Hay una tendencia de los
hombres a rechazar el tema de la muerte y muchos solo piensan en la importancia
de la vida solo cuando alguien cercano muere. Raramente pensamos acerca de la
muerte, bien sea la nuestra o la de alguien más.
Cuando muere un ser querido nos
lamentamos y esto es algo muy natural.
Al principio Dios diseño al hombre con un cuerpo Celestial semejante al de él, capaz de resistir el dolor, las enfermedades y capaz de vivir eternamente; pero por causa de la desobediencia y del pecado fuimos despojados de este privilegio y mudados a un cuerpo moribundo o terrenal.
El pecado nos separó de Dios y un nuevo decreto fue lanzado en nuestra contra. El decreto de la muerte. Ahora nuestros cuerpos tienen un nuevo diseño no pueden vivir para siempre.
Como se nos dice en hebreos
9:27:
“Y de la manera
que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de
esto el juicio”
Por causa del pecado nuestros
cuerpos ahora tienen la limitación de durar solo unas cuantas
décadas.
El Salmos 90:10 nos recuerda que: “los días de nuestra edad son
setenta años; y si en los más robustos son ochenta años . . .”. Con los adelantos
médicos y logros tecnológicos de los últimos años, nuestro promedio de vida es
aproximadamente el que era cuando este salmo fue escrito, hace miles de años.
Algunos vivirán más, otros menos, pero esto es lo que podemos esperar.
La vida es corta, demasiado
breve para desperdiciarla en cosas que a fin de cuentas no son tan importantes.
No debe sorprendernos cuando la muerte toca nuestra puerta. Como la hierba
que aparece y después no existe y como las flores del campo florecen para marchitarse
unos días después, así también nuestra vida es algo que se deteriora y llega a
su fin (Isaías 40:6-8).
6 Voz que decía: Da voces. Y yo
respondí: ¿Qué tengo que decir a voces? Que toda carne es hierba, y toda su
gloria como flor del campo.
7 La hierba se seca, y la flor
se marchita, porque el viento de Jehová sopló en ella; ciertamente como hierba
es el pueblo.
8 Sécase la hierba, marchítase
la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre.
Sin embargo, esto no significa que hasta ahí llegue todo. El patriarca Job, fiel siervo de Dios, sabía que iba a descansar en la tumba hasta el tiempo de una futura resurrección.
“¡Oh, quién me
diera que me escondieses en el Seol [el sepulcro], que me encubrieses hasta
apaciguarse tu ira, que me pusieses plazo, y de mí te acordaras! Si el hombre
muriere, ¿volverá a vivir? Todos los días de mi edad esperaré, hasta que venga
mi liberación. Entonces llamarás, y yo te responderé; tendrás afecto a la
hechura de tus manos” (Job
14:13-15).
Aunque la muerte nos
entristece, esto no significa que sea el fin de nuestra esperanza. Dios ha
prometido resucitar a la inmortalidad a sus fieles siervos, para que reinen con
Cristo y le ayuden en la administración del Reino de Dios (1 Corintios
15:50-54; Apocalipsis 20:4-6; 5:10).
50 Pero esto digo, hermanos: que
la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción
hereda la incorrupción.
51 He aquí, os digo un misterio:
No todos dormiremos; pero todos seremos transformados,
52 en un momento, en un abrir y
cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los
muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.
53 Porque es necesario que esto
corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.
54 Y cuando esto corruptible se
haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad,
entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en
victoria.
Hay una esperanza de vida después
de la muerte para aquellos que reconocen sus pecados, se arrepienten de ellos y
reciben a Jesús como su único Salvador. Jesús es la esperanza de vida y tú que aún
está vivo puede recibir este regalo de Dios que te asegura ser parte de
aquellos que heredaran la vida eterna. Jesús dijo en Juan 11:25. ¨Yo soy la
resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque este muerto vivirá¨
Te invito a ver y a meditar en este vídeo