Translate

martes, 29 de julio de 2014

LA IGLESIA Y LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO.


¿Alguna vez has recibido un regalo inútil? Hay dos tipos de regalos o dones: Los regalos útiles y los regalos inútiles.

Una vez me toco participar en una actividad de las que se hacen a fin de año, donde se intercambian regalos pequeños. Uno de los invitados era un hombre calvo. No tenía ni un solo pelo en la cabeza. Cuando abrió su regalo, ¡era un peine! Para él, era un regalo completamente inútil. No le servía de nada.

Por otra parte, hay regalos que llegan justo a tiempo. En esta actividad, que era una costumbre de mi antiguo trabajo, Yo había ido vestido con una corbata, pero no tenía un pisa corbatas, para mi sorpresa el regalo que me tocó a mí, era exactamente eso, lo que yo necesitaba en ese momento ¡Un pisa corbatas! ¡Fue un regalo muy útil! Inmediatamente, luego de abrir mi regalo, me coloque mi pisa corbatas, enseguida la persona que me hizo el regalo me dijo: ¨Esos me gusta, los regalos son para usarlos, No para guardarlos¨

La Biblia nos enseña que Dios también nos da regalos a nosotros, regalos especiales y muy útiles. Por supuesto, Él nos regala la vida, el aliento, la salud, el trabajo y muchas otras cosas, pero estos regalos van más allá de las cosas que Dios nos da a diario. Son capacidades o habilidades que van más allá de lo natural, y que sirven para el crecimiento y el bienestar del pueblo de Dios. Me refiero a las manifestaciones de los dones del Espíritu Santo.

Muchas veces, nos referimos a estos regalos por el nombre de dones. Dios da a cada creyente un don.

En una ocasión un predicador hablaba de esto. Él decía que Dios tenía un don para cada uno de nosotros. Una hermana, al escuchar que Dios tenía un don para ella, respondió: "¡Qué bueno! Tengo mucho tiempo de estarlo esperando. No me importa si es un Don Juan, un Don Jorge o un Don Pedro; ¡sólo quiero que llegue pronto!" Pero claro, no estamos hablando de esa clase de don.

Si tú eres creyente en Jesucristo, Dios ha puesto en ti su Espíritu Santo. El está viviendo en ti, y se manifestará en tu vida de muchas maneras. Hoy vamos a ver cómo el Espíritu Santo se manifiesta en nuestras vidas para que podamos servir con poder al Señor. Veremos cómo debemos usar el don que Dios nos da. Comenzaremos leyendo 1 Corintios 12:1 al 3:

1 "No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales. 2 Sabéis que cuando erais gentiles, se os extraviaba llevándoos, como se os llevaba, a los ídolos mudos. 3 Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo¨.

Hay algo que debemos entender. Cada persona en este mundo está siendo afectada y manejada por fuerzas espirituales. Los que no siguen a Jesucristo ni son guiados por su Espíritu caen bajo el poder de otros espíritus, que los llevan a la adoración de otras cosas. Pueden ser los dioses falsos; o pueden ser los ídolos del dinero, del placer desenfrenado, de las drogas o de cualquier otra cosa. Pero todos estamos bajo la influencia de algo.

Muchos dirán: "¡No! A mí nadie me controla. Yo hago lo que quiero." Pero esto es ignorar la realidad, porque hay fuerzas que nos manejan a todos - por medio de la tentación, en los medios masivos, en la sociedad - ninguno de nosotros es libre de ser influenciado. Alguien dijo una vez que la mejor estrategia que ha hecho el diablo es convencer a todo el mundo de que él no existe. Así los influencia y maneja, mientras ellos piensan que son independientes.

Pero cuando llegamos a conocer a Cristo, estamos bajo el poder de otro Espíritu - el Espíritu Santo de Dios-. Ahora, El es quien nos debe manejar. Y la Biblia nos dice que la vida en el Espíritu es una vida de justicia, de paz y de gozo. ¡Es una vida buena! Lo que el Espíritu Santo hace en nosotros es exaltar a Jesucristo.

Por lo tanto, si el Espíritu Santo está manejando tu vida, te someterás cada vez más a la autoridad de Jesús en tu vida. El será tu Señor, el Rey y Jefe de tu vida. Con sinceridad dirás: "Jesús es el Señor", porque el Espíritu Santo produce ese efecto en todos los que El llena. Cuando el Espíritu Santo está obrando, produce la fragancia de Jesucristo.

Esto nos enseña algo muy importante. Los dones que da el Espíritu Santo, los efectos maravillosos que El produce, siempre servirán para exaltar a Jesucristo. Si piensas que estás usando tu don, pero el resultado te glorifica a ti en lugar de glorificar a Jesucristo, estás equivocado. Si te concentras más en que la gente te vea y te aplauda, sofocarás la obra del Espíritu Santo. El siempre exalta a Cristo.

Leamos ahora los versos 4 al 6 para aprender acerca de la unión que deben producir los dones:

4 Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. 5 Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. 6 Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo.

Los dones son muchos, pero es un solo Espíritu el que los da. Son muchos, pero exaltan a un solo Señor Jesucristo. Son muchos, pero sólo hay un Dios que obra por medio de ellos. Desgraciadamente, a veces el servicio al Señor se convierte en
motivo de división en lugar de unión. Algunas personas insisten que su don - su forma de servir al Señor - es el más importante. Para el líder de alabanza, todo debe girar alrededor del ministerio musical. Los maestros de escuela Bíblica insisten en que la enseñanza es lo más importante. El líder evangelista habla mal de los demás ministerios, insistiendo que el evangelizar es lo crucial.

En otros casos, alguien se siente amenazado cuando aparece otra persona con el mismo don. Se ha acostumbrado a estar a cargo de algún ministerio en la Iglesia, y le choca que otra persona también lo quiera hacer. En lugar de ver que Dios lo ha
levantado para ampliar el ministerio, algunos se sienten dueños de lo que están haciendo en la Iglesia.

Pero el apóstol Pablo nos enseña aquí que la obra de Dios se debe realizar en unión. Lo demuestra mencionando la Trinidad. ¿Te diste cuenta de que los tres miembros de la Trinidad se mencionan aquí? El Espíritu, el Señor Jesucristo, y Dios Padre - son tres Personas divinas, pero nunca están en conflicto ni oposición. El Hijo siempre se somete al Padre, y el Espíritu Santo siempre glorifica al Hijo - aunque los tres igualmente son Dios.

En nuestro Dios vemos la unión de tres Personas distintas en un solo Dios. En la Iglesia, debemos ver la unión de muchas personas diferentes en un solo cuerpo. Cada persona diferente tiene una forma diferente de servir, pero es a un solo Dios que servimos. Esto nos debe unir. Si nuestro servicio trae división, algo está mal. Los dones espirituales siempre deben usarse en unión.

