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martes, 29 de septiembre de 2015

EL MINISTERIO DEL EVANGELIO 2

Un día llegué a visitar a Heriberto un compañero de trabajo, a su oficina, cuando Yo trabajaba como Contador de una Empresa. Sobre su escritorio vi un aparato muy extraño. Parecía alguna clase de máquina, pero en toda mi vida no había visto nada parecido. Le comenté que era muy interesante la máquina que adornaba su escritorio. "Gracias", me respondió. Luego le pregunté: "¿Cómo se llama?" Me respondió: "En realidad, no lo sé". Entonces quise saber, "¿Para qué sirve?" "Eso tampoco lo sé",  "Lo encontré en una tienda de segunda mano y me gustó, pero sólo me sirve de adorno."  Seguramente aquel aparato alguna vez tuvo alguna función, pero con el tiempo, se había olvidado y perdido. Se había convertido simplemente en un adorno inútil.
 
    Pensemos ahora por un momento en el ministerio de la Palabra de Dios. ¿De qué sirve?  Puede ser que hayamos olvidado la función de la Palabra de Dios, y la estemos tratando simplemente como un adorno. Pero la verdad es que el ministerio de la Palabra tiene una función muy importante. Si la estamos empleando bien, transformará nuestra vida  e impactara en las vidas de los demas.

La semana pasada, vimos en la primera entrega de este tema, cómo el apóstol Pablo defendió su propio ministerio entre los tesalonicenses. De allí definimos algunas cualidades de un verdadero ministerio. Ahora vamos a ver algunos de los resultados que tuvo. Esto es lo que debe lograr cualquier ministerio de la Palabra de Dios. Si queremos que el ministerio de la Palabra dé un buen resultado en nuestras vidas, tenemos que entender estas cosas también. De otro modo, puede convertirse en un simple un adorno religioso que no logra nada.
    Lea conmigo 1 Tesalonicenses 2:10-16 para que vemos tres cosas que el ministerio de la Palabra debe lograr en la vida de cada uno de nosotros:

10Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes; 11 así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros, 12 y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria. 13 Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes. 14 Porque vosotros, hermanos, vinisteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea; pues habéis padecido de los de vuestra propia nación las mismas cosas que ellas padecieron de los judíos, 15 los cuales mataron al Señor Jesús y a sus propios profetas, y a nosotros nos expulsaron; y no agradan a Dios, y se oponen a todos los hombres, 16 impidiéndonos hablar a los gentiles para que éstos se salven; así colman ellos siempre la medida de sus pecados, pues vino sobre ellos la ira hasta el extremo.

En los versículos 10 al 12, el apóstol Pablo menciona dos aspectos de cualquier ministerio eficaz. El primero es el testimonio, y el segundo es el trato. Cualquier buen ministro del Señor llevará una vida ejemplar; no será mujeriego, mentiroso o maleducado. También tendrá un trato paternal con los que están bajo su cuidado.
    La meta de esto - del ejemplo que da el líder cristiano, y del cuidado que tiene de los suyos - se dice claramente en el verso 12: es para enseñar a los demás a "llevar una vida digna de Dios, que los llama a su reino y a su gloria". Como creyentes, tú y yo hemos recibido un glorioso llamado. Dios nos ha invitado a ser parte de su reino, a ser sus hijos, parte de su familia real. Nos da privilegios especiales, como el acceso directo a su presencia por medio de la oración.
    Dios nos ha recogido a nosotros del fango de pecado en el que vivíamos. Nos tomó del anonimato, del olvido y de la desesperanza para convertirnos en personas nobles. La Biblia nos dice en 2 Timoteo 2:12: "Si resistimos, también reinaremos con él". Cuando el reino de Jesucristo se establezca plenamente en esta Tierra, cada creyente tendrá una posición de honor en su gobierno. ¿Cómo debemos responder a este gran honor que Dios nos ha dado? La respuesta es que tenemos que aprender a caminar por la vida de una manera digna. Si por medio de la enseñanza de la Palabra te has llegado a dar cuenta de tu posición en Cristo, no es solamente para que te sientas especial. Es para que vivas de una manera que refleje tu posición en Cristo.

La vida de un hijo de Dios es y debe de ser una vida decente, una vida de honestidad, de valores, de integridad y sobre todo de dominio propio. Este es el ejemplo que Dios nos está llamando a dar al mundo. Este es el primer propósito del ministerio de la Palabra.

