Quiero compartir estas palabras con ustedes en este tiempo en que nos acercamos al final de un año más y al comienzo de uno nuevo, con el fin de dejar en tu corazón un mensaje de aliento y de motivación al momento de evaluar lo que pasó y lo que vendrá en este nuevo período que comienza.
Hay victorias que parecen derrotas; pero solo en apariencia porque dependiendo de nuestra fe y de nuestra paciencia es cuando se hacen evidentes y manifiestas.
Por ejemplo si observamos el principio de la siembra y la cosecha notaremos que cuando siembras una semilla, mas que una victoria parece un sepelio, ya que solo a un ser muerto es que se entierra. Ahora bien cuando esperamos un tiempo vemos la germinación de esta semilla que antes tuvo que morir para luego convertirse en un victorioso árbol que provee grandes y buenos frutos.
Es muy posible que al evaluar tu vida en este momento tú sientas una pesada sensación de aparente derrota y te sientas sin deseo de enfrentar un nuevo reto en este nuevo periodo de tu vida; pero quiero decirte:
Que esa sensación de derrota que ahora tu sientes es solo una victoria sin manifestarse.
Que esperes con paciencia a Jehová y él te mostrará que eres un vencedor porque tu victoria ya fue ganada por su hijo Jesús en la cruz.
Un día Dios el Padre sembró a su hijo Jesús en esta tierra y al morir por nosotros y tener que separarse de su Padre, Él también sintió la aparente derrota, cuando colgado en un madero sus enemigos se burlaban y celebraban su afrenta; pero el fue paciente y esperó la exaltación del padre y tres días después se levantó victorioso haciendo de aquella aparente derrota una gran victoria, la cual te hace victorioso también a ti, a mi y a toda la humanidad.
Esperemos pacientemente a Jehová y lo que no fue posible lograr en este año que se despide, el próximo año Él lo materializará, porque no estamos derrotados sino en el proceso de germinación para exaltación.
Pacientemente esperando en Dios fue una característica especial de nuestro Señor Jesús. La impaciencia nunca se mantuvo en su corazón, y mucho menos se escapó de sus labios. Por lo tanto, esperamos y oramos, sabiendo que Jesucristo esta plenamente consciente de nuestras necesidades. Cuando esperamos y confiamos en el Señor, aun en medio de las tribulaciones, Él prepara nuestra mente, corazón y carácter, ya que “la tribulación produce paciencia, y la paciencia ayuda nuestro carácter.” (Romanos 5:3-4).
Dios quiere que confíes en sus promesas porque Él te demostrará que son más pequeños tus problemas y tus enemigos que aquél que te sostiene y que camina a tú diestra. El prometió estar contigo todos los dias hasta su regreso. Descansa y deposistate en Jehová.
Nuestra victoria no depende de los pronósticos del hombre sino de la fidelidad de aquel que te llamó y te escogió. Adelante!!!
Dios es amor. Primera de Juan 4:8 lo declara: "El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor." Es una de las frases más usadas del cristianismo, y es una gran verdad. ¡Dios es amor! ¡Qué maravillosa verdad! Ahora bien, ¿cómo ama Dios?¿Qué significa decir que Dios es amor? Algunos escuchan esta frase se imaginan a Dios como un enorme conejo de peluche, con ojos de corazoncitos y una expresión tierna en la cara. Pero Dios no ama así.
Otros confunden la frase y piensan que el amor es Dios. Cualquier sentimiento pasajero que tengan lo identifican con Dios. Saltan de una relación romántica a otra, diciendo: "¡Dios es amor! ¡Dios quiere que yo sea feliz!" Pero el amor de Dios tampoco es así.
Entonces, ¿cómo es que ama Dios? ¡Nos urge saberlo! La cosa más valiosa en la vida es conocer y vivir en el amor de Dios. Vivir en el amor de Dios llenará tu corazón como nada más lo puede hacer. Expresar el amor de Dios es la mayor función de nuestra fe. Quiero invitarte hoy a considerar conmigo cómo ama Dios, para poder perfeccionar nuestra vivencia de su amor.
