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jueves, 27 de noviembre de 2014

LA HISTORIA DE UN AMOR SIN PRECIO

Un joven quería conquistar el corazón de una muchacha, a pesar de que ella lo había rechazado en varias ocasiones. "¿Qué tengo que darte para que te enamores de mí?" - le preguntó a la joven. "El amor no tiene precio" - le respondió ella. Pero él seguía empeñado en ganarse su amor. Por fin, decidió enviarle un pequeño regalo cada día por correo. De ese modo pensaba comprar su afecto y con el tiempo su amor. Al final del mes, su plan funcionó, hasta cierto punto. La muchacha terminó enamorada...! pero del Cartero. !Que pena!.

El amor no se puede comprar - esto es una gran verdad. Si se da a cambio de dinero, entonces ya no es amor - es algo diferente. En este sentido, es muy cierto que el amor no tiene precio, pero para amar sí hay que pagar un precio - y este puede ser muy alto. Ese precio lo paga una madre que se queda despierta para atender a su niño enfermo, en lugar de disfrutar del sueño. Lo paga el padre que trabaja horas extras para poder darles a sus hijos la oportunidad de estudiar.

La historia de el amor sin precio fue escrita hace mucho tiempo por el Espíritu Santo y esta plasmada en la biblia. En este día, en un solo mensaje usted la podrá conocer. ¿Quién ha pagado el precio más alto a causa del amor? Ese precio lo pagó Dios. Esta es la historia del amor de Dios. 

En el principio, El formó al hombre y a la mujer. Con cuidado y atención, formó cada detalle. Los hizo a su imagen, con un espíritu, para que fueran capaces de conocerlo a El y tener amistad con El. Después los puso en un jardín bello, donde abundaba todo lo que ellos necesitaban para vivir felices y contentos. Dios les hablaba directamente. Ellos podían conversar con El, así como uno habla con su confidente más cercano. Pero llegó otro para hablarles también, una serpiente con mucha astucia. Ellos decidieron escuchar más bien a la serpiente, y olvidaron las palabras que Dios les había dicho. Desobedecieron el mandamiento que Dios les había dado.

Como resultado, tuvieron que abandonar el bello jardín que Dios les había preparado, y vivir de lo que podían sacar con trabajo de la tierra. Pero aun así no decidieron volver a Dios y pedirle perdón. La humanidad prefirió su propio camino. Su maldad llegó a ser tan grave que Dios tuvo que destruir toda la tierra con un enorme diluvio, y empezar de nuevo con una sola familia - la familia de Noé.

Pero aun después de esta gran tragedia, la humanidad no cambió de rumbo. Noé mismo fue el primer borracho presentado en la Biblia. Antes de que pasaran muchas generaciones, los hombres se habían olvidado del Dios del cielo - el Dios que los creó - y habían fabricado ídolos, dioses falsos para adorar y servir.

Le dieron la espalda al Dios verdadero, y prefirieron servir a otros dioses - que sus mismas manos habían hecho. Estos dioses eran crueles. Algunos les exigieron que sacrificaran a sus propios hijos en el fuego. Otros los obligaban a convertir a sus hijas en prostitutas para servir a su falso dios.

Con todo esto, Dios no le dio la espalda a la humanidad que había creado. Siguió bendiciendo la tierra y guiando el destino de las naciones. También llamó a un hombre, Abraham, y le prometió que se convertiría en padre de una gran nación. Abraham no se ganó este privilegio por su gran justicia. Simplemente creyó lo que Dios le había dicho, y Dios contó su fe por justicia.

Dios no había escogido a Abraham simplemente para bendecirlo a él y a sus descendientes. No se trataba simplemente de formar una nación para Dios, olvidando las demás naciones del mundo. Más bien, Dios le dijo a Abraham: "Por medio de ti serán bendecidas todas las naciones de la tierra" (Génesis 22:18). En su amor, Dios no se había olvidado de la humanidad. Más bien, El estaba preparando el camino para ofrecer salvación a toda la humanidad.

Poco a poco, Dios empezó a realizar su plan de amor. A los descendientes de Abraham, los israelitas, Dios les dio su ley para que supieran cómo es la vida que El espera de nosotros. Les dijo que debían amar a su prójimo como a sí mismo, y no aprovecharse los unos de los otros.

También les envió profetas para anunciarles lo que venía. Entre otras cosas, estos profetas les dijeron que Dios iba a mandar un Salvador, llamado el Mesías. Este Mesías sería un rey, pero sería un rey diferente de todos los reyes que había en el mundo. En lugar de oprimir a su pueblo para su propio beneficio, sufriría para rescatarlos. Daría su vida en pago de la rebelión del mundo.

