Se cuenta la
historia de un rey que visitaba una de las cárceles de su reino. Cada recluso
que lo saludaba insistía en que era inocente de los cargos que lo tenían
encarcelado. Después de escuchar a uno tras otro que declaraba su inocencia, a
pesar de muchas pruebas, se encontró con un hombre acusado de robo a mano
armada. "¿Es usted culpable?" - le preguntó el rey. "Sí, su
Majestad", respondió el hombre. "Soy culpable. Estoy aquí cumpliendo
una justa condena."
De
inmediato, el rey mandó llamar al carcelero. "¡Suelten a este hombre ahora
mismo!" - le dijo. "¡No podemos permitir que este hombre culpable
contamine con su presencia a tantos hombres inocentes!" Obviamente, el rey
hablaba con cierto sarcasmo. Pero qué interesante es notar que la honestidad de
la confesión trajo libertad al culpable, mientras que los culpables que
escondían su pecado e insistían en fingir inocencia quedaron encarcelados.
Las sagradas
escrituras también nos narran una historia muy triste y penosa que vivió una familia en
los tiempos de Josué. La historia del pecado de Acán y todo lo que involucró nos ayuda a entender
la diferencia tan absolutamente enorme que existe entre el bien y el mal. Nos
ayuda a entender acerca de la santidad de Dios y de la necesidad de ser como Él. Jehová le
dio una orden al pueblo de Israel. Veamos: (Josué 6: 17-19)
¨Y será
la ciudad (Jericó) anatema a Jehová, con todas las cosas que están en ella; solamente
Rahab la ramera vivirá, con todos
los que estén en casa con ella, por cuanto escondió a los mensajeros que
enviamos¨.
Debido
a la depravación, la perversidad y el pecado la ciudad de Jericó fue
considerada maldita por el Dios de Israel. La orden era radical, había que
destruir todo lo que había en ella,
solo debía quedar viva una mujer y su familia que habían hallado la gracia
antes los ojos de Dios por haber protegido a sus enviados. Había que conquistar
esta ciudad pero sin conservar nada de ella solo el botín que había de ser
consagrado a Jehová. Todo lo demás era maldito y tocarlo y conservarlo convertiría
en maldición no solo a quien lo tocare sino también a su familia y a todo el
campamento.
¨Pero
vosotros guardaos del anatema; ni toquéis, ni toméis alguna cosa del anatema,
no sea que hagáis anatema el campamento de Israel, y lo turbéis. Más toda
la plata y el oro, y los utensilios de bronce y de hierro, sean consagrados a
Jehová, y entren en el tesoro de Jehová¨.
Jericó fue la
primera ciudad tomada por Israel al entrar en la Tierra Prometida. Jericó era
una poderosa ciudad muy bien amurallada, pero muy maldita; infectada de
demonios, de brujería, de satanismo, de estatuas e ídolos paganos y de maldad;
pero Dios la entregó en las manos de su pueblo Israel (Josué 2: 24)
La condición era que no debían de quedarse con nada, ni
siquiera tocar nada de aquella ciudad, ya que estaba minado de demonios y de
maleficios. Solamente el oro y la plata y otros utensilios de metal, una vez consagrados
a Dios, deberían entrar en el tesoro de Dios, pero jamás a particulares. Esa
era la condición. Es evidente, que Dios quería probar a su pueblo en materia de
OBEDIENCIA.
La tentación de
quedarse con cualquier cosa valiosa era grande. La excusa de algunos para
proceder así podría ser la de haber conquistado la ciudad, y considerarlo como
parte del botín de guerra. No obstante, fue el mismo Dios quien les entregó la
ciudad y el corazón de sus habitantes. No podían quedarse nada como botín de
guerra.
Hubo un miembro
del campamento de Israel que no pasó la prueba:
<<Pero
los hijos de Israel cometieron una prevaricación en cuanto al anatema; porque Acán hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo
de Zera, de la tribu de Judá, tomó del anatema; y la ira de Jehová se encendió
contra los hijos de Israel>>
Y fue
descubierto, y sólo entonces, reconoció su pecado, pero ya era tarde, porque no
fue por arrepentimiento que lo confesó, sino por miedo a las represalias.
