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miércoles, 30 de noviembre de 2016

COMO VENCER A LA MUERTE

Hay una tendencia de los hombres a rechazar el tema de la muerte y muchos solo piensan en la importancia de la vida solo cuando alguien cercano muere. Raramente pensamos acerca de la muerte, bien sea la nuestra o la de alguien más.
Cuando muere un ser querido nos lamentamos y esto es algo muy natural. 

Al principio Dios diseño al hombre con un cuerpo Celestial semejante al de él, capaz de resistir el dolor, las enfermedades y capaz de vivir eternamente;  pero por causa de la desobediencia y del pecado fuimos despojados de este privilegio y mudados a un cuerpo moribundo o terrenal.

El pecado nos separó de Dios y un nuevo decreto fue lanzado en nuestra contra. El decreto de la muerte. Ahora nuestros cuerpos tienen un nuevo  diseño no pueden  vivir para siempre.

Como se nos dice en hebreos 9:27:

“Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”

Por causa del pecado nuestros cuerpos ahora tienen la limitación  de durar solo  unas cuantas décadas.

El Salmos 90:10  nos recuerda que: “los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años . . .”. Con los adelantos médicos y logros tecnológicos de los últimos años, nuestro promedio de vida es aproximadamente el que era cuando este salmo fue escrito, hace miles de años. Algunos vivirán más, otros menos, pero esto es lo que podemos esperar.

La vida es corta, demasiado breve para desperdiciarla en cosas que a fin de cuentas no son tan importantes. No debe sorprendernos cuando la muerte toca nuestra puerta. Como la hierba que aparece y después no existe y como las flores del campo florecen para marchitarse unos días después, así también nuestra vida es algo que se deteriora y llega a su fin (Isaías 40:6-8).

Voz que decía: Da voces. Y yo respondí: ¿Qué tengo que decir a voces? Que toda carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo.
La hierba se seca, y la flor se marchita, porque el viento de Jehová sopló en ella; ciertamente como hierba es el pueblo.
Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre.

Sin embargo, esto no significa que hasta ahí llegue todo. El patriarca Job, fiel siervo de Dios, sabía que iba a descansar en la tumba hasta el tiempo de una futura resurrección.

“¡Oh, quién me diera que me escondieses en el Seol [el sepulcro], que me encubrieses hasta apaciguarse tu ira, que me pusieses plazo, y de mí te acordaras! Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir? Todos los días de mi edad esperaré, hasta que venga mi liberación. Entonces llamarás, y yo te responderé; tendrás afecto a la hechura de tus manos” (Job 14:13-15).

Aunque la muerte nos entristece, esto no significa que sea el fin de nuestra esperanza. Dios ha prometido resucitar a la inmortalidad a sus fieles siervos, para que reinen con Cristo y le ayuden en la administración del Reino de Dios (1 Corintios 15:50-54; Apocalipsis 20:4-6; 5:10).

50 Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.
51 He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados,
52 en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.
53 Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.
54 Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.

Hay una esperanza de vida después de la muerte para aquellos que reconocen sus pecados, se arrepienten de ellos y reciben a Jesús como su único Salvador. Jesús es la esperanza de vida y tú que aún está vivo puede recibir este regalo de Dios que te asegura ser parte de aquellos que heredaran la vida eterna. Jesús dijo en Juan 11:25. ¨Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque este muerto vivirá¨


Te invito a ver  y a meditar en este vídeo


lunes, 24 de octubre de 2016

LA FORMA SUTIL DE LA IDOLATRIA

Uno de los pecados que a lo largo de la historia de la humanidad, ha provocado y desatado los más horribles juicios de Dios sobre la tierra, ha sido la IDOLATRÍA. Pero, lo más triste de todo esto es, que quien mayor amargura le ha causado a Dios por motivo de este pecado, ha sido su pueblo escogido, la nación de Israel. Por poner un solo ejemplo, no fue sino, por causa de este pecado, que tres mil israelitas fueron muertos a espada en medio del desierto, cuando en su desobediencia fabricaron un becerro de oro para adorarle. (ÉXODO 32:28).

La Idolatría, es el amor excesivo de una persona, pueblo o nación; expresado a alguna falsa divinidad representada por alguna figura o imagen creada o compuesta por el hombre. La idolatría es, en resumen, uno de los pecados que más repugnancia le causa a Dios y, en consecuencia, a su vez, uno de los pecados por los que más severamente ha castigado Dios a los hombres y especialmente a su pueblo.

