Quiero dar inicio a este tema recordando la frase que leí una vez en un cuadro de un niño que decía "Yo se que soy alguien, porque Dios no hace porquerías"
Hay muchas personas que no se sienten contentos con su cuerpos y con su apariencia, y siempre se están quejando delante de Dios y hasta toman la decisión de hacerle cambios, a través de cirugías, a la obra maestra que hizo el creador al darle forma y vida. La biblia dice:
Efesios 1:29 Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia,
30 porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.
En esta ocasión quiero hablar de la importancia que tiene nuestro cuerpo para Dios, por ser el lugar donde el habita, y usted dirá: !como así! y yo le respondo por que la Palabra de Dios dice que El habita en medio de la alabanza de su pueblo y el fin fundamental de nuestra creación es para que fuéramos alabanza de su nombre y mostremos a través de nuestro ser la gloria de Dios. De ahí que contrario a lo que dice el mundo no somos una simple evolución de un animal silvestre; sino un proyecto divino del creador para mostrar a través de nosotros su imagen y su semejanza.
Cuando queremos hacer cambios a nuestra apariencia física le estamos diciendo sin palabras a Dios nuestro hacedor, que no estamos contentos con nuestra imagen la cual también es semejante a la de El. Es la sociedad la que nos esta desformando.
Vivimos en una sociedad esquizofrénica con respecto a la salud. Por una parte, tenemos restaurantes de comida rápida en cada esquina que venden alimentos que, por lo general, engordan y proveen poca nutrición. Por otra parte, las revistas nos muestran modelos muy delgados y en buena forma. El mensaje que transmiten sin palabras es que, si tu cuerpo no se parece al de aquellos modelos, algo anda mal contigo.
¿Te das cuenta de la incoherencia?
Por un lado, la cultura nos engorda y nos quita la salud, y luego nos regaña por no estar en buena forma. Como creyentes, frente a esto, tenemos que desarrollar una forma diferente de pensar acerca de nuestro cuerpo. Dios nos llama a ser renovados por la transformación de nuestra mente. Nuestra manera de pensar tiene que cambiar.
No se si
usted ha notado que todos los años, muchas personas hacen propósitos
para el año siguiente hacer algunos cambios significativos en sus vidas. Uno
de los cambios más comunes que la gente se
propone tiene que ver con la salud. Deciden ponerse a dieta o
hacer más ejercicio durante el año nuevo.
¿Cuántas
personas lo habrán logrado?
Un estudio descubrió que sólo el
8% de las personas logran cumplir su propósito. Interesantemente,
también se descubrió que las personas que hacen
resoluciones son diez veces más
propensas a lograr sus metas que
quienes no hacen propósitos. Así que, no te desanimes si no logras
todos tus propósitos; es mejor hacer varios y lograr uno o
dos que no hacer ninguno.
Hoy vamos a considerar
tres verdades que nos enseña la Palabra de Dios
acerca de nuestro cuerpo. Quiero invitarte a tomar a pecho estas
verdades, a comprenderlas. Hoy quiero poner
un fundamento bíblico para comenzar a pensar como Dios quiere
que pensemos acerca de nuestros cuerpos.
Empecemos al
principio, en el relato de la creación. Hay algo muy interesante
que sucede a lo largo de los primeros cinco días del relato de la
creación en Génesis 1.
En el verso 10, después de separar el
mar y la tierra, nos dice que Dios consideró que esto era bueno:
"A lo seco Dios lo llamó tierra" y al conjunto de aguas lo
llamó mar. "Y Dios consideró que esto era bueno."De la misma
manera, el cuarto día, después de hacer el sol, la luna y las
estrellas, el verso 18 nos dice que Dios consideró que esto era bueno:
"Los hizo para gobernar el día y la noche, y para separar la
luz de las tinieblas. "Y Dios consideró que esto era bueno."
Leemos lo
mismo en el verso 21 con respecto a los animales marinos y
las aves: "Y creó Dios los grandes animales marinos, y todos los
seres vivientes que se mueven y pululan en las aguas y todas las
aves, según su especie. Y Dios consideró que esto era bueno".
Pero cuando llegamos al sexto día, el día en que Dios creó al ser
humano, encontramos algo diferente. Empecemos a leer en el verso
25 de Génesis 1: "Dios hizo los animales domésticos, los animales
salvajes, y todos los reptiles, según su especie. Y Dios
consideró que esto era bueno". Aquí vemos la creación de los animales terrestres, y Dios lo declara bueno.
Pero ahora
sigamos en los versos 26 al 31:
1:26 y dijo:
Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Que tenga
dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo;
sobre los animales domésticos, sobre los animales
salvajes, y sobre todos los reptiles que se arrastran
por el suelo.
