra gratitud al Padre que nos ha amado, al Salvador que nos ha rescatado, al Espíritu que nos ha transformado? Para empezar, podemos mostrarle en la alabanza cuánto le amamos. Hebreos 13:15 dice así: "Por lo tanto, por medio de Jesús, ofrezcamos un sacrificio continuo de alabanza a Dios, mediante el cual proclamamos nuestra lealtad a su nombre" (NTV).

Cuando le cantamos a Dios, cuando le ofrecemos nuestras alabanzas, es un sacrificio que le agrada. ¿Cómo le ofrecemos ese sacrificio? ¿Lo hacemos distraídos, sin prestar atención a lo que estamos cantando? ¿Lo hacemos de mala gana o por obligación? Cuando sea hora de alabar a Dios, preparemos nuestro corazón para darle un sacrificio de alabanza grato y agradable ante El.

También le mostramos gratitud a Dios cuando le damos el crédito por las cosas buenas que nos suceden o que logramos. Digamos que nos han dado un ascenso en el trabajo. Un amigo se acerca para felicitarnos. "¡Qué bueno que lo lograste!" - nos dice. Me imagino que pocos de nosotros le diríamos: "¡Claro! ¡Ya ves que me lo merecía! Ya era hora de que reconocieran mi grandeza."

No diríamos esto; seríamos muy creídos. Pero ¿cuántos le damos las gracias a Dios en ese momento, con sinceridad de corazón? ¿Cuántos diríamos: Gracias a Dios que me ha dado esta oportunidad? ¿Cuántos lo alabaríamos con alegría, expresando nuestra gratitud al Señor sin pena?

Que Cristo nunca diga de nosotros: ¿Dónde están? Seamos como aquel humilde samaritano, que regresó alegre para adorar al Señor. Vivamos agradecidos, cada día de nuestra vida, porque nuestro Dios se lo merece.

jueves, 27 de noviembre de 2014

LA HISTORIA DE UN AMOR SIN PRECIO

Un joven quería conquistar el corazón de una muchacha, a pesar de que ella lo había rechazado en varias ocasiones. "¿Qué tengo que darte para que te enamores de mí?" - le preguntó a la joven. "El amor no tiene precio" - le respondió ella. Pero él seguía empeñado en ganarse su amor. Por fin, decidió enviarle un pequeño regalo cada día por correo. De ese modo pensaba comprar su afecto y con el tiempo su amor. Al final del mes, su plan funcionó, hasta cierto punto. La muchacha terminó enamorada...! pero del Cartero. !Que pena!.

El amor no se puede comprar - esto es una gran verdad. Si se da a cambio de dinero, entonces ya no es amor - es algo diferente. En este sentido, es muy cierto que el amor no tiene precio, pero para amar sí hay que pagar un precio - y este puede ser muy alto. Ese precio lo paga una madre que se queda despierta para atender a su niño enfermo, en lugar de disfrutar del sueño. Lo paga el padre que trabaja horas extras para poder darles a sus hijos la oportunidad de estudiar.

La historia de el amor sin precio fue escrita hace mucho tiempo por el Espíritu Santo y esta plasmada en la biblia. En este día, en un solo mensaje usted la podrá conocer. ¿Quién ha pagado el precio más alto a causa del amor? Ese precio lo pagó Dios. Esta es la historia del amor de Dios. 

En el principio, El formó al hombre y a la mujer. Con cuidado y atención, formó cada detalle. Los hizo a su imagen, con un espíritu, para que fueran capaces de conocerlo a El y tener amistad con El. Después los puso en un jardín bello, donde abundaba todo lo que ellos necesitaban para vivir felices y contentos. Dios les hablaba directamente. Ellos podían conversar con El, así como uno habla con su confidente más cercano. Pero llegó otro para hablarles también, una serpiente con mucha astucia. Ellos decidieron escuchar más bien a la serpiente, y olvidaron las palabras que Dios les había dicho. Desobedecieron el mandamiento que Dios les había dado.