Sin embargo, existe un pecado al que la biblia compara y categoriza como idolatría y al que podemos nombrar como IDOLATRÍA OCULTA o la forma sutil de la Idolatría, y lo llamo así, porque la persona que la padece, no se da cuenta de que la tiene, en razón de que el mismo pecado se encarga de mantenerse oculto dentro de la misma persona, encegueciéndola para que no lo vea.

Este pecado al que me refiero, penosamente muy común y presente en la personalidad de algunos de nosotros los cristianos, es al pecado de la Obstinación.

El diccionario describe este término como un estado de ánimo muy habitual entre los seres humanos que se caracteriza por la terquedad y la tozudez a la hora de la ejecución de alguna acción o actividad, o bien para comprender y entender determinadas cuestiones o puntos de vista que difieren con las propias.

Ser Obstinado y ser Idolatra, es según la biblia, exactamente lo mismo. Así lo encontramos en el Capítulo 15, versículo 23 de 1 Samuel: 

"PORQUE COMO PECADO DE ADIVINACIÓN ES LA REBELIÓN, Y COMO ÍDOLOS E IDOLATRÍA LA OBSTINACIÓN".

Una persona OBSTINADA, es una persona OBSESIONADA y para que lo entendamos todavía mejor, es una persona TERCA, es alguien tan ciego, tan ofuscado, necio y persistente en su error, que es capaz, con su terquedad de hacer hablar hasta a los BURROS; cual fue el caso del profeta BALAAN (Num. 22:21-33) a quien su ASNA tuvo que hablarle para que parara de golpearla, en razón de que el profeta, por motivo de su OBSTINACIÓN en ir a maldecir al pueblo de Dios, no podía ver al ángel que con su espada desnuda se había parado frente a la BURRA para detenerla en su camino.

Esta BURRA había visto al ángel tres veces, sin embargo, el profeta de Dios, por su terquedad no había podido verlo ni siquiera una vez y por esta causa la golpeaba para que avanzara. Fue tan excesiva la OBSESION del profeta, que estuvo en riesgo de que el ángel lo matara, pues cuando el profeta se detuvo, el ángel le dijo: Si la burra no se hubiera detenido, yo te hubiera matado a ti y a ella la hubiera dejado viva. Así es que, Imagínese usted. ¿Si esto le sucedió a un cristiano con la categoría de profeta, acostumbrado a tener visiones, hablar con ángeles y escuchar la audible voz de Dios, que piensa usted nos sucedería a nosotros, muchos de los cuales, si sabemos que Dios habla, ha sido porque algún profeta nos ha hablado en su nombre?

El mayor ejemplo de OBSTINACIÓN lo tenemos en el caso del Rey Saúl, quien su OBSTINACIÓN lo llevó no sólo a ser desechado por Dios y perder su reinado; sino que también lo condujo al ocultismo yendo a parar a consultar a una bruja. Y es que la OBSTINACIÓN es el medio de que se vale satanás para hacer que muchos, sin saberlo, terminen rindiéndole adoración. De modo que cuando tú te inclinas frente a cualquier imagen o frente a tu propio ego y lo adoras, sin darte cuenta estás rindiendo adoración al enemigo de las almas, pues detrás de toda idolatría se encuentra el maligno buscando ser venerado.

Las personas perseverantes que tienen las ideas claras y saben lo que quieren suelen ser muy admiradas y conseguir prácticamente todo lo que se proponen, pero ¿Qué pasa cuando nos obstinamos con la misma idea, cuando queremos tener siempre la razón, cuando no somos capaces de escuchar los consejos y advertencias de los seres que tenemos a nuestro alrededor? Es entonces cuando nuestra obstinación se convierte en una cárcel y nuestro ego, en los barrotes.

Las personas que son presas de la Obstinación y el egocentrismo, por lo general solo obedecen a su propio “Yo.” Piensan que todo lo saben y no escuchan consejos. Ese fue el gran error del Rey Saúl, quien luego de haber sido ungido por Dios a través del Profeta Samuel, y luego de haber tenido una experiencia tan hermosa donde la misma gloria de Dios lo visito y hasta danzo, adoro y profetizo, posteriormente fue rechazado por Dios; porque Dios no comparte su gloria con nadie y solo Él se puede auto-denominar “YO SOY”

Cuando una persona es Obstinado desafía de forma directa a Dios, se hace esclavo de sus opiniones y no admite estar equivocado, ya que su opinión es su gran ídolo.

Te has preguntado ¿Cómo sería tu vida si hubieras escuchado más a las personas que te has encontrando en tu camino y han tenido la paciencia de darte buenos consejos? Muchas veces fruto de una larga experiencia, y tu cometiendo el mismo error por causa de tener una idea fija en tu cabeza.