 ¿Estás viviendo de una manera digna de un hijo de Dios? ¿Reflejas en tu forma de vivir el honor del llamado que has recibido?

Vemos la segunda meta del ministerio de la Palabra en el verso 13. Es que el mensaje de Dios sea reconocido como tal. La proclamación eficaz de la Palabra de Dios tendrá el resultado de que los oyentes reconocerán que lo que escuchan no es simplemente un mensaje humano, la opinión de algún hombre. Es la Palabra misma de Dios.
    Para que esto suceda, los que predicamos y enseñamos tenemos que asegurarnos de que realmente estemos predicando y enseñando la Palabra. Ser predicador o maestro es una gran responsabilidad, porque somos voceros de Dios mismo. Pero tenemos que asegurarnos de estar enseñando su verdad, no simplemente nuestras propias opiniones.

Me ha tocado oír sermones en los que el predicador leía un versículo, y luego se ponía a decir una serie de cosas que no tenían nada que ver con lo que acababa de leer. Su texto se convirtió simplemente en un pretexto para presentar sus propias ideas. No era una exposición de la Palabra de Dios, sino simplemente una opinión humana.
    La tarea del predicador es exponer lo que Dios nos ha dicho en su Palabra, y aplicarla a la situación actual de sus oyentes. Pero esto también significa algo muy importante para los que escuchan la predicación. Significa que tenemos que recibir la Palabra de una manera digna. Tenemos que darle la obediencia y el respeto que se merece y sobre todo ponerla en practica, para que esta morde y tranforme nuestro caracter y nuestro estilo de vida.

Cuando era mas joven, a veces escuchaba los comentarios de otras personas al salir de un culto. "No me gustó ese mensaje", decían. "El predicador se está metiendo a mi vida privada". Seguramente todavía se hacen los mismos comentarios, pero como ahora yo soy el predicador, ¡todos se aseguran de hacerlos fuera del alcance de mi oído!
    Pero la pregunta real, al escuchar cualquier mensaje, es ésta: ¿haré lo que Dios me está llamando a hacer? Si te parece que el predicador te está diciendo algo contrario a la Palabra de Dios, escudriña la Palabra para ver si es cierto o no. La Palabra siempre es la autoridad final.  Pero si rechazas un mensaje de la Palabra simplemente porque no te gusta o porque no quieres cambiar algo en tu vida, debes reconocer algo. No estás rechazando la palabra de algún hombre, sino que estás rechazando la Palabra de Dios. Las consecuencias de hacer esto pueden ser graves.

Cuando vamos a la Igleia para escuchar la predicación de la Palabra, tanto los oyentes  como quien predica tienen una responsabilidad. La responsabilidad del predicador es estudiar la Palabra y asegurarse de proclamar un mensaje que realmente venga de Dios. La responsabilidad del oyente o de la congregación es recibir ese mensaje usando como criterio la Palabra de Dios misma.  No aceptes o rechaces lo que  oyes porque te gusta o porque no te gusta.  Examínalo para ver si realmente es lo que dice la Palabra, y si es así, ¡acéptalo! Ponlo en práctica en tu vida.

La tercera meta del ministerio se encuentra en los últimos versículos que leímos. Tiene que ver con el precio de seguir a Cristo
   Los tesalonicenses sufrieron persecución a causa de su fe en Jesucristo. Fueron hostigados y procesados legalmente, en algunos casos, por la fe que habían profesado. Pero Pablo dice que esto no es algo sorprendente. Lo que sufrieron los tesalonicenses también lo estaban sufriendo las Iglesias en Judea. A nosotros nos ha tocado vivir un Evangelio comodo, sin persecuciones ni sufrimientos.     Por lo general, las personas que decidieron seguir a Cristo cuyas historias se encuentran en el Nuevo Testamento tuvieron que sufrir por su fe. No fue fácil. ¿Por qué lo hicieron? Simplemente porque se dieron cuenta de que valía la pena. Lo que se gana con seguir a Cristo vale cualquier precio.
 
El tercer propósito de la predicación de la Palabra es fortalecernos para enfrentar la persecución. Seguir a Cristo vale el precio. Cuando nosotros le seguimos, habrá un precio a pagar. Algunas personas te presentarán el evangelio como si fuera el secreto para una vida perfecta. Te prometerán que, si sigues a Cristo, tendrás dinero, salud y se lograrán todos tus sueños.