Como resultado, tuvieron que abandonar el bello jardín que Dios les había preparado, y vivir de lo que podían sacar con trabajo de la tierra. Pero aun así no decidieron volver a Dios y pedirle perdón. La humanidad prefirió su propio camino. Su maldad llegó a ser tan grave que Dios tuvo que destruir toda la tierra con un enorme diluvio, y empezar de nuevo con una sola familia - la familia de Noé.

Pero aun después de esta gran tragedia, la humanidad no cambió de rumbo. Noé mismo fue el primer borracho presentado en la Biblia. Antes de que pasaran muchas generaciones, los hombres se habían olvidado del Dios del cielo - el Dios que los creó - y habían fabricado ídolos, dioses falsos para adorar y servir.

Le dieron la espalda al Dios verdadero, y prefirieron servir a otros dioses - que sus mismas manos habían hecho. Estos dioses eran crueles. Algunos les exigieron que sacrificaran a sus propios hijos en el fuego. Otros los obligaban a convertir a sus hijas en prostitutas para servir a su falso dios.

Con todo esto, Dios no le dio la espalda a la humanidad que había creado. Siguió bendiciendo la tierra y guiando el destino de las naciones. También llamó a un hombre, Abraham, y le prometió que se convertiría en padre de una gran nación. Abraham no se ganó este privilegio por su gran justicia. Simplemente creyó lo que Dios le había dicho, y Dios contó su fe por justicia.

Dios no había escogido a Abraham simplemente para bendecirlo a él y a sus descendientes. No se trataba simplemente de formar una nación para Dios, olvidando las demás naciones del mundo. Más bien, Dios le dijo a Abraham: "Por medio de ti serán bendecidas todas las naciones de la tierra" (Génesis 22:18). En su amor, Dios no se había olvidado de la humanidad. Más bien, El estaba preparando el camino para ofrecer salvación a toda la humanidad.

Poco a poco, Dios empezó a realizar su plan de amor. A los descendientes de Abraham, los israelitas, Dios les dio su ley para que supieran cómo es la vida que El espera de nosotros. Les dijo que debían amar a su prójimo como a sí mismo, y no aprovecharse los unos de los otros.

También les envió profetas para anunciarles lo que venía. Entre otras cosas, estos profetas les dijeron que Dios iba a mandar un Salvador, llamado el Mesías. Este Mesías sería un rey, pero sería un rey diferente de todos los reyes que había en el mundo. En lugar de oprimir a su pueblo para su propio beneficio, sufriría para rescatarlos. Daría su vida en pago de la rebelión del mundo.

Por fin, llegó el momento esperado. El Mesías prometido nació. Creció en una familia humilde, sin lujos ni ventajas. Cuando llegó a ser adulto, empezó a predicar un mensaje de arrepentimiento. Llamó a las personas a reconocer la llegada del reino de Dios y prepararse para vivir en él. Durante toda su vida, mostró tener una relación inusual con Dios. Cuando entraba a la adolescencia, se quedó en el templo para conversar con los maestros de la ley. Cuando sus padres le preguntaron por qué lo había hecho, les respondió: ¿No entienden que tengo que estar en los asuntos de mi Padre? En varias ocasiones más, mostró que conocía a Dios y se identificaba con El de un modo que ningún otro ser humano lo ha hecho.

Pero las autoridades se sintieron amenazadas por este predicador tan sincero y directo. Decidieron terminar con El, y tristemente, el pueblo los apoyó en su propósito. Terminó muerto en una cruz, sufriendo el castigo que solía aplicarse a los homicidas, los terroristas y otros personajes malvados.

Lo que nadie entendía, menos El, era que esto es precisamente lo que Dios había planeado. El sabía lo que iba a suceder cuando envió a este Salvador al mundo, pero lo hizo a propósito. Su muerte en la cruz no fue simplemente una gran tragedia. En la muerte de ese hombre perfecto e inocente, se pagó la deuda de pecado de cada persona. El murió en el lugar de los pecadores, sufriendo lo que la humanidad rebelde merecía.