Esta incapacidad que a veces todos tenemos de dejarnos modificar por el entorno y querer tener siempre la razón, nos ciega y en muchas ocasiones se convierte en un obstáculo que continuamente tenemos que saltar.

Es muy común confundir fortaleza con obstinación. Y en algunas ocasiones hasta podemos ser ambas cosas, sin embargo, son caminos que nacen y llevan a lugares muy diferentes: la fortaleza nace de la capacidad de adaptarnos y la obstinación del miedo al cambio y el ego desmedido.

Los obstinados de carácter tratan de vencer su miedo luchando con los otros, pero no son conscientes de que el poder que creen tener y su terquedad, es en realidad debilidad disfrazada de fuerza.

El miedo suele ser la causa de la mayoría de los problemas:

miedo a los cambios, miedo al rechazo, a la soledad, etc. Hay personas que temen mostrarse a sí mismas porque se sienten vulnerables y se refugian detrás de su ego cerrándose al mundo exterior. Ese muro les impide conectar con los otros y con la demanda del momento. Así en su afán por proteger su mundo interior dejan de empatizar y congeniar con los otros y las relaciones personales se resienten mucho. Es difícil ser feliz cuando se entiende la vida como una lucha y las relaciones personales como una guerra.

Querer tener siempre la razón es una gran responsabilidad que puede llegar a pesarnos como una gran bolsa de piedras. Nadie nos pide que estemos siempre seguros de todo, a veces uno simplemente no sabe la respuesta.

Admitir que no somos perfectos es uno de los caminos directos a la felicidad y mejora mucho las relaciones con los que tenemos alrededor porque, si en vez de luchar y quedarte en esa cárcel que es la obstinación, entiendes las relaciones personales como un apoyo mutuo, asumes que los que te rodean tienen mucho que enseñarte y estás dispuesto a modificar tus pensamientos y acciones, sin dejar de ser tú mismo, seguro que tomarás mejores decisiones y estarás mucho más cerca de alcanzar la felicidad.

Finalmente, mi consejo es que aprendamos a ser transigente, dócil y llevadero.  Jesús dijo:

“APRENDED DE MI QUE SOY MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN Y HALLAREIS DESCANSO PARA VUESTRAS ALMAS”.  Mateo 11:29.

Dice el Profeta Samuel: 

¿SE COMPLACE DIOS TANTO EN LOS HOLOCAUSTOS, ¿VICTIMAS OFRENDAS Y SACRIFICIOS, COMO EN QUE SE LE OBEDEZCA? CLARO QUE NO, PUESTO QUE LA OBEDIENCIA, DICE DIOS, VALE MUCHO MAS QUE MILES DE SACRIFICIOS”. 1 Samuel 15:22.

Y dice el Salmista David:

“EL HACER TU VOLUNTAD OH DIOS, ME HA AGRADADO”. SALMOS 40:8.

Cuidemos de ser sabios en nuestras propias opiniones y pidamos al Señor Jesús que nos ayudes cada día a ser como El.

domingo, 2 de octubre de 2016

EL VERDADERO VALOR DE NUESTROS CUERPOS

Quiero dar inicio a este tema recordando la frase que leí una vez en un cuadro de un niño que decía "Yo se que soy alguien, porque Dios no hace porquerías" 

Hay muchas personas que no se sienten contentos con su cuerpos y con su apariencia, y siempre se están quejando delante de Dios y hasta toman la decisión de hacerle cambios, a través de cirugías, a la obra maestra que hizo el creador al darle forma y vida. La biblia dice:

Efesios 1:29 Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia,
30 porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.
En esta ocasión quiero hablar de la importancia que tiene nuestro cuerpo para Dios, por ser el lugar donde el habita, y usted dirá: !como así! y yo le respondo por que la Palabra de Dios dice que El habita en medio de la alabanza de su pueblo y el fin fundamental de nuestra creación es para que fuéramos alabanza de su nombre y mostremos a través de nuestro ser la gloria de Dios. De ahí que contrario a lo que dice el mundo no somos una simple evolución de un animal silvestre; sino un proyecto divino del creador para mostrar a través de nosotros su imagen y su semejanza. 

Cuando queremos hacer cambios a nuestra apariencia física le estamos diciendo sin palabras a Dios nuestro hacedor, que no estamos contentos con nuestra imagen la cual también es semejante a la de El. Es la sociedad la que nos esta desformando.