<<Y
Acán respondió a Josué diciendo:
Verdaderamente yo he pecado contra Jehová el Dios de Israel, y así y así he
hecho. Pues vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno, y doscientos
siclos de plata, y un lingote de oro de peso de cincuenta siclos, lo cual
codicié y tomé; y he aquí que está escondido bajo tierra en medio de mi tienda,
y el dinero debajo de ello>> (20, 21).
Acán fue:
1. Desobediente,
por cuanto hizo todo lo contrario de lo que ordenó Dios directamente.
2. Rebelde,
porque menospreció la autoridad directa de Dios.
3. Codicioso
e idólatra, por cuanto por el afán de riquezas, las puso por encima del propio
Dios.
4. Cobarde
y encubridor, por cuanto ocultó su pecado hasta que fue descubierto.
5. Mentiroso,
por la misma razón.
6. Homicida,
por cuanto murieron hermanos por culpa de su pecado en el intento de conquistar
Hai
7. Ladrón,
por cuanto se quedó con plata y oro que debían de haber sido para el tesoro de
Jehová, una vez consagrado.
8. Anatema,
que es maldito, por cuanto vino a ser así al quedarse con las cosas del
anatema, es decir, del diablo.
Acán tenia un PECADO
OCULTO. Ese tipo de pecado se considera doble pecado. Primero por lo que es en sí y segundo porque se intenta ocultar de la
vista de Dios y de los demás.
Todo pecado oculto trae consigo una o varias
consecuencias.
Dios quería preservar la pureza y la santidad de su pueblo, toda esa nueva generación que había salido del desierto y estaba entrando en la tierra prometida.
Dios quería preservar la pureza y la santidad de su pueblo, toda esa nueva generación que había salido del desierto y estaba entrando en la tierra prometida.
Por el pecado
que cometió y ocultó Acán un padre de
familia, fueron alcanzados y juzgados todos los miembros de su familia y se podría
decir que las consecuencias también perjudicaron su nación. El Señor consideraba
a Israel su pueblo, como a un solo cuerpo y cada miembro era responsable en
cuanto al cuerpo. Por lo tanto, para Dios fue todo Israel quien prevaricó: ¨Pero los hijos de Israel cometieron una
prevaricación en cuanto al anatema¨
Debía haber
consecuencias por causa de la prevaricación de Acán, y la consiguiente
contaminación de Israel: (Josué
7: 1-5)
<<Después Josué envió hombres desde Jericó a Hai, que estaba junto a Bet-avén hacia el oriente de Bet-el; y les habló diciendo: Subid y reconoced la tierra. Y ellos subieron y reconocieron a Hai. Y volviendo a Josué, le dijeron: No suba todo el pueblo, sino suban como dos mil o tres mil hombres, y tomarán a Hai; no fatigues a todo el pueblo yendo allí, porque son pocos. Y subieron allá del pueblo como tres mil hombres, los cuales huyeron delante de los de Hai. Y los de Hai mataron de ellos a unos treinta y seis hombres, y los siguieron desde la puerta hasta Sebarim, y los derrotaron en la bajada; por lo cual el corazón del pueblo desfalleció y vino a ser como agua>>
<<Después Josué envió hombres desde Jericó a Hai, que estaba junto a Bet-avén hacia el oriente de Bet-el; y les habló diciendo: Subid y reconoced la tierra. Y ellos subieron y reconocieron a Hai. Y volviendo a Josué, le dijeron: No suba todo el pueblo, sino suban como dos mil o tres mil hombres, y tomarán a Hai; no fatigues a todo el pueblo yendo allí, porque son pocos. Y subieron allá del pueblo como tres mil hombres, los cuales huyeron delante de los de Hai. Y los de Hai mataron de ellos a unos treinta y seis hombres, y los siguieron desde la puerta hasta Sebarim, y los derrotaron en la bajada; por lo cual el corazón del pueblo desfalleció y vino a ser como agua>>
Cuando hay
pecados ocultos en el seno del cuerpo de Cristo, eso tiene sus consecuencias para
todos. El enemigo toma mucha ventaja ya que Dios por justicia aparta sus manos y permite que seamos afligidos. Muchas
veces, esa es, y ha sido la causa de la derrota de muchos creyentes frente al enemigo. Josué, se
condolió por la derrota de Hai, y por sus consecuencias razón por la cual se quejó delante de Jehová (v.
