Translate

lunes, 19 de octubre de 2015

LA PUREZA SEXUAL COMO FORMA DE AGRADAR A DIOS

Hoy vamos a hablar de una forma de agradar a Dios que según  muchos está completamente fuera de moda en el mundo actual.  Me refiero a la pureza sexual.  Es una gran ironía, porque si seguimos los mandamientos que la Biblia nos da en esta área de nuestra vida, nos evitaríamos muchos problemas y ayudaríamos a otros a evitarlos. El mundo que nos rodea, sin embargo, nos inculca una idea muy diferente. 

El mundo nos dice que nuestro cuerpos debemos usarlo para obtener el mayor placer posible y que nadie debe decirnos qué hacer o no hacer. Tambien nos dice que la mejor forma de demostrar que somos verdaderos hombres y mujeres y de obtener felicidad plena, es teniendo la mayor cantidad posible de conquistas y de relaciones sexuales; pero Dios nos dice algo muy diferente. Nos dice que la verdadera felicidad y el gozo vienen del dominio propio, no del desenfreno. Tambien nos dice que El tiene un plan para nuestra sexualidad que trae bendición. Dios dice en su Palabra que debemos vivir en pureza sexual.  Ahora bien, cuando hablo de pureza sexual, ¿a qué me refiero? Déjame definir la frase. 

La Biblia nos indica, primeramente, que las relaciones sexuales son para el matrimonio solamente. La pureza sexual significa abstenerse de tener relaciones sexuales hasta casarse. También significa no tener relaciones sexuales fuera del matrimonio, con una persona que no sea tu esposa o esposo.

Además de esto, Jesús nos enseñó que la pureza sexual no es sólo cuestión de lo que hacemos con nuestro cuerpo, sino con nuestra mente y pensamientos también. Así que la pureza sexual significa no introducir en tu mente ideas o imágenes de impureza sexual. Significa no usar pornografía, por ejemplo. Pero seguramente te preguntaras: ¿Por qué debo vivir en pureza sexual? vamos a la Biblia en 1 Tesalonicenses 4:1-8 para encontrar la respuesta:

1 Por lo demás, hermanos, les pedimos encarecidamente en el nombre del Señor Jesús que sigan progresando en el modo de vivir que agrada a Dios, tal como lo aprendieron de nosotros. De hecho, ya lo están practicando.  2 Ustedes saben cuáles son las instrucciones que les dimos de  
parte del Señor Jesús.  
3 La voluntad de Dios es que sean santificados; que se aparten  
de la inmoralidad sexual;  
4 que cada uno aprenda a controlar su propio cuerpo de una   
manera santa y honrosa,  
5 sin dejarse llevar por los malos deseos como hacen los  
paganos, que no conocen a Dios;  
6 y que nadie perjudique a su hermano ni se aproveche de él en  
este asunto. El Señor castiga todo esto, como ya les hemos  
dicho y advertido.  
7 Dios no nos llamó a la impureza sino a la santidad;  
8 por tanto, el que rechaza estas instrucciones no rechaza a  
un hombre sino a Dios, quien les da a ustedes su Espíritu  

Santo.

Vamos a dar por un momento un paso hacia atrás. En los primeros tres capítulos de esta carta que Pablo les escribió a los tesalonicenses, él les ha hablado de la salvación que ellos recibieron y del amor que les tiene.  Ahora, en la segunda mitad de la carta, les habla del estilo de vida que deben llevar.  Aquí hay una lección muy importante para nosotros. La fe que tenemos siempre debe llevar a un cambio en nuestra vida. Si tú has aceptado a Cristo como tu Señor y Salvador, tu vida tiene que ser diferente. Si tu vida no ha cambiado, entonces algo no está bien con tu fe. Debes examinar tu corazón, para ver si realmente conoces a Cristo o no.