Vivimos en una sociedad esquizofrénica con respecto a la salud. Por una parte, tenemos restaurantes de comida rápida en cada esquina que venden alimentos que, por lo general, engordan y proveen poca nutrición. Por otra parte, las revistas nos muestran modelos muy delgados y en buena forma. El mensaje que transmiten sin palabras es que, si tu cuerpo no se parece al de aquellos modelos, algo anda mal contigo.

¿Te das cuenta de la incoherencia? 

Por un lado, la cultura nos engorda y nos quita la salud, y luego nos regaña por no estar en buena forma. Como creyentes, frente a esto, tenemos que desarrollar una forma diferente de pensar acerca de nuestro cuerpo. Dios nos llama a ser renovados por la transformación de nuestra mente. Nuestra manera de pensar tiene que cambiar.

No se si usted ha notado que todos los años, muchas personas hacen propósitos para el año siguiente hacer algunos cambios significativos en sus vidas. Uno de los cambios más comunes que la gente se propone tiene que ver con la salud. Deciden ponerse a dieta o hacer más ejercicio durante el año nuevo.

¿Cuántas personas lo habrán logrado? 

Un estudio descubrió que sólo el 8% de las personas logran cumplir su propósito. Interesantemente, también se descubrió que las personas que hacen resoluciones son  diez veces más propensas a lograr sus metas que quienes no hacen propósitos. Así que, no te desanimes si no logras todos tus propósitos; es mejor hacer varios y lograr uno o dos que no hacer ninguno.

Hoy vamos a considerar tres verdades que nos enseña la Palabra de Dios acerca de nuestro cuerpo. Quiero invitarte a tomar a pecho estas verdades, a comprenderlas.  Hoy quiero poner un fundamento bíblico para comenzar a pensar como Dios quiere que pensemos acerca de nuestros cuerpos.

Empecemos al principio, en el relato de la creación. Hay algo muy interesante que sucede a lo largo de los primeros cinco días del relato de la creación en Génesis 1

En el verso 10, después de separar el mar y la tierra, nos dice que Dios consideró que esto era bueno: "A lo seco Dios lo llamó tierra" y al conjunto de aguas lo llamó mar. "Y Dios consideró que esto era bueno."De la misma manera, el cuarto día, después de hacer el sol, la luna y las estrellas, el verso 18 nos dice que Dios consideró que esto era bueno: "Los hizo para gobernar el día y la noche, y para separar la luz de las tinieblas. "Y Dios consideró que esto era bueno."

Leemos lo mismo en el verso 21 con respecto a los animales marinos y las aves: "Y creó Dios los grandes animales marinos, y todos los seres vivientes que se mueven y pululan en las aguas y todas las aves, según su especie. Y Dios consideró que esto era bueno". Pero cuando llegamos al sexto día, el día en que Dios creó al ser humano, encontramos algo diferente. Empecemos a leer en el verso 25 de Génesis 1: "Dios hizo los animales domésticos, los animales salvajes, y todos los reptiles, según su especie. Y Dios consideró que esto era bueno". Aquí vemos la creación de los animales terrestres, y Dios lo declara bueno.

Pero ahora sigamos en los versos 26 al 31:

1:26 y dijo: Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Que tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes, y sobre todos los reptiles que se arrastran por el suelo. 
1:27 Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó, 1:28 y los bendijo con estas palabras: Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se arrastran por el suelo. 1:29 También les dijo: Yo les doy de la tierra todas las plantas que producen semilla y todos los árboles que dan fruto con semilla; todo esto les servirá de alimento. 1:30 Y doy la hierba verde como alimento a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo y a todos los seres vivientes que se arrastran por la tierra. Y así sucedió. 1:31 Dios miró todo lo que había hecho, y consideró que era muy bueno. Y vino la noche, y llegó la mañana: ése fue el sexto día.

Después de crear al ser humano y darle dominio sobre su creación, después de crear la relación matrimonial, ¿qué pensó Dios? Dice el verso 31: "Dios miró todo lo que había hecho, y consideró que era muy bueno." ¡Muy bueno! No solamente bueno, sino muy bueno.

Es solamente con la aparición del ser humano que la creación pasa de ser algo bueno a ser algo muy bueno. Y no estamos hablando solamente del ser humano como un ser espiritual, porque los versículos anteriores hablan de dos aspectos físicos de nuestro ser - la alimentación y la relación matrimonial.

Los mensajes que recibimos del mundo son muy diferentes. El mundo considera que nuestro cuerpo sólo es bueno si es joven, delgado y sexy. Un grupo de hombres se para en la esquina para mirar pasar a una joven guapa, y uno comenta: "¡Qué buena está!" Implica que otras no están tan buenas. Y esa misma muchacha, con unos cuantos años y unos cuantos kilos demás, ya no estará tan buena tampoco.