Nuestros hermanos en otras partes del mundo están pagando un precio mucho más alto que nosotros. Algunos pagan con su vida. Otros tienen que huir de sus hogares debido a la persecución. Otros pierden trabajos u oportunidades educacionales. ¿Qué precio pagamos tú y yo? Puede ser que nos malinterpreten, o que algunos se burlen de nosotros. Seguramente hay otros sacrificios que tendremos que hacer a causa de nuestra fe. Pero si escuchamos y obedecemos la Palabra de Dios, nos daremos cuenta de que la gloria de conocer a Cristo vale el sacrificio. El amor que El nos da, la paz y la esperanza que tenemos en El, la promesa de la vida eterna - el precio que pagamos es poco a comparación con todo esto.

Concluyo con una series de preguntas, para que meditemos y juntos tratemos de darle sus justas respuestas:
¿Estamos permitiendo que la Palabra de Dios dé frutos en nuestras vidas?   ¿Nos estamos esfuerzando para vivir de una manera digna del llamado que hemos recibidos?    ¿Hemos preparado nuestros corazones para escuchar y obedecer la Palabra de Dios?    ¿Estamos dispuestos a pagar el precio? 
Permitamos que la poderosa Palabra de Dios haga su obra en nosotros. Dios les continue bendiciendo.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

EL MINISTERIO DEL EVANGELIO 1

¿De qué se trata el ministerio del evangelio? ¿Cómo debe ser un ministro del Señor? 
Las personas tienen muchas ideas diferentes al respecto. Para algunos, el ministro no es más que un charlatán. Esta actitud la demostró la señora que llevó a su pequeño hijo al pastor, porque se había tragado una moneda. Cuando el pastor le preguntó que porqué se lo traía a él, y no lo llevaba al hospital, la señora le respondió: "Es que todo el mundo dice que los pastores son buenos para sacar dinero".
    Otras personas parecen pensar que el pastor está allí para presentar un espectáculo. Al final del culto, un hombre le comentó al pastor: "Si hubiera sabido que el mensaje iba a ser tan bueno, habría invitado a mi vecino". Parece que se trataba de ver un buen show, en lugar de recibir un mensaje de Dios.
    En realidad, ¿cómo debe ser el ministerio de un pastor, de un evangelista o de un misionero? Encontramos una respuesta en el apóstol Pablo. Fue atacado en varias ocasiones por personas que querían desacreditar su mensaje de salvación por la fe en Jesucristo. En Tesalónica, enfrentó los ataques de ciertos judíos que no veían bien que los gentiles recibieran la salvación.
    Como resultado, tuvo que defender su ministerio. En la defensa inspirada que presenta Pablo de su labor descubrimos cómo es el verdadero ministerio. Es muy importante que comprendamos esto. Por una parte, nos ayuda a reconocer a las personas que quieren engañarnos. Por otra parte, nos ayuda a entender lo que debemos esperar de nuestro pastor y de otros ministros.
    Preparemos nuestros corazones para la Palabra de Dios, abramos la Biblia en 1 Tesalonicenses 2  y  leamos los versos del 1 al 9:

2:1 "Porque vosotros mismos sabéis, hermanos, que nuestra visita a vosotros no resultó vana; 2:2 pues habiendo antes padecido y sido ultrajados en Filipos, como sabéis, tuvimos denuedo en nuestro Dios para anunciaros el evangelio de Dios en medio de gran oposición.
2:3 Porque nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño, 2:4 sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones. 2:5 Porque nunca usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos avaricia; Dios es testigo; 2:6 ni buscamos gloria de los hombres; ni de vosotros, ni de otros, aunque podíamos seros carga como apóstoles de Cristo. 2:7 Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la Nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos. 2:8 Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos. 2:9 Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; cómo trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios."