Por fin, llegó el momento esperado. El Mesías prometido nació. Creció en una familia humilde, sin lujos ni ventajas. Cuando llegó a ser adulto, empezó a predicar un mensaje de arrepentimiento. Llamó a las personas a reconocer la llegada del reino de Dios y prepararse para vivir en él. Durante toda su vida, mostró tener una relación inusual con Dios. Cuando entraba a la adolescencia, se quedó en el templo para conversar con los maestros de la ley. Cuando sus padres le preguntaron por qué lo había hecho, les respondió: ¿No entienden que tengo que estar en los asuntos de mi Padre? En varias ocasiones más, mostró que conocía a Dios y se identificaba con El de un modo que ningún otro ser humano lo ha hecho.

Pero las autoridades se sintieron amenazadas por este predicador tan sincero y directo. Decidieron terminar con El, y tristemente, el pueblo los apoyó en su propósito. Terminó muerto en una cruz, sufriendo el castigo que solía aplicarse a los homicidas, los terroristas y otros personajes malvados.

Lo que nadie entendía, menos El, era que esto es precisamente lo que Dios había planeado. El sabía lo que iba a suceder cuando envió a este Salvador al mundo, pero lo hizo a propósito. Su muerte en la cruz no fue simplemente una gran tragedia. En la muerte de ese hombre perfecto e inocente, se pagó la deuda de pecado de cada persona. El murió en el lugar de los pecadores, sufriendo lo que la humanidad rebelde merecía.

¿Cuál fue el precio del amor de Dios? El amor le costó a Dios la vida de su propio Hijo. Romanos 5:8 lo dice claramente: "Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros." Dios podría habernos abandonado en nuestro pecado, dejándonos para enfrentar el infierno que nuestra rebelión merece.

Pero El no quiso hacerlo. El no es insensible al dolor. En su amor, El estuvo dispuesto a pagar el precio para que pudiéramos ser reconciliados con El. Juan 3:16 lo declara: "Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna." Dios nos amó tanto que El estuvo dispuesto a darlo todo, hasta su propia sangre en la cruz, para que pudiéramos volver a El.

El triunfo del amor de Dios fue tan grande que no se terminó con la muerte de Jesucristo. El resucitó, venciendo la muerte y el pecado. Ahora vive, y reina a la mano derecha del Padre. Su Espíritu está presente en el corazón de cada persona que lo ama y lo reconoce como Señor y Salvador. El ha prometido regresar un día para llevar a todos los que lo conocen a vivir con El para siempre.

Si Dios nos ha demostrado su amor de esta forma tan grande, ¿cómo debemos responder? ¿Cómo podemos corresponder al precio tan grande de amor que Dios pagó por nosotros? La primera cosa que tenemos que hacer es volvernos a El y reconocerlo como nuestro Dios y Rey. De otro modo, despreciamos y desechamos su amor.

Si tú nunca has aceptado a Cristo como tu Señor y tu Salvador, El te invita hoy a que lo conozcas. El pagó un precio incalculable para que tus pecados pudieran ser perdonados y pudieras ser reconciliado con Dios Padre. Pero si tú no te arrepientes del pecado, si tú prefieres seguir viviendo lejos de Dios, le darás la espalda a su amor y tendrás que pagar las consecuencias.

No desprecies el amor de Dios. No le des la espalda. Reconoce hoy a Cristo como tu Señor y Salvador. Entrégale tu vida y síguelo. Cuando lo hagas, su amor llenará tu corazón y su Espíritu Santo vendrá a morar en ti. No des la espalda al gran amor de Dios.

Si tú has aceptado a Cristo como tu Señor y Salvador, el amor que tú ahora le tienes a Dios te llevará a pagar un precio también.  Alabemos al Señor por su gran amor. Vivamos cada día alegres, porque tenemos un Dios que nos ama tanto. Compartamos con otros su amor. Cuéntales a otros la historia del amor de Dios, e invítales a que ellos también entren en esta relación de amor con El. Dios pagó un precio tan grande por amor a nosotros.  Y nosotros ¿Qué estamos dispuestos a dar por amor a El?

lunes, 3 de noviembre de 2014

LA MURMURACIÓN Y LA IGLESIA.

“Hermanos, no murmuréis los unos de los otros” 
(Santiago 4:11).