¿Te das cuenta del mensaje? Y no sólo es para las mujeres. Tu cuerpo sólo es bueno si es así o asá. Pero Dios dice algo diferente. Tu diseñador dice que su diseño es bueno. Los mensajes que escuchamos del mundo nos llevan a odiar o a menospreciar nuestro cuerpo. Pensamos: "¿Por qué no me parezco a tal modelo o a tal actor?" Menospreciamos el buen trabajo de Dios. La primera cosa que tenemos que comprender acerca de nuestro cuerpo es que Dios lo hizo, y es bueno. Ahora pasemos a la segunda realidad. Tu cuerpo es un instrumento, y lo puedes usar para bien, o para mal. Leamos Romanos 12:1-2:

12:1 Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. 12:2 No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.

Dios nos llama a ofrecer nuestro cuerpo a El para ser usado como instrumento de justicia. Esto se logra, entre otras cosas, renovando nuestra mente con su verdad, bajo la dirección del Espíritu Santo.

Muchos instrumentos se pueden usar para bien o para mal. Un cuchillo se puede usar para cortar verduras y preparar un sabroso caldo, o se puede usar para matar a alguien. El fuego puede calentar, y puede quemar. Todo depende de la manera en que se emplea.

Lo mismo es cierto de nuestro cuerpo. Podemos ofrecerle nuestro cuerpo al pecado. Podemos decir: "Pecado, aquí está mi cuerpo. Úsalo como tú quieras, nada más dame un poco de placer a cambio." 

¿Qué vamos a lograr con eso? ¿Qué recibiremos? Sólo problemas y muerte.

Pero también podemos ofrecerle nuestro cuerpo a Dios. Podemos decirle: "Dios, aquí está mi cuerpo. Úsalo para lo que tú quieras hoy. Lo pongo sobre tu altar como una ofrenda, no muerta sino viva." Cada momento, nos rendimos conscientemente para dejar que Dios nos guíe, muriendo al viejo yo pecador y viviendo en el Espíritu que El nos ha dado.

Aquí hay un punto de confusión. Debido al pecado, hay en nosotros una tendencia hacia el mal. La Biblia lo llama la carne, o en algunas traducciones, la naturaleza pecaminosa. Es lo que nos hace querer pecar, deseando cosas que a Dios no le agradan. La Biblia nos dice que hagamos morir en nosotros lo que es de la carne.

Pero muchos confunden la carne, en este sentido, con el cuerpo. Creen que la manera de controlar la carne es dañar el cuerpo. Piensan que, si cuidan su cuerpo, le darán cabida a la carne. Pero esto no es así. Más bien, la manera de destruir el poder de la carne rebelde es por medio de una decisión de voluntad y un cambio de mente. Tenemos que ser transformados por una renovación de la mente, no por un descuido del cuerpo.

Si nuestro cuerpo es un instrumento, entonces, que podemos entregar a Dios o al pecado, ¿qué clase de instrumento le entregaremos a Dios para su uso? ¿Le entregaremos una herramienta oxidada, un cuchillo sin filo, un martillo con el mango quebrado? ¿O le entregaremos un instrumento listo y preparado para su uso? Esto es cuestión de salud y de cuidado del cuerpo.

Hemos dicho que nuestro cuerpo es algo bueno, creado por Dios. También hemos dicho que lo podemos entregar al pecado, o a Dios. Como instrumento dedicado a Dios, debemos cuidarlo. Pero ¿cómo debemos ver este proceso?

Busquemos la respuesta en 1 Timoteo 4:8:

"Pues aunque el ejercicio físico trae algún provecho, la piedad es útil para todo, ya que incluye una promesa no sólo para la vida presente sino también para la venidera." 

Aquí descubrimos que cuidar nuestro cuerpo es cuestión de prioridades. La perspectiva balanceada que nos da Dios aquí en su Palabra es crucial para lograr la verdadera salud.

Este mundo nos lleva siempre a los extremos. Algunos convierten su cuerpo en un ídolo. Constantemente se examinan en el espejo para ver que todo esté perfecto. Todos sus pensamientos giran en torno a la dieta, el ejercicio y el cuidado personal para lograr el cuerpo más perfecto posible. Su valor personal se basa en su apariencia.