Si lo conoces, si lo amas, si te has dado cuenta de que El murió por ti en la cruz y has recibido su perdón, vas a querer hacer lo que El te llama a hacer. En los primeros dos versículos que leímos, el apóstol Pablo lo repite dos veces: "les pedimos encarecidamente en el nombre del Señor Jesús... " Y luego, "... las instrucciones que les dimos de parte del Señor Jesús."  Aquí no estamos hablando de las opiniones de un hombre. No se trata de un consejos que puedes aceptar o rechazar a tu antojo. Más bien, lo que vemos aquí son instrucciones que vienen con la autoridad del Señor Jesús. Puedes ignorarlas, si quieres; pero estarás ignorando a Jesús mismo.

Se cuenta la historia de un barco de guerra que navegaba en una densa neblina cuando aparecieron a lo lejos las luces intermitentes de otra nave. Al observar las luces, el capitán se dio cuenta de que iban en una trayectoria de colisión. Uno de los barcos tendría que cambiar de rumbo porque si no iban a chocar. Le ordenó al operador de radio que le mandara a la otra nave un mensaje, ordenándolos que cambiaran de rumbo.

Pronto, sin embargo, el operador de radio le reportó al capitán: "No quieren cambiar de rumbo, señor." El capitán se enfureció. ¿A quién se le ocurría desafiar a su barco de guerra? Le preguntó al operador: "¿Por qué no?" El operador le respondió: "Es que no es una nave, señor. Es un faro."

Imaginemos que aquel capitán en su orgullo hubiera insistido en seguir el mismo rumbo. ¿Quién saldría perdiendo? ¡Obviamente no sería el faro! Eso mismo hacemos nosotros cuando ignoramos estas instrucciones que vienen con la autoridad de nuestro Señor Jesús. Si seguimos nuestro rumbo, en lugar de cambiarlo, terminaremos naufragando.

Comprendamos entonces que debemos vivir en pureza sexual, más que cualquier otra razón, porque Jesús nos lo manda. Entonces la pregunta es: 
¿Cómo podemos vivir en pureza sexual? El mundo nos habla de pasiones irresistibles, de ser llevados por deseos incontrolables. ¡Eso no te suena a naufragio!  

Revisemos de nuevo los versos 3 y 4. Dios quiere que vivamos en santidad, apartados de la inmoralidad sexual. Eso ya lo hemos establecido. ¿Cómo lo hacemos? Aprendiendo a controlar nuestro propio cuerpo, en honra y santidad. Tu cuerpo es como un Caballo el cual tu puedes domar y te llevará a buenos lugares o le puedes dar rienda suelta y te dejará tirado y adolorido en lugares bajos y en caminos sin retornos.

Hoy Dios te llama a aprender a controlar tu cuerpo. En el versículo 4 hay una cuestión de traducción que se refleja en diferentes versiones. En la traducción que leímos nosotros dice así: "que cada uno aprenda a controlar su propio cuerpo". En algunas traducciones, sin embargo, dice algo así como lo siguiente: "que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa".

El sentido literal de la palabra griega que se usa es vasija. A veces, la Biblia habla de la esposa como una vasija delicada, que se tiene que cuidar. Es por esto que algunas traducciones optan por este sentido; pero es más probable que Pablo se estuviera refiriendo directamente al cuerpo, y específicamente al miembro viril.  En Tesalónica, donde vivían los tesalonicenses, la cultura era muy degenerada. La gente tenía falos - es decir, imágenes del miembro viril - como amuletos o talismanes en sus casas y negocios. Era una sociedad sin modestia, sin frenos - parecida en muchos aspectos al mundo en el que vivimos nosotros.

Frente a esto, ¿qué dice Dios? ¿Te dice que no trates de resistir la tentación? ¿Qué le des rienda suelta a tus deseos, para que no termines frustrado? No, más bien dice: aprende a controlar tu cuerpo. Aprende a dominar tus impulsos sexuales. Eso implica, sobre todo, aprender a verlos de una manera diferente. No creas la mentira de que la única manera de ser feliz es hacer todo lo que tu deseos te pide.

