Hay actitudes en la vida que nos llevan a lugares muy peligrosos. En realidad, como alguien ha comentado, nuestra altitud muchas veces depende de nuestra actitud. Es decir, hasta dónde llegamos a volar en la vida tiene mucho que ver con las actitudes que asumimos. Podemos escoger buenas actitudes o malas.
Hay una actitud en particular que es muy peligrosa. De hecho, Jesús les advirtió a sus discípulos que debían cuidarse de esta actitud. Me refiero a la actitud de incredulidad. La incredulidad significa simplemente no creer algo. Por ejemplo, yo soy incrédulo cuando se trata de los unicornios. No creo en ellos. Pero aquí estamos hablando acerca de la incredulidad respecto a Jesús.
La incredulidad, o la falta de fe, se presenta de dos maneras. Una de ellas es mucho más peligrosa que la otra. Estoy seguro que todos, en algún momento, hemos sido incrédulos. ¿Qué? ¿Hasta los pastores? Sí, hasta los pastores a veces enfrentamos dudas acerca de la fe. Lo importante es nuestra manera de reaccionar frente a la incredulidad. Hoy vamos a ver dos historias en la vida de Jesús, como lo relata Marcos en su evangelio. Nos muestran las dos reacciones diferentes.
La primera historia sucede después de la alimentación de los cuatro mil. Jesús dio de comer milagrosamente a grandes multitudes en dos ocasiones diferentes; en una ocasión a cinco mil, y en otra, a cuatro mil.
Después de la alimentación de los cuatro mil, unos fariseos llegaron a hablar con Jesús. Empezaron a discutir con El. Le pidieron que les mostrara una señal del cielo. Esto lo dijeron para ponerlo a prueba. Pero Jesús suspiró profundamente, y luego les contestó: "¿Por qué pide esta generación una señal milagrosa? Les aseguro que no se le dará ninguna señal." Y los dejó.
Más tarde, cuando hablaba con sus discípulos, les dijo: "Cuídense de la levadura de los fariseos". A los discípulos se les había olvidado llevar pan, y ellos pensaron que Jesús se refería a esto. Pero El les hablaba de otra cosa. Les hablaba de la actitud de los fariseos, de su manera de pensar. Leamos esta historia en Marcos 8:11-15:
8:11 Llegaron los fariseos y comenzaron a discutir con Jesús. Para ponerlo a prueba, le pidieron una señal del cielo. 8:12 Él lanzó un profundo suspiro y dijo: "¿Por qué pide esta generación una señal milagrosa? Les aseguro que no se le dará ninguna señal". 8:13 Entonces los dejó, volvió a embarcarse y cruzó al otro lado. 8:14 A los discípulos se les había olvidado llevar comida, y solo tenían un pan en la barca. 8:15 -Tengan cuidado -les advirtió Jesús-; ¡ojo con la levadura de los fariseos y con la de Herodes!
Para muchos de nosotros, los fariseos representan lo peor - el colmo de la hipocresía. "Yo nunca podría ser así", pensamos. "Tengo mis defectos, pero no soy hipócrita". Pero el movimiento fariseo comenzó bien. Había originado en un esfuerzo por guardar cabalmente la ley de Dios. Sólo que terminó en el orgullo y la hipocresía.
Sabes, es fácil convertirse en fariseo. Es por esto que Jesús les advirtió a sus discípulos: "Tengan cuidado con la levadura de los fariseos." ¿Cuál fue la levadura de los fariseos? Fue su actitud equivocada. Ellos se acercaron a Jesús para ponerle a prueba. No estaban buscando humildemente la verdad. Sólo querían ver cómo hacer tropezar al Maestro.
Esta es la primera forma de incredulidad. Los fariseos no querían creer. Pensaban que su criterio era perfecto. En lugar de escudriñar las Escrituras para ver si Jesús cumplía las profecías, ellos ya habían decidido que El no era el Mesías. En lugar de considerar sus milagros y pedirle a Dios discernimiento, ellos ya habían decidido que sólo una señal del cielo los podría convencer.
Jesús responde con la pregunta: "¿Por qué pide esta generación una señal milagrosa?" No es una pregunta retórica. ¿Por qué pedían una señal? Porque no querían creer. Por eso, Jesús se niega a darles señal alguna. Por eso, Jesús les advierte a sus discípulos que deben cuidarse de esa levadura.
Poco tiempo después, Jesús llevó a tres de sus discípulos a la cima de una gran montaña. Allí, El fue transfigurado delante de sus ojos. Vieron su gloria. Marcos, siempre muy práctico, dice que su ropa se puso más resplandeciente que cualquier blanqueador la podría haber dejado. De repente, lo acompañaban Moisés y Elías, los dos grandes profetas del Antiguo Testamento.
Fue una experiencia maravillosa. Sin embargo, cuando bajaron de la montaña, se encontraron con una gran multitud que discutía con los demás discípulos. Cuando Jesús pidió una explicación, un hombre de entre la multitud le dijo que había traído a su hijo endemoniado para que los discípulos lo sanaran. Ellos, sin embargo, no habían podido expulsar al demonio.