¿Cuál fue el precio del amor de Dios? El amor le costó a Dios la vida de su propio Hijo. Romanos 5:8 lo dice claramente: "Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros." Dios podría habernos abandonado en nuestro pecado, dejándonos para enfrentar el infierno que nuestra rebelión merece.

Pero El no quiso hacerlo. El no es insensible al dolor. En su amor, El estuvo dispuesto a pagar el precio para que pudiéramos ser reconciliados con El. Juan 3:16 lo declara: "Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna." Dios nos amó tanto que El estuvo dispuesto a darlo todo, hasta su propia sangre en la cruz, para que pudiéramos volver a El.

El triunfo del amor de Dios fue tan grande que no se terminó con la muerte de Jesucristo. El resucitó, venciendo la muerte y el pecado. Ahora vive, y reina a la mano derecha del Padre. Su Espíritu está presente en el corazón de cada persona que lo ama y lo reconoce como Señor y Salvador. El ha prometido regresar un día para llevar a todos los que lo conocen a vivir con El para siempre.

Si Dios nos ha demostrado su amor de esta forma tan grande, ¿cómo debemos responder? ¿Cómo podemos corresponder al precio tan grande de amor que Dios pagó por nosotros? La primera cosa que tenemos que hacer es volvernos a El y reconocerlo como nuestro Dios y Rey. De otro modo, despreciamos y desechamos su amor.

Si tú nunca has aceptado a Cristo como tu Señor y tu Salvador, El te invita hoy a que lo conozcas. El pagó un precio incalculable para que tus pecados pudieran ser perdonados y pudieras ser reconciliado con Dios Padre. Pero si tú no te arrepientes del pecado, si tú prefieres seguir viviendo lejos de Dios, le darás la espalda a su amor y tendrás que pagar las consecuencias.

No desprecies el amor de Dios. No le des la espalda. Reconoce hoy a Cristo como tu Señor y Salvador. Entrégale tu vida y síguelo. Cuando lo hagas, su amor llenará tu corazón y su Espíritu Santo vendrá a morar en ti. No des la espalda al gran amor de Dios.

Si tú has aceptado a Cristo como tu Señor y Salvador, el amor que tú ahora le tienes a Dios te llevará a pagar un precio también.  Alabemos al Señor por su gran amor. Vivamos cada día alegres, porque tenemos un Dios que nos ama tanto. Compartamos con otros su amor. Cuéntales a otros la historia del amor de Dios, e invítales a que ellos también entren en esta relación de amor con El. Dios pagó un precio tan grande por amor a nosotros.  Y nosotros ¿Qué estamos dispuestos a dar por amor a El?

lunes, 3 de noviembre de 2014

LA MURMURACIÓN Y LA IGLESIA.

“Hermanos, no murmuréis los unos de los otros” 
(Santiago 4:11).


La Biblia nos narra una historia que define las consecuencias que puede traer la murmuración sobre un individuo, sobre la iglesia, o hasta sobre una familia. Podemos leer esta historia en el libro de Números 12:1-15 veamos:

1"María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado; porque él había tomado mujer cusita.
2 Y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros? Y lo oyó Jehová.
3 Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra.
4 Luego dijo Jehová a Moisés, a Aarón y a María: Salid vosotros tres al tabernáculo de reunión. Y salieron ellos tres.
5 Entonces Jehová descendió en la columna de la nube, y se puso a la puerta del tabernáculo, y llamó a Aarón y a María; y salieron ambos.
6 Y él les dijo: Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros profeta de Jehová, le apareceré en visión, en sueños hablaré con él.
7 No así a mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa.
8 Cara a cara hablaré con él, y claramente, y no por figuras; y verá la apariencia de Jehová. ¿Por qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés?
9 Entonces la ira de Jehová se encendió contra ellos; y se fue.
10 Y la nube se apartó del tabernáculo, y he aquí que María estaba leprosa como la nieve; y miró Aarón a María, y he aquí que estaba leprosa.
11 Y dijo Aarón a Moisés: ¡Ah! señor mío, no pongas ahora sobre nosotros este pecado; porque locamente hemos actuado, y hemos pecado.
12 No quede ella ahora como el que nace muerto, que al salir del vientre de su madre, tiene ya medio consumida su carne.
13 Entonces Moisés clamó a Jehová, diciendo: Te ruego, oh Dios, que la sanes ahora.
14 Respondió Jehová a Moisés: Pues si su padre hubiera escupido en su rostro, ¿no se avergonzaría por siete días? Sea echada fuera del campamento por siete días, y después volverá a la congregación.
15 Así María fue echada del campamento siete días; y el pueblo no pasó adelante hasta que se reunió María con ellos.