Leamos ahora los versos 7 al 11 para ver cuál es el propósito de Dios en darnos dones:

7 Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. 8 Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; 9 a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. 10 A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de
lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. 11 Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.


Cuando el Espíritu Santo nos capacita para servir a Dios, lo hace para el bien de todos. Cada forma de servicio dentro de la Iglesia tiene como propósito levantar la Iglesia, animar a otros creyentes, alcanzar a los perdidos y promover el bienestar de los demás.

El apóstol Pablo nos da algunos ejemplos de los dones que el Espíritu da. Es importante entender que esta no es una lista completa. Hay otras listas de dones en la Biblia que son diferentes. Por lo tanto, no debemos limitar los dones sólo a estos. Pero esto nos da una idea de lo que el Espíritu Santo hace. A algunos, les da el poder de expresar la sabiduría de Dios, explicando las verdades de su Palabra y aplicándolas a la vida diaria.

A otros, les da entendimiento especial de los misterios de Dios - un conocimiento que va más allá de lo normal. A otros, les da una fe que va más allá de lo normal y que sirve de inspiración a otros creyentes. El don de fe que se menciona en el verso 9 no es simplemente la fe que nos salva, sino una fe extraordinaria.

Hace un tiempo, conocí  una persona que habia sufrido con una enfermedad crónica por muchos años. Más de quince años atrás, los doctores le dijeron que ya se iba a morir. Dios le salvó la vida, pero no la ha librado por completo del sufrimiento. Hoy en dia esta persona aunque se expresa con mucha fe en el Señor. Aunque a veces sufre mucho, a esto llamo Yo tener confianza en su Señor y amarlo de todo corazón. Este es un ejemplo del don de fe, que nos inspira a confiar más en Dios.

Otros dones - los de sanidad y milagros - estaban especialmente activos en los apóstoles, pero todavía se evidencian en algunos casos. Pueden ser abusados, pero no debemos dudar que Dios todavía sana y hace milagros. Igualmente, el don de profecía tenía una importancia especial durante los comienzos de la Iglesia. Esta es la capacidad para dar una palabra directa de Dios. Todavía puede suceder, pero El hoy nos habla principalmente por medio de su Palabra.

Otro don es el de discernir espíritus. Los que tienen este don pueden detectar cuando alguien está diciendo mentiras en el nombre del Señor. Otros tienen el don de hablar en lenguas, y otros el don de interpretarlas. La Biblia nos enseña que, si alguien empieza a hablar en lenguas en un culto de la Iglesia, siempre tiene que haber interpretación.

Estos son algunos ejemplos de dones que el Señor puede dar. Si tú conoces a Cristo, su Espíritu está viviendo en ti y te capacitará para servirle de alguna manera. ¡No dudes de su poder! No digas, yo no puedo servir en la Iglesia. Lo importante es servir en el poder del Espíritu y para el bien de los demás.

Imagina un lago bello bajo la brisa de una mañana fresca. El sol brillante se refleja en múltiples destellos sobre la superficie del lago. ¡Qué belleza! Así debe ser la Iglesia de Jesucristo. El poder del Espíritu Santo se manifiesta en muchos destellos a lo largo y ancho de la Iglesia. Cada persona lo refleja de una manera diferente, pero en unidad.

Busca la forma en la que Dios te ha llamado a servir, y confía en el poder que su Espíritu Santo te da. Únete a los demás en su servicio al Señor, y busca su gloria. Poniendo a trabajar ese regalo útil que Dios te ha dado  y veremos juntos cómo el Espíritu Santo trae nueva vida, fortaleza y alegría a su Iglesia. 

lunes, 21 de julio de 2014

EL OCULTISMO VS LAS PROFECÍAS (Parte 2)

Leer 1ra. parte aquí: http://pastorpabloramosd.blogspot.com/2014/07/el-ocultismo-vs-las-profecias-parte-1.html

El profeta Isaías ejerció un prolífico ministerio por espacio de 60 años durante el reinado de cuatro monarcas. Su desenvolvimiento en Israel (740-680 a.C.) estuvo signado por pruebas inequívocas de que Dios respaldaba su ministerio.
Todo lo que anunció en profecía, aun cuando en su momento parecía inverosímil, se cumplió.
Una profecía de inmediato cumplimiento
Recordemos que las profecías tienen cumplimiento a corto, mediano y largo plazo, tal como se evidenció en el desenvolvimiento ministerial de Isaías. Cuando reinaba Ezequías en el año 710 a.C., Asiría sitió a Jerusalén. "El rey de Asiría envió al copero mayor con su gran ejército desde Laquis a Jerusalén contra el rey Ezequías, y acampó junto al acueducto del estanque de arriba, en el camino del lavadero" (Isaías 36:2).
Senaquerib no se iba por las ramas. Estaba convencido de que su fuerza militar y trayectoria de estadista, serían fundamentales al momento de lograr la rendición de aquél reino al que tenía rodeado. Con habilidad, ejerció presión sobre ellos, sembrando temor (2 Reyes 18:13-37).
¿Qué hizo el rey Ezequías? Siguió tres pasos, de acuerdo con las Escrituras, que son los mismos que usted y yo debemos seguir cuando nos encontramos en una crisis y que encontramos descritos en el capítulo 19 del segundo libro de Reyes, capítulo 19.
a.- Fue a la Casa del Señor.
b.- Llevó la situación delante del Señor a través del profeta Isaías (vv.2-5). Como respuesta, Isaías le anunció la victoria (vv.6, 7).
"Y aconteció que aquella misma noche salió el ángel de Jehová, y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo eran cuerpos de muertos"(2 Reyes 19:35). Cuando Senaquerib regresó a la capital donde residía y, mientras adoraba a su dios pagano Nisroc, sus hijos lo asesinaron (vv.36, 37).
Como se puede apreciar, el cumplimiento de la promesa fue asombroso. Rebasó todas las expectativas. En el tiempo oportuno de Dios se materializó la profecía. Fue un anuncio de corto plazo.
Una profecía a mediano plazo – Cien años después
Pero los anuncios de Isaías también tuvieron cumplimiento a mediano plazo, como ocurrió con la profecía sobre la cautividad del pueblo a manos de Babilonia. En aquél momento parecía algo fuera de toda posibilidad, pero remuérdelo: el Señor mira más allá de lo que usted y yo podemos apreciar.
"Entonces dijo Isaías a Ezequías: Oye palabra de Jehová de los Ejércitos; He aquí vienen días en que será llevado a Babilonia todo lo que hay en tu casa, y lo que tus padres han atesorado hasta hoy; ninguna cosa quedará, dice Jehová" (Isaías 39:5).
Tal como lo advirtió el siervo de Dios y contra todo pronóstico, cien años después fueron llevados en cautividad los Israelitas (Léase 2 Crónicas 36:17-21).
La caída de Babilonia – Profecía a largo plazo
Isaías como instrumento de Dios, profetizó a largo plazo. Y lo hizo para dirigirse a un imperio que todos consideraban difícil de derrotar. Leemos en las Escrituras cual fue el anuncio: "Profecía sobre Babilonia, revelada a Isaías hijo de Amoz: Aullad, porque está cerca el día de Jehová; vendrá como asolamiento de todopoderoso. Toda mano se debilitara, y desfallecerá todo corazón de hombre, y se llenará de temor, angustia y dolores se apoderarán de ellos; tendrán dolores como mujer de parto; se asombrará cada cual al mirar a su compañero; sus rostros, rostros de llamas" (Isaías 13:1, 6-8).
En su momento parecía imposible porque era un territorio sólido a nivel político, económico, militar y culturalmente. Sus murallas tenían 45 metros de alto; 15 metros de ancho y numerosas torres de atalaya. El río Éufrates corría por en medio de la ciudad. Pues bien, una noche y mientras el rey y la ciudad celebraban una fiesta ruidosa, los Medos y Persas desviaron el río y cuando el cauce se secó, entraron y tomaron la capital babilonia (Daniel 5:25-30).
Una profecía para 200 años después
Isaías profetizó también que cierto rey llamado Ciro permitiría la reconstrucción de Jerusalén y el regreso de los exilados, como en efecto se cumplió doscientos años después (Isaías 44:28-45:1). El anuncio tuvo asombroso cumplimiento (Esdras 1:1-11).