Es normal sentir atracción a personas del otro sexo, pero Dios te ha dado esos deseos para que busques una pareja, te cases y te unas sexualmente a esa persona. Dentro del matrimonio el sexo trae bendición y bienestar; pero fuera del matrimonio, trae malas consecuencias y muchos dolores de cabeza.

Esto nos lleva a la tercera pregunta: ¿Qué sucede si no vivo en pureza sexual? Los versos 5 al 8 nos dan la repuesta. En primer lugar, vivo como un pagano, como alguien que no conoce a Dios. En segundo lugar, perjudico a mi hermano. El pecado sexual siempre perjudica a alguien. Por ejemplo, cuando dos personas que no están casadas cometen fornicación, traicionan a su futura pareja, y trae consigo la consecuencia del pecado que es la separación de Dios, por rechazar sus instrucciones.

Cuando vivimos en impureza sexual nos alejamos de Dios. El pecado sexual, en realidad, se une a la idolatría para convertirse en substituto de la verdadera adoración. Por lo tanto, no es posible estar viviendo en inmoralidad sexual y a la vez tener comunión con Dios. Si piensas que lo estás haciendo bien, te estás engañando a ti mismo.

Todos, de alguna manera, hemos fallado en esta área. Si no lo hemos hecho con nuestro cuerpo, lo hemos hecho con la mente. Dios es misericordioso. El te perdona, si se lo pides. Pero no te engañes; si persistes en ignorar sus palabras, también sufrirás las consecuencias. ¿Estás dispuesto hoy a comprometerte a vivir en pureza sexual?

Si lo haces, te evitas muchos problemas. Te evitas el peligro de las enfermedades venéreas, de tener hijos sin padre, de perder tu hogar. Pero ésta no es la mayor razón. La mayor razón es porque Cristo, el que entregó su vida por ti en la cruz, te llama a hacerlo. ¿Lo harás? ¿Te comprometerás con El? ¿Dejarás que su Espíritu Santo te guíe a dominar tu cuerpo, en lugar de dejarte dominar? Es de alta estima y agrado para Dios quien hizo de nuestros cuerpos su habitación, que lo mantengamos limpio y puro.

domingo, 11 de octubre de 2015

UN LLAMADO A LA ACEPTACION UNOS A OTROS


Hoy quiero hablar de un espíritu diabólico que está afectando en general no solo a las familias como ente social, sino también a las Iglesias, me refiero al espíritu de división y contiendas. Cuantas Iglesias y familias se desarticulan a diario mientras satanás va tachando su larga lista de triunfos y se burla continuamente, de los frustrados intentos del pueblo escogido de unificarse y de aceptarse unos a otros. Es bien sabido que la forma de combatir los espíritus es desatando el espíritu contrario por eso quiero hablar de el espíritu de aceptación y de unidad como única forma de contrarrestar la división y la contienda en las Iglesias.

Todos tenemos en el corazón un deseo profundo de encontrar un lugar donde podamos pertenecer, donde podamos aportar algo para lograr un objetivo común. ¿Cuál es la atracción, por ejemplo, de formar parte de un equipo de deportivo? No es simplemente el ejercicio, o el aire puro que se respira en la cancha o en un estadio. Es el hecho de pertenecer y de formar parte de un grupo que tiene el mimo objetivo, obtener muchas victorias y galardones pero  juntos, no como jugadores aislados y solitarios.

En un equipo de fútbol por ejemplo, el jugador pertenece a un grupo. Es parte de algo. Es más, cada uno tiene su propia posición; uno juega en la defensa, otro está en la delantera y otro es el portero.  Cada jugador en un equipo pertenece a algo  y aporta algo único en la posición que juega.  Finalmente, el equipo tiene un objetivo común,  que es ganar los partidos.