La Biblia nos narra una historia que define las consecuencias que puede traer la murmuración sobre un individuo, sobre la iglesia, o hasta sobre una familia. Podemos leer esta historia en el libro de Números 12:1-15 veamos:

1"María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado; porque él había tomado mujer cusita.
2 Y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros? Y lo oyó Jehová.
3 Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra.
4 Luego dijo Jehová a Moisés, a Aarón y a María: Salid vosotros tres al tabernáculo de reunión. Y salieron ellos tres.
5 Entonces Jehová descendió en la columna de la nube, y se puso a la puerta del tabernáculo, y llamó a Aarón y a María; y salieron ambos.
6 Y él les dijo: Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros profeta de Jehová, le apareceré en visión, en sueños hablaré con él.
7 No así a mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa.
8 Cara a cara hablaré con él, y claramente, y no por figuras; y verá la apariencia de Jehová. ¿Por qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés?
9 Entonces la ira de Jehová se encendió contra ellos; y se fue.
10 Y la nube se apartó del tabernáculo, y he aquí que María estaba leprosa como la nieve; y miró Aarón a María, y he aquí que estaba leprosa.
11 Y dijo Aarón a Moisés: ¡Ah! señor mío, no pongas ahora sobre nosotros este pecado; porque locamente hemos actuado, y hemos pecado.
12 No quede ella ahora como el que nace muerto, que al salir del vientre de su madre, tiene ya medio consumida su carne.
13 Entonces Moisés clamó a Jehová, diciendo: Te ruego, oh Dios, que la sanes ahora.
14 Respondió Jehová a Moisés: Pues si su padre hubiera escupido en su rostro, ¿no se avergonzaría por siete días? Sea echada fuera del campamento por siete días, y después volverá a la congregación.
15 Así María fue echada del campamento siete días; y el pueblo no pasó adelante hasta que se reunió María con ellos.

Jehová Dios se ofendió con la murmuración de María. 

Notemos que también se ofendió con Aarón, aunque todas las consecuencias cayeron directamente sobre María. Para que haya murmuración tiene que haber dos o más personas involucradas,  y tanto peca el que habla como el que escucha y se hace cómplice de ella. En el relato solo María, que fue quien hablo, recibió el castigo de la enfermedad de lepra y posteriormente fue separada del campamento por siete días hasta que esta sanara y entrara en la perfección, que se da cuando la persona que es víctima de la murmuración, en este caso Moisés,  intercede por las personas implicadas.

¿QUE ES LA MURMURACIÓN?

Traducción castellana usa la palabra “chismoso”. La palabra hebrea significa “difamador, llevador de cuentos” Hablar entre dientes manifestando queja o disgusto por alguna cosa. También Hablar mal de alguien a sus espaldas: Conversación en perjuicio de un ausente.

La  murmuración es un pecado.

El cristiano que continuamente está murmurando, hablando entre los dientes, La gente que vive Quejándose detrás de la espalda del pastor y de los hermanos, está provocando discordias, disensiones, pleitos, rencillas;  el tal está dando a conocer su escasez de poder espiritual, y una vida controlada por los impulsos naturales de la carne. 

Los creyentes maduros no murmuraran, ya que la madurez no se mide por conocimiento teórico, sino por la relación con Dios.

“Haced todo sin murmuraciones y contiendas” (Filipenses 2:14).

“…todo hombre sea pronto para oír, tarde para hablar, tardo para airarse…” (Santiago 1:19)

Los creyentes maduros tienen dominio sobre su lengua con la ayuda del Espíritu Santo,

“llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:5).

 CARACTERÍSTICAS DE LA MURMURACIÓN

La murmuración puede ser sobre un hecho falso entonces recibe el nombre de calumnia. Pero también puede ser sobre un hecho verdadero, entonces se le llama chisme. No se cuestiona si lo que se comunica es cierto o no, sino que el hecho de hablarlo, de comentarlo con otros, se constituye en murmuración y eso es pecado. Si hay algo que nos parece mal de parte de alguien, mejor es platicarlo directa y personalmente con esa persona y no comentarlo por otro lado. En este caso, si a los hermanos de Moisés les parecía que él se había equivocado al casarse con una madianita, debieron comentarlo con él directamente y lo más pronto posible. Ya que la murmuración y el chisme pueden causar muchos estragos.  La Biblia nos dice que: 

“El hombre perverso levanta contienda, Y el chismoso aparta a los mejores amigos”  (Proverbios 16:28).

Nuestro Señor llama a los chismosos corruptos: 

“Todos ellos son muy rebeldes, y andan sembrando calumnias; sean de bronce o de hierro, todos son unos corruptos” (Jeremías 6:28 Nueva Versión Internacional). 
Por eso, Dios prohíbe la murmuración dentro de su pueblo: “Haced todas las cosas sin murmuraciones ni discusiones” (Filipenses 2:14)

LA MURMURACIÓN TIENE OTROS MOTIVOS.