Aprendemos entonces: 1.- Que las profecías hablaban en nombre de Dios. Los siervos del Señor lo hacían con un propósito específico y no se dejaban mover por las emociones. 2.- Los profetas hacían anuncios a corto, mediano y largo plazo y, 3.- Las profecías han tenido un propósito dentro del plan divino. El hombre parece no aprender de los errores del pasado. Cuando volvemos sobre las páginas de la Biblia, encontramos que Dios fue claro al advertir a través de las profecías sobre la venida del Hijo de Dios (Hebreos 1:1, 2), y pese a ello, pasaron por alto los anuncios. La incredulidad les tornó insensibles de corazón y cuando Jesús emprendió su ministerio terrenal, no pudieron reconocerlo.
Dios prometió el Mesías desde la antigüedad.

Desde los tiempos de Abraham, Isaac y Jacob, Dios anunció que enviaría al Mesías. En períodos posteriores, Él reveló a los profetas que Israel llegaría a ser la principal nación del mundo durante el reinado de Cristo, el Ungido.
Ahora, la pregunta apenas natural es, ¿por qué no aceptaron al Mesías cuando llegó? Porque vivían los preceptos y mandatos de Dios a su manera, conforme a su leal entender, y habían caído en el ritualismo y la religiosidad.

En las Escrituras leemos acerca del Hijo de Dios que "En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron" (1 Juan 1:10, 11).
Estaban frente a la Salvación misma, pero se perdieron eternamente porque no pudieron entender que Él cumplía los planes divinos. Su miopía espiritual los llevó a la muerte eterna.

En la antigüedad tenían dos imágenes del Mesías
Conforme pasaban los siglos y esperaban al Mesías, las enseñanzas bíblicas y las advertencias y anuncios de los profetas fueron permeadas por ideas humanas y tradiciones que les llevaron a alejarse de Dios. Es así como se formaron dos imágenes diametralmente opuestas una de la otra, en torno a quién iba a ser el Ungido de Dios.

Creían que sería un enviado de Dios humilde.
Al leer al profeta Isaías, descubrimos que a un segmento del pueblo judío le asistía el convencimiento de que tendrían a un Mesías humilde, tal como lo aprendían al leer el capítulo 53 del libro de Isaías:
"Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Más él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados" (Isaías 53:3-5).
Para aprender mucho más, es importante que se tome el tiempo necesario para estudiar otros textos como los que hallamos en Salmo 22:6; Juan 1:10, 11; Mateo 8:77; Romanos 4:25.

Creían que sería un enviado de Dios conquistador
La tradición religiosa y la mal interpretación que hacían de algunos textos, les llevaba a creer que tendrían frente a sus ojos a un rey conquistador, con poderes ilimitados, que regresaría súbitamente a la tierra y culminaría la guerra que se libraría contra el pueblo escogido, librándonos de la opresión extranjera.

Uno de los textos en los que se fundamentaban era el capítulo 9 de Isaías versículos 6 y 7:
"Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro, y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino disponiéndolo y conformándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto".

También se remitían a otros textos proféticos como el que hallamos en Daniel: "Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmayará y consumirá a todos reinos, pero él permanecerá para siempre" (Daniel 2:44).