Jehová Dios se ofendió con la murmuración de María. 

Notemos que también se ofendió con Aarón, aunque todas las consecuencias cayeron directamente sobre María. Para que haya murmuración tiene que haber dos o más personas involucradas,  y tanto peca el que habla como el que escucha y se hace cómplice de ella. En el relato solo María, que fue quien hablo, recibió el castigo de la enfermedad de lepra y posteriormente fue separada del campamento por siete días hasta que esta sanara y entrara en la perfección, que se da cuando la persona que es víctima de la murmuración, en este caso Moisés,  intercede por las personas implicadas.

¿QUE ES LA MURMURACIÓN?

Traducción castellana usa la palabra “chismoso”. La palabra hebrea significa “difamador, llevador de cuentos” Hablar entre dientes manifestando queja o disgusto por alguna cosa. También Hablar mal de alguien a sus espaldas: Conversación en perjuicio de un ausente.

La  murmuración es un pecado.

El cristiano que continuamente está murmurando, hablando entre los dientes, La gente que vive Quejándose detrás de la espalda del pastor y de los hermanos, está provocando discordias, disensiones, pleitos, rencillas;  el tal está dando a conocer su escasez de poder espiritual, y una vida controlada por los impulsos naturales de la carne. 

Los creyentes maduros no murmuraran, ya que la madurez no se mide por conocimiento teórico, sino por la relación con Dios.

“Haced todo sin murmuraciones y contiendas” (Filipenses 2:14).

“…todo hombre sea pronto para oír, tarde para hablar, tardo para airarse…” (Santiago 1:19)

Los creyentes maduros tienen dominio sobre su lengua con la ayuda del Espíritu Santo,

“llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:5).

 CARACTERÍSTICAS DE LA MURMURACIÓN

La murmuración puede ser sobre un hecho falso entonces recibe el nombre de calumnia. Pero también puede ser sobre un hecho verdadero, entonces se le llama chisme. No se cuestiona si lo que se comunica es cierto o no, sino que el hecho de hablarlo, de comentarlo con otros, se constituye en murmuración y eso es pecado. Si hay algo que nos parece mal de parte de alguien, mejor es platicarlo directa y personalmente con esa persona y no comentarlo por otro lado. En este caso, si a los hermanos de Moisés les parecía que él se había equivocado al casarse con una madianita, debieron comentarlo con él directamente y lo más pronto posible. Ya que la murmuración y el chisme pueden causar muchos estragos.  La Biblia nos dice que: 

“El hombre perverso levanta contienda, Y el chismoso aparta a los mejores amigos”  (Proverbios 16:28).

Nuestro Señor llama a los chismosos corruptos: 

“Todos ellos son muy rebeldes, y andan sembrando calumnias; sean de bronce o de hierro, todos son unos corruptos” (Jeremías 6:28 Nueva Versión Internacional). 
Por eso, Dios prohíbe la murmuración dentro de su pueblo: “Haced todas las cosas sin murmuraciones ni discusiones” (Filipenses 2:14)

LA MURMURACIÓN TIENE OTROS MOTIVOS.

Muchas veces los que murmuran quieren aparentar que están preocupados por la obra de Dios, por el adelanto de su reino sobre la tierra, pero no siempre es así. En nuestro pasaje, se deja  ver que los motivos escondidos de María y Aarón al murmurar de Moisés, eran los celos y la envidia.

Ellos tenían celos de Moisés, tal vez se preguntaban por qué pareciera que él era el favorito del Señor. También sentían envidia porque Dios lo había escogido para ser el líder y ellos sentían que también tenían derecho, además eran mayores de edad que Moisés, y por si fuera poco, también Dios había hablado al pueblo por medio de ellos.