Esta combinación de tres cosas es muy poderosa para lograr que seamos como un equipo vencedor en nuestras vidas como creyentes: 
 Tener un lugar donde podamos pertenecer, donde aportemos algo particular para lograr un objetivo. En el plan de Dios, así debe ser la Iglesia también. Debe de ser un lugar donde tu puedas pertenecer a una familia que te acepta y que te ama; pero también es un lugar donde puedes aportar algo. Dios te pone en una Iglesia para que participes, no sólo para ser un espectador.

La Iglesia tiene un objetivo que es compartir el evangelio de salvación con todo el mundo y demostrar el amor de Dios. Yo anhelo que todas las Iglesias del mundo puedan cumplir con ese propósito divino. Por eso me gustaría  invitarte a meditar en el plan de Dios contigo y con la Iglesia donde Él te ha puesto  mientras leemos 1 Corintios 12:12-26:

12:12 Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. 12:13 Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. 12:14 Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. 12:15 Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? 12:16 Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? 12:17 Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? 12:18 Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. 12:19 Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? 12:20 Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo. 12:21 Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. 12:22 Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; 12:23 y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro. 12:24 Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, 12:25 para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. 12:26 De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.

Si pudiéramos resumir la enseñanza de este pasaje, sería así: Aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo. Dios nos pone aquí la comparación del cuerpo humano. Cada uno de nosotros tiene un cuerpo, y ese cuerpo consiste en muchos miembros, así es la Iglesia también. Formamos un solo cuerpo. Como dice el verso 13, "Todos fuimos bautizados por un solo Espíritu para constituir un solo cuerpo".

En el momento en que nos arrepentimos del pecado, volvemos la mirada hacia Dios y reconocemos a Jesucristo como Señor y Salvador de nuestras vidas, el Espíritu Santo satura nuestro ser y nos hace parte del cuerpo de Cristo.  El verso 27 lo repite: "Ustedes son el cuerpo de Cristo".  En la Iglesia, Cristo quien nos une.  No somos uno porque todos somos hispanos o porque nos gusta la misma comida o porque la pasamos bien juntos. Todo eso puede ser cierto; pero lo que nos une en la Iglesia es el hecho de que todos pertenecemos a Cristo. Cuando olvidamos esto, damos lugar a la división, comenzamos a ver las diferencias que tenemos y nos alejamos de otros miembros del cuerpo; pero en Cristo somos uno. Somos uno en su amor.

El hecho de saber que Cristo nos ama y nos ha hecho hijos de Dios es lo que nos da valor. Al mirar a otro miembro de la Iglesia, nos damos cuenta de que Cristo también los ama. Si el amor de Cristo nos une, ¿Cómo podemos  entonces  rechazar a alguien que Cristo ama? ¿Acaso somos mejores jueces que Jesucristo mismo? ¡Si,  El va a juzgar el mundo entero; pero si nosotros juzgamos a otros por las apariencias, por la ropa, por el acento, por las costumbres, estamos usurpando su lugar. Si guardamos rencor a alguien por algún error del pasado, en lugar de perdonarlo, también nos convertimos en jueces.  Cada vez que veamos a un hermano en la Iglesia, recordemos que Cristo lo ama, así como El nos ama a nosotros también.

También somos uno en la fe de Cristo ya que compartimos una misma fe y esta es la gran verdad que nos une. Aunque tengamos diferentes perspectivas y diferentes experiencias, la fe en Cristo nos une. Vivimos esa unión aprendiendo juntos de la Palabra de Dios, creciendo unidos en esa fe.  Somos uno en la esperanza de Cristo. Todos los que confían de veras en Cristo como Señor y Salvador comparten un destino.

Tenemos la esperanza de vivir para siempre con El en un mundo perfecto, donde toda la vida será una gloriosa adoración al Señor y no habrá lágrimas ni dolor. Si vamos a pasar toda la eternidad con nuestros hermanos en Cristo, ¿Cómo es posible que no nos
llevemos bien con ellos ahora? La esperanza que compartimos en Cristo nos une.