    En estos versículos descubrimos tres cualidades del verdadero ministerio. Los que servimos al Señor debemos examinarnos para ver si nuestro ministerio concuerda con este ejemplo que encontramos en la Palabra de Dios. Todos nos beneficiamos, de alguna manera u otra, del ministerio de otras personas. Aquí podemos aprender a apreciar las cualidades más importantes de un ministerio.
  • El verdadero ministerio se hace en el poder de Dios, no con la astucia humana. Esto lo descubrimos en los primeros cuatro versículos. Cuando Pablo y sus compañeros llegaron a Tesalónica, venían de la ciudad de Filipos. Aquí también habían fundado una Iglesia, pero luego fueron encarcelados.
    Mientras predicaba el evangelio en Filipos, una mujer endemoniada había seguido a Pablo y a sus compañeros. A causa del demonio que la controlaba, esta mujer podía leer suertes. Pero cuando Pablo expulsó al demonio, esta mujer - que era esclava - perdió sus poderes. Sus amos no estaban muy contentos. A ellos no les importaba el bienestar de su esclava; sólo les interesaba el dinero que solían ganar con ella.
    Por lo tanto, acusaron a Pablo y a Silas ante las autoridades, quienes los obligaron a pasar la noche en la cárcel. Como a la medianoche, mientras Pablo y Silas cantaban himnos al Señor, un terremoto estremeció el lugar. El carcelero, pensando que todos habían huido, dedició matarse. Pablo le dijo que no lo hiciera, y esa misma noche el carcelero y su familia creyeron en el Señor Jesucristo.
   Al día siguiente, las autoridades los soltaron de la cárcel y les pidieron que dejaran la ciudad. Así lo hicieron, continuando hacía Tesalónica. Ahora bien, ¿cuál sería la reacción de una persona común y corriente ante esta situación? Quizá decidiría dejar de predicar el mensaje durante un tiempo, o al menos cambiarlo un poco para no ser tan ofensivo.
    Pero ésta no fue la estrategia de Pablo y sus compañeros. Ellos habían recibido una encomienda de Dios, la encomienda de predicar el evangelio. A pesar de la oposición y los insultos, Dios les daba la confianza para seguir predicando este mensaje. Es más, su esfuerzo no fue en vano. No fue un fracaso, porque Dios les daba la fuerza y el poder.
    Ellos no predicaban algo inventado, ni estaban tratando de engañar a nadie. No dependían de la astucia humana para convencer a la gente, sino del poder de Dios. El verdadero ministerio se hace en el poder de Dios, no con la astucia humana.
Debemos observar que el apóstol Pablo usaba argumentos lógicos, ejemplos persuasivos y su ejemplo personal. El presentaba el mensaje de la manera más clara y convincente posible, pero no tergiversaba la verdad ni trataba de manipular a sus oidores. Estas son las marcas de un ministerio que está dejando de depender del poder de Dios.
    Si te das cuenta de que un predicador está cambiando las cosas, si ves que interpreta la Palabra de Dios a su manera o no es honesto, ten cuidado. Así no es el verdadero ministerio. En Pablo vemos un ejemplo de honestidad y de transparencia, porque él dependía del poder de Dios, no de la astucia humana. Así es todo verdadero ministro de la Palabra. 
  