Dios dice en su palabra que los que murmuran sólo buscan satisfacer sus propios intereses: “Estos son murmuradores, querellosos, que andan según sus propios deseos…” (Judas 16).

 LA MURMURACIÓN ATRAE EL CASTIGO DE DIOS.

Podemos dividir la reacción de Dios en tres partes: (1) Dios oyó. (2) Dios amonestó. (3) Dios castigó.

1.     Primeramente Dios oyó. Los que murmuran, calumnian o chismean deben saber que antes que los escuchen los hombres, primero que nadie, Dios ya lo ha oído.
2.     Dios amonestó. El Señor llamó de pronto a los tres hermanos: Moisés, Aarón y María. El texto hebreo dice: Súbitamente, Nosotros debemos tener cuidado pues no sabemos cuándo nos llamará el Señor.
3.      Dios se enojó pues su ira se encendió contra ellos. Los dejó ahí, la nube se apartó del Tabernáculo y enseguida María se volvió leprosa.

¿Qué dice la Biblia sobre la murmuración?

Los murmuradores tienen una mente reprobada. (Romanos 1:28-32).

28 “Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; 29 estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; 30 murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, 31 necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; 32 quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican”.

 Serán destruidos (1 Corintios, 10:10; Salmo, 101:5).

“Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor”. (1 Corintios, 10:10).

“Al que solapadamente infama a su prójimo, yo lo destruiré; No sufriré al de ojos altaneros y de corazón vanidoso “(SALMO 101:5).

El que murmura en contra de un hermano murmura en contra de Dios (Santiago, 4:11-12).

Hermanos, no murmuréis los unos de los otros

¨11 El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. 12 Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?”.

La murmuración contrista el Espíritu Santo (Efesios, 4:30-31).

“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.    Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia”
  • Son insensatos (Tito, 3:2-3).
  • Dios los condena (Levíticos, 19:16).
  • Crean contienda (Proverbios, 26:20).
  • Caerán en juicio (Proverbios, 13:3).
  • Son hipócritas (Santiago, 1:26; Proverbios, 11:9; 2 Timoteo, 3:1-6).
  • Son necios (Proverbios, 10:18).
  • Serán avergonzados (1 Pedro, 3:14-16).
La murmuración, el chisme y la difamación dañan la esencia de una congregación que es la manifestación pura del amor de Dios. Los chismosos quieren la atención sobre ellos y sentirse apreciados, no soportan ver a otros hermanos ser queridos por la congregación porque sienten que le están robando algo que les pertenece.

¿Cómo es el Comportamiento del murmurador?

Suelen tener apariencia de “santidad”, una santidad que realmente no poseen. Tienden a ser “amorosos” con los demás, abrazan y besan les dicen a los demás que los aman pero realmente lo que quieren es escuchar que los demás los aman  a ellos. Tratan de acaparar la atención de los demás Usan el teléfono para informar a otros de los “problemas” de algunos hermanos solo con la intención de que oren por ellos, así sutilmente esparcen un chisme disfrazado de preocupación espiritual. Gustan de aconsejar, se autoproclaman consejeros, de esta manera pueden enterarse de los problemas de los demás.

¿Qué hacemos con ellos?

Ignorarlos y orar por ellos, estas personas se alimentan de la atención que reciben, si los ignoramos a la larga desistirán. Cuando nos quieren hablar de algún hermano dígale que usted va a llamar a esa persona y que los enfrentará, verá que el chismoso le dirá que no, ellos siempre quieren estar en el anonimato.

Si persisten pida una reunión con el pastor y déjele saber quiénes son esos chismosos, y esté dispuesto a estar presente en una reunión para desenmascarar-los.

Usualmente estas actitudes son las que más crisis causan en la Iglesia, pero hay más, hay personas con conductas difíciles que también forman el ambiente de la congregación, y hacen que este ambiente sea usualmente tenso y hacen del fluir de la unción una tarea muy difícil por no decir imposible. Pienso que por esta razón Dios mando a que separaran a María del campamento hasta que esta sanara y se limpiara de las consecuencia de su pecado de murmuración contra el ungido por Dios.