1:27 Y Dios
creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre
y mujer los creó, 1:28 y los
bendijo con estas palabras: Sean fructíferos y multiplíquense;
llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del
mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que
se arrastran por el suelo. 1:29 También
les dijo: Yo les doy de la tierra todas las plantas que producen
semilla y todos los árboles que dan fruto con semilla;
todo esto les servirá de alimento. 1:30 Y doy
la hierba verde como alimento a todas las fieras de la tierra, a
todas las aves del cielo y a todos los seres vivientes
que se arrastran por la tierra. Y así sucedió. 1:31 Dios
miró todo lo que había hecho, y consideró que era muy bueno. Y
vino la noche, y llegó la mañana: ése fue el sexto día.
Después de
crear al ser humano y darle dominio sobre su creación,
después de crear la relación matrimonial, ¿qué pensó Dios? Dice
el verso 31: "Dios miró todo lo que había hecho, y consideró
que era muy bueno." ¡Muy bueno! No solamente bueno, sino muy
bueno.
Es solamente
con la aparición del ser humano que la creación pasa de ser
algo bueno a ser algo muy bueno. Y no estamos hablando
solamente del ser humano como un ser espiritual, porque los
versículos anteriores hablan de dos aspectos físicos de nuestro ser
- la alimentación y la relación matrimonial.
Los mensajes
que recibimos del mundo son muy diferentes. El mundo
considera que nuestro cuerpo sólo es bueno si es joven, delgado y
sexy. Un grupo de hombres se para en la esquina para mirar pasar
a una joven guapa, y uno comenta: "¡Qué buena está!" Implica que otras
no están tan buenas. Y esa misma muchacha, con unos cuantos
años y unos cuantos kilos demás, ya no estará tan buena
tampoco.
¿Te das
cuenta del mensaje? Y no sólo es para las mujeres. Tu cuerpo sólo
es bueno si es así o asá. Pero Dios dice algo diferente.
Tu diseñador dice que su diseño es bueno. Los mensajes que
escuchamos del mundo nos llevan a odiar o a menospreciar
nuestro cuerpo. Pensamos: "¿Por qué no me parezco a tal modelo o
a tal actor?" Menospreciamos el buen trabajo de Dios. La
primera cosa que tenemos que comprender acerca de nuestro
cuerpo es que Dios lo hizo, y es bueno. Ahora pasemos a la segunda
realidad. Tu cuerpo es un instrumento, y lo puedes usar para
bien, o para mal. Leamos Romanos 12:1-2:
12:1 Por lo
tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les
ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual,
ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a
Dios. 12:2 No se
amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la
renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la
voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.
Dios nos
llama a ofrecer nuestro cuerpo a El para ser usado como instrumento
de justicia. Esto se logra, entre otras cosas, renovando
nuestra mente con su verdad, bajo la dirección del Espíritu
Santo.
Muchos
instrumentos se pueden usar para bien o para mal. Un cuchillo se
puede usar para cortar verduras y preparar un sabroso
caldo, o se puede usar para matar a alguien. El fuego puede
calentar, y puede quemar. Todo depende de la manera en que se emplea.
Lo mismo es
cierto de nuestro cuerpo. Podemos ofrecerle nuestro cuerpo al
pecado. Podemos decir: "Pecado, aquí está mi cuerpo. Úsalo como
tú quieras, nada más dame un poco de placer a cambio."
¿Qué vamos a lograr con eso? ¿Qué recibiremos? Sólo problemas y
muerte.
Pero también
podemos ofrecerle nuestro cuerpo a Dios. Podemos decirle:
"Dios, aquí está mi cuerpo. Úsalo para lo que tú quieras hoy.
Lo pongo sobre tu altar como una ofrenda, no muerta sino
viva." Cada momento, nos rendimos conscientemente para dejar que
Dios nos guíe, muriendo al viejo yo pecador y viviendo en el
Espíritu que El nos ha dado.
Aquí hay un
punto de confusión. Debido al pecado, hay en nosotros una
tendencia hacia el mal. La Biblia lo llama la carne, o en algunas
traducciones, la naturaleza pecaminosa. Es lo que nos
hace querer pecar, deseando cosas que a Dios no le agradan. La
Biblia nos dice que hagamos morir en nosotros lo que es de la
carne.
Pero muchos
confunden la carne, en este sentido, con el cuerpo. Creen que la
manera de controlar la carne es dañar el cuerpo. Piensan que,
si cuidan su cuerpo, le darán cabida a la carne. Pero esto no
es así. Más bien, la manera de destruir el poder de la carne
rebelde es por medio de una decisión de voluntad y un cambio de
mente. Tenemos que ser transformados por una renovación
de la mente, no por un descuido del cuerpo.