  1.    2. La segunda cualidad del verdadero ministerio se relaciona con este primero. El verdadero ministerio se hace para agradar a Dios, no para complacer a los hombres. La segunda parte del verso 4 dice así: "No tratamos de agradar a la gente sino a Dios, que examina nuestro corazón". Cuando un predicador comienza a preocuparse más por lo que piensa la gente que por lo que piensa Dios, está en grave peligro. Es muy bueno conocer a las personas a quienes queremos alcanzar. Es importante comunicar el mensaje con palabras y ejemplos que ellos puedan comprender. En otro pasaje, Pablo mismo dice: "Me hice todo para todos, a fin de salvar a algunos por todos los medios posibles". (1 Corintios 9:22)
    No debemos ignorar las necesidades o la cultura de las personas con quienes compartimos el evangelio. Sin embargo, cuando comenzamos a cambiar lo que Dios exige para quedar bien con la gente, cuando dejamos de predicar contra el pecado porque no queremos ofender a nadie, cuando el mensaje de la cruz se convierte simplemente en un llamado al optimismo, dejamos el verdadero ministerio y lo convertimos en algo diferente.
Quizás las razones sean buenas, al principio. Puede comenzar con el deseo de alcanzar a más personas. Pero tenemos que reconocer que el mensaje de la cruz siempre va a ofender a algunos. Si le caemos bien a todo el mundo, es probable que no estemos predicando correctamente la Palabra de Dios. Siempre habrá alguna incomodidad con el mensaje de arrepentimiento.
    Esto tiene una aplicación muy importante para todos los que estamos bajo el ministerio de alguien. Debemos desarrollar un corazón sensible a la corrección. En lugar de buscar a un predicador que nos hace sentir bien, que nos dice lo que queremos oír y jamás nos ofende, debemos buscar al que nos dice la verdad de la Palabra sin titubear.
    Si nunca te incomoda algo que escuchas en un mensaje, debes preguntarte si realmente estás escuchando la Palabra de Dios. Si nunca caes bajo convicción, si nunca te das cuenta de algo que debe cambiar en tu vida, puede ser que hayas buscado un ministerio a tu conveniencia, en lugar de un verdadero ministerio.
  1. 3. El verdadero ministerio se hace con el amor de Dios, no por amor al dinero. Los versos 5 al 9 nos hablan de esto. El apóstol Pablo no niega que los siervos del Señor tengan el derecho a recibir el sostén económico. En otros pasajes, él lo defiende. El mismo versículo 7 indica que Pablo sabía que él tenía ciertos derechos como apóstol, como siervo del Señor. Lo importante es que él no siempre reclamó sus derechos. En algunas ocasiones, sí lo hizo. En otras ocasiones, sin embargo, él estuvo dispuesto a no reclamar sus derechos para no estorbar la predicación del evangelio. En Tesalónica, donde la Iglesia era nueva, él no pidió apoyo económico. Más bien, se dedicó a su trabajo secular como fabricante de carpas para sostenerse.
   Aquí vemos la actitud correcta del siervo del Señor. Aunque merece ganarse la vida con el ministerio, no ministra con el fin de ganar dinero. Hay un llamado sobre su vida, el llamado de predicar. De una manera o de otra, tiene que responder a ese llamado. En lugar de mostrar un interés desmedido en el dinero, muestra amor hacia Dios y hacia las personas.
Pablo describe su amor hacia los tesalonicenses, comparándolo con el cariño y cuidado de una madre. Recuerdo una vez escuchar la historia de un pastor y su esposa que se encontraban en una cena. Al pastor no le habían servido la comida, así que su esposa reclamó con voz fuerte: "¿No van a atender al SIERVO?"
    No es malo que un siervo del Señor sea tratado con respeto y que sea honrado; al contrario, es bueno. Pero cuando lo empieza a esperar o a exigir, está en peligro. El verdadero ministerio se hace con el amor de Dios, no por amor al dinero o a la posición.
    Estas palabras de la Biblia tienen un mensaje para todos nosotros, tanto para los que nos dedicamos a servir al Señor como para los que reciben el ministerio. Si tú sirves al Señor en alguna capacidad, recuerda de qué se trata el verdadero ministerio. Si eres parte de la congregación, valora el verdadero ministerio. Ora por tu pastor. Abre tu corazón a la corrección del Señor. Así podremos todos crecer juntos en su verdad.

"NO TE PIERDAS LA PROXIMA SEMANA LA SEGUNDA PARTE DE ESTE TEMA "

lunes, 14 de septiembre de 2015

CLAVE PARA ENTRAR Y PERMANECER EN LA PRESENCIA DE DIOS



Se cuenta la historia de un hombre que andaba por el desierto, medio muerto de sed, cuando se encontró con un vendedor de Corbatas. "¿No me quiere comprar una corbata?" -le pregunta el Vendedor. "Tengo de todas las clases y de todos los colores. Mire, esta linda corbata de seda le queda muy bien".


El hombre le respondió: "No quiero una corbata. Lo que necesito es algo para beber! ¿No tienes agua?" El vendedor le replicó: "Lo siento, señor, no tengo nada para beber."  ¿Está seguro de que no me quiere comprar una corbata?" Enojado, el hombre le dijo que no,  y sediento siguió su camino.



Al seguir caminando más adelante, no pudo creer lo que vieron sus ojos. No muy Lejos había un Restaurante, con aire acondicionado.  Sus ventanas brillaban con el sol como una invitación a entrar y a refrescarse. ¡Seguramente el restaurante le podría servir muchos vasos de agua! casi cayéndose, se arrastró por la arena hasta llegar a la entrada del restaurante.
 

Abrió la puerta,  y estaba a punto de entrar cuando el portero se
le acercó y le dijo:   "Lo siento mucho señor, pero usted no Puede entrar a este restaurante sin corbata.    ¡Pobre hombre! Se tuvo que morir de sed,  simplemente porque no cumplía con los requisitos para entrar al restaurante.  
 