Incluso algunos rabinos llegaron a pensar, un siglo antes, que habría dos Mesías. No podían concebir nada diferente de un libertador espiritual y un libertador político.
Era evidente que entendían las Escrituras a su conveniencia y no concebían que fueran pecadores. Por el contrario, se creían demasiado justos y cayeron en la religiosidad (Marcos 7:1-15). Pasaron por alto más de 300 profecías que hablaban sobre el Mesías y las características que rodearían su ministerio.
Estaban atrapados en el vaivén de las convicciones fruto de tradiciones humanas y no podían, como ocurren ahora, las señales de los tiempos.
Aunque profesaban encontrarse a la expectativa de que arribara el Mesías y aun cuando tenían dos imágenes distintas, la de un Mesías Libertador y la de un Mesías Guerrero, cuando el Señor Jesús inició su ministerio terrenal no pudieron reconocerlo. Los judíos, que se movían entre dos extremos: la pecaminosidad y la religiosidad, sencillamente no estaban apercibidos. Por esa razón no pudieron identificar en qué momento se encontraban frente al redentor, pese a las señales, prodigios y milagros que hacia.
Orígenes
El Señor Jesús cuestionó al pueblo de Israel por la dureza de su corazón. Aunque todo testimoniaba que Él estaba cumpliendo una misión suprema del Padre, se mostraban reacios e incrédulos.
Ante una de las múltiples preguntas que le hicieron para tentarle, Jesús dejó en claro el asunto. "Él les contestó: al atardecer, ustedes dicen que hará buen tiempo porque el cielo está rojizo, y por la mañana, que habrá tempestad porque el cielo está nublado y amenazante. Ustedes saben discernir el aspecto del cielo, pero no las señales de los tiempos" (Mateo 6:2, 3).
Puso de relieve la ceguera espiritual que les asistía. Lo hizo aludiendo a una práctica común en Palestina, como era observar el estado del tiempo. Surge aquí una pregunta: ¿estamos conscientes de que, tal como lo evidencian las señales, nos encontramos en el final de los tiempos?
Basta que lea un diario o aprecie las noticias de televisión. Se sorprenderá del nivel de degradación humana así las catástrofes que abundan por doquier, sin que la ciencia pueda hacer nada para evitarlo.
Tenían claridad sobre el linaje del Señor Jesús
Para los israelitas el lugar de nacimiento del Mesías no era desconocido. Con bastantes siglos de antelación se hizo el anuncio. Como antesala, Dios profetizó a Abraham que en él serían benditas todas las naciones (Génesis 12:2, 3).
Jacob poco tiempo antes de morir fue claro al decir: "El cetro no se apartará de Judá, ni de entre sus pies el bastón de mando, hasta que llegue el verdadero rey, quien merece la obediencia de los pueblos" (Génesis 49:10. Nueva Versión Internacional).
Muchos años después el profeta Natán dijo a David que Dios levantaría de él una descendencia que le edificaría Casa, que confirmaría su reinado eternamente y que Él le sería por Hijo (1 Crónicas 17:7; 11-13). Fue sin duda una figura clara, una ventana en el tiempo, sobre el reinado del Mesías.
Tenían claridad sobre el lugar de nacimiento del Señor Jesús
El profeta Miqueas, setecientos años antes de la era de Cristo, reveló el lugar de nacimiento del Hijo de Dios: "Pero de ti, Belén Efrata, pequeña entre los clanes de Judá, saldrá el que gobernará a Israel; sus orígenes se remontarán hasta la antigüedad, hasta tiempos inmemoriales" (Miqueas 5:2. Nueva Versión Internacional).
Resulta sorprendente la ubicación geográfica que definió Miqueas, un profeta contemporáneo de Isaías, como también el que dejó claro que el Ungido de Jehová vendría desde la eternidad misma. Le invito para que revise el texto nuevamente y compruebe esta enseñanza.
Cuando se produjo el nacimiento del Mesías, Herodes preguntó a los teólogos del momento sobre el sitio específico: "Belén de Judea—le respondieron--, porque esto es lo que ha escrito el profeta…" (Mateo 2:5).
Aunque todo se cumplió fielmente, los judíos permanecieron firmes en su tozudez. No podían aceptar la Salvación, aunque estaba frente a sus ojos.
Tenían claridad sobre el ministerio del Señor Jesús
Las Escrituras dejaron claro cuál sería el ministerio del Señor Jesús. Respecto a su poder ilimitado, el profeta describió: "Se abrirán entonces los ojos de los ciegos y se destaparan los oídos de los sordos; saltará el cojo como el ciervo, y gritará de alegría la lengua del mudo" (Isaías 35: 5, 6).
El Señor Jesús, que existía desde la eternidad, citó al profeta Isaías cuando discípulos de Juan le preguntaron si era o no el Mesías. 
"--¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?—. Les respondió Jesús:--Vayan y cuéntenle a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los que tenían lepra son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncian las buenas nuevas" (Mateo 11:4, 5. Nueva Versión Internacional).
¿Acaso el poder único e irrepetible que se manifestaba en el Señor Jesús no era prueba irrefutable de su divinidad? Al parecer los judíos no podían entenderlo.
Tenían claridad sobre los padecimientos del Señor Jesús
Los judíos querían pasar por alto el hecho de que, aunque el Mesías cumpliría exitosamente un plan divino, debería enfrentar el sufrimiento por el pecado del mundo. Isaías profetizó: "Muchos se asombrarán de él, pues tenía desfigurado el semblante; ¡nada de humano tenía su aspecto!" (Isaías 52:14. Nueva Versión Internacional).
Un poco más adelante escribió: 
"No había en él belleza ni majestad alguna; su aspecto no era atractivo y nada en su apariencia lo hacía atractivo. Despreciado y rechazado por los hombres, varón de dolores, hecho para el sufrimiento. Todos evitaban mirarlo: fue despreciado y no lo estimamos. Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores" (Isaías 53:2-4 a. Nueva Versión Internacional).
En su ceguera espiritual, hombres y mujeres no concebían que un siervo enviado por el Dios del universo, sufriera. Y menos, que en Él recayeran los pecados del mundo. ¡Sencillamente no podían comprenderlo!
Los cristianos hacemos bien en estar atentos a las Escrituras para comprobar cuando nos dicen que estamos en los tiempos finales y que pronto Jesús, como Rey y Señor, regresará por su pueblo.
Como hemos tenido oportunidad de estudiarlo con detenimiento, el profeta Isaías hizo sorprendentes anuncios 700 años antes de que tuvieran cumplimiento. Muchas de sus predicciones estuvieron estrechamente ligadas al ministerio, acoso y muerte del Mesías. Igual ocurrió con David, Daniel y Zacarías, entre otros, quienes bajo la inspiración del Espíritu Santo atravesaron el puente que se tendió en el tiempo con el fin de que conocieran lo que habría de acontecer.
Se profetizó que el Mesías sería vendido.
Quinientos años antes de Cristo, el profeta Zacarías hizo sorprendentes anuncios respecto al precio que pondrían por la vida del Hijo de Dios: 
"Y les dije: Si os parece bien, dadme mi salario; y si no, dejadlo. Y pesaron por mi salario treinta piezas de plata. Y me dijo Jehová: Échalo al tesoro; ¡hermoso precio con que me han apreciado! Y tomé las treinta piezas de plata, y las eché en la casa de Jehová al tesoro. (Zacarías 11:12, 13).
Tal como lo expresó, los sacerdotes ofrecieron a Judas dinero a cambio de Jesús (Mateo 26:14, 15). No fue otra cosa que ponerle valor a Dios, y además, advirtió que el dinero sería regresado al templo, como en efecto ocurrió cuando Judas se arrepintió por su craso error (Mateo 27:5, 6).
¿Acaso coincidencia? Sin duda que no. Datos tan exactos no podían preverse.
 Se profetizó que el Mesías no sería escuchado.
Con suficiente antelación, Isaías profetizó que el anuncio del Mesías no sería atendido por el pueblo. 
"Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos." (Isaías 53:3).
Pese a que el anuncio de Cristo Jesús traería salvación a la humanidad, lo desecharon. En su orgullo y tradicionalismo religioso, creyeron más a sus costumbres que a las claras advertencias consignadas en la Palabra de Dios.
Se profetizó que el Mesías llevaría las culpas del mundo.
Todos sus pecados, de los cuales es imposible que usted haga la cuenta por el sinnúmero de ellos, fueron cargados sobre el Señor Jesús en la cruz. Era la forma de Dios reconciliarse con la humanidad, aquella que creó y amaba entrañablemente. Pero, a menos que se hiciera un sacrificio de una vez y para siempre, no se podría eliminar el abismo que separaba al hombre de Su Padre celestial.
La pesada carga que llevaría Cristo, fue descrita con sorprendente exactitud por Isaías: 
"Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada." (Isaías 53:4-7, 10).
Comprenderá usted que, a menos que se tratara de profecías de Dios para su tiempo, no se puede comprender que escritos de siete siglos antes de Jesucristo, fueran tan pormenorizados en sus descripciones.
Se profetizó que el Mesías sería crucificado.
Pero si su sorpresa llega al límite, mucho más cuando lea el Salmo 22 y los versículos 1, 7, 8, 14, 17 y 18. Hágalo con detenimiento. Allí descubrirá de qué manera y con exactitud, el rey David describió 1,000 años antes de que ocurriera, cada uno de los detalles de la crucifixión del Mesías.
Cabe anotar aquí que en el tiempo en que se escribió el texto, no se conocía el castigo de la crucifixión que sería adoptado por los romanos 200 años antes de Jesucristo.
Se profetizaron circunstancias específicas sobre la sepultura del Mesías.
Cuando volvemos sobre las páginas de la profecía, descubrimos algo todavía más sorprendente: "Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca." (Isaías 53:9).
Observe que el siervo de Dios describió que el Mesías sería crucificado y moriría con los impíos, como en efecto ocurrió (Mateo 27:38) y que estaría en una sepultura de ricos, tal como ocurrió cuando José de Arimatea ofreció para el Mesías una tumba cavada en la roca (Mateo 27:59, 60).