Muchas veces los que murmuran quieren aparentar que están preocupados por la obra de Dios, por el adelanto de su reino sobre la tierra, pero no siempre es así. En nuestro pasaje, se deja  ver que los motivos escondidos de María y Aarón al murmurar de Moisés, eran los celos y la envidia.

Ellos tenían celos de Moisés, tal vez se preguntaban por qué pareciera que él era el favorito del Señor. También sentían envidia porque Dios lo había escogido para ser el líder y ellos sentían que también tenían derecho, además eran mayores de edad que Moisés, y por si fuera poco, también Dios había hablado al pueblo por medio de ellos.

Dios dice en su palabra que los que murmuran sólo buscan satisfacer sus propios intereses: “Estos son murmuradores, querellosos, que andan según sus propios deseos…” (Judas 16).

 LA MURMURACIÓN ATRAE EL CASTIGO DE DIOS.

Podemos dividir la reacción de Dios en tres partes: (1) Dios oyó. (2) Dios amonestó. (3) Dios castigó.

1.     Primeramente Dios oyó. Los que murmuran, calumnian o chismean deben saber que antes que los escuchen los hombres, primero que nadie, Dios ya lo ha oído.
2.     Dios amonestó. El Señor llamó de pronto a los tres hermanos: Moisés, Aarón y María. El texto hebreo dice: Súbitamente, Nosotros debemos tener cuidado pues no sabemos cuándo nos llamará el Señor.
3.      Dios se enojó pues su ira se encendió contra ellos. Los dejó ahí, la nube se apartó del Tabernáculo y enseguida María se volvió leprosa.

¿Qué dice la Biblia sobre la murmuración?

Los murmuradores tienen una mente reprobada. (Romanos 1:28-32).

28 “Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; 29 estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; 30 murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, 31 necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; 32 quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican”.

 Serán destruidos (1 Corintios, 10:10; Salmo, 101:5).

“Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor”. (1 Corintios, 10:10).

“Al que solapadamente infama a su prójimo, yo lo destruiré; No sufriré al de ojos altaneros y de corazón vanidoso “(SALMO 101:5).

El que murmura en contra de un hermano murmura en contra de Dios (Santiago, 4:11-12).

Hermanos, no murmuréis los unos de los otros

¨11 El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. 12 Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?”.

La murmuración contrista el Espíritu Santo (Efesios, 4:30-31).

“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.    Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia”
  • Son insensatos (Tito, 3:2-3).
  • Dios los condena (Levíticos, 19:16).
  • Crean contienda (Proverbios, 26:20).
  • Caerán en juicio (Proverbios, 13:3).
  • Son hipócritas (Santiago, 1:26; Proverbios, 11:9; 2 Timoteo, 3:1-6).
  • Son necios (Proverbios, 10:18).
  • Serán avergonzados (1 Pedro, 3:14-16).
La murmuración, el chisme y la difamación dañan la esencia de una congregación que es la manifestación pura del amor de Dios. Los chismosos quieren la atención sobre ellos y sentirse apreciados, no soportan ver a otros hermanos ser queridos por la congregación porque sienten que le están robando algo que les pertenece.

¿Cómo es el Comportamiento del murmurador?

Suelen tener apariencia de “santidad”, una santidad que realmente no poseen. Tienden a ser “amorosos” con los demás, abrazan y besan les dicen a los demás que los aman pero realmente lo que quieren es escuchar que los demás los aman  a ellos. Tratan de acaparar la atención de los demás Usan el teléfono para informar a otros de los “problemas” de algunos hermanos solo con la intención de que oren por ellos, así sutilmente esparcen un chisme disfrazado de preocupación espiritual. Gustan de aconsejar, se autoproclaman consejeros, de esta manera pueden enterarse de los problemas de los demás.

¿Qué hacemos con ellos?

Ignorarlos y orar por ellos, estas personas se alimentan de la atención que reciben, si los ignoramos a la larga desistirán. Cuando nos quieren hablar de algún hermano dígale que usted va a llamar a esa persona y que los enfrentará, verá que el chismoso le dirá que no, ellos siempre quieren estar en el anonimato.

Si persisten pida una reunión con el pastor y déjele saber quiénes son esos chismosos, y esté dispuesto a estar presente en una reunión para desenmascarar-los.

Usualmente estas actitudes son las que más crisis causan en la Iglesia, pero hay más, hay personas con conductas difíciles que también forman el ambiente de la congregación, y hacen que este ambiente sea usualmente tenso y hacen del fluir de la unción una tarea muy difícil por no decir imposible. Pienso que por esta razón Dios mando a que separaran a María del campamento hasta que esta sanara y se limpiara de las consecuencia de su pecado de murmuración contra el ungido por Dios.

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