Esto mimo sucede con todo aquel que quiere entrar a la presencia de Dios, se le exige un requisito,  un tipo de corbata que debe de tener atada en su cuello todo creyente y se llama Santidad. 
Imaginemos por un momento lo difícil que le seria a un buzo entrar en las profundidades del mar sin un traje especial de buzo, de seguro se ahogaria por las fuertes presion de las  corrientes de agua, así mismo es de difícil entrar a la profundidades del reino de Dios sin santidad, porque para poder acceder a un Dios santo es necesario vestirse de su santidad,  de lo contrario su gloria nos consumiría.

La santidad de Dios significa que Dios está totalmente separado de cualquier impureza y maldad y también significa que Él es completamente auto-suficiente. No depende de nada ni de nadie. Siendo que Dios es santo, y nosotros no lo somos, tuvo que haber un sacrificio para que pudiéramos entrar en relación
con El.  Jesucristo ha ofrecido ese sacrificio por nosotros.

Ahora, podemos hacernos las siguientes preguntas: ¿Cómo podemos entrar a la presencia de Dios? ¿Cómo debemos prepararnos Interiormente para estar ante Dios? 

La sangre de Jesucristo nos santifica y purifica cuando aceptamos por fe su sacrificio por nosotros en la cruz. El quita nuestra impureza y nuestra culpabilidad; pero también hay una preparación interna que nos hace falta si queremos entrar a su presencia ante su santidad.  Esta preparación la encontramos en el Salmos 24: 3 y 4.

3¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar En su lugar santo? 4Sólo el de manos limpias y corazón puro, el que no adora Ídolos vanos ni jura por dioses falsos.

En este salmos descubrimos dos claves para prepararnos para estar en la santa presencia del Señor. La primera tiene que ver con nuestras actitudes y acciones, y la segunda tiene que ver con nuestra lealtad.

En primer lugar, necesitamos manos limpias y un corazón puro para entrar a la santa presencia de Dios.  Antes de que todos se vayan corriendo al baño para lavarse las manos, debemos aclarar que no se refiere a manos lavadas con jabón y agua, sino de manos que no se contaminan con malas acciones ni con el pecado.

Jesús dijo en Mateo 5:8.
  
"Dichosos los de corazón limpio, porque Ellos verán a Dios". 

Si tenemos un corazón con doble intención, un corazón que esconde el mal detrás de una apariencia de bondad, no podremos ver a Dios. Si somos deshonestos o Malintencionados con los demás, no pensemos quedar bien con Dios.

Un ejemplo de esto lo vemos en la vida del rey Saúl. Este hombre comenzó bien, pero terminó muy mal. En obediencia a la ley de Dios, él expulsó de la tierra a los adivinos y a los hechiceros; sin embargo, llegó un momento en que él se encontraba tan lejos de Dios que ningún profeta lo aconsejaba, y Dios ya no le hablaba.

Por fin, él decidió consultar una hechicera, una bruja. Fue a una ciudad llamada Endor, disfrazado para no ser reconocido, y le pidió a la bruja que hiciera aparecer el espíritu de Samuel, el difunto profeta de Dios. 

Saúl desobedeció el mandamiento que él mismo, hacia poco tiempo había hecho respetar.  Al principio la mujer no queria consultar a los muertos; le dijo que el rey había expulsado a todos los hechiceros del país.

Saúl, sin embargo, le prometió que nada le iba a suceder.  Por lo tanto, ella hizo lo que acostumbraba hacer para invocar un espíritu. Cuando apareció el espiritu de Samuel, ella gritó de asombro. Con esto sospechamos que ella normalmente usaba trucos para aparentar que los espíritus estaban presentes.

Samuel le dio a Saúl un mensaje no muy alentador. Lo regañó por molestarle y luego le dijo que como consecuencia de haber desobedecido al Señor,  él moriría al día siguiente.  Así sucedió; al día siguiente,  Saúl y sus hijos murieron en batalla.

Claramente, a Dios no le agrada que consultemos a los hechiceros, ni que nos tratemos de ponernos en contacto con los muertos.  

En Saúl vemos a un hombre que no tuvo manos limpias, ni un corazón puro. Terminó muy lejos de Dios, muerto por su propia mano en un campo de batalla. Él sabía que no debía consultar a la bruja; él mismo había expulsado a los hechiceros de su Tierra. Sin embargo, decidió que se podría justificar en esa ocasión - y asi pagó el precio.