COMENTAR Y EDIFICAR..... 

martes, 28 de octubre de 2014

PERMITEME





"Permite me" es el producto y la inspiración de mi primer encuentro con Dios, luego de que El me había rescatado del pecado y del alcoholismo. Forma parte de la producción " Cristo es el Señor de mi Nación¨. Esta es una producción casera y no pretende competir con ninguna otra, solo llevar el mensaje de amor, manifestado en forma de adoración a nuestro Dios, por haber llegado a tiempo a mi vida. Esperamos que sus palabra te inspiren a entrar en un estilo de vida de Alabanza y de adoración, sin tomar en cuenta la sencillez del vídeo.


Este vídeo puede ser reproducido y compartido. No hay derechos reservados. La canción esta registrada en la secretaria de Bellas Artes y Culto de República Dominicana, pero es para gloria de Dios.


lunes, 20 de octubre de 2014

LA RESURRECCIÓN NUESTRA ESPERANZA DE GLORIA.

51 He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, 52 en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. 1 Corintios 15:51 y 52.

Hay palabras, promesas y acontecimientos que la Biblia describe que resultan sorprendentes e inexplicable al razonamiento humano y nos animan a querer conocer mucho mas  a cerca de tales cosas, me refiero específicamente al tema de la resurrección de los muertos y la transformación corporal de aquellos que no estén muertos al momento de la final trompeta.

Alguien me contó una vez la historia de una pareja de esposos que se encontraban de vacaciones cuando de repente tuvieron que salir corriendo de emergencia al Dentista. Al entrar al consultorio, la mujer le dijo al dentista de forma desesperada: "Es una muela Dr. tengo mucha prisa". No se preocupe por la anestesia, sólo ex tráigala de una vez". El Dentista se quedó impresionado y dijo. "!Waoo! Es usted una mujer muy valiente. ¿Cuál es la muela que hay que sacar?" La mujer le dijo a su esposo: "Abre la boca y enséñasela, querido". 

¡Pobre hombre! Pienso que, si me encontrara en su lugar, preguntaría: "¿Cómo puede eso ser posible? ¡Tomaré mis propias decisiones acerca de la anestesia, gracias!" Es muy fácil tomar decisiones acerca de la salud de otra persona, pero cuando se trata de nuestro propio cuerpo, es diferente. Pero alguien podría hacer la misma pregunta que hizo este hombre: "¿Cómo puede eso ser posible?" Una cosa es hablar de la resurrección de los muertos en un sentido general, pero otra cosa es comprender que este cuerpo - mi cuerpo - será resucitado. Cuando se trata de uno mismo, quiere tener más información.

Es por esto que Dios nos da ciertas comparaciones para que podamos entender un poco más cómo puede ser. Si comprendemos estas cosas, nuestra fe en la resurrección y en las promesas de Dios será fortalecida, y encontraremos inspiración para seguir firmes en la vida con Cristo
Te invito a que leamos detenidamente lo que nos dice la biblia en 1 Corintios 15:35-49.

35 Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? 36 Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes. 37 Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano; 38 pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo.  
39 No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves. 40 Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales. 41 Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria. 
42 Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. 43 Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. 
44 Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual. 45 Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. 46 Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. 
47 El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. 48 Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. 49 Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.
Para que entendamos cómo puede ser que estos cuerpos se convertirán en cuerpos resucitados y eternos, Dios nos da dos ejemplos. El primer ejemplo es el de la semilla. Cuando sembramos una semilla - de tomate, de calabaza o de cualquier otra planta - la semilla es totalmente diferente en apariencia de la planta que luego nace. La semilla no es simplemente una versión en miniatura de la planta, que luego se hace más grande. Si la examinamos con una lupa, no se parece en nada a la planta que nacerá. Sin embargo, Dios - en su gran sabiduría y creatividad - ha puesto dentro de esa semilla la capacidad de producir una planta totalmente diferente. Dentro del código del ADN está toda la información necesaria para producir la planta que brotará de esa semilla.