¿Cómo podemos saber cómo ama Dios? Cuando un científico elabora una teoría, comienza con los datos que producen sus experimentos. ¿De dónde vamos a recoger los datos acerca del amor de Dios? No cometamos el error de empezar con nuestra propia experiencia. Si basamos nuestra opinión del amor de Dios en lo que nos sucede, llegaremos a una falsa conclusión.
Si todo nos va bien, si nos sentimos contentos y felices, diremos: "¡Dios me ama!" Pero al día siguiente, cuando nos levantamos con el pie izquierdo, diremos: "¡Dios no me ama!"
Nuestra propia experiencia no es una base suficiente para comprender el amor de Dios. ¿Dónde empezamos, entonces?Empezamos con la revelación que Dios nos da en su Palabra.
Vamos a ver hoy, de la Palabra de Dios, tres formas en que Dios ama - y tres formas en que El nos llama a imitar su amor. Así podremos acercarnos a un entendimiento y una experiencia completa del amor de Dios. En primer lugar, Dios ama en relación. Lo repito: Dios ama en relación.
El amor de Dios no es algo indefinido. No es un simple sentimiento que se expresa hacia todos de manera general. No es como si agarrara una manguera y rosearas agua sobre toda la congregación, sin fijarte en donde cae. El amor de Dios se canaliza y se organiza en relaciones particulares.
Aun antes de crear el mundo, el amor entre las diferentes personas de Dios se expresaba en relaciones particulares. Por ejemplo, en Juan 17:24, Jesús habla del amor que su Padre le tenía antes de crear el mundo: "Padre, quiero que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy. Que vean mi gloria, la gloria que me has dado porque me amaste desde antes de la creación del mundo." Y en Juan 14:31, Jesús habla del amor que siempre le ha tenido al Padre: "pero el mundo tiene que saber que amo al Padre, y que hago exactamente lo que él me ha ordenado que haga".
La vida interna de Dios como Trinidad es misteriosa para nosotros, porque es algo mucho más allá de nuestra experiencia. Es como si una hormiga tratara de comprender a un ser humano. Pero Dios nos ha permitido ver en su Palabra que siempre, eternamente, han existido el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, unidos en una relación de amor que se expresa en relaciones como las de un Padre con su Hijo, y de un Hijo con su Padre.
Podríamos meditar sobre esto el resto de nuestras vidas, pero lo voy a dejar para después. Donde esto llega a nuestra vida es que Dios también nos ha llamado a amar en relación. La primera relación es nuestra relación con El. Luego vienen las relaciones que tenemos con los demás.
Dios nos llama a una relación con El que se parece a la relación entre un padre y su hijo. Por eso nos dice la Biblia que todos los que reciben a Cristo llegan a ser hijos de Dios. Un padre cuida a sus hijos, y es lo que hace Dios por nosotros. Un Padre educa y corrige a sus hijos, y es lo que Dios hace con nosotros. Un padre anima a sus hijos, y es lo que Dios hace con nosotros.
De igual manera, un buen hijo respeta y obedece a su padre. Así también debemos respetar y obedecer a Dios. Un hijo confía en su padre. Debemos confiar en Dios. Un hijo imita a su padre, queriendo ser como él. Nosotros debemos imitar a Dios, en su amor, su santidad y su justicia.
Dios ama en relación, y el nos llama a amar en relación también. Ahora llegamos a la segunda realidad acerca del amor de Dios, que nos ayuda a entender cómo Dios ama en relación. Es que Dios ama en compromiso. Lo repito: Dios ama en compromiso por eso se le conoce como un Dios de pactos. A lo largo de la Biblia descubrimos a Dios haciendo compromisos. Por ejemplo, después del diluvio, El hizo un compromiso, un pacto con toda la humanidad. Puso el arco iris en el cielo como señal de este compromiso de jamás volver a destruir la tierra con agua.
Luego, hizo un pacto con Abraham. Le prometió que sería el padre de una gran nación, y que a través de su descendencia, todas las naciones serían bendecidas. ¿Qué tuvo que hacer Abraham? Creerle a Dios. Abraham creyó a Dios, y Dios lo trató como justo.
