Durante las
tormentas de nieve recientes que pasaron por los Estados Unidos en esta
temporada de invierno, Yo pude observar a través de los medios informativos,
algo muy interesante.
Cuando la nieve caía sobre las ramas de los árboles, se podía notar que los resultados eran diferentes de un árbol a otro.
Algunos árboles perdieron ramas las cuales cayeron al
suelo por causa del peso de la nieve cuando se convertía en hielo, pues no
podían soportar su peso.Cuando la nieve caía sobre las ramas de los árboles, se podía notar que los resultados eran diferentes de un árbol a otro.
Otros árboles se doblaron bajo la carga del hielo, pero cuando este se derritió, poco a poco los arboles se enderezaron. Pero algunos árboles - entre ellos algunos muy antiguos, de troncos muy gruesos y apariencia impresionante - se cayeron al suelo, quedando sus raíces al descubierto. Por supuesto, esto marca el fin de cualquier árbol.
En la vida, llegan momentos duros y difíciles.
Vienen pruebas y sufrimientos, y al igual que estos arboles cada uno de nosotros responde de
una forma diferente. Para algunos, el tronco de su vida
queda firme, aunque de repente se caiga una rama que otra.
Pero otros, frente a la crisis, se caen y se derrumban por completo.
¿Qué es lo que marca la diferencia? Lo que marca la
diferencia - tanto para un árbol como para una persona - es la
calidad, la
profundidad y el fundamento de sus raíces. Un árbol firmemente arraigado en la tierra puede soportar muchas tormentas, mientras que otro árbol con raíces poco profundas se caerá bajo el peso.
profundidad y el fundamento de sus raíces. Un árbol firmemente arraigado en la tierra puede soportar muchas tormentas, mientras que otro árbol con raíces poco profundas se caerá bajo el peso.
Igualmente una persona cuyos fundamentos espirituales estén bien cimentados, ninguna tormenta de la vida, por fuerte que esta sea lo derribara.
¿Dónde están tus raíces? ¿Qué es lo que te
sostiene? Si no tienes raíces profundas, podrás caer en la
tormenta. De todas las tormentas que vienen en esta vida - la
enfermedad, la necesidad, la inseguridad, el rechazo - la peor
tormenta vendrá cuando esta vida se haya acabado. Me refiero a
la tormenta del juicio final, cuando todos tendremos que rendir
cuentas por nuestras acciones, palabras y hasta
pensamientos.
Cuando llegue ese día, sólo podremos sobrevivir
y entrar a la vida eterna si estamos firmemente arraigados.
Abramos la Biblia en Colosenses 2:6-7 para ver dónde hundir
nuestras raíces:
"Por tanto, de la manera que habéis recibido
al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y
confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en
acciones de gracias".
La única tierra firme donde podemos arraigarnos
para prosperar en toda tormenta es en Cristo. No hay otro.
Nosotros llegamos a saber acerca de Jesucristo cuando escuchamos el
evangelio, que es la buena noticia de que Dios nos ofrece su
perdón y salvación en base a lo que Jesucristo ha hecho por nosotros,
por su muerte en la cruz y su resurrección victoriosa.
Cuando nosotros creemos ese mensaje, no sólo
como una información interesante sino como la verdad
divina, y ponemos toda nuestra confianza en Jesucristo, empezamos
a crecer en Cristo. Este proceso de crecimiento tiene que continuar durante toda nuestra vida. ¿Cómo sucede?
Sucede cuando aprendemos acerca de El por medio
de su Palabra, leyéndola, estudiándola con otros, escuchando
predicaciones, recibiendo clases, etc. Sucede cuando lo
experimentamos en nuestra vida diaria, contestando nuestras
oraciones y dándonos fuerzas para enfrentar los problemas. Sucede
conforme vamos entregándole a El cada parte de nuestra vida:
nuestro uso del dinero, nuestras amistades, nuestro trabajo,
nuestra familia y todo lo demás.
Cuando crecemos en Cristo, el poder más grande
de todo el universo se pone a trabajar en nuestra vida. Es
el poder que resucitó a Cristo de entre los muertos, y la
Biblia dice que ese poder también opera en nosotros - si estamos firmemente arraigados, sembrados por fe en Cristo mismo.
Quizás tú te encuentras aquí hoy leyendo este sermón y
nunca te has comprometido de veras con Jesucristo. Te das
cuenta, al escuchar estas palabras, que realmente no estás arraigado
en El, porque nunca lo has recibido como Señor. En este día tu puedes tomar esa decisión.
¿Qué implica esto? Implica reconocer
que has pecado, y que necesitas perdón; significa aceptar de
manera personal que Cristo murió en la cruz por ti, por tus pecados.
Significa decidir que ya no vivirás sólo por ti mismo,
sino que caminarás por fe en el que dio su vida por ti en la cruz.
Si nunca has tomado esa decisión, hoy puede ser
el día de tu nuevo comienzo. Puedes empezar a crecer en el
único terreno firme, confiando ahora en Jesucristo, caminando
con El.
Si en este día tú ya has tomado esa decisión,
debes celebrar. Estas creciendo en buen terreno. No dejes de
crecer en Cristo. Este versículo te dice que, de la misma manera
en que aceptaste a Cristo - es decir, por fe - debes seguir
creciendo en El. A veces, cuando ya tenemos cierto tiempo en el
evangelio, empezamos a olvidar lo que seríamos sin Cristo.
¿Qué sería de ti, si El no fuera parte de tu
vida ¿Dónde estarías, si El no te hubiera tocado el corazón?
Es bueno recordar lo que seríamos sin Cristo, para darle
las gracias y motivarnos a seguir creciendo y madurando en El.
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