Algún día, al menos que Cristo regrese primero, nuestros cuerpos también quedarán sembrados en la tierra. Pero el mismo Dios que es capaz de sacar de una semilla un "cuerpo" - una planta – que es distinta, pero que nace de la misma semilla, también sacará de la semilla de nuestro cuerpo algo nuevo y diferente, pero que brota del mismo cuerpo.

Algunas personas se preguntan exactamente cuál será el punto de contacto entre los cuerpos que tenemos ahora y nuestros cuerpos resucitados. ¿Tendrán las mismas moléculas? ¿Qué pasa con las personas que se pierden en el mar, o cuyos cuerpos son incinerados? ¿Podrán ellos resucitar? Los maestros judíos de tiempos del Nuevo Testamento debatieron este punto. Al fin, sacaron la conclusión de que había un pequeño hueso en la nuca que era indestructible, y que de este hueso Dios volvería a formar el cuerpo resucitado. Pero la Biblia no entra en esta clase de especulación, porque Dios no necesita ningún hueso para resucitar nuestros cuerpos.

En realidad, la ciencia nos ayuda a entender este punto. Solemos pensar que nuestro cuerpo es uno solo, pero en realidad, nuestro cuerpo cambia constantemente a lo largo de nuestra vida. Constantemente se mueren las células de nuestro cuerpo, y son reemplazadas por células nuevas.
 
Hay un Doctor en Biología llamado Jonás Frisen, en la ciudad de Estocolmo, que recientemente realizo un estudio en el que se ha calculado que las células de nuestros cuerpos tienen una edad promedio de siete a diez años. ¡Qué bueno! ¿No te sientes más joven con saber que tu cuerpo sólo tiene entre siete y diez años? Hay algunas células que no se reemplazan, y otras que se reemplazan mucho más rápidamente.

Lo que significa es esto: a Dios no le hace falta tener las mismas células de tu cuerpo para resucitarte. Nuestras células están cambiando constantemente, pero seguimos siendo las mismas personas. Del mismo modo, Dios puede usar materias totalmente nuevas, pero darnos cuerpos que representan una continuación diferente y mejorada de estos cuerpos que ahora tenemos. ¡Cuán grande es nuestro Dios!

El segundo ejemplo que El nos da es el ejemplo de los cuerpos de diferentes tipos que existen en la creación. Hay diferentes clases de cuerpos dentro de la creación - aves, animales y peces. Tienen diferentes clases de carnes, pero Dios los forma de los mismos materiales. Del mismo modo, existen diferentes clases de cuerpos celestiales - el sol, la luna, las estrellas, los planetas. Brillan de formas diferentes, pero Dios los ha formado usando los mismos materiales comunes del universo.

Si Dios es capaz de hacer esto, entonces El también puede formarnos cuerpos gloriosos, cuerpos que nunca se enferman ni envejecen. Nuestro Dios creativo puede tomar las mismas materias de esta creación, o materias nuevas que El creará, para darnos cuerpos con otras cualidades.

Pero quizás nos preguntemos: ¿cuál es el modelo para nuestros cuerpos nuevos? ¿Cómo serán? Quizás alguien se imagine un cuerpo fantasmal, medio transparente, no muy real. Pero Dios ya nos ha mostrado cómo será el cuerpo que tendremos después de resucitar. El modelo para nuestro cuerpo resucitado es el cuerpo resucitado de Cristo.

El cuerpo natural que tenemos sigue el modelo de Adán. Cada persona natural nace con un cuerpo heredado de nuestros primeros antepasados. Todos levamos esa imagen. Pero el verso 49 nos dice que, después de resucitar, llevaremos la imagen de Cristo. Nos pareceremos a El.

¿Qué sabemos del cuerpo de Cristo? Sabemos que era un cuerpo reconocible. María Magdalena, sus discípulos y sus hermanos lo reconocieron cuando se les apareció. No era un cuerpo
irreconocible. A veces las personas me preguntan ¿Nos reconoceremos unos a otros cuando hayamos resucitado? Aquí está la respuesta. Si los que conocieron a Jesús lo pudieron reconocer después de su resurrección, también nosotros nos reconoceremos unos a otros cuando hayamos resucitado.