Si queremos acercarnos a Dios en santidad, es necesario deshacernos de toda hipocresía, doblez de corazón, fingimiento y malas acciones. No podemos acercarnos a Dios si conscientemente queremos esconder malas intenciones o pecados contra los demás. Tenemos que acercarnos con un corazón que sinceramente lo busca, un corazón entregado, y manos que se han limpiado en confesión de pecado y arrepentimiento.

Si te portas de una manera en la Iglesia, y de otra totalmente diferente en la casa, no te engañes - no estás bien con Dios.  Si crees que puedes agradar a Dios el Domingo, y vivir como te da la gana el resto de la semana, tu corazón no es puro. Tienes un corazón dividido. 

Lo bueno es que tenemos un Dios misericordioso y perdonador. Por lo tanto, si te das cuenta de que no le has entregado tu Corazón por completo al Señor,  hazlo hoy.   Si hay algo en tu vida que no has rendido, entrégaseaslo hoy. Si existe alguna práctica que tienes que a Dios no le complace, abandónala hoy así podrás estar de pies para permanecer ante la presencia de Dios y disfrutar de la bendición de su gloria.

La segunda parte de lo que leímos en el Salmo 24, verso 4 Dice: 

"El que no adora ídolos vanos ni jura por dioses falsos".

Si queremos estar ante nuestro Santo Dios, debemos tener una lealtad absoluta hacia Él.  En otras palabras, el Señor tiene que Ser nuestro único Dios. No podemos tener otros dioses además de El.

Jesús dijo en Mateo 6:24: 

"Nadie puede servir a dos señores".  

Sería como si un hombre le dijera a su esposa que la ama mucho, Pero que también quiere tener varias amantes. cualquier mujer que escuche estas palabras sabrá que su esposo no la ama de verdad. Igualmente, si amamos a Dios, Él tiene que ser el único para nosotros. No podemos simplemente añadir a Jesucristo a una fila de dioses que tenemos.

Jesús tuvo un encuentro con un joven que quería tener dos dioses en su vida.   Era un joven religioso y muy rico. De algún modo, este Joven sabía que algo le faltaba en la vida. Por lo tanto, se le acercó a Jesús y le preguntó: "¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?" (Marcos 10:17). 

Jesús le respondió: "Tú conoces los mandamientos." El joven insistió en que los había cumplido desde su niñez. Entonces Jesús lo miró,  y lo amó. Como a un hermano querido, le Dijo: "Una sola cosa te falta:  anda,  vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo, luego ven y sígueme." (Marcos 10:21). 

Jesús lo estaba invitando a ser parte de sus seguidores, a caminar y convivir con El. Pero ¿Qué decisión tomó el joven? Se desanimó y se fue triste,  porque tenía muchas riquezas.

Bueno, quizás él creía que poseía muchas riquezas, pero más bien, sus riquezas lo poseían a él. Se habían convertido en su Dios.  En lugar de quedar libre para seguir a Jesús y estar con El, sus riquezas lo tenían cautivo.  

Si Jesús te dijera que lo vendieras todo para poder seguirle, ¿estarías dispuesto a hacerlo? ¿Te has dado cuenta de que en realidad todo le Pertenece?

Hay muchos otros dioses que tratan de competir con Jesús, por
supuesto, hay ídolos que la gente adora y en quien confía tales como la pornografía y otras formas de inmoralidades sexuales. Estas se pueden convertir en ídolos que te alejan de Dios. 

No podemos servir a dos señores. Por esto tienes que abandonar y quitar de tu vida cualquier cosa que se haya convertido en un tu dios.

A lo largo de la Biblia, varias personas tuvieron visiones de la Santidad de Dios. Moisés lo vio, y fue usado para liberar a un pueblo entero.  Isaías lo vio y recibió grandes revelaciones de La voluntad de Dios. Pedro lo vio a la orilla del mar de Galilea, y se convirtió en uno de los líderes de la empresa más grande del mundo,  la Iglesia.

Estar ante la santidad de Dios es hermoso, delicioso y también es maravilloso. Por esto te invito hoy a que te prepares para conocer la santidad de Dios - con manos limpias y un corazón puro, dejando a un lado todos los demás dioses. 

Limpia tus manos,  prepara tu corazón y  pon cada dia tu leartad y tu fidelidad en Dios y sólo así podras entrar y permanecer en su monte santo que es la presencia del excelso Dios.