No podríamos concluir sin mencionar el hecho de que el propio Jesús anunció que Jerusalén sería destruida. Fue una profecía que les instaba a permanecer alerta (Lucas 19:43, 44). No le creyeron. Parecía algo inverosímil. Sin embargo ocurrió cuando en el año 70 d.C. el general Tito y sus legiones romanas y las destruyeron.

lunes, 14 de julio de 2014

EL OCULTISMO VS LAS PROFECIAS (Parte 1)

El ocultismo tiene muchas caras. Es como un dado, con varias facetas, cada una con características muy particulares. Pero una de las más graves es que levanta una cortina de humo que impide ver la realidad de cuanto está ocurriendo. En el caso que nos ocupa, no hay nada más inmediato que el fin de los tiempos, cuando se avecina el regreso del Señor Jesucristo por su iglesia.
El ocultismo no es nuevo. Por el contrario, es tan antiguo como el tiempo. Las prácticas que atraen hoy a millares de personas en todo el mundo, se remontan a la cultura de los Caldeos, en el territorio que rodea al Golfo Pérsico.
Posteriormente se trasladó a Babilonia, en donde experimentó un singular desarrollo. En particular se aprecia que la astrología tomó fuerza hasta tal punto que sus practicantes ejercían influencia en la corte real.
Una demostración la representa el Zigurat, que era una enorme construcción de piedra levantada en el territorio babilonio. Descubrimientos arqueológicos del siglo XX han dado crédito a la existencia de tal monumento.
Los conocimientos ocultistas fueron adoptados por Egipto, en donde se adicionaron nuevos elementos, muchos de los cuales aún hoy prevalecen en quienes creen en lo oculto asegurando que se trata de "enseñanzas milenarias".
Peligrosa influencia del ocultismo.
Quizá ha visto alrededor cuántas personas abren el diario matutino, no con el ánimo de enterarse de las últimas noticias sino para conocer qué les dice el horóscopo o los augurios que propagan decenas de propagadores de estas prácticas.
Si la lectura de tales vaticinios es favorable, empiezan un día llenos de entusiasmo pero, si por el contrario, les advierten sobre un "supuesto" peligro, caen en una especie de paranoia de la cual es difícil de escapar.
El gran emperador romano y guerrero, Julio César, dependía de los augurios antes de emprender cualquier acción. Y en Roma tomaron de tal manera fuerza, que ejercían influencia en la corte real.
A través del ocultismo se busca, en esencia: 1.- Conocer el futuro. 2.- Recibir buenas noticias y, 3.- Lograr control sobre los acontecimientos de la vida.
Tales expectativas son por supuesto, un fraude. Sin embargo son los principales alicientes de quienes han caído bajo sus garras.
¿A dónde podemos recurrir?
En momentos como los actuales, en los que el ocultismo es una fuerza cada vez más creciente de engaño en la sociedad y cuando, pese a sus prácticas todavía encierran dudas e inquietudes, la profecía bíblica es la única respuesta. Nos dice qué está ocurriendo, qué ocurrirá y qué debemos hacer.
Cabe aquí preguntarnos, ¿es confiable la profecía bíblica? Por supuesto que sí y a continuación describo las razones:
En las Escrituras aprendemos lo que desea el Señor.
Además de las Escrituras no hay otra guía para entender, en momentos como el actual, qué está ocurriendo y a qué nos enfrentamos en el futuro.
Hay un pasaje interesante de la antigüedad que debemos repasar. Moisés dijo al pueblo de Israel y se aplica también a nosotros hoy: 
"Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare. Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta. Y si dijeres en tu corazón: ¿Cómo conoceremos la palabra que Jehová nos ha hablado?; si el profeta hablare en nombre de Jehová, y no se cumplieron lo que dijo, ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha hablado; con su presunción la habló el tal profeta; no tengas temor de él" (Deuteronomio 18:18, 19, 21, 22).
Dios nos revela todo a través de Su Palabra, que contiene anuncios proféticos fieles, a los cuales debemos estar atentos al tiempo que desechemos toda confianza en las diferentes manifestaciones del ocultismo.
El profeta debe ser probado.
Hoy día, a la par que se adentra en la sociedad toda suerte de caracterizaciones del ocultismo, hay quienes pretenden hablar en nombre de Dios y están haciendo un trabajo no para el Señor sino para generar confusión.
¿Qué hacer en tales casos? Probar la profecía, tal como instruyó Moisés en la antigüedad: "El profeta que tuviere la presunción de hablar palabra en mi nombre, a quien yo no le haya mandado hablar, o que hablare en nombre de dioses ajenos, el tal profeta morirá" (Deuteronomio 18: 20).
Es imperativo que revises tu vida. ¿Cómo andas con el Señor? ¿Acaso has abierto las puertas al ocultismo en tu existencia? Recuerda que es hora de quitar de en medio esa cortina de humo que levanta, la que sin duda es propiciada por Satanás.
Tú y yo nos encontramos en los tiempos finales y no podemos desconocer las palabras de Cristo Jesús: 
"Y enviará sus Ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro" (Mateo 24:31).
Resulta interesante notar que los auténticos profetas de Dios, ejercieron su ministerio en contra de la corriente religiosa prevaleciente en su momento, y que muchos de ellos hicieron anuncios que se cumplieron a corto, mediano e incluso largo plazo, es decir, muchos años después.
Ellos tenían clara su relación con Dios, su dependencia de Él e incluso, que estaban profetizando lo que no entendían pero que al final tuvo cumplimiento, como anota el apóstol Pedro en su carta: 
"Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos. A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado desde el cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los àngeles" (1 Pedro 1:10-12).
Es evidente entonces que la profecía bíblica evidencia cuando proviene de Dios y que tiene cumplimiento. Muchos de los anuncios, entonces, son los que se están materializando ahora mismo, frente a usted.
Cabe ahora preguntarnos, ¿es exacta una profecía que proviene de Dios? Por supuesto que sí. Para comprobarlo, miraremos los anuncios que hicieron en su tiempo profetas como Jeremías:
Jeremías anunció la invasión de Judà.