El otro extremo lo encontramos en los que ignoran por completo la salud. Vi una vez una calcomanía que decía algo así: "Come bien, haz ejercicio - y de todos modos, morirás." En otras palabras, de nada sirve cuidarse, porque todos vamos a morir; ¡mejor ser flojo y glotón!

Pero ninguno de estos extremos es bueno. No debemos hacer de nuestro cuerpo un ídolo, pero tampoco debemos descuidarlo. Todo es cuestión de ponerlo en su lugar correcto. Cuidar el cuerpo es algo importante, pero no es lo más importante en la vida. Lo más importante es ejercitarnos en lo espiritual - lo que nuestro pasaje llama "la piedad". Si pasamos más tiempo en el gimnasio que en oración, hay un desbalance. Si pasamos más tiempo considerando nuestra alimentación física que consumiendo la Palabra de Dios, algo anda mal. No cabe duda que nos hace falta mejorar nuestra salud. 

¿Cómo lo vamos a hacer?
En los últimos meses ha hecho titulares la contaminación del agua potable en algunas ciudades de Estados Unidos. Debido a los altos niveles de plomo, muchos niños han caído enfermos y han sufrido daños irreversibles.

¿Cómo se va a resolver este problema? 

El problema está en la fuente del agua. Para resolver el problema, la ciudad ha tenido que cambiar de fuente. De igual manera, si nuestra salud va a cambiar, tenemos que volver a la fuente. La fuente, en este caso, es la mente. Tenemos que aprender primero a pensar de una manera diferente acerca de nuestro cuerpo.

Todo comienza con una relación con Cristo. Si no le has entregado tu vida a Jesucristo, tienes que empezar por ahí. Es el único que puede salvar tu cuerpo, alma y espíritu. Si ya conoces a Cristo, aprende a ver tu cuerpo como algo bueno, creado por Dios. Entrégalo a Dios como instrumento para su uso, y dale al cuidado de tu cuerpo el lugar que se merece en tu vida. Concluyo diciendo: 

Dios nunca se ha prestado para hacer porquerías. Todo lo ha hecho hermoso en su tiempo y aunque tú te sientas como una oruga, realmente para El tú eres como una bella mariposa que está pasando por un proceso de metamorfosis no solo en tu mundo físico sino que también en tu mundo espiritual. Por tanto yo te invito a amarte más. Con esto no quiero decirte que tengas más alto concepto del que debes acerca de ti mismo debido a que lo peor del mundo es hablar con una persona creída, soberbia, pedante y que se cree que todo lo merece o que es mejor que los demás. 

Yo te invito a mirarte con esos ojos que Dios te ve, con esa mirada que dice sin emitir palabra que tú eres la creación más bella en este mundo. Porque tú eres su milagro de amor más grande. Declararlo y Creerlo revelara tu verdadero valor.

DIOS TE CONTINUE BENDICIENDO......!

lunes, 12 de septiembre de 2016

QUE NO SE PONGA EL SOL SOBRE TU ENOJO

AIRADOS, PERO NO PEQUÉIS; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo. 

Se cuenta la historia de un pastor que había pasado una semana mala, y estaba bien enojado con su congregación. El domingo por la mañana, a la hora del culto, se paró detrás del púlpito y les dijo: "¡Todos los miembros de esta Iglesia se van a ir al infierno, si no cambian!" Todos lo miraron espantados, salvo un hombre que estaba sentado en la última fila. Ese hombre se empezó a reír a carcajadas.

El pastor repitió lo que había dicho, esta vez más fuerte. "¡Todos los miembros de esta Iglesia se van a ir al infierno, si no cambian!" El hombre se reía aun más. Por fin, el pastor le preguntó: "¿Por qué se ríe?" El hombre le contestó: "Es que no soy miembro de esta Iglesia. ¡Sólo estoy de visita!"

Aquel pobre pastor, que se había dejado llevar por el enojo, parecía un tonto. Cuando nos dejamos llevar por el enojo, así quedamos nosotros también. Hay razones justificadas por las que nos podríamos enojar. Debemos enojarnos cuando vemos la injusticia. Debemos enojarnos cuando vemos que se difama el nombre de Dios. Pero nosotros solemos enojarnos solamente cuando nos vemos personalmente afectados. En otras palabras, nos enojamos por razones egoístas. Es por esto que la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere.

Es importante resolver rápidamente el enojo. En Efesios 4:26-27, el apóstol Pablo cita el (Salmo 4:4 ) y luego le añade otro pensamiento. Dice: "Si se enojan, no pequen. No dejen que el sol se ponga estando aún enojados, ni den cabida al diablo." Es sumamente importante no dejar que el enojo se quede hora tras hora en nuestro corazón. Con el tiempo, el enojo se vuelve amargura y le abre la puerta al diablo.