Más adelante, Dios hizo un compromiso con la nación de Israel. En Deuteronomio 7:7-9, Moisés le hace recordar al pueblo lo que Dios había hecho:
7 El Señor se encariñó contigo y te eligió, aunque no eras el pueblo más numeroso, sino el más insignificante de todos. 8 Lo hizo porque te ama y quería cumplir su juramento a tus antepasados; por eso te rescató del poder del faraón, el rey de Egipto, y te sacó de la esclavitud con gran despliegue de fuerza. 9 Reconoce, por tanto, que el Señor tu Dios es el Dios verdadero, el Dios fiel, que cumple su pacto generación tras generación, y muestra su fiel amor a quienes lo aman y obedecen sus mandamientos,
El hizo una promesa a sus antepasados, y luego la cumplió. Los sacó de Egipto para llevarlos a la tierra que les había prometido. En respuesta, ellos también debían amar y obedecer a su Dios.
Dios ha hecho un compromiso con nosotros también. Cada vez que celebramos la Cena del Señor, repetimos estas palabras que pronuncio Jesús: "Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre" (1 Corintios 11:25). Jesús hizo un compromiso firme al derramar su sangre para que nuestros pecados pudieran ser perdonados. Entramos en ese pacto cuando ponemos nuestra confianza en El.
Dios nos llama a amar a otros de la misma manera. Nos llama a hacer compromisos, y ser fieles a esos compromisos. Nos llama a ser fieles a nuestro compromiso matrimonial, no sólo cuando a nosotros nos de las ganas, sino todo el tiempo. Nos llama a ser fieles a nuestros hermanos en la Iglesia, no sólo cuando los necesitamos, sino todo el tiempo. Nos llama a ser fieles a nuestros amigos, no sólo cuando nos estamos divirtiendo, sino todo el tiempo. El amor se expresa en compromiso.
Esto nos lleva a la tercera realidad acerca del amor de Dios. Dios ama en acción. Lo repito: Dios ama en acción. Su amor no se expresa simplemente en bonitos sentimientos o lindas palabras; El obra para mostrar su amor. En Éxodo 15:13, Moisés declaró el amor de Dios hacia Israel: "Por tu gran amor guías al pueblo que has rescatado; por tu fuerza los llevas a tu santa morada." Por su amor los rescató. Por su amor los llevó hacia el lugar donde le harían un templo.
Dios también mostró su amor hacia nosotros en acción. Romanos 5:8 declara que "Dios muestra su amor por nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros". Dios no nos mandó una tarjeta desde el cielo diciéndonos: "¡Los amo! ¡Lástima que todos se van a ir al infierno!" El no nos dedicó alguna canción romántica. El tomó acción para salvarnos. Así ha mostrado su amor.
¿Cómo expresas el amor hacia los demás? ¿Cómo muestras tu amor a tu esposo o a tu esposa? ¿Le has preguntado cómo le gustaría que le mostraras tu amor? ¿Cómo muestras tu amor hacia Dios? ¿Qué haces para servirle y mostrarle tu amor? ¿Cómo muestras tu amor hacia los demás?
Concluyo diciendo que: Jesús les contó una historia a sus discípulos acerca de un hombre que fue asaltado por unos bandidos. Aquel hombre lo dejaron por muerto tirado en la calle. Dos hombres pasaron junto a él; dos hombres muy religiosos, pero ninguno se detuvo para ayudarle. Por fin, un viajero que ni era de su raza fue movido por compasión y se detuvo para ayudarle. Dice que lo levantó, lo llevó a un hostal para que descansara y se encargó de su tratamiento y cuidado. Ese hombre mostró amor a un desconocido. Lo mismo nos llama Dios a nosotros a hacer. No amemos de palabra, de sentimiento. Amemos en acción, como Dios nos ha amado a nosotros. Como Dios lo hace, amemos en relación, en compromiso y en acción.
Dios derrame sus mas ricas bendiciones sobre tu vida......!