6-9); porque no sabía lo que había ocurrido en aquel momento que habían perdido una batalla, que parecía fácil de ganar.
El no
saber, no es razón para detener las consecuencias del pecado oculto.
Y entonces habló el Señor, y le dio la explicación de todo lo que había pasado:(Josué 7: 10-13)
<<Y Jehová dijo a Josué: Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro? Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé; y también han tomado del anatema, y hasta han hurtado, han mentido, y aun lo han guardado entre sus enseres. Por esto los hijos de Israel no podrán hacer frente a sus enemigos, sino que delante de sus enemigos volverán la espalda, por cuanto han venido a ser anatema; ni estaré más con vosotros, si no destruyereis el anatema de en medio de vosotros. Levántate, santifica al pueblo, y di: Santificaos para mañana; porque Jehová el Dios de Israel dice así: Anatema hay en medio de ti, Israel; no podrás hacer frente a tus enemigos, hasta que hayáis quitado el anatema de en medio de vosotros>>
Y entonces habló el Señor, y le dio la explicación de todo lo que había pasado:(Josué 7: 10-13)
<<Y Jehová dijo a Josué: Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro? Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé; y también han tomado del anatema, y hasta han hurtado, han mentido, y aun lo han guardado entre sus enseres. Por esto los hijos de Israel no podrán hacer frente a sus enemigos, sino que delante de sus enemigos volverán la espalda, por cuanto han venido a ser anatema; ni estaré más con vosotros, si no destruyereis el anatema de en medio de vosotros. Levántate, santifica al pueblo, y di: Santificaos para mañana; porque Jehová el Dios de Israel dice así: Anatema hay en medio de ti, Israel; no podrás hacer frente a tus enemigos, hasta que hayáis quitado el anatema de en medio de vosotros>>
Sólo se puede
hacer frente al enemigo, cuando hay santidad en el campamento de Dios y no hay
anatemas enterrados en el centro del campamento de nuestras vidas.
Cuando mantenemos
el pecado oculto, enterrado en el fondo de nuestros corazones, como hizo Acán,
y como hicieron Ananías y Safira (ver Hechos cap. 5) estamos atrayendo juicio y
muerte para nuestras vidas, la de nuestra familia y estamos contribuyendo a la
derrota del ejército al que hemos sido llamados a formar parte.
Oremos para qué
Dios rebele todo pecado oculto en nuestras vidas como lo rebeló a Josué, para
que pueda ser quitado de en medio nuestro toda consecuencia de maldición y no
estorbe más la obra y el plan de Dios para
nosotros.
La Palabra de Dios dice: (Romanos 5: 20, 21)
<<Pero
la ley se introdujo para que el pecado abundase; más cuando el pecado
abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para
muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante
Jesucristo, Señor nuestro>>
Esa gracia que
sobreabunda sólo está disponible por parte de Dios para aquellos que
genuina mente se arrepienten de sus pecados conocidos y ocultos, consientes e inconscientes.
Acán no se arrepintió, sino que fue descubierto por Dios ante todos. No hay
gracia para los que pecan y son descubiertos, sino para los que habiendo
pecado, se arrepienten de todo corazón, y dejan de practicar el pecado.
"Quien encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja, halla perdón." Así nos dice Proverbios 28:13.
¿Confiesas tus pecados regularmente al Señor? No basta con sólo decir, "Señor, perdóname si te he fallado." Hace falta nombrar el pecado. ¿Hay algún pecado que necesites confesar públicamente? Hoy tendrás la oportunidad para hacerlo.
"Quien encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja, halla perdón." Así nos dice Proverbios 28:13.
¿Confiesas tus pecados regularmente al Señor? No basta con sólo decir, "Señor, perdóname si te he fallado." Hace falta nombrar el pecado. ¿Hay algún pecado que necesites confesar públicamente? Hoy tendrás la oportunidad para hacerlo.
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