Cada segundo en alguna parte del mundo el sol se pone indicando que pronto terminara el día y vendrá la noche, esto significa que nosotros no podemos permitir que transcurra mucho tiempo enojados con los demás, porque se convierte en pecado, y esto le da lugar a las acusaciones del diablo. 

El enojo no solucionado a tiempo se convierte en Ira y una Ira no solucionada por un perdón sincero, se convierte en un pecado. El Dice: Airados pero no pequéis. 

En todo el Antiguo Testamento no hay un ejemplo más sobresalientes que el caso de Moisés. Dios lo usó para sacar a su pueblo de la esclavitud en Egipto. Fue a través de Moisés que Dios estableció su acuerdo con el pueblo, donde El sería su Dios y ellos lo obedecerían. El guió al pueblo durante sus cuarenta años de vagar en el desierto. Escribió la mayor parte de los primeros cinco libros de la Biblia.

Sin embargo, llega un momento en la vida de Moisés en el que comete un error que marcaría su destino. Sucedió durante el último de los cuarenta años que los israelitas habían tenido que caminar por el desierto debido a su falta de fe en Dios. La gente se empezó a quejar porque no había agua.

Se les había olvidado la historia de lo que sucedió casi cuarenta años antes, cuando Dios le había mandado a Moisés que golpeara la piedra de Horeb para que brotara agua. Empezaron a preguntarle a Moisés si los había sacado de Egipto sólo para que murieran en el desierto.

Moisés y su hermano Aarón buscaron a Dios para que les diera la solución. Dios les dijo que le dieran órdenes a la roca, y que de ella saldría agua en abundancia. Cuando salió para hablar con el pueblo, Moisés estaba furioso. Les dijo: "¡Escuchen, rebeldes! ¿Acaso tenemos que sacarles agua de esta roca?" (Números 20:10). Con eso, golpeó dos veces la roca, y salió agua en abundancia para todos.

Pero Dios no estaba complacido con Moisés. Le dijo a Moisés que él no entraría con el pueblo a la tierra prometida. No había confiado en el Señor, ni había reconocido su santidad. Más bien, parecía que se había puesto al nivel de Dios, porque dijo: "¿Acaso tenemos que sacarles agua?" En su enojo, se le fue la mano y habló como si él les diera el agua, en lugar de Dios.

Por un momento de enojo, Moisés perdió la oportunidad de entrar a la tierra prometida al frente del pueblo. ¿Cuántas cosas perdemos nosotros a causa del enojo? ¿Cómo nos vemos afectados en nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestra Iglesia a causa del enojo descontrolado? Pensemos hoy en esta emoción tan universal, pero tan dañina.

Cuando pensamos en el enojo, tenemos que reconocer primero que Dios se enoja. La ira de Dios es su enojo santo. Es su reacción a la maldad e injusticia de este mundo. En Romanos 1:18 el apóstol Pablo escribe lo siguiente: "Ciertamente, la ira de Dios viene revelándose desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los seres humanos, que con su maldad obstruyen la verdad."

Desde el cielo, Dios ve la maldad y la falta de respeto que los hombres tienen hacia El. Su reacción es enojarse, y con justa razón. Es interesante que Pablo dice que la ira de Dios "viene revelándose". Es una realidad presente. En un día futuro, su ira se manifestará plenamente. Pero ya se está revelando.

Dios destruyó la tierra con el diluvio en los días de Noé a causa de su ira contra la maldad de los seres humanos. Destruyó las ciudades de Sodoma y Gomorra por su gran inmoralidad, y por su trato injusto de los pobres. Destruyó la ciudad de Nínive por su crueldad y avaricia. Destruyó la ciudad de Jerusalén en más de una ocasión por su desobediencia e hipocresía.

Cada uno de estos eventos son manifestaciones de la ira de Dios, que se sigue revelando en contra de la maldad. En este punto, sin embargo, debemos tener un poco de cuidado. No siempre es fácil, al menos que haya una palabra profética clara e irrefutable, identificar algún evento en particular como manifestación de la ira de Dios. Por ejemplo, ahora mismo estamos viendo grandes inundaciones en cierta parte del mundo. No debemos suponer automáticamente que todas esas personas son peores que nosotros, y que somos mejores porque ahora no nos pasa nada.