Si nuestro
cuerpo es un instrumento, entonces, que podemos entregar a
Dios o al pecado, ¿qué clase de instrumento le entregaremos
a Dios para su uso? ¿Le entregaremos una herramienta
oxidada, un cuchillo sin filo, un martillo con el mango
quebrado? ¿O le entregaremos un instrumento listo y preparado
para su uso? Esto es cuestión de salud y de cuidado del cuerpo.
Hemos dicho
que nuestro cuerpo es algo bueno, creado por Dios. También
hemos dicho que lo podemos entregar al pecado, o a Dios. Como
instrumento dedicado a Dios, debemos cuidarlo. Pero ¿cómo debemos ver
este proceso?
Busquemos la respuesta en 1 Timoteo 4:8:
"Pues aunque el ejercicio físico trae algún provecho, la piedad es
útil para todo, ya que incluye una promesa no sólo para la vida
presente sino también para la venidera."
Aquí descubrimos
que cuidar nuestro cuerpo es cuestión de prioridades. La perspectiva balanceada que nos da Dios aquí en su
Palabra es crucial para lograr la verdadera salud.
Este mundo
nos lleva siempre a los extremos. Algunos convierten su cuerpo en
un ídolo. Constantemente se examinan en el espejo para ver que
todo esté perfecto. Todos sus pensamientos giran en torno a la
dieta, el ejercicio y el cuidado personal para lograr el cuerpo
más perfecto posible. Su valor personal se basa en su apariencia.
El otro
extremo lo encontramos en los que ignoran por completo la salud. Vi
una vez una calcomanía que decía algo así: "Come bien, haz
ejercicio - y de todos modos, morirás." En otras palabras, de
nada sirve cuidarse, porque todos vamos a morir; ¡mejor ser
flojo y glotón!
Pero ninguno
de estos extremos es bueno. No debemos hacer de nuestro
cuerpo un ídolo, pero tampoco debemos descuidarlo. Todo es cuestión
de ponerlo en su lugar correcto. Cuidar el cuerpo es algo
importante, pero no es lo más importante en la vida. Lo más importante
es ejercitarnos en lo espiritual - lo que nuestro pasaje llama
"la piedad". Si pasamos más tiempo en el gimnasio que en
oración, hay un desbalance. Si pasamos más tiempo considerando
nuestra alimentación física que consumiendo la Palabra de
Dios, algo anda mal. No cabe duda
que nos hace falta mejorar nuestra salud.
¿Cómo lo vamos a
hacer?
En los últimos meses ha hecho titulares la contaminación
del agua potable en algunas ciudades de Estados Unidos. Debido a los
altos niveles de plomo, muchos niños han caído enfermos y
han sufrido daños irreversibles.
¿Cómo se va
a resolver este problema?
El problema está en la fuente del
agua. Para resolver el problema, la ciudad ha tenido que cambiar
de fuente. De igual manera, si nuestra salud va a cambiar,
tenemos que volver a la fuente. La fuente, en este caso, es la
mente. Tenemos que aprender primero a pensar de una manera
diferente acerca de nuestro cuerpo.
Todo
comienza con una relación con Cristo. Si no le has entregado tu
vida a Jesucristo, tienes que empezar por ahí. Es el único que
puede salvar tu cuerpo, alma y espíritu. Si ya conoces a
Cristo, aprende a ver tu cuerpo como algo bueno, creado por
Dios. Entrégalo a Dios como instrumento para su uso, y dale al
cuidado de tu cuerpo el lugar que se merece en tu vida. Concluyo diciendo:
Dios nunca se ha prestado para hacer porquerías. Todo lo ha hecho hermoso en su tiempo y aunque tú te sientas como una oruga, realmente para El tú eres como una bella mariposa que está pasando por un proceso de metamorfosis no solo en tu mundo físico sino que también en tu mundo espiritual. Por tanto yo te invito a amarte más. Con esto no quiero decirte que tengas más alto concepto del que debes acerca de ti mismo debido a que lo peor del mundo es hablar con una persona creída, soberbia, pedante y que se cree que todo lo merece o que es mejor que los demás.
Yo te invito a mirarte con esos ojos que Dios te ve, con esa mirada que dice sin emitir palabra que tú eres la creación más bella en este mundo. Porque tú eres su milagro de amor más grande. Declararlo y Creerlo revelara tu verdadero valor.
DIOS TE CONTINUE BENDICIENDO......!