Cuando el profeta Jeremías ejerció su ministerio hacía pensar que el reino atravesaba por un período de solidez económica, militar y política y por tanto, no era previsible que se produjera un caos y posterior debilitamiento de las estructuras de poder.
No obstante y guiado por Dios, anunció que Judà, reino del Sur, sería invadido por Nabuconodosor, rey de Babilonia y que el territorio quedaría desolado como lo leemos en las Escrituras:
 "Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos; por cuanto no habéis oído mis palabras, he aquí enviaré y tomaré a todas las tribus del norte, dice Jehová, y a Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y los traeré contra esta tierra y contra sus moradores, y contra estas naciones en derredor; y los destruiré, y los pondré por escarnio y por burla y en desolación perpetua "(Jeremías 25:8, 9).
El anuncio fue sorprendente, aunque por supuesto muchos no lo creyeron y se inclinaron a pensar que Jeremías hablaba tonterías. ¡Cuán equivocados estaban!
Jeremías enfrento la persecución.
Hay quienes se congregan en grupos donde les hablan lo que quieren oír. Apenas son confrontados con la Palabra de Dios, se alejan denostando de los líderes y de la membresía. Esta actitud demuestra que en realidad no quieren cambiar y desean todo, menos ser tratados por Dios.
Igual ocurrió con el pueblo en el cual profetizó Jeremías. Lo persiguieron y le tornaron víctima de la violencia, como registra la Biblia: 
"El sacerdote Pasar hijo de Imer, que presidía como príncipe en la casa de Jehová, oyó a Jeremías que profetizaba estas palabras. Y azotó Pasar al profeta Jeremías, y lo puso en el cepo que estaba en la puerta superior de Benjamín, la cual conducía a la casa de Jehová" (Jeremías 20:1, 2).
Observe que justo quienes se proclamaban fieles a Dios, fueron los que persiguieron a aquél que no seguía la corriente de la religiosidad sino que marchaba en consonancia con las Escrituras.
Observe que tal como lo describe el segundo libro de Reyes, en los capítulos 24 y 25, todo lo que habló Jeremías en nombre de Dios, se cumplió.
Este es solamente un ejemplo de los extraordinarios anuncios del Señor que se han cumplido. A través de Jesús anunció que los tiempos del fin serian evidentes. Y como las profecías se cumplen, debemos estar atentos a las señales.
¿Hay razón para pensar que quienes sirven a Dios deben atravesar un camino de rosas? ¿Qué podemos pensar de aquellos que proclamándose siervos del Altísimo enfrentan circunstancias adversas? Estos dos interrogantes tienen respuesta en un hecho que reafirman diferentes pasajes de las Escrituras: los que son fieles al Padre celestial enfrentan las consecuencias de ir en contravía de un mundo plagado de "religiosidad", ajeno a las enseñanzas bíblicas.
En el Antiguo Testamento apreciamos este hecho en los profetas. Fueron llamados por el Señor aunque no pertenecían a la clase religiosa. Pero como sucederá en los últimos tiempos y que ocurrió en la época en la que se desenvolvieron: Dios cumplió a cabalidad con las profecías que dieron a conocer sus siervos.
Los profetas de Dios fueron fieles aún en circunstancias adversas.
Micaías es uno de los profetas menos mencionados en la Biblia. Sin embargo, fue uno de los más relevantes porque su profecía tuvo un cumplimiento sorprendente. Por su desenvolvimiento de fidelidad a Dios, recibió pan de aflicciones. Vivió en tiempo de Josafat, que fue un rey bueno residente en Judá, capital del reino del Sur. También en tiempos de Acab, quien vivía en Jerusalén, capital del reino del Norte.
Los dos monarcas acordaron ir a la guerra contra el enemigo Sirio, en Ramot de Galaad. Tiempo antes, Acab convocó a 400 profetas de su corte, los que le anunciaron victoria. El rey Josafat quiso consultar una segunda opinión. 

"El rey de Israel respondió a Josafat: aún hay un varón por el cual podemos consultar a Jehová, Micazas hijo de Imla; más yo le aborrezco, porque nunca me profetiza bien, sino solamente el mal. Y Josafat dijo: No hable el rey así" (1 Reyes 22:8).
Observe que Micazas era un hombre consagrado a Dios. Vivía para Él. Era reconocido como alguien sencillo, transparente, de valores y principios.
Los profetas de Dios no negociaron sus principios y valores.
Si usted es instrumento en manos de Dios para ser agente de cambio, en su condición de cristiano, allí donde se desenvuelve, no puede siquiera concebir la posibilidad de negociar sus valores y principios.
No estaba dispuesto a moverse de la verticalidad que le caracterizaba como creyente. Así lo demostró cuando quisieron persuadirlo a dejar de ser fiel a Dios al transmitir el mensaje. 
"Y el mensajero que había ido a llamar a Micazas, le habló diciendo: He aquí que las palabras de los profetas a una voz anuncia al rey cosas buenas; sea ahora tu palabra conforme a la palabra de alguno de ellos, y anuncia también buen éxito. Y Micaías respondió: Vive Jehová que lo que Jehová me hablare, eso diré" (1 Reyes 22:13, 14).
Fue hasta tal punto una carta leída en presencia de todos, que se atrevió a cuestionar a quienes llamándose profetas, estaban expresando engaño: "Y ahora, he aquí Jehová ha puesto espíritu de mentira en la boca de todos tus profetas" (1 reyes 22:23), le dijo al rey Acab.
Su transparencia trajo como consecuencia el hecho de que fuera encarcelado en condiciones inhumanas.
Dios cumplió aquello que anunció por boca de sus profetas.
Antes que sentirse desanimado, Micaías estaba convencido de que hablaba palabras provenientes del Dios altísimo. Así lo dejó manifiesto cuando dijo a Acab: "Y dijo Micaías: Si llegas a volver en paz, Jehová no ha hablado por mí. En seguida dijo: Oíd, pueblos todos" (versículo 28).
Para evadir el peligro que corría en la batalla y sabiendo que sería blanco de los ataques enemigos, el malvado rey Acab se disfrazó. Pero la profecía de Dios se cumplió ya que, aunque pensó escapar, "…un hombre disparó su arco a la ventura e hirió al rey de Israel por entre las junturas de la armadura; por lo que él dijo a su escudero: Da la vuelta, y sácame del campo, pues estoy herido" (1 Reyes 22:34)..
Quizá usted ha menospreciado las profecías y considera que se trata de exposiciones de un fanático religioso. Pero no es así. Como iremos viendo progresivamente, estamos en los últimos tiempos en los que se cumplirán todas las profecías del Altísimo para nosotros hoy.