Jesús nos enseñó esta lección cuando llegaron algunas personas para darle la noticia de que el rey Pilato había matado a algunos hombres de Galilea mientras ofrecían sus sacrificios. Esta es la respuesta de Jesús, registrada en Lucas 13:2-3"¿Piensan ustedes que esos galileos, por haber sufrido así, eran más pecadores que todos los demás? ¡Les digo que no! De la misma manera, todos ustedes perecerán, a menos que se arrepientan."

Jesús nos enseña a ver cualquier desastre de una forma particular. En lugar de pensar que las personas afectadas tuvieron que haber sido especialmente malas para que les pasara tal cosa, debemos tomarlo como una muestra general de la ira de Dios. Es un llamado a todos para que se arrepientan antes de que se manifieste plenamente su ira.

La buena noticia es que Dios es pronto para perdonar, cuando hay arrepentimiento y confianza en El. 

El Salmo 30:4-5 dice así: "Canten al Señor, ustedes sus fieles; alaben su santo nombre. Porque sólo un instante dura su enojo, pero toda una vida su bondad." 

Si nos hemos arrepentido y nos hemos convertido en los fieles del Señor, ya no estamos bajo su enojo. Disfrutaremos para siempre de su bondad.

Esto lo logró Jesús, cuando El experimentó en la cruz la ira de Dios hacia nosotros. Sobre El cayó lo que nosotros merecíamos. Si nos refugiamos en El, como dice Romanos 5:9 (citado de la Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy): "Entonces mucho más, habiendo sido ahora justificados por Su sangre, seremos salvos de la ira de Dios por medio de El."
Pero alguien dirá: "Si Dios se enoja, ¿por qué no está bien que yo me enoje también?" El problema nace del efecto que el pecado ha tenido sobre nosotros. Debido al pecado, a nuestro corazón egoísta y defectuoso, nuestro enojo no es justo - como lo es la ira de Dios. Encontramos en Santiago 1:20 una enseñanza muy importante al respecto.

Santiago escribe así: "La ira humana no produce la vida justa que Dios quiere". Cuando nosotros nos enojamos, hacemos injusticia. Cuando Dios se enoja, El hace justicia. Nuestro enojo siempre nos deja en ridículo, y nos aleja de la vida justa que Dios desea para nosotros. Nos lleva a hacer cosas tontas, como lo que hizo Moisés frente a la roca.

¿Cómo debemos responder al enojo? 

En primer lugar, debemos reconocer que los momentos de enojo son momentos de peligro. El enojo abre la puerta a la tentación. El enojo mismo no es pecado, pero le abre la puerta al pecado. Por eso, debemos tener mucho cuidado cuando nos enojamos.


El Salmo 4:4 nos enseña esto. Dice: "Si se enojan, no pequen". No es pecado enojarse, pero fácilmente conduce al pecado. Tenemos que escuchar la voz del Espíritu Santo cuando estamos enojados. El nos dirá: "Cuidado, no te dejes llevar. Piensa bien lo que vas a hacer." En ese momento tenemos que tomar la decisión de escuchar la voz del Espíritu, y no la voz del enojo.

Cada pareja debe hacer un compromiso de jamás acostarse estando enojados. Aunque tengan que quedarse hasta altas horas de la madrugada hablando y orando, es importante resolver cualquier diferencia antes de acostarse. No dejes que el sol se ponga sobre tu enojo, porque en la noche se convierte en algo peor.

Si te enojas con alguien, busca la manera de resolverlo antes de que pase mucho tiempo. En el calor del momento, a veces es bueno dejar pasar unos minutos. Pero no dejes pasar días. No dejes que el sol se ponga sobre tu enojo. Así podrás desarrollar un espíritu ecuánime, en lugar de tener muchas frustraciones aumentadas.

Termino con la historia de un mesero que sufría con un cliente muy molesto. A cada rato le pedía que cambiara la temperatura del aire acondicionado. Tenía frío; había que bajarlo. Tenía calor; había que subirlo. El mesero nunca se quejaba; simplemente caminaba para acá y para allá, prestando atención a lo que le pedía el cliente.

Por fin, otro cliente que observaba todo esto le comentó al mesero: "No sé cómo eres tan paciente. ¿Por qué no echas del restaurante a ese pesado?" El mesero le respondió con una
sonrisa: "A mí no me importa. ¡Ni siquiera tenemos aire acondicionado!"

Ojalá podamos aprender todos de su ejemplo y saber mantener la ecuanimidad, en lugar de permitir que el enojo nos consuma. Dejemos la ira en manos de Dios, y aprendamos a vivir en paciencia, sabiendo que El está obrando. Que el Señor nos ayude en todo momento a poner por delante el perdón como El lo hace con nosotros.