En una historieta de caricatura, una niña le dice a su hermanito que cambie el canal de la televisión. Su hermano le responde: "¿Qué te hace creer que puedes entrar aquí y tomar el control?" La niña le muestra el puño y le dice: "Estos cinco dedos individualmente no son nada, pero cuando los uno, crean una arma que causa temor." "¿Qué canal quieres?" - le contesta su hermano. Dando le vuelta, les dice a sus propios dedos: "¿Por qué no se pueden organizar así ustedes?"

En la unión está la fuerza, y en Cristo, somos uno. Pero al decir que somos uno, no significa que seamos iguales tengamos un mismo modo de pensar, al contrario en el cuerpo de Cristo  hay muchas variedades y eso es bueno. Como dice el verso 14, "el cuerpo no consta de un solo miembro, sino de muchos." Cada miembro es importante. Si todo el cuerpo consistiera de un solo miembro, no podría sobrevivir mucho tiempo. Si el cuerpo fuera una boca grande, ¡le faltarían manos para llevar la comida a la boca! Pero si todo el cuerpo fuera mano, pronto se moriría de hambre. Cada miembro es importante, y cada miembro tiene su propia función. Eso significa que tú también tienes una función dentro del cuerpo de Cristo.

En el cuerpo humano no hay miembros sobrantes. Aunque tenemos dos manos, una de ellas no es menos o más importante que la otra. Es mucho más fácil trabajar con dos manos que con una sola. Tenemos dos ojos, porque así podemos ver en tres dimensiones. Trata de caminar con un ojo tapado, y descubrirás que es difícil distinguir las distancias. Dios te ha llamado a hacer algo, a aportar algo al cuerpo de Cristo. Su Espíritu está en ti para capacitarte. Tú tienes un papel importante que jugar. No sobras, ni estás aquí por accidente. Dios te ha traído creado con un propósito. Por lo tanto, no debemos codiciar la función de otras partes, ni despreciar las funciones de otros miembros del cuerpo. Considera lo que significa el hecho de que seamos diferentes, con diferentes capacidades y dones.

2.      Dios nos ha puesto en el lugar donde nos quiere. Esto nos lo dice el verso 18. Dios se encarga de que la Iglesia tenga un buen complemento de miembros distintos, para poder realizar la obra que El nos ha dado. En segundo lugar significa que nos necesitamos los unos a los otros. Esto lo vemos en los versos 21 y 25. A veces pensamos que sería mucho más fácil vivir la vida cristiana por nuestra propia cuenta, sin la distracción de tener que llevarnos con gente tan diferente de nosotros. Nos atrae la vida cristiana solitaria; pero no podemos vivir una vida cristiana como Dios la quiere por nuestra propia cuenta. Nos hacen falta los otros miembros del cuerpo para poder vivir una vida cristiana realizada. A veces los mismos conflictos que surgen en la Iglesia nos ayudan a madurar. El hecho de tener que aprender a convivir con gente distinta nos ayuda a entender lo que es amar. Nos necesitamos los unos a los otros.

3.      En tercer lugar, significa que nos debemos apoyar los unos a los otros, como lo dice el verso 26.  Cuando recibimos picaduras de algún insecto en las piernas nuestras manos podrían decir "Los insectos no nos están picando a nosotros. qué nos interesa que las piernas estén picadas; pero eso sería ridículo lo normal es que usemos las manos para matar los insectos y así librar las piernas del sufrimiento. De igual modo, si somos parte del cuerpo de Cristo, no podemos ignorar el sufrimiento de los demás miembros. No podemos vivir como si no nos interesara. Cuando vemos otro miembro del cuerpo en necesidad y sufriendo, tenemos que buscar la forma de apoyarlos.

En Cristo somos un solo cuerpo con muchos miembros. Cristo nos une, pero no desaparecen nuestras diferencias. Más bien, El da a cada uno un don especial, algo particular para aportar. ¿Cuál es tu lugar de servicio en el cuerpo? ¿Qué te ha llamado Dios a ti a hacer? Si no lo sabes, oras y pídele a Dios que te ayude a encontrar tu lugar de servicio dentro de la congregación a la que fuiste llamado.