También sabemos que era un cuerpo físico. Por ejemplo, El comió con sus discípulos, invitó a Tomás a que lo tocara. El cuerpo resucitado es un cuerpo tocable. No es una aparición fantasmal, una proyección o un holograma. Es algo real. A la vez, es un cuerpo con capacidades extraordinarias. 

Leemos que Jesús se apareció a sus discípulos cuando se encontraban a puertas cerradas. El espacio ya no lo limitaba. Es un cuerpo especial, mejor que el que ahora tenemos. Tenemos una gran esperanza en la resurrección. Recibiremos cuerpos nuevos y mejores. Pero eso no es todo. Dios transformará nuestros cuerpos con un propósito especial. Leamos los versos 50 al 58 para ver esto:

50 Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción. 
51 He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, 52 en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. 
53 Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. 
54 Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. 
55 ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? 56 ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. 
57 Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. 58 Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.

Se dice que en los Estados Unidos años atrás, cuando los restaurantes McDonald´s todavía tenían parques de recreo, había un anuncio a la entrada de los juegos. Debajo de una raya marcada en la pared, decía algo como esto: "Sólo puedes entrar a jugar si mides menos de esto". Por razones de seguridad, se limitaba la entrada a los niños. Los jóvenes y los adultos no podían entrar. En la entrada al reino de Dios, también hay un anuncio. "Sólo puedes entrar si tienes un cuerpo incorruptible." Nuestro cuerpo tendrá que ser transformado si queremos entrar a morar con Dios para siempre. El cuerpo material - carne y sangre - no puede entrar al reino de Dios. Tiene que ser transformado primero.

Debemos comprender que el cuerpo transformado sólo vendrá a los que tienen un corazón transformado. El incrédulo - el que no tiene un corazón transformado - tampoco recibirá un cuerpo transformado, capaz de entrar al reino de Dios. Recibirá otra clase de cuerpo, adecuado para recibir el merecido de sus pecados.

En cambio, los que hemos recibido un corazón transformado por la fe en Jesucristo recibiremos un cuerpo transformado. De hecho, en este pasaje aprendemos algo que no se había revelado antes en la Escritura. Pablo lo llama un misterio. No todos tendremos que morir. Cuando Jesús regrese, los que hayan muerto resucitarán con un cuerpo incorruptible. Los que aún estén vivos serán transformados, sin tener que pasar la muerte.

Cuando eso suceda, la derrota de la muerte será final.Ya fue vencida cuando Cristo resucitó, pero todavía ejerce poder sobre
nosotros. Pero entonces, ya no moriremos. Ya no habrá muerte. Con nuestro Señor Jesucristo, tendremos la victoria también. Tendremos una vida que jamás se terminará. Hoy, cada día que amanecemos es otro día más cerca de la muerte. Pero entonces, tendremos días ilimitados para gozar la vida con nuestro Señor.
Si todo esto es así, ¿cómo debemos vivir ahora? Encontramos la respuesta en el verso 58. La esperanza de la resurrección nos da fuerzas para mantenernos firmes y para seguir progresando siempre en la obra del Señor, porque sabemos que no estamos trabajando en vano.

En este mundo, hay muchos que viven sin esperanza. Cada día se levantan, van al trabajo, ven un poco de televisión por la tarde, y se acuestan para repetir la rutina. Quizás tu rutina sea la misma, pero si eres creyente, sabes que no lo haces en vano. Tu vida tiene razón, y tiene futuro. 

Tu cuerpo no está destinado a la destrucción y al olvido, sino a resucitar. Aunque veas que se esté desgastando y envejeciendo, un día no muy lejano, quedará totalmente renovado. ¿Vives con esta esperanza? ¿Vives con esta inspiración? Tu y Yo somos parte de la generación comprometida a vencer el pecado y por ende a ser transformados y recibir todas esas promesas que Dios ha establecido para los vencedores. !Anímate!

Comenta y edifica....