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El niño estaba acostumbrado a ser el centro de atención en su hogar, hasta que nació su hermanita. ¡Ahora tenía que competir con ella para recibir la atención de sus padres! Un día, su papá y su mamá se sentaron con él para decirle algo. "Hijo", le dijeron, "ahora que somos cuatro, esta casa es muy pequeña. Nos vamos a tener que mudar."
El niño les respondió: "Eso no nos va a servir de nada. La niña ya está empezando a gatear, y seguramente nos seguirá hasta la casa nueva." ¡Es difícil compartir la atención con otros! Seguramente los que somos padres podríamos contar muchas otras historias de celos por la atención.
Hay un personaje en la historia que realmente merece ser el centro de atención y de El vamos a hablar hoy. De hecho, nuestro calendario se centra en El. Todo lo que sucedió antes de su nacimiento se nombra antes de El, y lo más reciente, después de El. Me refiero a Jesucristo quien merecidamente es el centro de atención de la historia humana.
Los líderes de la Reforma protestante observaron que el cristianismo de su día había perdido su enfoque en Jesucristo. Por eso, el cuarto principio de la reforma es solus christus, o sólo Cristo. El es la única fuente de salvación; es en El que debemos poner nuestra confianza; es en su nombre que debemos orar. El tiene que ser siempre el centro de atención de nuestra fe.
Escuchemos las voces de varios personajes bíblicos que señalan, con una voz, hacia Jesucristo. Empecemos con Juan el Bautista. Antes de que Jesús comenzara su ministerio público, Juan llegó al desierto. Predicó un mensaje de arrepentimiento, bautizando a las personas que respondían a su mensaje.
Durante cierto tiempo, Juan fue una figura pública. Todos hablaban de él. Muchos salían para oír sus mensajes directos y tajantes. Las multitudes lo rodeaban. Un día, Jesucristo mismo llegó para que Juan lo bautizara. ¡Qué gran honor sería bautizar al Hijo de Dios!
Pero al poco tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a quedarse cerca de donde Juan estaba bautizando. Jesús comenzó su ministerio, predicando el evangelio y bautizando también. ¡Ahora Juan tenía competencia! ¿Qué haría al ver que las grandes multitudes que antes lo habían buscado, ahora estaban buscando a Jesús?
Encontramos la respuesta en Juan 3:29-30:
29 El que tiene a la novia es el novio. Pero el amigo del novio, que está a su lado y lo escucha, se llena de alegría cuando oye la voz del novio. Esa es la alegría que me inunda. 30 A él le toca crecer, y a mí menguar.
Sus discípulos se le acercaron y le preguntaron cómo responder a la nueva popularidad de Jesús. El les contestó con esta comparación. En una boda, el amigo del novio no es el centro de atención. Al centro de la boda están el novio y la novia. El amigo se alegra cuando llega el novio a la boda y ve su alegría.
Así, dice Juan, es su alegría al ver a Jesús. "A El le toca crecer, y a mí menguar." ¡Cuánta falta nos hace aprender del ejemplo de Juan! En todo lo que hacemos, en la Iglesia y en todas partes, Cristo es el único que debe ser exaltado. A nosotros nos toca menguar, para que El sea exaltado. Sólo El merece ser el centro de atención.
Alrededor del mismo tiempo, Jesús hizo su primer milagro en una boda en Caná. Aquí encontramos a otra persona que señala hacia Jesús y lo hace el centro de atención. Se trata de su madre, María. Parece ser que María estaba a cargo de la organización de la boda. Las bodas solían durar varios días, y eran eventos grandes para toda la comunidad.
En plena celebración, se presentó una desgracia. Se acabó el vino. ¡Qué vergüenza para la familia! María se acercó a Jesús y le comentó la situación. Luego, les dijo estas palabras a los sirvientes: "Hagan lo que El les ordene." (Juan 2:5) ¿Sabes? Estas son las últimas palabras de María que se registran en el Nuevo Testamento. Ella aparece en algunos episodios posteriores, pero no se registra nada de lo que dice. Sus últimas palabras son: "Hagan lo que El les ordene."
A los sirvientes les da a entender: "Yo no puedo resolver su problema. ¡Allí está Jesús! Hagan lo que El les ordene." Estoy seguro de que, si ella nos hablara hoy, diría lo mismo: "Hagan lo que El les dice." Jesús tiene que ser el centro de atención cuando necesitamos ayuda. Sólo de El podemos recibir socorro y sostén en nuestro momento de necesidad.
Más tarde en su ministerio, llegó el momento en que llevó a tres de sus discípulos - Pedro, Jacobo y Juan - a la cima de una montaña. Ante sus ojos, la apariencia de Jesús cambió por completo. Su ropa brilló, y su rostro resplandeció. De repente, Moisés y Elías aparecieron para conversar con El. ¡Imagina la impresión de los discípulos al ver a su maestro platicar con el gran liberador del pueblo de Israel, y el más grande de los profetas!
Entonces escucharon una voz del cielo que decía: "Este es mi Hijo amado; estoy muy complacido con El. ¡Escúchenlo!" (Mateo 17:5) Cayeron al suelo espantados. Mateo 17:8 nos dice lo que pasó después: "Cuando alzaron la vista, no vieron a nadie más que a Jesús." Jesús les mostró su gloria para que se dieran cuenta de que El tiene que ser el centro de atención en las Escrituras.
Podemos aprender muchas cosas de la Biblia, pero si nuestro estudio de la Biblia no nos lleva a amar más a Jesús, nos estamos desviando de la verdad. Cuando alzamos la vista al centro de atención de la Palabra de Dios, sólo veremos a Jesús.
Ahora llegamos al día antes de su muerte. Jesús estaba preparando a sus discípulos para lo que estaba a punto de suceder. Ellos se comenzaron a afligir cuando El les dijo que se tenía que ir. No lo comprendían, pero se sentían abandonados. Para calmarlos, El les dijo que ellos también llegarían a donde El iba, porque ya conocían el camino.
Tomás le dijo entonces: "Señor, no sabemos a dónde vas, así que ¿cómo podemos conocer el camino?" Jesús le respondió con estas palabras tan profundas: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí." (Juan 14:5-6) Si queremos llegar a Dios, si queremos vivir para siempre en su morada, sólo hay una manera de llegar. Jesús es el único camino.
En muchos chistes que he escuchado, se dice que San Pedro se encuentra a la puerta del cielo, decidiendo quién entra y quién se queda afuera. Está bien para los chistes, pero en la realidad, el único que decidirá quién entra a la presencia de Dios es Jesucristo mismo. El es el único camino para llegar a Dios. No importa a quién más conozcas. Si tú no conoces a Jesús, no podrás entrar al reino de Dios.
Después de su muerte y resurrección, los apóstoles comenzaron a predicar las buenas noticias de que hay perdón y salvación por medio de la fe en El. Enfrentaron mucha oposición, porque había quienes no querían escuchar un mensaje tan exclusivo. En cierta ocasión, Pedro y Juan sanaron a un mendigo lisiado que pedía limosnas en la entrada del templo.
Aprovechando la oportunidad para proclamar el evangelio, llamaron a todos a arrepentirse y creer en Jesucristo. Las autoridades no vieron con buenos ojos lo que hacían, y les demandaron una explicación de su predicación. Pedro mismo expresó en palabras lo que todos predicaban: "En ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos." (Hechos 4:12)
En un mundo donde las opciones religiosas parecen un buffet, Jesús tiene que ser nuestro centro de atención. Otros maestros religiosos quizás digan cosas buenas, pero sólo El puede salvar. No hay ningún otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, por medio del cual podamos recibir perdón, restauración, sanidad, vida, victoria y justicia. El único nombre es el de Jesús.
Algunas décadas después, el apóstol Pablo mandó instrucciones a su ayudante Timoteo. Este joven se había quedado encargado de la Iglesia en Éfeso. Pablo le escribió con algunas instrucciones acerca de la adoración y la oración que se debía realizar en la Iglesia. Le dijo que era necesario orar por los gobernantes y todos los que están en autoridad. Hoy más que nunca, hace falta hacer esto.
Pero luego, en medio de hablar de la adoración y la oración, Pablo hace la siguiente declaración: "Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, quien dio su vida como rescate por todos." (1 Timoteo 2:5-6a) La única adoración que agrada a Dios es la que se ofrece por fe en Jesucristo. La única oración que Dios promete escuchar es la que se hace en el nombre de Jesucristo.
En la oración y adoración de la Iglesia, Jesús tiene que ser el centro de atención. El Espíritu Santo exalta a Jesús; por medio de Jesús, exaltamos al Padre. El es el único mediador, el único intermediario entre nosotros, los seres humanos, y nuestro Dios santo y perfecto. Los seres humanos persisten en poner a otras figuras y personajes alrededor de Jesús. Esto es un error. La adoración y la oración que agradan a Dios se hacen por medio de Jesús.
En el cuarto siglo después de Cristo, un emperador llamado Julián el apóstata trató de destruir la influencia del cristianismo en el imperio romano y restablecer la adoración de los antiguos dioses paganos. En una de sus campañas militares en Persia, allá por el año 363, se cuenta que uno de sus soldados se burlaba de un cristiano con estas palabras: "¿Dónde está tu carpintero ahora?"
El cristiano respondió con firmeza: "Está haciendo un ataúd para tu emperador." Jesús, el carpintero de Nazaret, ahora está exaltado a la mano derecha del Padre. Prepara un ataúd para todos los imperios de este mundo. Se levantan, y caen - pero El permanece. Un día, El reinará sobre todo. Por esto, sólo Cristo puede salvarnos. Sólo por El podemos llegar a Dios. Sólo en El venceremos. ¿Es Cristo el centro de tu atención?
Se cuenta la historia de un pastor que tenía en su congregación a una mujer que sólo andaba en chismes y pleitos. En cierta ocasión, el hombre se puso a predicar vistiendo un corbatín con colas un poco largas. Durante todo el sermón, la mujer no hizo más que mirar las colas largas del moño que traía el predicador en el cuello.
Al final del culto, se le acercó y le dijo: "Disculpe, pastor, ¿le puedo hacer una pequeña observación?" El predicador le invitó a hacerlo, con toda confianza. "Las colas de su corbatín son muy largas, y me ofenden." De inmediato, el pastor pidió prestadas unas tijeras e invitó a la señora a cortar las colas del corbatín.
Cuando había terminado, el predicador le dijo: "Hermana, usted también tiene algo que es muy largo, y me ofende. ¿Me permitiría cortárselo, por favor?" La mujer no veía la manera de negarle este favor, así que le respondió que sí, con mucho gusto. El pastor le pidió entonces: "¿Podría sacar la lengua, por favor?"
¡Ojalá fuera tan fácil controlar las lenguas largas! Pero en estos días en que nos comunicamos de tantas maneras diferentes, el poder de la lengua también se extiende a los dedos que envían textos, que escriben en Facebook y que se comunican por Whatsapp. Las lenguas no han dejado de ser largas; más bien, han multiplicado sus poderes de comunicación o mejor dicho ahora tienen super poderes.
Dios nos ha dado en la lengua una herramienta pequeña, pero muy poderosa. Con nuestras palabras podemos hacer mucho bien, y también mucho mal. Con la lengua podemos bendecir a nuestros hijos, y maldecir a un hermano; con la lengua podemos guiar a alguien a los pies de Cristo, pero también lo podemos ofender de tal modo que ya no quiera saber nada de los cristianos. En su Palabra, Dios nos habla de la lengua, este miembro tan pequeño, pero tan poderoso. Abramos la Biblia en Santiago 3, y leamos los versos 1 al 6:
3:1 Hermanos míos, no pretendan muchos de ustedes ser maestros, pues, como saben, seremos juzgados con más severidad.
3:2 Todos fallamos mucho. Si alguien nunca falla en lo que dice, es una persona perfecta, capaz también de controlar todo su cuerpo.
3:3 Cuando ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, podemos controlar todo el animal.
3:4 Fíjense también en los barcos. A pesar de ser tan grandes y de ser impulsados por fuertes vientos, se gobiernan por un pequeño timón a voluntad del piloto.
3:5 Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas. ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa!
3:6 También la lengua es un fuego, un mundo de maldad. Siendo uno de nuestros órganos, contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno, prende a su vez fuego a todo el curso de la vida.
Si entendemos y ponemos en práctica la sabiduría que Dios nos enseña en este pasaje, viviremos mucho mejor. Veremos gran bendición en nuestras vidas, nuestras familias, incluso en nuestra Iglesia. ¿Deseas eso?
La primera cosa que tenemos que entender es que la lengua es pequeña pero poderosa. No subestimes el poder de tus palabras para hacer el bien o el mal. Lo que tú dices puede causar mucho daño, y ese daño tarde o temprano volverá a ti. No podemos decir: "Son sólo palabras". Después de todo, con una Palabra Dios creó todo el mundo.
Entre los creyentes que fueron los primeros en leer esta carta, había una tendencia a buscar ser maestros. Muchos de ellos eran de humilde origen, y ser maestro en la Iglesia les daba cierto nivel de respeto y posición. Se peleaban por estar al frente y enseñar, pero no se daban cuenta de que su mala motivación los terminaría condenando por el precioso privilegio que habían recibido.
Si Dios te está llamando a enseñar, no tengas temor de hacerlo. Pero asegúrate de que lo estés haciendo como un servicio a Dios, con reverencia y respeto. Proverbios 10:19 dice: "El que mucho habla, mucho yerra". Pensemos antes de hablar, y tomemos en serio la responsabilidad que tenemos cuando hablamos.
La lengua es como el freno que se usa para controlar un caballo, o el timón de un barco. Es algo muy pequeño, pero tiene un impacto desmedido. ¿Alguna vez has montado a caballo? Es una bestia enorme y poderosa, capaz de matar a un hombre a patadas. Sin embargo, con un pequeño freno se controla todo el animal.
Del mismo modo, todo el curso de nuestra vida se ve afectada por lo que hacemos con la lengua. Durante una de las elecciones presidenciales de algunos años atrás, cierto candidato demócrata era el favorito para ganar la candidatura. Sin embargo, en un mitin de su campaña, lanzó un grito. Supongo que debía ser un grito de victoria, pero más bien se convirtió en un grito de derrota.
Ese grito fue grabado y tocado una y otra vez en los noticieros y en los comerciales. Simplemente no sonaba muy presidencial, y ese grito básicamente acabó con su candidatura. Por la boca el pez muere, y por la boca de ese candidato murió su carrera política. ¡Cuántos ejemplos más se podrían dar de amistades, matrimonios, Iglesias y vidas destruidas por las palabras!
La lengua es capaz de hacer mucho daño. Con una pequeña chispa, se enciende todo un bosque. Así también, con un pequeño chisme o una palabra malpensada, se enciende todo un conflicto. Las guerras generalmente comienzan con palabras, y sólo después progresan a pelearse con armas y bombas. La lengua, en su maldad, es un fuego encendido por el infierno. Es un mundo completo de maldad, que es capaz de cualquier cosa.
Quizás me estés escuchando, y te encuentras de acuerdo con todo lo que he dicho. Dices: "Yo sé que la lengua es muy poderosa, pero no soy capaz de controlar lo que digo. Por más que lo intento, no puedo." Sigamos leyendo Santiago 12, versos 7 al 8, para ver lo que nos dice Santiago al respecto:
3:7 El ser humano sabe domar y, en efecto, ha domado toda clase de fieras, de aves, de reptiles y de bestias marinas;
3:8 pero nadie puede domar la lengua. Es un mal irrefrenable, lleno de veneno mortal.
Hemos podido domar toda clase de animales. Las vacas alguna vez eran animales silvestres cornudos y agresivos, pero los hemos domesticado para darnos leche. Las gallinas solían volar libremente por las selvas asiáticas, pero ahora viven tranquilamente en los patios de muchas casas.
Hemos domado a toda clase de animal, pero ¿quién ha podido domar la lengua? ¡Es una fiera indomable! Se sale de nuestro control. Hemos podido domar muchas otras cosas, pero la lengua no. Sin embargo, aquí está la clave: la humanidad ha podido domar todo menos la lengua, pero hay uno que sí la puede domar.
Si entregamos al control de Dios nuestra lengua, El puede domarla. Lo que para el hombre es imposible, para Dios es posible. Tú y yo quizás no podamos domar nuestra lengua, pero sila sometemos a Dios, El puede controlarla.
Hay una gran diferencia entre tratar de controlar nuestra lengua por voluntad propia, y someterla voluntariamente al control de Dios. Esto comienza con una decisión voluntaria de entregarle el control a El. Cada mañana al levantarnos debemos decirle a Dios: "Te entrego mis palabras hoy. Sólo quiero decir lo que tú quieres que diga. Espíritu Santo, detenme si voy a decir algo malo, y guía mis palabras para bien."
Luego, durante el día, busquemos la dirección del Espíritu antes de hablar. Esto es importante, sobre todo, en momentos de gran decisión o de gran emoción. Es en esos momentos que la carne trata de apoderarse de nuestro hablar, y tenemos que depender más conscientemente de la ayuda del Espíritu. No siempre sucede de la noche a la mañana, pero con la ayuda de Dios, es posible.
Si sometemos el control de nuestro hablar al poder de Dios, comenzaremos a descubrir el bien que pueden hacer nuestras palabras. Leamos los versos 9 al 12 para ver esto:
3:9 Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a las personas, creadas a imagen de Dios.
3:10 De una misma boca salen bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.
3:11 ¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada?
3:12 Hermanos míos, ¿acaso puede dar aceitunas una higuera o higos una vid? Pues tampoco una fuente de agua salada puede dar agua dulce.
Cuando nuestra lengua no está sometida a la voluntad de Dios, nuestro hablar es incoherente. El la iglesia, alabamos y bendecimos a Dios con la lengua; pero al rato, estamos peleando con nuestra pareja y desanimando a nuestros hijos. ¡Qué gran incoherencia!
La naturaleza misma no es tan incoherente. Si siembro una higuera en mi jardín, sé que me dará higos y no uvas. Si abro un pozo, sé que no me dará un día agua dulce, y al día siguiente agua salada. La naturaleza es coherente, pero nuestras palabras - dañadas por el pecado - no lo son.
Pero cuando Cristo transforma nuestro corazón, llegamos a ser capaces de hablar de una manera diferente. El mismo dijo, según Lucas 6:45:"El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón produce el bien; pero el que es malo, de su maldad produce el mal, porque de lo que abunda en el corazón habla la boca." ¿Cómo podemos tener un corazón bueno? Sólo si lo hemos entregado a Cristo y estamos caminando por fe en El.
Hermano, hermana, tus palabras pueden ser como una espada que corta hasta lo más profundo del corazón de otra persona. Pero también pueden ser la medicina que cura su mal. De lo que está en tu corazón hablarán tus palabras. La fuente de tus palabras es tu corazón. Si Cristo ha transformado tu corazón, muéstralo con tus palabras.
¿Qué diferencia habrá en tu vida si le das a Dios el control de tu boca? ¿Qué diferencia habrá en tu familia? ¿Qué diferencia habrá en la relación con tu pareja y con tus hijos? ¿Qué diferencia habrá en nuestra Iglesia? Nuestras palabras son el agua de un manantial que fluye para bien, o para mal.
Recientemente vimos en las noticias el peligro que corrieron los habitantes del pueblo de Oroville, en California. Las lluvias torrenciales llenaron la represa que abastece el área, y el aliviadero comenzó a derrumbarse. Las aguas amenazaban con destruir el pueblo. Miles de personas tuvieron que evacuar sus casas.
Pero la misma substancia que amenazaba con destruir un pueblo entero satisface la sed y nutre la vida. Esa misma agua es esencial para sostenernos, para cada tejido de nuestro cuerpo. El agua que es esencial para la vida también sirve para destruirla. Todo depende de cómo se usa.
Así también, tus palabras pueden dar vida, o pueden destruir. ¿Qué harás con el poder del habla que Dios te ha dado? ¿Destruirás, o edificarás? Hermano, hermana, entrégale hoy a
Jesucristo el control de tu lengua. Deja que El transforme tu corazón y te ayude a hablar de una manera diferente. Te invito a ver este vídeo.