sábado, 5 de julio de 2014

LA ALABANZA A DIOS COMO ESTILO DE VIDA


En los primeros meses de mi conversión al Señor, tuve la dicha enorme de ir a una conferencia cristiana en el País de Guatemala. Allí se estaba celebrando una de las reuniones de la red mundial de oración y guerra espiritual, pero en esta ocasión se estaba tratando el tema de la alabanza a Dios como arma de guerra, la idea es que cada asistente a esta conferencia, recibió un globo, que se le entrego a la entrada del auditorio con la finalidad de soltarlo en algún momento de la sesión en el que alguien quisiera expresar el gozo que sentía en el corazón como una forma de manifestar su alabanza a Dios.

Los organizadores de la conferencia se imaginaban los globos subiendo al cielo, como incienso al Señor y tenían una gran expectativa de lo hermoso y de lo apoyado que iba a ser este tiempo. ¡Sería una bella escena! Cuando terminó la conferencia, fue decepcionante para ellos ver que mas de la tercera parte de los globos seguían en las manos de los participantes. No los habían soltado. !Que pena! Los globos, por supuesto, representaban la alabanza. 

Nuestras alabanzas reflejan nuestra respuesta a la grandeza y a las bendiciones de Dios. Fuimos creados para alabar a Dios. Sin embargo, muchas veces guardamos nuestras alabanzas, como los globos, en lugar de abrir nuestro corazón y alabar a Dios con libertad y con gozo.

Hoy quiero considerar la importancia de la alabanza, y trataremos de contestar un par de preguntas acerca de ella. La primera es ésta:

I. ¿Cuándo debemos alabar?

Encontramos la respuesta en nuestra primera lectura.

Lectura: Salmo 34:1

"34:1 Bendeciré a Jehová en todo tiempo; Su alabanza estará de continuo en mi boca."

La respuesta aquí es muy clara: ¡todo el tiempo! 

Toda nuestra vida debe de estar llena de alabanza. Alabar a Dios no es sólo algo que hacemos el domingo en la iglesia; es algo que debemos de hacer siempre. El apóstol Pablo repite la misma idea; en Efesios 5:19-20, dice: 

"Canten y alaben al Señor con el corazón, dando siempre gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo". 

No quiero que me vayan a malentender. Lógicamente, hay momentos en los que no podemos alabar consciente mente a Dios. Por ejemplo, en el trabajo, nos tenemos que concentrar en algunas actividades. Cuando estamos dormidos, no controlamos directamente nuestros pensamientos. Sin embargo, como creyentes podemos cultivar una actitud, un estilo de vida de alabanza en nuestra vida. Si la Biblia nos llama a alabar a Dios de una forma constante, significa que tenemos que aprender a hacerlo. Tenemos que aprender a hacer de la alabanza una parte constante de nuestra vida.

Nosotros tenemos  la tendencia de esperar para alabar a Dios solo cuando alguien nos insta a hacerlo, no cuando sentimos el deseo de hacerlo. Los ministros de alabanza y adoración aveces hasta cambian de color tratando de conseguir que de nuestra boca salga una alabanza a Dios, cuan difícil aveces resulta conseguir que podamos hacer aquello para lo cual realmente fuimos creados.

Quizás sólo cuando nos sucede algo muy especial, decidimos que debemos de darle gracias a Dios. Déjenme hacerles una pregunta: ¿Cuándo no se merece Dios nuestra alabanza? ¿En qué momento El no es digno de toda nuestra adoración?

¡Dios siempre es merecedor de nuestra alabanza! Muchas veces, cuando no tenemos deseos de alabar a Dios es cuando más lo debemos de hacer. Cuando estamos cansados, cuando se nos ha ido la esperanza, cuando nos sentimos inseguros, es en esos momentos que más falta nos hace alabar a Dios.

Si nos dejamos llevar por nuestros sentimientos, alabaremos poco al igual que si nos dejamos llevar por nuestra carne, ya que esta se resiste a la alabanza. 


Muchas veces aun a nuestros labios se le dificulta poder decir un !Gloria a Dios! y nuestros sentimientos son traicioneros porque aveces estamos frente a la presencia de Dios y nuestra mente nos traslada hacia nuestras preocupaciones y problemas y muchas veces nos reflejan la realidad de la vida queriéndonos sacar de raíz de su presencia; pero cuando empezamos a alabar y a adorar, cuando nos involucramos y nos concentramos en lo hermoso que es estar en su presencia,  enseguida nuestros sentimientos empiezan a cambiar también.

No se a cuantos de ustedes le ha sucedido que se ha levantado en la mañana con el enfoque equivocado, empiezas a pensar en todo lo que tienes que hacer en ese día, en todos los problemas que tienes, en la oposición que enfrentas o en algo más; pero cuando empiezas a orar, sin embargo, o a meditar en un salmo, o escuchar una canción de alabanza, tus emociones empiezan a cambiar y comienzas a tener sentido tu día.

En lugar de estar enfocado en tus propios problemas, comienza a enfocarte en la grandeza de Dios y en su poder. ¿Saben qué? ¡Esto nos da poder para enfrentar el día y sus problemas! No es una forma de escape; es más bien, reorientar la atención hacia la realidad.

La alabanza es también una buena forma de vencer la tentación. Un amigo compartió conmigo una vez que, cuando él se siente tentado, su reacción es poner música de adoración o empezar a alabar a Dios con sus instrumentos. La tentación se debilita cuando empezamos a alabar a Dios. Cuando empezamos a contemplar la grandeza y la majestad de Dios, el pecado ya no parece tan atractivo.