Luego, Jesús le preguntó cuánto tiempo había estado así. Ahora quiero que veas la respuesta del padre, en Marcos 9:22: "Muchas veces lo ha echado al fuego y al agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten compasión de nosotros y ayúdanos." El padre estaba decepcionado por la experiencia con los discípulos. Le dice a Jesús: "Si puedes, ten compasión y ayúdanos." ¿Qué clase de fe es ésta? ¡Una fe muy débil!
Ahora observa cómo Jesús le responde, en el verso 23: "-¿Cómo que si puedo? Para el que cree, todo es posible." (Marcos 9:23). ¡Otra pregunta de Jesús! "¿Cómo que si puedo?" ¿Crees que hay algo que Jesús no pueda hacer? ¡Claro que no! Pero este padre no entendía eso. Había caído preso de la incredulidad. Por eso, Jesús le dice: "Todo es posible para el que cree".
Llegamos al centro del asunto. Observa la reacción de este padre, en el verso 24, y compárala con la actitud de los fariseos: "-¡Sí creo! -exclamó de inmediato el padre del muchacho-. ¡Ayúdame en mi poca fe!" (Marcos 9:24). "¡Ayúdame en mi poca fe!" - dice la Nueva Versión Internacional. Los traductores nos han dado el sentido general de la frase, pero la palabra en griego significa "incredulidad" o "falta de fe".
El padre estaba luchando para creer. Quería creer en Jesús, pero la duda entraba a su corazón. ¿Qué hace? Le pide a Jesús que le ayude a creer. Ahora bien, ¿qué crees que hizo Jesús? Seguramente le dijo que regresara cuando tuviera más fe, ¿verdad? Digo: ¿Cómo iba Jesús a hacerle el milagro a un incrédulo?
Leamos los versos de Marcos 9, 25 al 27:
9:25 Al ver Jesús que se agolpaba mucha gente, reprendió al espíritu maligno. Espíritu sordo y mudo -dijo-, te mando que salgas y que jamás vuelvas a entrar en él.
9:26 El espíritu, dando un alarido y sacudiendo violentamente al muchacho, salió de él. Este quedó como muerto, tanto que muchos decían: "Ya se murió". 9:27 Pero Jesús lo tomó de la mano y lo levantó, y el muchacho se puso de pie.
Frente a una fe tambaleante, mezclada con incredulidad, Jesús hace el milagro. El padre le pidió: "Ayúdame con mi falta de fe", y Jesús le ayudó. ¡Su hijo fue sanado! Regresó a casa completamente libre de esa opresión que lo había agobiado desde su niñez.
Aquí está la pregunta del millón: ¿Cómo reaccionas cuando dudas? Observa que no dije, si dudas. Todos vamos a dudar en algún momento. Enfrentamos por lo menos dos clases de dudas en nuestra vida. Una clase de duda es la duda intelectual. Esta duda viene cuando algo no nos cuadra. Por ejemplo, no entendemos algún pasaje.
Hace poco, en un estudio bíblico, una hermana comentó que se le había hecho difícil leer el Antiguo Testamento, porque veía cómo Dios castigaba a la gente y mandaba matar a ciudades enteras. No podía entender cómo un Dios de amor pudiera hacer tales cosas. Esa es una duda intelectual.
Si tienes dudas intelectuales, puedes reaccionar como los fariseos: "A ver, Dios, dame una señal inconfundible". ¿Cuánto será suficiente? ¡Dios ya se ha revelado en su creación y en la cruz! Pero si reaccionas como el padre de aquel joven, dirás: "Dios, quiero creer la verdad. Muéstrame la solución." Si estás dispuesto a creer, Dios te mostrará la solución con el tiempo. Eso fue lo que sucedió con la hermana en aquel estudio bíblico. Encontró la solución a su duda.
Otra clase de duda es la duda emocional o existencial. Esta clase de duda tiene que ver con alguna experiencia que vives. Pasas una situación difícil, por ejemplo, o sufres alguna pérdida, y no sabes dónde está Dios. En medio de esa situación, tienes que decidir: ¿hacia dónde voy a mirar?
Si levantas la mirada y le pides a Dios que te ayude, El te sostendrá. Cuando la prueba haya pasado, Dios te dejará ver su poder. La respuesta del fariseo es decir: "Dios, cambia mi situación, o voy a dejar de creer en ti." Pero la respuesta del padre es decir: "Dios, quiero confiar. Ayúdame en mi incredulidad."
Todo depende de tu actitud. Cuando dudes, ¿cómo vas a reaccionar? Quizás tú, en este día, has estado luchando con la decisión de aceptar a Cristo. Quieres creer, pero hay dudas. Pídele al Señor que te ayude con tus dudas. Dile que quieres creer, pero necesitas su ayuda. Deja que El te muestre la respuesta. Luego, espera su respuesta.
Puede ser que estés pasando por un momento difícil en tu vida, y dudes del amor de Dios. El enemigo trata de convencerte de que tu fe no es suficiente. Pero Cristo te llama a decirle: "Sí creo; ayúdame en mi incredulidad." El te invita a levantar tu mirada hacia El y dejar que El fortalezca tu fe. Si se lo pides al Señor, El te ayudará a creer para que puedas ver su poder en acción.