¿Cuándo debemos de alabar a Dios, entonces? 


¡Todo el tiempo! Tenemos que tomar acción para que la alabanza sea una realidad en nuestras vidas. Como ya hemos comentado, no es algo que sucederá automáticamente. Tenemos que desarrollar la costumbre de alabar.

Déjame preguntarte: ¿qué música sueles escuchar en el carro?  si es que tienes uno o en tu casa ¿Es música que eleva tu mirada a Dios, o es música que te hace pensar en otras cosas? El trayecto desde el trabajo a la casa puede convertirse en un culto de adoración para ti, si tú quieres.

Cuando sientas el deseo de cantar, recuerda lo que dijo Pablo: "Canten y alaben al Señor con el corazón". En lugar de cantar canciones sin sentido, entona alabanzas a Dios. Recuerda que no toda canción es una adoración y no toda adoración es una canción, podemos adorar aun con las intenciones de nuestro corazón. Así también cuando ores, ten cuidado de no sólo pedirle cosas a Dios; alábale por lo que El es y por lo que ha hecho.

Puede ser que estés pensando: Ya estoy convencido de que debo de alabar a Dios, pero ¡no sé cómo! Éste es la siguiente pregunta que trataremos de contestar:

II. ¿Cómo puedo alabar?

Tenemos que entender primero qué es la alabanza. La alabanza es
la actividad de glorificar a Dios en su presencia con nuestra voz y nuestro corazón. Es, en otras palabras, la reacción de nuestro ser cuando contemplamos lo que Dios ha hecho y lo que Dios es.

Es como lo que sucede cuando vemos algún paisaje hermoso o una
jugada impresionante. ¿Qué hacen los fanáticos de algún equipo de fútbol específicamente cuando se mete un gol? ¿Lo observan fríamente, diciendo: Ah sí, un gol, qué bueno? ¡Claro que no! Se alborotan, gritan, bailan - ¡celebran lo que ha sucedido!

¿Qué hacemos cuando vemos un paisaje hermoso? Nos quedamos boquiabiertos, queriendo absorber toda la grandeza de lo que estamos observando. Así es la alabanza. La alabanza surge cuando contemplamos la grandeza de Dios y de sus obras, y le respondemos con nuestra boca y nuestro corazón.

Claro está que los jugadores de fútbol no se dan cuenta de los gritos y la celebración del grupo de fanáticos reunidos frente al televisor. Dios, sin embargo, sí escucha nuestra alabanza, y se goza con nosotros. Le alabamos cuando, estando conscientes de su presencia con nosotros, meditamos en El y en lo que ha hecho, y le expresamos nuestra reacción porque El hace de nuestra alabanza su habitación.

No tenemos que estar en la iglesia para hacerlo, aunque lo podemos hacer de una manera especial cuando estamos reunidos con nuestros hermanos. Sabemos que Dios está en todas partes, y podemos alabarle en todas partes también.

Hay muchas razones por las que podemos alabar a Dios. En nuestra lectura diaria esta semana leeremos varios pasajes que nos dan diferentes razones para alabar a Dios. Les animo a usar las lecturas diarias como una celebración de alabanza.

Ahora vamos a considerar como ejemplos algunas razones por las
que podemos alabar a nuestro Señor. 

En primer lugar, podemos alabar a Dios por su obra y provisión en nuestras vidas. Por ejemplo, leemos en Deuteronomios  8:10-11:

 "Cuando hayas comido y estés satisfecho, alabarás al Señor tu Dios por la tierra buena que te habrá dado. Pero ten cuidado de no olvidar al Señor tu Dios".

Una vez una hermana me compartía algo muy interesante, ella decía que hasta con nuestras quejas podíamos alabar a Dios, suena un poco raro; pero ella decía, Por ejemplo, si nos quejamos por tener que levantarnos temprano, ¿por qué mejor no le damos gracias a Dios por tener trabajo? Si nos quejamos de tener que cocinar, ¿por qué mejor no le damos gracias a Dios porque tenemos comida?

Dios provee por nuestras necesidades de formas tan abundantes; todo lo que tenemos viene de El. Cultivemos la costumbre de alabar a Dios por su provisión por nuestras necesidades.

En segundo lugar, podemos alabar a Dios por su dirección. Leemos
en el Salmo 16:7: 

"Bendeciré al Señor, que me aconseja; aun de noche me reprende mi conciencia". 

Si estamos caminando con el Señor, su Espíritu nos va guiando. Aun cuando nos demuestra nuestros errores, es para nuestro bien.

¿Se acuerden del asno de Balaán? 

Este hombre era un profeta que había sido contratado para profetizar en contra del pueblo de Dios, pero Dios no se lo iba a permitir. Cuando Balaán iba camino a cumplir con su tarea, un ángel le cerró el camino. Balaán no podía ver el ángel, pero su burro sí. El animal se rehusó a seguir caminando, y Balaán, pensando que era por pura terquedad, lo castigaba. Por fin, Dios le dio palabras al asno para que reprendiera a Balaán, y le abrió los ojos para que viera el ángel. 

Balaán se había enojado por el contratiempo, pero no sabía que su burro lo estaba protegiendo. ¿Cuántas veces no hacemos lo mismo? Algún contratiempo podría ser, más bien, una protección divina. Podemos darle gracias a Dios por su dirección.

En tercer lugar, y más importante, podemos darle gracias por la
gloriosa gracia que El nos da en Cristo. Efesios 1:3 dice:

"Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en las regiones celestiales con toda bendición espiritual en Cristo".

Si nosotros tenemos a Cristo, lo tenemos todo. Si Dios nos ha amado tanto que incluso estuvo dispuesto a enviar a su único Hijo para salvarnos, ¿cómo no nos dará todo lo demás con El? Si tenemos a Cristo, ¡ya tenemos lo único que realmente importa!

Cristo es la bendición más grande que podríamos recibir, y la mayor razón que tenemos para alabar a Dios. En Cristo vemos todo lo que Dios es, y al contemplar su hermosura, no podemos más que responder con alabanzas.

Hoy Yo te invito a comprometerte con Dios en desarrollar una estilo de vida de alabanza. Te aseguro que, si tomas el tiempo necesario para alabar a Dios, tu vida cambiará. Tus sentimientos y tu perspectiva serán diferentes. Fuiste creado para alabar. No dejes que las cosas de este mundo te distraigan. Levanta tu mirada hacia el Señor todos los días, y alábale por lo que es y por lo que ha hecho. Tu vida nunca será igual.

Comenta Aquí: